Increíble pero cierto. Por primera vez en varias semanas no encontramos en los espacios de opinión de la prensa en papel ningún artículo dedicado a Aznar y su polémica con Rajoy. Pero es que, incluso, el presidente del Gobierno se merece tan sólo una columna en la que se le critica. El 31 de mayo de 2013 se presenta tan peculiar en esta materia que el personaje sobre el que más se ha escrito para opinar sobre él, aunque tampoco se haya hecho demasiado, es Cayo Lara. Quien sabe, igual a Rubalcaba le da un ataque de celos. Por otra parte, desde La Vanguardia ofrecen la explicación más rocambolesca que uno pueda imaginar a los abucheos y silbidos contra los príncipes en Barcelona —Aplausos y abucheos a los Príncipes de Asturias en el Liceu–.
Empecemos con esta última cuestión. Mariángel Alcázar firma en el periódico del conde de Godó y Grande de España metido a independentista el artículo titulado Una noche (difícil) en la ópera, en el que uno no sabe si quiere eximir a quienes silbaban y abucheaban o pretende convencernos de que en realidad lo que ocurrió no refleja un rechazo a la monarquía en Barcelona. En cualquier caso, hay que tener imaginación para ofrecer los argumentos que se da la columnista.
Sostiene que se quería que la presencia de los príncipes fuera la de un acto «casi privado» por lo que no se avisó de que iban a estar en el Liceo:
Resultado, muchos espectadores se vieron atrapados en la Rambla en un inmenso atasco provocado por los coches de los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana apostados en las inmediaciones del Liceu. Llegar tarde y cabreado al inicio de una ópera y enterarte de que el motivo es la presencia de los Príncipes no es precisamente un buen estado de ánimo.
Añade:
Tampoco suma sentarse en el cuarto piso y desde las alturas avistar cómo autoridades de diversos signos, sin saber muy bien quién es quién, rellenan el palco institucional, que recibe ese nombre desde que ya no se llama real.
Por lo tanto:
No se sabe si los silbidos eran de los espectadores que habían tenido que correr Rambla abajo porque llegaban tarde, si eran por negarse a participar en una obra ajena al escenario o si realmente iban dirigidos a los invitados reales.
Este humilde lector de columnas no puede saber por qué silbaban a los Príncipes, pero intuye que eso del atasco o de la «obra ajena al escenario» no se corresponde demasiado con la realidad.
Cambiamos ahora de periódico y de ciudad. Aterrizamos en Madrid con la contraportada de El País, donde nos encontramos con ese ejemplo de la anti sutileza que es Juan José Millás. Es el autor de la única columna dedicada al jefe del Gobierno, que se titula Sabios sí señor (así, sin ninguna coma para separar el «Sabios» del «sí»).
Rajoy no necesitaba un grupo de expertos, necesitaba una coartada, a ser posible de carácter científico, para demostrar que no se encontraba en el lugar del crimen el día de autos [la reforma de las pensiones]. Las coartadas científicas, ya lo vamos viendo, sirven para cometer atropellos repugnantes. Viene a ser lo del celador que se cargaba a los ancianos para que no sufrieran. Dice que daba gusto verlos ahí, tan muertos, en paz al fin consigo mismos, con el mundo.
¡Cómo le gusta a Millás siempre sacar imágenes de muertos y asesinos! Sobre todo para comparar con estos últimos al Gobierno del PP, cuando no para acusarle directamente de serlo.
¿Cree usted, querido lector, qué exageramos? Pues lea usted como acusa a Rajoy de intentar que los ancianos deseen morir. Dice de la reforma de las pensiones:
Se trata de desincentivar a los ancianos, por naturaleza insolidarios, para que se mueran de una vez y dejen de ser una carga, coño, para el contribuyente honrado. ¿Qué hemos conseguido, de hecho, durante los años en los que su renta subía por encima del IPC? Que se agarraran como lapas a la vida.
Los insultos con lo que continúa son mera delicadez después de lo anterior, así que no merece la pena ni reseñarlos.
Pasamos ahora al capítulo dedicado a Cayo Lara. Federico Jiménez Losantos escribe en El Mundo De Madrid a Barcelona:
Del PCE del 77 no queda nada y que sus jefes son torvos indocumentados. Pero en honor del PCE del 68 al 77 -condena de la invasión de Praga, asumir el modelo del PCI- que es el que yo conocí, quiero recordar que si no sufrió para adoptar la bandera nacional en 1977 fue por una razón: porque, sin que sus jefes lo advirtieran y gracias a los jóvenes militantes, había dejado de ser el partido de Moscú y se había convertido en un partido español.
Concluye:
Al rechazar Cayo Lara la soberanía del pueblo español y respaldar el separatismo catalán, el PCE vuelve a ser el partido del extranjero. Y ni siquiera el de Moscú: el de Barcelona. Con Stalin, el derecho de autodeterminación fue una forma de trocear estados burgueses para someterlos a la URSS. Pero incluso como proyecto criminal, la III Internacional tenía cierta grandeza. Esto no. Valderas, verdadero amo de IU, quiere unir directamente a Andalucía con Cuba y Venezuela. Y Cayo Lara va y deja de ser agente de la Komintern para convertirse en representante de los Pujol. ¡Qué degeneración!
En La Razón, el lider de IU merece también una columna. Pedro Narváez le espeta: Por qué no te Cayo.
El problema es España al decir de Cayo Lara, los burros y los toros, así que destruyámosla y se acabó el problema.
Añade:
Hemos descubierto en el líder de IU al perfecto estadista, un Churchill sin puro, un Stalin de la desidia que cree que viste como una persona corriente, pero que anhela con esos faldones de la camisa a la intemperie no haber llegado a su edad sin una revolución de la que presumir con las universitarias de esta primavera que no desemboca, con las flores abiertas y los escotes prisioneros del frío.
Concluye:
Cayo ha hecho suyo el eslogan de Ikea, puro trotskismo. «Bienvenido a la república independiente de mi casa». Me pregunto si antes de que entren las excavadoras no sería más sensato que Cayo se independizara de España. Las agencias de viajes tiran los precios. Y así nos ahorramos la obra y dignificamos las matemáticas.
Por su parte, también en el periódico de Marhuenda, Alfonso Merlos titula ¡Vivan las ocurrencias! y escribe sobre la reforma del Senado propuesta por los socialista:
Es el remate de la feria. El problema en España resulta que no es la incompetencia de un buen puñado de políticos, que no es el puro desgobierno, la corrupción, el despilfarro, la ausencia de criterio para establecer cuáles son las prioridades en la gestión (¡y anda que no es fácil!).
Ahora la clave es que este país no termina de carburar porque no funciona la presidencia del Senado.
Añade:
¿Y a qué viene este cuento conociendo como conoce el PSOE que alguno de estos señoritos tiene una idea preclara y una intención que no es sino la de trocear la nación?
Concluye:
¿Alguien de verdad en su sano juicio se imagina a Artur Mas ocupando lo más alto de una altísima institución del Estado? ¿Para qué? ¿Para dinamitarlo desde arriba? ¿Para burlarse de los ciudadanos? ¿Para pitorrearse de los que creen en la ley y el Estado de derecho? Por hacer el canelo hemos llegado al punto en el que estamos. A ver si empezamos a tomarnos en serio a nosotros mismos: a nuestra democracia, a nuestras instituciones, a lo que somos. ¿O qué?
Concluimos en La Gaceta, diario en el que por una vez Fernando Díaz Villanueva opta por elogiar a alguien. Y el elogiado es, en opinión de este humilde lector de columnas, merecedor de los elogios que se le dedican y de otros aún mayores. La columna se titula Braun, el bravo.
Carlos Rodríguez Braun, profesor de economía y Maestro -así, con mayúsculas, como los toreros-, en todo lo demás. Carlos, bravo entre los bravos, gentilhombre de los que la España grande da uno o dos por generación, justifica cada milímetro de la leyenda de profesor perfecto que se ha construido en torno a él. Cuando le alaban se quedan cortos y cuando le critican… bueno, a Carlos nadie le critica porque de hacerlo le sobreviene a uno dolor de tripa de saberse injusto.
Concluye:
Por esta razón y muchas más razones le dimos la semana pasada el premio Juan de Mariana, un premio que se pensó para gente como él. Lo único que lamento es que no haya más bravos como Braun. De haberlos el mundo sería un lugar infinitamente mejor. Habrá que conformarse con el que tenemos, y que nos dure mucho.
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