Resultan curiosos los espacios de opinión de la prensa de papel española el 6 de abril de 2013. No es que estén plagados de columnas brillantes, esta es una de esas jornadas en las que las musas de la mayor parte de los columnistas parecen haberse tomado vacaciones, pero sí encontramos algunas cosas llamativas. Podemos leer una de esas banalizadoras comparaciones con el Holocausto que son tan comunes en el periodismo español, pero que en esta ocasión seguramente no genere ninguna indignación de la progresía bienpensante al tener como objetivo el Gobierno de Rajoy –con el añadido morboso de que se publica en el periódico de la ‘disciplina’–. En Zarzuela no gustará hoy la lectura de los diarios impresos, con un duro ataque a la princesa Letizia en El País y una crítica al Rey en El Mundo, si bien tendrán el consuelo de que Sostres corre al rescate de Juan Carlos I, aunque para ello tenga que criticar a su hija la Infanta Cristina.
El presidente extremeño, José Antonio Monago, firma una columna en el diario favorito de los políticos del PP a la hora de publicar sus artículos. Nos referimos, por supuesto a El País. El texto, en el que Monago saca pecho por llevar la contraria a Rajoy al tiempo que pide que se le apoye se titula Desde Extremadura para España.
Durante casi dos años de Gobierno hemos tomado muchas decisiones: solicitar al Gobierno central subir los impuestos a los ricos, mantener el impuesto de patrimonio; nos opusimos y pagamos la paga extra a nuestros funcionarios; hemos luchado por nuestra industria de renovables e incrementado los impuestos a las nucleares; hemos aplicado deducciones para que el IVA cultural en Extremadura sea del 13% y no del 21%, lo mismo con el material escolar; hemos iniciado una reforma de nuestra ley electoral para que se abran las listas políticas en nuestra región a la sociedad civil; hemos sido pioneros en la aprobación de una la Ley de Transparencia; hemos estabilizado nuestras cuentas como nadie en España; hemos reducido la Administración pública con ahorros de más de 100 millones de euros (que para Extremadura es una fortuna, porque son más de 16.000 millones de las antiguas pesetas), y hoy hemos bajado el paro registrado en 4.000 personas y próximamente vamos a iniciar una bajada de impuestos.
A este humilde lector de columnas le ha llamado la atención que se presuma de que se va a bajar impuestos, algo que sin duda será muy positivo, al tiempo que se presumen de haber pedido a La Moncloa que se le suba «a los ricos» y de haberlos incrementado a nucleares y haber mantenido el de patrimonio (hasta una socialista como Miguel Sebastián explicaba unos días antes en El País por qué este gravamen es injusto y perjudicial).
Monago pide una «revisión profunda» de «los mecanismos y los agentes que marcan la orientación general del país». Pide para ello:
Un gran pacto nacional, un pacto de estado al estilo de los Pactos de La Moncloa de 1977.
Añade con orgullo:
El primero en expresar una posición similar desde el PSOE desde hace tiempo ha sido el expresidente Felipe González. Hoy protagonizamos juntos un acto público en Badajoz para presentar en sociedad un ambicioso proyecto de captación de inversiones en la comunidad extremeña (Invest in Extremadura).
Concluye:
Por eso desde Extremadura para España queremos enviar más que una imagen, un mensaje: es imprescindible que el espíritu de concordia no se quede en pronunciamientos retóricos como está sucediendo en los últimos días. Y que toda la sociedad española se ponga a disposición, junto al presidente Rajoy y no frente a él. Puede tener y tiene efectos prácticos directos en el progreso y el bienestar de un territorio la unión entre diferentes. Sobre todo, fuera de España. La Extremadura política y económica de hoy es un ejemplo claro de ello.
Y tras el repaso al ‘mini ladrillo’ político de la jornada, llegamos a la contraportada del diario de PRISA. Ahí nos encontramos con una Almudena Grandes que saca su artillería contra Letizia Ortiz y, de paso, contra Juan Carlos I:
Yo puedo comprender, y hasta aplaudir, que la Casa del Rey recorte sus gastos, pero me parece imperdonable que la princesa de Asturias recicle una tiara que Francisco Franco le regaló a su suegra.
Añade:
No voy a hacer comparaciones con otros países, otros dictadores, porque siendo sencillísimas, las harán de sobra ustedes solos.
La verdad es que las comparaciones entre dictadores siempre son odiosas, puesto que odiosos son todos ellos. Los ha habido peores que Franco y otros menos malos que él, pero todos ellos son por igual nefastos e impresentables.
Continúa:
Tampoco creo que se trate de un fallo de comunicación de la Corona. Es algo peor, y es lo de siempre. Letizia Ortiz no estudió en el Instituto que Franco fue el responsable de la muerte de cientos de miles de españoles, pero ya tiene edad como para haberse informado por su cuenta.
¡Ahora resultará que Letizia es una franquista! Eso sí que es nuevo, sobre todo cuando se tiene en cuenta que la mujer del Príncipe Felipe procede una familia muy de izquierdas, puede incluso que más que la propia Almudena Grandes. Concluye:
Si además está enterada de que el único respaldo directo que obtuvo Juan Carlos I fue su aprobación por las Cortes franquistas, más le habría valido asistir a la coronación de Guillermo de Holanda con una diadema de bisutería.
Pasamos al diario ABC. Este humilde lector de columnas no puede dejar de hacer algo poco común en él: recomendar encarecidamente la lectura de un artículo firmado por un político. En este caso, por una política. La ‘Tercera’ de Esperanza Aguirre es un muy interesante texto sobre el nazismo y el comunismo, centrado en la antigua Checoslovaquia, donde se reflexiona sobre los dos más sangrientos totalitarismos del siglo XX y sus puntos en común, incluyendo el antisemitismo. Tiene un título de evidentes reminiscencias cinematográficas: La vida de los otros.
También en el diario madrileño de Vocento, Ignacio Camacho escribe sobre La quiebra del bipartidismo:
La estabilidad diseñada en el sistema electoral va camino de fragmentarse en un multipartidismo de, como mínimo, cuatro bandas.
Añade:
Aunque faltan dos años para las elecciones autonómicas y casi tres para las generales, el fracaso del PP y del PSOE en la gestión de la crisis ha provocado una profunda decepción social que cuestiona de manera global el modelo político vigente y canaliza la intención de voto hacia formaciones alternativas capaces de beneficiarse de esta fractura con un discurso simple y populista. Por el lado positivo, la existencia de UPyD y de IU canaliza el malestar evitando la irrupción de fuerzas antipolíticas al estilo de los grillini italianos o del aún más nihilista movimiento vaffanculo. Por el negativo, el predecible panorama sugiere la necesidad futura de incluir en los acuerdos de gobernabilidad las exigencias de unas formaciones crecidas al amparo de una cierta demagogia facilista desacostumbrada a la responsabilidad pragmática del poder.
Camacho recomienda al registrador de la propiedad metido a gobernante que deje de menospreciar a Rosa Díez, al tiempo que dice sobre los socialistas:
La recuperación de la desplomada socialdemocracia como alternativa del centroderecha se ha convertido, ante la pujanza del izquierdismo radical, casi en una necesidad de Estado.
Sobre la misma cuestión, aunque en términos diferentes, escribe Martín Prieto en La Razón. Lo hace en un artículo titulado En el callejón del gato. Dice sobre el PSOE:
La dirigencia del PSOE pretende ignorar un axioma: que cuando pierdes el poder municipal, el regional y el estatal, nunca regresas en las primeras elecciones y haciendo las cosas muy bien te toca calentar el banquillo opositor por un mínimo de dos legislaturas. Si así fuera, los empeños por fabricar un Frankestein que lidere el PSOE son prematuros, y tanto da que sea Rubalcaba quien vuelva a perder las elecciones de 2015.
Describe de forma dura a la líder de UPyD:
Rosa es dicharachera, política profesional y profesional del transfuguismo, que dirige autoritariamente una conjunción de bienintencionados que se alimentan del descontento.
Concluye:
La sociedad aguanta estos febles flecos sobre los que nada puede asentarse y entre duelos y quebrantos se augura otro triunfo del PP para dentro de dos años a menos que de Guindos y Montoro siembren el país de cardos. Estamos recorriendo el valleinclanesco Callejón del Gato contemplándonos inflados o esmirriados, gigantes y cabezudos, según los espejos deformantes. Le estamos contando las rayas al tigre.
José Luis Alvite es el autor de la canalización del Holocausto a la que nos referíamos en el arranque de este ‘Afilando columnas’. Cae en esa práctica con su artículo La chimenea de Treblinka. No cita ni una sola vez al Gobierno, pero está hablando de la aplicación de la Ley de Dependencia, por lo que en realidad sí se refiere al Ejecutivo de Rajoy. Arranca duro, y de paso tachando de millonarios a todos los que no son de izquierdas:
¿Es moralmente defendible que se aleguen criterios de rentabilidad en la aplicación de la Ley de Dependencia? ¿Cabe estimar en su provisión de fondos los mismos criterios ideológicos con los que se patrocinan otras partidas del gasto público? ¿Será que la derecha política es menos sensible a los inconvenientes de la vejez porque puede atender a sus ancianos y a sus desvalidos sin recurrir al dinero público, igual que cuida sus caballos y sus palos de golf?
Concluye:
Hemos convertido la vejez en un subproducto social, y su administración, en una industria de residuos sólidos. Es cuestión de tiempo que la degradación moral de los servicios públicos siga su avance implacable y que sobre los tejados de nuestros asilos y residencias asome la espeluznante chimenea de Treblinka.
En fin, si a estas alturas hay que explicar al señor Alvite la inmoralidad de lo que ha escrito es que no será capaz, o no querrá comprobarlo.
Terminamos en El Mundo, donde hay una de cal y otra de arena para Juan Carlos I. Federico Jiménez Losantos firma Volver al 77, donde incluye unas frases demoledoras contra el Rey:
Libertad siempre ha habido o se ha buscado. Democracia, no. Y ese fue el milagro del 77. Pero el recuerdo y el temor a la Guerra Civil no son recuperables. El primer valor de la Transición fue el miedo. El segundo, la esperanza. El Rey teme al tiempo y al paro. Es natural. ¿Y la esperanza? ¿La traen los sindicatos y la CEOE? ¿El bufete de Miquel Roca, que se turna con La Zarzuela en sus ataques al juez Castro? Olvídese de su empleo. ¿Qué piensa hacer el Rey ante la secesión catalana?
Y en ese mismo periódico Salvador Sostres acude al rescate del jefe del Estado, eximiéndole de toda responsabilidad en el futuro exilio dorado de Urdangarín en Qatar. Su artículo se titula Otro error de Iñaki, e incluye críticas a la infanta.
Los duques de Palma cometen otro error marchándose a Qatar, un país cuyo Gobierno tiene un modo de operar inquietante e incluso siniestro. La alta sociedad qatarí, muy dada a la fiesta opulenta y al exceso permanente, querrá presumir de Infanta española, y Cristina e Iñaki no podían ofrecer una imagen más frívola e improcedente que la de ir de celebración en celebración teniendo como tienen asuntos pendientes con la Justicia y habiéndose presuntamente aprovechado ilegítimamente de dinero público.
En contra de lo que se ha dicho y publicado, ni el Rey ni su Casa tienen nada que ver con este desafortunado traslado. Ni lo han propiciado ni lo consideran oportuno. Se trata del enésimo desafío de Urdangarin a la Corona, y de la enésima vez que perjudica su imagen con su inconsistencia, temeridad y su alarmante no saber estar a la altura de las circunstancias.
Insiste en la defensa de Juan Carlos I:
Episodios como los del elefante y chismorreos como los de Corinna no desgastan a un rey consolidado y querido como Juan Carlos ni ponen en entredicho la vigencia de la Monarquía, ni su utilidad. Los reyes siempre han cazado, y siempre han retozado, y esto el pueblo lo ha visto siempre con mucha más simpatía que enfado.
Concluye:
La paciencia y la generosidad que tanto el pueblo español como la Casa Real han mostrado con Iñaki Urdangarin y con sus múltiples y profundas equivocaciones tiene el evidente límite de salvaguardar la credibilidad de un Rey que tanto ha aportado hasta ahora como lo que puede y debe continuar aportando en estos momentos tan delicados.
El tiempo de la condescendencia ha terminado, el Rey ha vuelto a tomar las riendas de un modo personalísimo y decidido, y no dudará en apartar fulminantemente a quien le perjudique en su imprescindible labor de recuperación de España.
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