Arranca una nueva semana sin que haya un protagonista claro en los espacios de opinión de la prensa de papel el 10 de junio de 2013. Lo que nos encontramos este día es una macedonia de temas y nombres propios, desde un posible acuerdo entre Rajoy y Rubalcaba para salvar el bipartidismo con la excusa de Europa hasta una página entera en defensa del socialista Antonio Miguel Carmona en La Gaceta. No faltan columnas dedicadas a criticar al PSOE por los ERE o por la última ocurrencia del que durante unos días fue Alfredo Pe Punto o al Gobierno de Rajoy por diferentes cuestiones.
Arrancamos en ABC, donde Isabel San Sebastián comenta un posible pacto ente el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante y el apparatchik socialista que creyó que siendo secretario general se convertiría en un líder para salvar el bipartidismo. Lo hace bajo el título de Pacto con fondo de encuestas:
Corren malos tiempos para el bipartidismo en España. Tan malos, que están muy cerca de conseguir reconciliar lo que parecía irreconciliable. ¿Pacto de Estado por el bien de España o abrazo a la desesperada entre boxeadores sonados?
Tras señalar que ya se han producido los primeros contactos entre PP y PSOE, añade:
No faltan a uno u otro lado del espectro ideológico mentes «pragmáticas» partidarias de acelerar lo inevitable y, de paso, diluir responsabilidades ante lo que pueda ocurrir, alcanzando un gran acuerdo «transversal» de esos que tanto gustan al relativismo imperante. Un pacto de salvación para dos dirigentes actualmente en la cuerda floja, ni tan liberal como para expulsar de su seno protector a un Partido Socialista cada vez más acosado por la izquierda echada al monte, ni tan «progresista» como para movilizar a la derecha desencantada con la gestión del Gobierno y aglutinarla en torno a un líder alternativo dispuesto a tomar las riendas. Eso es lo que se está guisando en las cocinas subterráneas donde se fraguan estas cosas.
Europa proporciona la excusa perfecta.
Concluye:
Dicen las malas lenguas que Mariano Rajoy no se presentará a un segundo mandato si tiene la certeza de ir a perder. Y de momento lo que le advierten los sondeos es que en menos de dos años se ha dejado por el camino más de treinta parlamentarios. Todavía está a tiempo de aprovechar su mayoría absoluta para aplicar la fórmula que le llevó a la victoria, aunque también puede refugiarse en brazos de Rubalcaba y esperar junto a él a que se cumplan los augurios. La decisión es suya.
También en el diario madrileño de Vocento, Gabriel Albiac dedica su artículo Discriminaciones a la última ocurrencia de Rubalcaba para modificar la Constitución. Arranca de forma contundente:
Una Constitución no puede tolerar discriminaciones. De ningún tipo. Porque las discriminaciones no son ni positivas ni negativas. Son discriminaciones. Anticonstitucionales. Tal como las reivindica Rubalcaba.
Tesis en tres movimientos, anteayer, del secretario del PSOE:
1) «La desigualdad entre hombres y mujeres es profundamente tóxica».
2) «Hay que erradicarla con una lucha permanente para no retroceder».
3) Es necesario reformar la Constitución para «consagrar» esa igualdad y «evitar que se produzcan retrocesos».
Sotiene Albiac:
Una Constitución es exactamente lo contrario a un «acto sagrado», a una «consagración». Es la constancia efímera de la textura que ha revestido el sujeto constituyente. Ahora. Eso la hace modificable: o sea, Constitución. Sobre una «consagración» sólo se funda teocracia. Trascendencia y Constitución se excluyen.
Lo de «tóxico», aplicado a la desigualdad, suena solemne. Es bobo. Fuera de la matemática, lo igual no es nada. O, si se prefiere la bella fórmula platónica, lo igual se dice de lo distinto.
Y apunta algo fundamental:
La ficción jurídica llamada ley, evita que unos aniquilen a otros. La igualdad constitucional no es la de los individuos, sino la de su relación con la ley única. Y esto es lo que la Constitución instaura: una sola ley para todos. Ya sean necios o sabios, mujeres o varones, jóvenes o jubilados, enfermos o sanos, santos o perversos, amables o antipáticos, enclenques o boxeadores… ¿Son ellos iguales? No, por supuesto. Debe la ley, a la cual se acogen, ser la misma? Sí, sin excepciones.
No por nada este humilde lector de columnas considera que Albiac, además de una gran persona, es uno de esos autores cuyos artículos siempre merecen la pena ser leídos.
Pasamos ahora a El Mundo, donde Federico Jiménez Losantos dedica un duro artículo, otro más, a Mariano Rajoy y su Gobierno titulado No creáis lo que veis:
Rajoy ha comparecido en Valencia con un ataque de egolatría digno de psiquiatra. «No creáis a los que dicen que las cosas van mal o que van a ir peor; no es verdad», ha dicho, y se ha quedado tan fresco. Le ha faltado decir «más paella y menos leer los periódicos», pero entiendo que cuando la prioridad del Gobierno de Rajoy y/o Soraya es mimar al grupo PRISA para que ataque al PP y a la derecha en general siempre que siga machacando a Aznar en particular, no abomine de toda la letra impresa, por arruinada que esté.
Añade:
De haber mantenido su programa electoral, Rajoy hubiera heredado el Poder exactamente igual, pero ante la posibilidad de que la herencia la disfrutara otro, Rajoy prefirió liquidar al PP para sobrevivir él. Y sobrevivieron, Mariano y el partido creado a su nula imagen y semejanza. Pero el PP como alternativa al socialismo desapareció.
Concluye:
La disciplina, en un partido de oyarjabalines, está más que asegurada. Saca a unos inútiles del paro y jamás querrán volver a él. Pero fuera de la disciplina ciega, del ciego asentir, del ciego ver, que es no ver, el PP de Rajoy no existe. Y seis millones doscientos mil parados -un millón largo, hijo legítimo del Gobierno de Rajoy- tampoco existirán. No creáis lo que veis y nada veréis. Es la magia potagia del Mariano de Oz.
Pasamos a El País, donde Almudena Grandes hace lo de siempre, criticar al Gobierno –si alguien recuerda una columna de esta señora criticando al PSOE le agradeceríamos que dejara constancia de ello en los comentarios de los lectores–.Dice en Optimistas:
Los sabios -¡ja, ja, ja!- que asesoran al Gobierno sobre la mejor manera de robarnos el dinero que hemos cotizado durante décadas, vinculan el retraso de la jubilación al aumento de la esperanza de vida. ¿Mande? Sí, ya he visto los números, la dorada escalera que dibujan hacia una senilidad fecunda y juvenil, pero me gustaría saber cuáles son sus fuentes.
Y, transmutada en un Juan José Millás cualquiera, termina anunciando un Apocalipsis de miles de muertos por la «privatización de la sanidad:
Cuando en España se suspendan mamografías, ecografías, citologías, analíticas y otras pruebas hoy comunes, la esperanza de vida se acortará sin remedio, porque las enfermedades no se detectarán a tiempo y nos moriremos antes. Que nos hagamos un seguro privado, nos dirán entonces. ¿Y con qué?, pregunto yo. ¿Con la birria de pensión que nos va a quedar?
A pesar de los días transcurridos desde que se filtrara el vídeo de Carmona, el diputado-tertuliano sigue protagonizando algún texto. Y el que le dedican en la Gaceta no es precisamente corto. Al contrario, toda una página completa utiliza Pilar García de la Granja para defenderle. Y lo hace bajo el simple título de ‘Antonio Miguel Carmona’.
Esta semana pasada, Antonio Miguel Carmona, que es amigo, buenísima persona, un poco liante y a veces se lía a sí mismo, ha protagonizado una de las anécdotas terroríficas, porque también se han producido hechos terroríficos. Anécdota terrorífica por el nivel de falta de discernimiento al que estamos llegando en España. Como todo es susceptible de ser escandaloso, se hacen escándalos de cualquier cosa. Las ganas de linchamiento social a todo lo que se mueva -empezó con la falta de criterio de una parte de la izquierda mediática contra todo lo que tuviera que ver con el centro derecha- ahora se ha extendido al conjunto del arco mediático, político y social.
Defiende a su amigo:
Lo normal es que cuando un representante político acude a un medio de comunicación vaya a defender los intereses de ese partido al que representa primero y del que forma parte voluntariamente después. El hecho de conocer las posiciones políticas sobre la actualidad no implica defenderlas -si no estás de acuerdo con ellas- ni asumirlas como propias si no las compartes. Pero parece evidente que si vas a un debate en nombre del PSOE defiendas normalmente al PSOE.
Concluye:
Carmona no es un periodista, no es un tertuliano, no es un opinador -al que se le presuponga su independencia intelectual de cualquier partido-, Carmona es líder del PSOE, cobra su sueldo por ser representante del PSOE y, por lo tanto, como tal hay que observar sus comentarios mientras acuda a los medios de comunicación en representación de su partido. Ni más ni menos. El mayor problema es haber llegado a un punto en el que no se discierne entre quién es quién, quién dice qué y por qué lo dice.
Cerramos en La Razón, donde Alfonso Merlos comenta el escándalo de los ERE. Titula Una putrefacta manta:
Diligente, proactiva, hasta el final. Tirando de la manta. Ahí se sostiene la juez Alaya, demostrando que cuando se quiere, se puede. Por el interés de los andaluces y del conjunto de los españoles. Para que la verdad prevalezca y el delito en masa sea reprimido.
Dos cuestiones quedan perfectamente dirimidas y clarificadas en el caso de los falsos ERE. La primera, que como certeramente ha subrayado el Partido Popular, Griñán y su peña han estado metidos hasta el cuello, tengan o no vergüenza torera de reconocerlo (que no la tienen). La segunda, que la red clientelar y la tela de araña hedienta que han tejido los socialistas en el sur de la Península durante tres décadas está en el foco de todas las desgracias que se padecen en esa hermosa región de España: el paro, la pobreza, la precariedad, el hambre.
Concluye:
Aquí no está en juego la salida que se da desde los poderes públicos a un caso más de corrupción. Estamos en lo crucial, en lo estratégico, en lo medular. O ellos o nosotros. O el saqueo o la cárcel para los que lo perpetran. O la justicia que nos redime o el trofeo para los Ali Babás del puño y la rosa. Es facilísimo procesarlo. Y no nos queda otra que hacerlo. ¡Adelante, señora Alaya!
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