Arranca la semana el 20 de mayo de 2013 con críticas y elogios a Rajoy en los espacios de opinión de la prensa de papel. Y unas y otras vienen a colación de lo mismo: sus silencios ante los medios de comunicación. Otros personajes objetos de crítica son el falso banquero, pues nunca fue tal –Caja Madrid no era un banco– Miguel Blesa, Alberto Ruiz Gallardón y la consejera de Educación Asturiana, Ana González.
Alfonso Ussía le dedica a esta última su columna La tontina, en la que critica su decisión de cambiar el nombre a las vacilones de Navidad y Semana Santa para ocultar su origen religioso, aunque mantiene unos días festivos que tan sólo se pueden justificar por la tradición católica.
La consejera de Educación de Asturias, Ana González, de la cuerda de Bibiana Aído, después de invertir una buena parte de su presumible inteligencia en el desarrollo positivo de la educación de los jóvenes asturianos, ha dado con la fórmula mágica. La ridiculez del laicismo fundamentalista, que se ha convertido en una religión de fieles devotos descacharrados. Para hacer sombra a la Santina, ha surgido la Tontina.
Añade:
Nada hay de moderno ni de progresista eliminando la Navidad y la Semana Santa de la educación asturiana, porque siempre serán la Navidad y la Semana Santa, por mucho que se empeñe esta pobre mujer en borrar la tradición por medio de extravagantes decretillos.
Concluye:
Un dato que quizá desconozca esta chica tan innovadora. En su amada Cuba, después de decenios clandestinos, la Navidad y la Semana Santa se celebran sin ningún tipo de restricción, y en las calles de La Habana, cuando la Epifanía se acerca, quizá por la herencia española, Melchor, Gaspar y Baltasar pueden exhibirse sin temor a ser encarcelados como si de tres cubanos de la calle se tratara.
El presidente Fernández está obligado a recibir en su despacho a la consejera González. Y con medida, afecto y cordialidad, mostrarle la puerta de la despedida. Por tontina.
Martín Prieto viene a demostrar por qué La Razón es el periódico de la ‘disciPPlina’. Su columna «No, no se puede» es apariencia una crítica al actual presidente de EEUU. Así se presenta desde la primera línea:
Durante su primer mandato, el presidente Barack Hussein Obama no cumplió su programa electoral, resumido en el lema gaseoso y voluntarista de «Yes, we can», fruto del magín de un avispado publicista.
Repasa los últimos escándalos que han salpicado al inquilino de la Casa Blanca:
El espionaje a los periodistas de Associated Press, las tergiversaciones sobre el asesinato de su embajador en Libia y el acuchillamiento fiscal del «Tea Party» habrían derribado a cualquier gobierno europeo. Obama no es el caballo blanco demócrata que nos prometían y el «Sí, se puede», adoptado bobaticamente por los callejeros españoles, vale para un roto o un descosido.
Pero al final nos encontramos con la sorpresa. Una defensa del plasma y del no dar explicaciones que caracteriza al registrador de la propiedad que pensábamos metido a gobernante:
Los silencios del Rajoy tranquilizan aunque los ignorantes se chanceen. El día que diga que sí, que se puede, de la noche a la mañana, sin dolor, habrá que cerrar el quiosco.
Qué quiere que le diga, estimado lector. A este humilde lector de columnas no le gusta el optimismo injustificado, pero de ahí a defender los silencios de los gobernantes va un largo trecho. Un jefe del Ejecutivo y sus ministros deberían estar constantemente dando explicaciones a los ciudadanos y respondiendo a las preguntas que le puedan hacer los periodistas y los diputados (o incluso, por qué no, los propios ciudadanos a través de medios como el correo electrónico).
La postura de Martín Prieto ante los silencios de Rajoy contrasta con la que mantiene Jordi Évole en El Peródico de Catalunya. El antes conocido como ‘El follonero’ titula Preguntar es incuestionable. Tras explicar la costumbre de los diputados británicos a someterse de forma constante el interrogatorio de la prensa, lo compara con España:
Aquí lo normal es esconderse. Sobre todo cuando gobiernas. Antes eran unos los que no aceptaban preguntas, y ahora son los otros. ¿Por qué cuando mandas te escondes y cuando estás en la oposición reclamas transparencia? ¿Es que desde el poder siempre hay algo que ocultar? De ser así, es normal que prefieran una democracia sin preguntas, solo con respuestas. Las suyas, claro. Una especie de democracia de tablón de anuncios.
Concluye:
Pero, ¿qué harían los políticos si en las ruedas de prensa los periodistas se pusieran a hacer preguntas sin parar y sin dejar que los políticos respondieran? Serían ruedas de prensa sin respuestas. ¿Nos seguirían convocando? Igual no. Quizá se sentirían humillados. Y, entonces, ¿por qué vamos nosotros a las ruedas de prensa sin preguntas? ¿Y por qué seguimos reproduciendo lo que ellos quieren si no nos dan ni vela en este entierro del periodismo? ¿Tanto les necesitamos? ¿Tanta connivencia hay entre el poder y el periodismo? Mi impresión es que cuanto más se acerca el periodismo al poder, más se aleja el periodismo del ciudadano. Aunque todavía haya quien crea que sin respuestas tendremos una democracia incuestionable.
Cambiamos de tema y de medio. El director de La Gaceta, José Javier Esparza, arrea fuerte al ministro de Justicia citando a una ‘Garganta profunda’. De hecho, titula Garganta profunda dice… Este misterioso informante, y el periodista, no hablan de la reforma de la Justicia para politizarla todavía más, y por tanto hacerla menos justa. Se refieren a la postura del ex alcalde de Madrid ante el aborto:
Él, que repartió la píldora abortiva del ‘día después’ como si fueran caramelos. Él, que jamás pisó la calle junto a los pro vida cuando los años duros del zapaterismo. Él, que era el niño mimado de ‘El País’ y de Wyoming.
Añade:
Y ahí lo tienes ahora, convertido en bestia negra de los abortistas, objeto de escraches en su propia casa por la furia desatada de la progredumbre. Y ya, ya sé que hay más alegría en el Cielo por la conversión de un pecador que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Pero es que, incluso en esto, Alberto exagera. Le puede la ambición. Y al final lo pagaremos todos. Sobre todo los pro vida».
Cerramos en ABC, con Isabel San Sebastián y su Blesa, paradigma del gran fraude:
El expresidente de Caja Madrid es mucho más que un mal gestor imputado por varios delitos cometidos presuntamente en el desempeño de sus funciones.
Miguel Blesa es un paradigma del gigantesco fraude, de la traición que han perpetrado los grandes partidos políticos a la democracia, confundiendo la voluntad ciudadana con un cheque en blanco y erigiéndose en amos y señores de una España que consideran su feudo y que esquilman con voracidad insaciable.
Añade:
El expresidente de Caja Madrid alcanzó el vértice de la entidad hoy rescatada con cargo a nuestros impuestos porque era amigo de Aznar, igual que Hernández Moltó, también en el banquillo de los acusados, aterrizó en Caja Castilla-La Mancha por su relación con Bono y el PSOE. Porque las antiguas cajas de ahorro habían sido convertidas por Felipe González en una extensa red de pesebres autonómicos en la que, so pretexto de «democratizar» unas entidades sin dueño definido aunque avaladas por el conjunto de los españoles, se repartía un maná aparentemente inagotable entre militantes de todas las formaciones, sindicalistas, miembros de la patronal, amigos y familiares.
Concluye:
No es casual que la demanda que llevó a Blesa a prisión, aunque fuera por breve plazo, fuese presentada por un colectivo ajeno a la política, como es Ausbanc, y tampoco lo es que Comisiones Obreras, generosamente apesebrada en Caja Madrid, haya salido en defensa de un «rico» que ganaba tres millones de euros al año.
Confundieron España con su botín y se repartieron el despojo. Alguien tendrá que pagar antes de que todo se hunda.
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