Suponemos que a estas alturas no es ninguna sorpresa que uno de los protagonistas, para recibir críticas desde derecha e izquierda, de los espacios de opinión de la prensa de papel española sea el registrador de la propiedad metido que pensábamos metido a gobernante. Una vez más, el 7 de mayo de 2013 es así. Eso sí, en esta jornada también se le dedican varias, y muy duras, columnas al aparatnik que creyó que siendo secretario general se convertiría en el líder del PSOE y que ve cada día como le crecen los enanos.
Por cierto, gracias a un ladrillo de El País nos enteramos que los problemas de los castellano hablantes en Cataluña y otras comunidades se terminarías si en Barajas se hablara por megafonía en catalán y se eliminara la eñe de los logotipos oficiales de España. No, estimado lector, este humilde lector de columnas no está bromeando en absoluto, son algunas de las propuestas que podemos leer en el diario inquilino del hijo de Jordi Pujol —El clan Pujol y sus negocios con PRISA: 300 ‘kilos’ por sus edificios–.
Y dado que ya hemos empezado por ese periódico y ese asunto, veamos el artículo en cuestoión. Su autor es el diplomático Juan Claudio de Ramón y se titula Por una ley de lenguas (de una maldita vez).
Necesitamos como el respirar una ley de lenguas oficiales. El precio que estamos pagando por no tenerla, en forma de envenenamiento, bronca y derroche malsano de energía, es inasumible. ¿Qué espíritu debería guiar esa ley?
Según este autor:
Lo más triste es que la España que solo habla castellano no termina de percibir que existen amplias porciones del territorio en las que se habla, además, otra lengua, que es la materna para muchos españoles.
Muy desconectado de la realidad parece este diplomático, tal vez sea consecuencia de que su trabajo le ha mantenido alejado demasiado tiempo del país al que debe representar. A estas alturas debe haber muy pocos españoles que no sepan que existen comunidades autónomas donde se hablan lenguas diferentes a las de Cervantes. Y ante ese problema que tan sólo el percibe, ofrece una solución:
Catalán, vasco y gallego deberían ser lenguas oficiales del Estado, con el castellano.
Pone ejemplos:
No haría daño que el aeropuerto de Barajas saludase a los viajeros también en catalán, o que el catálogo del Museo del Prado estuviese disponible en euskera. Ni pasaría nada si dejásemos de emplear la letra ñ en todos los logotipos oficiales.
Y ya de paso, se podría saludar al viajero en español (o castellano) en El Prat u ofrecer folletos de información turística en esa misma lengua en todas las capitales catalanas –hace unos años, este humilde lector de columnas tuvo que pedir folletos en inglés sobre el ‘Call’ gerundense ante la triste realidad de que no los tenían en su lengua–. Y por cierto, resulta llamativo que vea en la eñe un motivo de ofensa para algunos.
Reconoce al menos que hay excesos por parte de algunos gobiernos autonómicos:
A menudo escuchamos decir a los portavoces del catalanismo que en Cataluña no hay un problema de lenguas, que son todo insidias de la prensa de Madrid. Pero son familias catalanas, y no tertulianos madrileños, las que batallan en los tribunales, y son intelectuales y académicos catalanes los más conspicuos críticos del sistema. Por si fuera poco, tenemos conocido que mozos de escuadra y otros colectivos han encontrado un singular medio de protestar: usar únicamente el castellano, capitalizando el estigma que pesa sobre él. ¡Curiosa manera de no tener un problema!
Concluye lamentando que nadie vaya a hacer caso de su propuesta:
Por desgracia, ningún partido parece estar interesado en ser el portavoz de esta propuesta, basada en el puro sentido común. Intuyo que los españoles seguiremos a garrotazos sin necesidad. Insisto: las soluciones están al alcance de la mano -y del intelecto-, a condición, únicamente, de que todos seamos razonables. Y si finalmente no hay acuerdo, será porque nunca lo quisimos.
Algo arrogante nos parece este diplomático, que no comprende como nadie acepta su genial ideal.
También en El País, Miguel Ángel Aguilar escribe sobre La rectitud curvilínea de Rajoy. Dice del presidente del Gobierno:
Rajoy atiende a la línea dictada por Bruselas y Berlín, fuera de la cual pareciera no haber salvación, ni continuidad en el Gobierno, que es el objetivo a lograr.
Es un comportamiento meramente instrumental, que se antepone a cualquier otra consideración. La ciega docilidad solo se alterna con algunos momentos de reclamación a Berlín para que atempere el ritmo o deje caer de la mesa algunas miguillas, como la de un pacto de inversiones en las mejores pymes españolas. Una actitud sumisa que tiene interiorizados todos los reproches que nos dirige el poderoso, siempre decidido a multiplicar sus objeciones como si su comportamiento fuera del todo inatacable.
Concluye:
Un Gobierno español que se respetara a sí mismo debería abandonar la actitud suplicante para exigir a la señora Merkel que dejara de obstaculizar la puesta en vigor de las decisiones adoptadas por el Consejo Europeo, con las que nuestro país encontraría más favorable acomodo, como la unión bancaria o la supervisión única. Veremos.
La propuesta de Aguilar es clara: Rajoy debe dejar de ser, supuestamente, siervo de Merkel para transformarse en siervo de los eurócratas.
Pasamos a ABC, cuyos columnistas parecen haber decidido dar una tregua al Gobierno y se centran en el supuesto líder de la oposición. Ignacio Camacho le dedica a Alfredo Peréz Rubalcaba una columna titulada La piedra en el estanque:
Ha llegado un momento en el partido en que si Alfredo viniese con una vacuna definitiva contra el cáncer, nadie se la compraría». La gráfica expresión de un militante socialista define el estado interno de opinión respecto al liderazgo de un Rubalcaba empeñado en orquestar una recomposición orgánica y programática antes de abrir la batalla nominal de candidatos. Sus mensajes rebotan en la piel de una militancia desalentada y de un electorado ansioso de ruptura con cualquier cosa que signifique o recuerde el período zapaterista; tiene el crédito cerrado y nadie le renueva las pólizas.
Analiza la estrategia del que fue, durante unos días, Alfredo Pe Punto:
Su modelo de acción es teóricamente irreprochable: ganar tiempo con un rearme político-ideológico para no abrir demasiado pronto el debate del nuevo liderazgo. Reposicionarse en el mapa como fuerza institucional creíble tras el desastroso epílogo zapaterista. Por ahí va también su oferta de pacto de Estado, despreciada por el PP con excesiva ligereza en un momento de descreencia colectiva en el que convendría reforzar los vínculos transversales de la política. Pero nada le funciona. Ni convence a los suyos ni obtiene árnica en la acera de enfrente.
Concluye:
Su esfuerzo sensato por afianzar la responsabilidad de la socialdemocracia merecería contar con algo de aliento pero quizá sea demasiado pedir que el Gobierno se ocupe también de estabilizar a su adversario. La fama de intrigante le pasa factura y hay demasiada gente deseosa de liquidarlo. Además no controla a sus propias huestes; los catalanes le chulean y los andaluces no pierden ocasión de recordarle que está en precario. Le falta oxígeno y todo lo que se le ocurre tiene el efecto de una pedrada en un estanque. Sin embargo tal vez sea el único nexo del PSOE con la tradición pragmática del tardofelipismo; ojalá no haya ocasión de acordarse de que el socialista fue un día un partido de Estado.
Juan Carlos Girauta ironiza, suponemos, con el título de su artículo: El bueno de Rubalcaba.
Veo a don Alfredo muy moderado. Sobrando sesenta mil millones del plan de rescate bancario, sólo quiere destinar la mitad a pagar sueldos privados y frenar desahucios. Debería saber el jefe de la leal oposición que, una vez adentrado en el terreno de la demagogia, la lógica Colau se lo comerá enterito, poco hecho y con patatas. Y eso que es el más listo de la clase.
Añade:
En la gestión de crisis también hay modas. Ahora arrasa una basada en la nostalgia de los pactos de la Moncloa y en el espíritu pactista de la Transición primera. Pronto se colgará la juventud, llevada por la tendencia retro, pins de don Torcuato Fernández. No confío en la moda; la tornadiza estética, o la tontuna política, no me va a convencer de que pactar con una oposición de parvulario va a mejorar la administración de la cosa pública.
Y digo parvulario porque mi bondad es inmensa, y porque entiendo el columnismo más como una crítica al poder que al árbol caído. Pero esto es demasiado naíf.
Tras repasar algunas de las propuestas de Rubalcaba, como la eliminación de los billetes de 500 euros, concluye:
Hay más en la cajita de sorpresas: mantener o crear treinta mil empleos directamente, con pasta gansa del erario. Se tratará de una adaptación castiza de la tercera vía de Giddens, aquella frustrada renovación de la socialdemocracia pensada para los laboristas ingleses. La que se tradujo en la conversión de Blair en heredero directo de la desaparecida señora Thatcher. Hombre, a mí me pareció bien la mutación, pero cuesta ver como tercera vía a una primera vía como una catedral. Y encima va Chacón y le dice al PSC lo que Rubalcaba todavía no se ha atrevido a susurrar. Pobre hombre.
Y si los columnistas de ABC dan una tregua a Rajoy, suponemos que adaptándose a la línea editorial del periódico para el que trabajan, nos encontramos en La Razón con una sorpresa. Hay un artículo donde se critica, aunque tampoco se haga demasiada sangre, al Gobierno. La autora es Ely del Valle y se titula Explicaciones:
Cuando William Pitt estableció en Inglaterra la «Income Tax», el comentario de Napoleón Bonaparte fue que ese impuesto debía de estar bien porque la gente protestaba y eso quería decir que pagaba.
No es el caso de Rajoy, que se ve en la tesitura de tener que explicar no sólo a los contrarios sino a los propios, el golpe de timón de un programa electoral que, después de 500 días de gobierno, continúa sin estrenarse.
Concluye:
Al PP le ha vuelto a fallar el don de la oportunidad. Anunciar, justo en el mes en el que nos tenemos que retratar con Hacienda, que el IRPF no volverá a sus cauces en el plazo previsto, no es lo más inteligente. Intentar quitarle hierro aduciendo que, gracias a ello, España se ha librado de un rescate relativo -ahí está el de las entidades financieras- tampoco es la mejor estrategia: cuando el peligro ha pasado se tiende a minimizarlo.
Rajoy ha instado a los suyos a difundir las explicaciones que él mismo ha tenido que darles. Para un partido que tiene en la comunicación su talón de Aquiles, el reto no es tontería. Ahora solo falta que lo consigan.
Quien sí se muestra muy duro con el Ejecutivo de Rajoy es Juan Ramón Rallo en las páginas de Economía de El Mundo. El joven economista titula La alergia del Partido Popular:
La misión del Gobierno no era diseñar la economía española del futuro, sino únicamente bajar impuestos, bajar el gasto y liberalizar todos los hiperregulados sectores económicos para que familias y empresas tuviesen más fácil levantar la cabeza y readaptarse a los nuevos tiempos. No se trataba, en suma, de que Rajoy nos sacara del agujero con una inexistente varita mágica, sino tan sólo de que no nos hundiera más. Pero, situándose a la izquierda del programa electoral de Izquierda Unida, optó por traspasarle su vergonzoso agujero presupuestario a un debilitado sector privado en plena reconversión.
Sostiene que el actual Gobierno es, en la historia de España, el que más ha incrementado el endeudamiento en un año. Define esto: «Fiasco sin atenuantes con una causa bien tasada: la incontrolable alergia que siente este liberticida PP a adelgazar el Estado».
No se deje engañar: ése, y no otro, es el único motivo por el que Rajoy ha machado inclementemente a la sociedad española con sus salvajes gabelas. Aun cuando nos creyéramos la propaganda popular de que ha sido Montoro y no Draghi quien ha evitado nuestro rescate, lo cierto es que España en ningún caso necesitaba situar su IRPF a los niveles más elevados del mundo: le bastaba con minorar su gigantesco déficit.
Añade:
Que Rajoy optara por trasladarles la factura del multidespilfarro público a los mermados ciudadanos que le votaron para que hiciera todo lo contrario no fue un desideologizado imperativo económico sino un antieconómico imperativo de la ideología intervencionista y anti libre mercado de este Gobierno.
Concluye:
Nuestra recuperación no pasa por agravar nuestros desequilibrios de partida, sino por ponerles fin. Y para ello necesitamos un sector privado mucho más vigoroso y libre y un sector público mucho más pequeño. Justo lo contrario de lo que nos ofrece el PP. Es hora, pues, de que la muy necesaria austeridad la sufra el Estado. Es hora de bajar los impuestos ya.
También en el diario de Unidad Editorial, Salvador Sostres firma España y la libertad:
Buena parte de los problemas de España surge sin duda de la idea tan raquítica que algunos españoles tienen de la libertad. Una idea tan mezquina, tan baja. Ello se debe principalmente a que la izquierda tiene pendiente su transición a la democracia, en tanto que su actitud continúa siendo guerracivilista y todavía no ha asumido que el igualitarismo conduce al crimen y que el marxismo-leninismo es esencialmente el crimen.
El principal partido de la oposición reclama ahora más intervencionismo del Estado cuando precisamente ha sido el intervencionismo del Estado lo que nos ha arrastrado hasta aquí. Los socialistas secuestran a la gente con el miedo que tienen a su propia incompetencia, y son partidarios de que todo lo haga el Estado porque ellos no se sienten capaces de hacer nada. La libertad les asusta exactamente por el mismo motivo. El socialismo emana de este temor y para ellos el individualismo es el enemigo porque les deja en evidencia.
Copncluye:
España no logrará un progreso sólido y sostenible hasta que los españoles, en su mayoría, se curen del atraso intelectual de no saber comprender qué es y qué significa la libertad; hasta que se den cuenta de que el empresario no es su enemigo sino su aliado, y que es impresentable que acaben incluso apoyando a terroristas por continuar instalados en sus espantos fantasmagóricos, tan miserables y fuera de lugar, tan cínicos y contrarios a los intereses de la Humanidad.
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