Opinión / Hermann Tertsch

«Hay ministros de Rajoy que cuando llaman a sus subordinados les preguntan si están oyendo la SER»

"El ultracentrismo está deseoso de compartir espacio, mesa, cama e ideas con ese progresismo que tanto le fascina"

"Hay ministros de Rajoy que cuando llaman a sus subordinados les preguntan si están oyendo la SER"
Hermann Tertsch.

El periodista Hermann Tertsch escribe hoy, 4 de junio de 2013, en el ABC una columna en la que muestra su rechazo al pacto que le ha propuesto el PSOE al Gobierno de Rajoy. Para el columnista, en Pactos Tóxicos, esto no deja de ser más que un cambalache.

Asegura en su arranque que:

Dicen que hoy en España, si eres hombre, blanco, católico, de derechas, heterosexual, madridista y taurino, estás invitando a que te agredan. Y a que después te echen la culpa de haber comenzado el lío. Pues en esta primavera tardía da la impresión de que si, a esas perversas características mencionadas, añades la de sospechoso de aznarismo, la paliza, aunque sea verbal, se tiene asegurada. Y no sólo por matones surgidos de las trincheras de la izquierda.
   
Sabemos mucho de las insidias, difamaciones y descalificaciones que utiliza esta izquierda española para intentar liquidar social o políticamente a la gente que le incomoda. Van desde las campañas coordinadas con virtuosismo y precisión contra políticos, jueces o cualquier persona de relevancia social que apetezca destruir. Hasta los acosos mediáticos con sus mensajeros expertos en el trabajo sucio. Pero ahora estamos en tiempos de pactos fantásticos. Y el primero habido es el de esta tropa del gentucismo izquierdista con nuestro ultracentrismo, siempre deseoso de compartir espacio, mesa, cama e ideas con ese «progresismo» que tanto le fascina.

Mete al ex presidente que ahora está más de moda y sobre el que se han cargado todas las tintas

Ahora tienen a Aznar de enemigo común y eso une mucho. A todos ellos les parece intolerable y muy desleal que ese expresidente, no otros, exprese sus preocupaciones. Pero además es muy útil para generalizar la prohibición de toda opinión que no sea el aplauso. En eso están enseñando mucho los más encanallados de la tropa mediática de la izquierda a los jenízaros del poder presente. Se había preparado toda una batería de acontecimientos para celebrar como merece el advenimiento de la cultura del pacto. Felipe González va a visitar al presidente del Gobierno. También parece que estuvo por allí Zapatero.

El experto en pragmatismos diversos, como definen los más piadosos el oficio de González, no tendría que esforzarse mucho para llevarse al presidente a la fiesta socialdemócrata de París, organizada por el magnate Nicolas Berggruen y el socialismo francés y capitalizada para España por Prisa. Allí salió Cebrián a recibirle. Ya de paso le contaría Cebrián a Rajoy que se lleva a su ministro de economía Luis de Guindos a la reunión de Bilderberg para consolidar esos lazos de común dependencia que tanto convienen. A unos más que a otros.

Y remata afirmando que:
 
Pero seguro que este Gobierno considera todo ello un golpe de fortuna. Es un Gobierno en el que hay ministros que, cuando llaman a sus subordinados, lo primero que preguntan es: «¿Estás oyendo la SER»? Rubalcaba también está encantado con esta renovada cultura del pacto. Le pone a salvo de los lobos de su partido al menos por un tiempo. Y puede presumir, sin que le desmienta nadie, de tener ya casi convencido a Rajoy de hacer un pacto contra Merkel y la Comisión. Entusiasmado de nuevo en este papel de estadista impostado, don Alfredo ya exige públicamente a Rajoy que desmantele la ley Wert y alguna más si quiere participar con él en la celebrada insurrección de los pobres contra el poder oscuro de Merkel en el norte.
  
Hay consuelo ante tanta trampa al votante, al español en general. Uno está en que la realidad es muy terca y ahí está la troika para recordarlo. La verdad europea no está a su disposición. Los intentos de este apaño general del «establishment» para intentar superar la crisis sin tocar sus propios intereses, sin una reforma en profundidad del Estado y la Constitución, están condenados al fracaso. Esperemos que Rajoy venza con lucidez esta tentación. O que otros le impidan consumarla. Este intento de resucitar pasados tiempos del permanente cambalache ha de fracasar. Si no, nos llevará a todos, eso sí, muy consensuados, a escarbar juntos en la más profunda miseria.

 

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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