Querría creer que Paco Marhuenda es un topo que el 15-M avant la lettre logró colar entre las filas rajoyistas hasta colocarlo al frente de La Razón; pensar que en su corazón arden con llama inextinguible la devoción trotskista de estricta observancia, que ha venido a prender fuego a la derecha y qué ha de querer sino que arda. Sólo así podría asomarme sin deprimirme a esas portadas de alucinógeno servilismo pro Rajoy que harían sonrojarse a Kim Jong-un -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
Sólo así, entendido como malintencionada parodia, podría entender la portada de la que ya les hablamos, dando por realidad incontestable, positiva y exacta hasta el decimal, las previsiones para 2019 de un Gobierno que yerra o miente con furiosa constancia –elijan ustedes– con las cifras del próximo trimestre. Sólo así podría explicarse la del sábado, presentando triunfal la catastrófica encuesta del CIS. “Mayoría para el Gobierno”, abren, y sólo les falta el “oé, oé, oéee” para parecer el peor panfleto de una peña futbolera.
La radiografía muestra una España a escasos grados del punto de ebullición, que desaprueba por abrumadora mayoría la gestión del Gobierno, que da fuerza a partidos hasta ahora marginales y que desespera de las urnas. Pero, ¡hey, el PSOE sigue estando PEOR! Y en esta política mezquina, de casinillo, que es la nuestra, eso es lo que importa, lo único que existe, como el Real Madrid humillado por el Borussia se consuela con la paliza propinada por el Bayern al Barça. Porque, ¿acaso hay algo más en el mundo? Sí, bueno, está España.
Confieso mi ingenuidad: cuando el PP ganó por mayoría las elecciones generales, quise pensar que sus votantes lo eran porque tenían cierto modelo de sociedad que coincidía siquiera vagamente con el programa del Partido Popular. Consideré con escepticismo esta entrega, conociendo el nutrido historial de traiciones del PP, pero, aun así, confiaba en que, una vez que el Gobierno empezara a desdecirse, iría perdiendo apoyos a la velocidad de sus renuncios. No fue así, porque en España las ideas dan alergia, porque uno se entrega ya de joven a una facción con verdadera devotio iberica, como un checheno a su teip.
Puede hacer campaña repitiendo machaconamente que va a bajar los impuestos para luego subirlos más que ningún otro Ejecutivo de la democracia; puede encabezar con gesto de encendida indignación incontables marcha provida y, obtenido el mando con mayoría absoluta, dejar que la odiada ley, la ley recurrida y denostada, siga produciendo su cosecha de muerte a más de un año de la victoria. Pero se me ha ido el santo al cielo y yo estoy aquí para hablar de la prensa.
Y ahora estaba con La Razón, que abre con un patético retrato de la madre de Marta del Castillo y el titular . Pero pasaré como de puntillas sobre este regreso de El Caso e iré directamente al segundo titular: “La España rescatada: 40.000 millones menos de PIB y el IVA al 23%”. Dígase lo que se quiera del esperpéntico Marhuenda: nadie podrá acusarle de no haber opuesto soluciones imaginativas a la crisis del papel, informando de lo que nadie osaría: lo que sucederá así que pasen seis años o, muchísimo más brillante, lo que podría haber pasado; quizá es que, sencillamente, lo que de verdad sucede deprime al más pintado.
Esa inmersión en la ucronía nos abre horizontes fascinantes, especialmente en días flojos: “Un terremoto de 7,1 en la escala de Richter con epicentro en Móstoles habría causado 23 muertos y pérdidas de 27.000 millones”. ¿Por qué no? ¡Gracias, Paco, en nombre de la profesión!
El País, en cambio, se decanta por el pasado y por lo que nunca ha sucedido, sólo que lo hace con más disimulo y con el apoyo de muchas décadas de pensamiento único. Lo que no ha sucedido: “La austeridad como única salida a la crisis rompe el eje París-Berlín”. Ya hemos hablado de esto hasta el hartazgo, ¿verdad? No ha habido austeridad, miren las cifras, por el amor de Dios. Y lo que supuestamente rompe el dichoso eje es un presidente francés, Hollande, que no se limita a cuestionar “la austeridad como única salida a la crisis”, sino medidas tan enloquecidas y demagógicas que le han convertido en el presidente con menor popularidad de la Quinta República, en torno al 25%, al año de mudarse al Elíseo.
El pasado: “El derecho al aborto viaja al pasado”. Ya hemos visto en otra ocasión que uno sólo “viaja al pasado”, en opinión de Prisa, si coge de él lo que no le gusta al grupo. Votar al PSOE, aunque en puridad sería “viajar al pasado”, nunca se presentaría como tal. Pasado, caca. El País, permítanme decirlo con claridad, es vil. Muy vil. Si tiene estadísticas en favor de su tesis, las sacará; si no, buscará la historia lacrimógena, que es lo que hace aquí.
Veamos el subtítulo de la noticia/no noticia de primera: “Prefiero llorar un mes que toda la vida’, cuenta Mercedes, que acaba de poner fin a su embarazo por una malformación”. Veamos: Mercedes no ha puesto fin a su embarazo. Ha hecho matar al hijo que tenía en el vientre. Vale, llámenlo feto (cosa que Mercedes, estoy dispuesto a apostar, no le llamaría si pretendiese tenerlo): el resultado es el mismo. En segundo lugar, ese “llorar toda la vida” presupone que hay cientos de miles de seres humanos pululando por ahí cuya sola existencia es, literalmente, de llorar. Les sorprenderá a muchos de ellos saber que su vida es digna de llanto vitalicio. En cuanto a “llorar un mes”… Ojalá, Mercedes.