Mientras que leía los espacios de opinión de la prensa de papel el 30 de mayo de 2013, este humilde lector de columnas ha tenido que ir corriendo para situarse frente a un espejo y comprobar que la calva está ahí, y avanzando. Eso le ha permitido confirmar que el tiempo ha pasado, algo que ha llegado a poner en duda viendo los protagonistas de algunas de las columnas (y de la actualidad), que estaban en primera línea de la política cuando en vez de una testa despejada uno tenía pelo en abundancia. Ahí están generando artículos de opinión Aznar, Felipe González y Alfonso Guerra (estos últimos llegaron al poder meses antes de que quien esto escribe cumpliera lo diez años).
Uno de los miembros de la cuota no catalana del periódico del conde de Godó y Grande de España transformado en independentista ha entrado en éxtasis al saber de la reunión entre el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante y el jardinero de bonsais a tiempo parcial reconvertido en diseñador de joyas. De paso, aprovecha para lanzar algún dardo contra aquel al que le gustaba fotografiarse jugando al dominó en Quintanilla de Onésimo. Fernando Ónega publica en La Vanguardia una columna titulada Felipe-Rajoy, SL.
¡Cómo somos! Rajoy se entiende con Felipe González, y es como si hubiéramos descubierto que Belén Esteban ha seducido a un subsecretario. Venga comentarios y columnas, empezando por este cronista (…)Y sin embargo, el asombro tiene sentido. Encontrar en España a un jefe de Gobierno que consulta a uno anterior es una anomalía del sistema. Rompe los hábitos de nuestra democracia.
No se moja en decir si Rajoy calculó la jugada para anular la entrevista de Aznar o, simplemente, tuvo suerte. Sobre su contraparte en el encuentro dice:
Y Felipe, encantado: ¡al fin alguien cuenta con él, con su sabiduría, con su experiencia y sus contactos! ¡Al fin la derecha mediática le llama estadista y elogia su disposición! ¡La justicia de verse reconocido! ¿Qué mas puede pedir un político en su dorado retiro?
El antiguo secretario general del PSOE será más marianista que Carmen Martínez de Castro. Ya se mensajean, según se pudo escuchar en su saludo en París. Y Rajoy, también feliz. Es su corte de mangas a Aznar.
Concluye:
Creo que no hace falta agravar el déficit con encuestas: a la sociedad le sienta bien el entendimiento entre políticos, siempre que no sea para repartirse privilegios. Le sienta bien que hablen, se consulten, intercambien experiencias. Le sienta bien la normalidad. ¿Cuándo se estropea todo? Cuando el gobernante se cree en posesión de la verdad y no quiere dar bazas al adversario, y cuando el adversario no piensa más que en destruir al gobernante para ocupar su puesto. A ver si sirve de lección. Yo, si fuese Rajoy, ya estaría llamando a Pujol.
Y tras este canto emocionado a los viejos políticos, en El País nos encontramos con otro más que se ha puesto de actualidad por la presentación de un nuevo tomo de sus memorias. David Trueba firma Hormiguerra, dedicado a la aparición del hermano de ‘mi hermano’ en El Hormiguero de Antena3:
Los que crecimos con los debates de La clave y su música amenazante, enganchados a sus buenísimas películas en torno al tema elegido, sufrimos un cierto ataque de nostalgia al ver a Guerra, que tuvo apariciones memorables en aquel programa, refocilarse feliz en la entrevista fácil del programa.
Contiene, una crítica al que fuera el primer vicepresidente del Gobierno con Felipe González:
Se percibe, por anticipado, que una conclusión clara de este libro es la de que Guerra no tiene abuela. De todo lo malo que sucedió bajo sus Gobiernos él avisó con tiempo y cualquier futuro le ha venido a dar la razón.
Añade:
Es muy probable que la izquierda española necesite una cuerda vocal como la de Guerra en sus tiempos, afónica como está bajo la siesta neoconservadora. Es de agradecer que la empresa editora de sus memorias posea dos cadenas de televisión, porque eso abre un espacio para libros en programas donde los libros solo sirven para hacer experimentos sobre el peso del papel.
Y tras este viaje al pasado, pasamos a artículos que tratan de asuntos y personas del presente (aunque algunas lleven en eso de la política varias décadas). Kiko Méndez-Monasterio escribe en La Gaceta Pagar langostas, que trata sobre los impuestos y quienes se benefician del dinero que los españoles entregamos al Estado queramos hacerlo o no.
No es posible que Cristóbal Montoro esté disfrutando con todo esto. Será una sugestión de la miseria nuestra la que le dibuja esa sonrisa sádica, copiada del sheriff de Nottingham desplumando contribuyentes.
Los votantes del Partido Popular van a terminar pidiendo el arbitraje, porque se sienten tan estafados por Rajoy como los de las preferentes por los bancos.
Afirma:
Por muchas ilusiones libertarias que uno se haga, llega el IRPF y volvemos a ser conscientes de nuestras cadenas. Escribimos nuestros nombres en la declaración, pero en realidad todos leemos el mismo: Kunta Kinte.
Concluye:
Aunque fuera por ineludible obligación -es probable que Montoro acabe convenciendo a nuestros hijos para que nos delaten si defraudamos- queda la satisfacción de haber cumplido como buenos ciudadanos. Al firmar la declaración sabremos que con nuestro esfuerzo hemos contribuido a mantener los palacetes de los sindicatos, la naturaleza soviética de los partidos, el proyecto de los que quieren destruir España, el pingüe negocio del aborto, las aspirinas de Bolinaga, las subvenciones a Talegones y flautas, el fichaje de algún periodista deportivo y, por supuesto, un montón de asesorías a las empresas que hayan ocupado el hueco de Nóos.
Como siga escribiendo artículos como estos, Méndez-Monasterio se arriesga a que ‘Montoro el malo’ le envíe un par de inspectores a su casa para pedirle las facturas de su boda, o incluso de cuando le bautizaron —Hacienda también se invita a tu boda–.
Y de La Gaceta pasamos a un periódico que no es nada querido por los del Grupo Intereconomía —Román Cendoya: «Cuando ves la portada de La Razón, a veces piensas que habría que ponerla junto a El Jueves y Mongolia»–. Ahí encontramos con que Alfonso Merlos recupera su antigua costumbre de poner a sus artículos títulos que recuerdan a las películas de Andrés Pajares y Fernando Esteso. En esta ocasión, nos habla de Los despistados, que no son otros que Izquierda Unida y PSOE. Sobre IU dice:
De ocurrencia en ocurrencia. De error en error. De disparate en disparate. Y dentro de una coherencia, eso sí, aplastante. La que mantienen los que nunca están a lo que hay que estar.
Añade:
Por si no tuviésemos bastante con las desmesuras de CiU y la Esquerra, aparecen los más aventajados alumnos de Cayo Lara pontificando sobre la atractiva idea de pulverizar la unidad de España (¡casi ná!).
Continúa:
Y sin embargo, es quizá más grave la aventura en la que están embarcados los no menos desnortados socialistas catalanes. Como en este país no hay preocupaciones acuciantes y materiales, proponen una reforma constitucional que lleve a disolver las Cámaras, abocar a la nación entera a un proceso electoral y abrir a continuación las urnas para un referéndum (¡qué descanso! ¡eso es don de la oportunidad).
Concluye:
Parece mentira que, ante una masa de ciudadanos agobiados y hasta desbordados por la crisis, no dejen de saltar a la palestra políticos despistados: sujetos extraviados, distraídos, burócratas que dan positivo en los controles de sectarismo y no tienen ni puñetera idea de lo que pasa a su alrededor.
Pasamos ahora El Mundo, donde Victoria Prego ha encontrado la excusa perfecta para justificar a los políticos que entregaron dinero público –supuestamente, no vengan a intentar influir en el juicio–. Nos la presenta bajo el título de El tornado Urdangarín:
A Rita Barberá y a Francisco Camps les acaba de pasar el juez una factura que ya veremos hasta dónde asciende. Y eso porque, presuntamente, cometieron la torpeza, o la ingenuidad, o la oficiosidad, de plegarse a las propuestas del yerno del Rey, convenientemente expuestas en el mismísimo palacio de La Zarzuela.
No le vayan acusar de señalar posibles responsabilidades dentro de la Casa Real, añade:
Hay que dar por hecho que, a aquellas alturas, ni el Rey ni Alberto Aza, entonces jefe de la Casa, tenían la menor idea de que el Instituto Nóos era una simple tapadera fabricada para que el jugador de balonmano y su socio se enriquecieran fraudulentamente y a manos llenas.
Continúa:
Pero, si esa reunión con los dirigentes valencianos se celebró allí -y la minuciosísima descripción hecha por Diego Torres ante el juez, hace pensar que sí-, lo que es seguro es que estaba diseñada con el único propósito de deslumbrar a ambos y conseguir, sin necesidad de más negociación ni más gestiones, que doblaran el espinazo ante tamaño despliegue de prestigio de realeza.
Concluye:
Y es que todos los millones que la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia destinaron a los proyectos de Urdangarin y Diego Torres salieron de las arcas públicas eludiendo cualquier tipo de control. No es sólo que al yerno del Rey resultaba inimaginable suponerle intenciones delictivas. Es que, fue tanta y tan ciega la fe que los contactados ponían en su persona y en su significado institucional, que los que puede que se mostraran decididos a delinquir fueran los propios estafados, víctimas entonces de un frenesí cortesano que ahora se estrella contra el muro de la ley.
Cerramos con un artículo de Manuel Jabois, desplazado en la páginas de El Mundo a ubicaciones de mayor relumbrón para cubrir el hueco dejado por David Gistau con su salto a ABC. En esta ocasión habla sobre Hombres de moda:
Una de las razones por las que me alegro de no tener una hija es por la posibilidad nada remota de que un día Eduardo Madina aparque un Buick frente a casa, llame al timbre con un ramo de flores en la mano y haga tiempo conmigo mientras espera a que la niña baje para llevarla al baile del instituto.
Dice de Madina:
Es el hombre de moda. Lo sabe Gallardón, que ejerce de coolhunter ideológico en el PP, siempre atento a las nuevas tendencias. Gallardón ha hecho carrera en el PP sabiendo antes que nadie qué es lo que se lleva y lo que no para hacer todo lo contrario y frustrar su propio ascenso.
Y del ex alcalde de Madrid dice:
Es un político especial, el ministro: cuando no tiene razón es cuando más brillante está.
Y concluye hablado de Esteban González Pons:
Hace poco entró en Twitter como un elefante en una cacharrería quejándose de que le habían robado la bici. Pero cómo no te van a robar la bici, alma de cántaro, si lo raro es que te dejen los zapatos. A ver si el escaño de Valencia, desde Zaplana, va a estar donde el semáforo de Jovellanos, junto a Casa Manolo. Un día que se duerma, González Pons acabará como los heavys de Gran Vía, siendo un clásico, y tendrá estatua. Otra, quiero decir.
Parece que Jabois no está muy interesado en hacer amigos entre la clase política.
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