Con todo lo que Aznar está dado que hablar durante las últimas semanas, la multitudinaria conferencia –pocas veces tanta gente ha acudido a escuchar a un ex presidente del Gobiernno– de la jornada anterior apenas ha tenido repercusión en los espacios de opinión de la prensa española. Quien más ha puesto la carne en el asador en esa materia ha sido El Mundo, por mucho al ver la portada de dicho diario uno pueda pensar que quien se encargó de la crónica se equivocó de evento y fue a escuchar a un doble del presidente de FAES en vez de al auténtico —Donde Pedrojota ve un órdago der Aznar a Rajoy, Marhuenda sólo detecta cohesión y unidad del PP–. Este humilde lector de columnas, que asistió a tan destacado acto, puede decir que la interpretación del periódico de la ‘disciPPlina’, sin ser cien por cien exacta, está más cerca de la realidad que la del rotativo de Unidad Editorial.
Para los columnista de El País, la conferencia parece que ni existió. El diario de PRISA opta sin embargo por un ladrillo político que pretende ser sesudo y que tiene como una de sus dos firmantes a una de esas personas cuya pasada pertenencia a un Gobierno español sigue causando estupor, aunque no menor al que provoca el hecho de que sea profesora titular de Derecho Constitucional. Carmen Calvo, la «cocinera antes que fraila» que proclamó que «el dinero público no es de nadie» firma junto con Gregorio Cámara, catedrático de la misma materia que ella imparte y militante del PSOE, escriben Por una reforma federal del Estado autonómico.
El texto, además de defender un modelo federal, se hace propaganda de la Fundación Adolfo Perales. Es posible que a usted, estimado lector, esta organización no le diga nada. Lo mismo nos ocurría por aquí, así decidimos indagar un poco y hemos llegado a la conclusión de que es una especie de Fundación Ideas andaluza sin Amy Martins ni similares. Al menos que se sepa por ahora. En cualquier caso, y con independencia de la opinión que cada uno pueda tener de la federación como forma de Estado, el texto está escrito con una gran pedantería aderezada de lugares comunes, una mezcla cargada de la cursilería propia del mejor zapaterismo. Un botón de muestra:
Así las cosas, su desembocadura [la del Estado autonómico] lógica, «natural» y racional sería el Estado federal pluralista, social y cooperativo como punto de encuentro para una reorganización territorial desde la lealtad al compromiso democrático que animó el consenso constitucional. El Estado federal sería punto de llegada y de partida para un tiempo nuevo.
Así que hay una forma «natural» de Estado, cuando este es por su propia naturaleza una construcción jurídica y, por tanto, artificial. Y, por favor, ¿que es esto de cooperativo?
Estamos en uno de esos momentos históricos de encrucijada que conviene aprovechar con el máximo de sensatez, racionalidad y consenso para reasentar las bases de nuestra convivencia.
Tras presentar una serie de propuestas nada originales, continúan:
Está acreditado históricamente que el federalismo es un modelo integrador, al tener capacidad de asimilar democráticamente la convivencia de todos, personas y territorios, en la diferencia (no en la desigualdad), configurando así el mejor espacio para el ejercicio de la participación y las libertades democráticas, para el mantenimiento y desarrollo del Estado social y para la canalización de los intereses comunes, fortaleciendo simultáneamente la autonomía territorial, la unidad del Estado y la igualdad.
Tras recuperar el aliento tras leer 73 palabras sin un sólo punto y seguido, este humilde lector de columnas se pregunta ¿dónde está acreditado históricamente todo lo que estos señores dicen? Igual que hay federaciones democráticas que funcionan bastante bien, hay otras que no son así. ¿Acaso no eran la URSS, la Checoslovaquia comunista y la Yugoslavia de Tito férreas dictaduras totalitarias de tipo federal? ¿Y el México del PRI, conocido como ‘la dictadura perfecta’, no era acaso también una federación? Y los modelos sobran.
Y concluyen con el punto máximo de cursilería vacua:
Una igualdad integradora de la autonomía que permita garantizar a la ciudadanía de todos los territorios una homogeneidad básica en sus condiciones de vida (derechos, prestaciones, deberes) para que sean justas y equitativas, pero que no ha de proyectarse en las diferencias culturales, cuya gran riqueza -riqueza para todos- se expresa libremente en la pluralidad de culturas y tradiciones, lenguas, instituciones y otras singularidades y modos de vida de nuestros territorios.
Pasamos ahora a El Mundo, donde Antonio Lucas le dedica su artículo a un Antonio Miguel Carmona al que parece que le va a costar desaparecer de los espacios de opinión. Lo hace bajo el título de ‘Low cost’:
Carmona es de esos tipos seguros de que la gente ya no es de izquierdas ni de derechas, sino de la tele. Y que la peña olvida en los anuncios que cierto socialismo es muy parecido al que en su día favoreció el oleaje del dinero en todas direcciones.
Le dedica palabras muy duras, a él y a otros políticos tertulianos:
Uno más de los que hablan con el palillo ideológico en la esquina de la boca. Tipos de la mueca política, palafreneros del Fuenteovejuna de la obviedad. El ideólogo low cost, sin más rodeos. Y no está solo. En el PP tienen a Alfonso Alonso (en seria competencia con Carlos Floriano). En UPyD a Toni Cantó. Y a los de otras formaciones si los veo los reconozco, pero hoy no me salen los nombres.
Es altamente improbable que esta especie de político dos por uno sirva para algo más que mosquear a la audiencia.
Concluye:
Dos o tres generaciones de españoles tienen que escuchar cosas como las de Carmona & Cía. -los tópicos más gastados del momento- sin otra opción de futuro que cambiar de cadena. Hay una pésima relación calidad/precio en esa reata de segundones que nos han desplazado del sitio con sus modales de listos del julepe. Todo se ha degradado mucho. Y no porque uno de ellos acepte a lo bruto su condición de títere (que se sabía), sino porque este corrido de malos mariachis confirma que seguiremos viviendo mañana peor que ayer. Pues sus partidos también son ellos. Tanto low cost pinta carísimo.
Y sin cambiar de diario, llegamos a la última aparición pública del ex presidente al que le gustaba fotografiarse jugando al dominó en Quintanilla de Onésimo. Lucía Méndez se aparta de la línea marcada por la portada de El Mundo, esa según la cual Aznar «presentó su programa» –insistimos, estuvimos allí y no nos dimos cuenta de que eso ocurriera–. Lo hace bajo el título de ‘Viene Soraya, viene Soraya’:
Un susurro empezó a pasar de un salón a otro del hotel de lujo, subió por el hueco de las escaleras y llegó hasta la antesala donde cientos de personas se apiñaban esperando la llegada del profeta. «Viene Soraya, viene Soraya». Los más veteranos frenaron el paso. Entonces no será tan grave. Aunque la mayoría de la concurrencia sí esperaba que fuera grave. Incluso más que en Antena 3. Una cierta decepción se reflejaba en los rostros de los periodistas y algunos asistentes, que iban -o íbamos- buscando sangre.
Cuánta razón tiene en esto último. Se esperaba una tarde-noche memorable de críticas al marianismo, pero las expectativas cayeron en picado en cuanto se supo se la presencia de la casi todopoderosa vicepresidenta del Gobierno.
Añade:
La vicepresidenta del Gobierno cumplía ayer 42 años y como resulta dudoso que ella considere un planazo sentarse a escuchar un discurso de Aznar a la hora de la merienda, lo más probable es que fuera Mariano Rajoy quien la enviara en comisión de servicios para amansar al orador y que hoy los medios hablen de reconciliación y no de ruptura. Porque sólo con José Manuel Soria, que también estuvo, no era suficiente. El presidente del Gobierno ha debido de pensar que hacer el vacío a su antecesor en las tribunas de opinión no le conduce a nada más que a los cotilleos. Y de todos es sabido que no le gustan nada.
Repasa la larga nómina de políticos y empresarios que acudieron al evento, y concluye con ironía:
Y hasta ocho embajadores de países extranjeros, incluyendo el de Corea del Sur. A lo mejor es que creen que Aznar va a volver de verdad.
En La Razón, Ely de Valle constanta que ese acto la escenificación de la PPaz:
La cifra que se barajaba en el Club Siglo XXI era de 1.700 personas. Y es que a José María no se le puede negar su capacidad de convocatoria, aunque en esta ocasión el morbo estaba más en saber si el público asistente pertenecía a la camada de un Saturno ávido de zamparse a su prole o a la de un hijo dispuesto a cargarse de inanición al padre.
No sabemos si la cifra que le dieron al Del Valle es correcta. Este humilde lector de columnas preguntó tanto al equipo de prensa de FAES como a algunos miembros del personal del Club Siglo XXI y no supieron ofrecerle un número determinado. En cualquier caso, los asistentes se contaban por muchos cientos, incluso tal vez llegaban o superaban los 1.000. Como lo de calcular este tipo de cosas no es lo nuestro, confiaremos en lo que le dijeron a la columnista de La Razón.
Del Valle añade:
Si alguien esperaba bronca, se quedó con dos palmos de narices. La entrada de Aznar literalmente del bracete de Soraya Sáez de Santamaría pone punto final a una pataleta que sólo ha servido para dar munición al contrario. Se desconoce quién ha sido el/la muñidor/a de esta sesión de pipa de la paz: en el PP prefieren darle la apariencia de un reencuentro natural. No es mala idea.
Concluye:
La conferencia de este lunes fue buena, clara y corta. Mérito de Aznar, al que se le agradece. Pero lo importante es que se visualizó la firma de un tratado de no agresión, y eso es habilidad de una vicepresidenta que cada día se gana el cargo a pulso.
Que fue corta, relativamente, es cierto. Que fuera buena y clara resulta más matizable. Precisamente por su tono conciliador y diplomático, no profundizó en prácticamente cuestión alguna y poca cosa con respecto al actual Ejecutivo se puede deducir de lo que dijo.
Y tras Aznar, una columna dedicada al Ejecutivo del registrador de la propiedad que creíamos metido a Gobernante. El diario de Marhuenda nos depara una sorpresa de la mano de Javier González-Ferrari: ¡Un artículo criticando al Gobierno de Rajoy! Se titula Hacer política:
En el año y medio que lleva gobernando el Partido Popular sus bases han echado de menos, y lo siguen haciendo, un poco más de política. De toma de decisiones vinculadas a su programa en materia de ideas y valores, y no sólo gestión, como si la crisis fuera únicamente consecuencia de haber tenido hasta ahora malos contables sentados en el Consejo de Ministros.
Concluye:
Si hacer política es marcar prioridades y tomar decisiones en consecuencia, es obvio que Mariano Rajoy lo ha hecho en estos dieciocho meses, lo que ocurre es que no todos sus votantes parecen estar de acuerdo en que sólo haya existido hasta ahora un objetivo, el de rebajar el déficit, sin acompañarlo con otras medidas que hicieran más digeribles los enormes sacrificios que se les ha pedido, y se les sigue pidiendo, a la mayoría de los ciudadanos que no tienen la suerte de ver lo que ve el presidente cuando habla de que se aleja el pesimismo de España.
Será de la España oficial, porque la otra lo único que entiende es que cada día es más difícil llegar a fin de mes y que, a pesar de los cien mil nuevos empleos del mes de mayo, la cifra de desempleados sigue siendo estratosférica. No hay más que echarle una ojeada a la última encuesta publicada por el CIS para saber qué es lo que de verdad preocupa a los españoles.
Cerramos con ABC, donde David Gistau rebaja la euforia por los éxitos deportivos españoles y hasta podría parecer una enmienda a la propia portada de ese periódico al día siguiente de la victoria de Nadal, que proclamaba: «Nadal. La emoción de la mejor España» —De milagro no hacen a Nadal presidente del Gobierno o Rey de España–. El título del artículo es Somos los mejores http://tinyurl.com/mtdtcl2 :
Después de que el éxito de Nadal en París haya sido recibido como las noticias de victorias militares difundidas desde las gradas de San Felipe durante el Siglo de Oro, es obligado recordar el monólogo con el que Chazz Palminteri, en «Una historia del Bronx», enfriaba la pasión por el béisbol de su joven discípulo y aspirante a gángster: «¿Adoras a los jugadores de béisbol? ¿Por qué? ¿Es que acaso van a venir a pagar tus facturas?». Si la renuncia a la idolatría de deportistas, según esta hermosa historia de iniciación, formaba parte de un aprendizaje de madurez, resulta que la sociedad española sufre una regresión y es cada día más infantil.
Tras considerar normal emocionarse por la victoria de Nadal y su acumulación de trofeos, añade:
Pero algo funciona mal cuando un país basa en eso, o en lo que haga un conductor de bólidos, el concepto que tiene de sí mismo, la gestión de la autoestima, los pretextos de euforia patriótica.
Continúa:
Todo se resume en esa fastidiosa campaña de «Soy español, ¿a qué quieres que te gane?» que, en cuanto echas un vistazo más allá de las canchas y las pistas -o sea, al mundo de los adultos-, inspira vergüenza ajena y nos retrata como auténticos necios cañís.
Concluye con un párrafo digno de enmarcar:
A principios de los dos mil, viví en Argentina, que entonces estaba afectada por otra gran crisis que también había destruido el prestigio de todo lo que oliera a institucional: «¡Que se vayan todos!», gritaban a los políticos, como aquí ahora. Ya entonces pude comprobar que sólo se mantenía intacto el patriotismo deportivo: gente que, por cantar el himno cuando jugaba la albiceleste, creía que ya había cumplido con su nación, como creía que ganar un Mundial lo habría redimido todo. Esto se parece cada vez más a aquello. De ahí el chiste con el que los amigos porteños me saludaron la victoria española en Suráfrica: «Ya sois Argentina. Campeones y tercermundistas». Oé, oé.
Pues peor que Gistau lo tenemos algunos, a los que no tan siquiera nos gusta seguir un partido de tenis o una carrera de Fórmula 1 en televisión.
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