Pocas veces una sola persona tiene un protagonismo tan absoluto en los espacios de opinión de la prensa de papel como el que obtiene José María Aznar el 12 de junio de 2013, dos días después de su diplomática y multitudinaria conferencia en el madrileño Club Siglo XXI ante la vigilante mirada de Soraya Sáenz de Santamaría. Hay artículos para todos los gustos, a favor y en contra del ex presidente del Gobierno al que le gustaba fotografiarse jugando al dominó en Quintanilla de Onésimo. No falta tampoco alguna despistada que le atribuye haber dicho unas palabras que no pronunció. Y como guinda, un par de columnas sobre Artur –con acento en la u, como tuvo a bien señalarnos Javier Montilla– Mas y otra en la que se defiende a Carmona al tiempo que se critica a muchos periodistas de los que no se da el nombre.
Empezamos en el diario del conde de Godó y Grande de España metido a independentista. La Vanguardia publica un artículo de Pilar Rahola sobre el presidente catalán titulada Cambio de paradigma y que cae en un tono tan elogioso que resulta difícil encontrar antecedentes de peloteo similar hacia un gobernante en la prensa de cualquier país democrático.
Una de las cosas más relevantes y admirables del president Mas es su mirada de estadista, mientras intenta asumir su obligación como gestor. Y esta dualidad es muy escasa en el liderazgo político, tanto si miramos a Catalunya como a España. Es cierto que ha habido otros presidentes con voluntad de mirar más allá de las gafas del ciclo electoral, pero incluso en casos como el de Felipe o Pujol, ambos con ese sentido de trascendencia temporal, el papel de la gestión engulló la capacidad de construir el futuro.
Concluye:
Aunque está claro que el discurso de Mas presenta muchas incógnitas, la mayoría de ellas vinculadas a la estrategia que seguir, también es un hecho que no se mueve del guión. Y el guión ya no es cómo gobernar la autonomía, sino cómo convertirse en una soberanía completa. Ergo, ya no se trata del posibilismo servil, sino del salto hacia delante del compromiso nacional, más allá de las enormes dificultades que se plantean. De aquí que Mas tenga mirada de estadista y no de gestor de Diputación maquillada. Y de aquí también que sea visto, por los defensores del statu quo español o del panzacontentismo catalán, como un iluminado. En cualquier caso, discurso con voluntad de país de futuro, y no de pantano donde sobrevivir en medio de la miseria cotidiana.
La antítesis de este ‘canto a la grandeza de Mas’ la encontramos en La Razón. Alfonso Merlos firma El gran delirio, dedicado también al presidente catalán:
Definitivamente estamos ante un pobre hombre. Iluminado, poseído, confundido, con los pies lejos del suelo, en la parra. Hace falta ser un cateto de tomo y lomo para proclamar, poniendo el grito en el cielo, que el mercado español se le ha quedado pequeño a la Gran Cataluña. ¿Pero acaso desconoce este señor -como oportunamente se le ha recordado- que las empresas de esa hermosa región de España le venden más a Murcia que a todos los Estados Unidos de América juntos? Claro que no lo ignora. Lo que ocurre es que sólo desde la estrategia del engaño impúdico se puede pretender anestesiar y pastorear aborregada a la masa por el camino equivocado.
Concluye:
Estamos en efecto ante un Mesías de cartón piedra, ante un capitán de hojalata de un barcucho a la deriva. Es lógico que en plena borrachera separatista, cegado por el éxtasis, ahogado por el frenesí, este político del montón se crea con fuerzas de pasar a la Historia. Y pasará. Pero a la Historia del ridículo (superando con creces a aquel Ibarretxe) y a la del desastre. Porque eso es lo que dejará como herencia a una Autonomía abrasada por la corrupción, el paro, la precariedad y la pobreza. Incluida, dramáticamente, la infantil. ¡Vaya planazo Don Arturo!
Y sin salir del periódico de la ‘disciPPlina’ entramos de lleno en la cascada de artículos sobre Aznar. Martín Prieto le dedica Los presidentes no se jubilan. Asume la tesis defendida por su propio diario, según la cual la armonía reina entre el marido de Ana Botella y el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante.
Los ex presidentes son un bien de Estado y conviene utilizarlos como sanedrín porque a menudo la experiencia supera la inteligencia, y por lo general sólo aspiran a tener algo más que una nota a pie de la página de la Historia. Hay que repetir que José María Aznar no pretende desestabilizar a Mariano Rajoy porque aquel es sensato hasta el aburrimiento, y aún menos aspira a ser cabeza de cartel en un 2015 que lo será envuelto en tinieblas.
Añade:
Su breve conferencia ha complacido a los asistentes y no ha herido a nadie.
Cierto es que no parece haber herido a nadie, pero este humilde lector de columnas de comparte la idea de que haya complacido a los asistentes. Entre los muchos cientos de personas que acudieron a escucharle, una proporción muy alta lo hizo esperando unas críticas furibundas al actual Ejecutivo. Estas no llegaron y, por eso mismo, las sensaciones a la salida de la conferencia se dividían entre el alivio de algunos (sobre todo altos cargos del PP y personal de FAES) y la decepción de muchos.
Concluye:
No estamos acostumbrados a que los ex presidentes aporten contenidos conceptuales sobre la política que les sucede y los dedos se nos hacen huéspedes conspirativos. Probablemente es cierto que los hombres sólo sabemos hacer una cosa cada vez. El Gobierno está entibando el Estado y más vale que no se distraiga y derrumbe la mina. Aznar no ha presentado un Plan B de Gobierno sino un apreciable cuaderno de notas sobre lo que habrá que hacer tras la extinción de la crisis. Casi un programa para próximas generaciones.
En El País, Elvira Lindo pretende hacernos creer que escribe sobre Aznar porque le apetece sin más, sin nombrar el pequeño detalle de la conferencia. Eso sí, resulta divertido ver cómo, para poder criticar al ex jefe del Gobierno y también a Esperanza Aguirre, se ve casi obligada a salir en defensa de Rajoy. Desconocemos si sufrió urticaria en los dedos después de teclear esa parte de su artículo El eterno:
Aznar, por así decirlo, es un estado de ánimo. Cada cierto tiempo los columnistas tienen su día Aznar y desearían hacerlo público, pero contienen su impulso porque son conscientes de que a este hombre es al que más artículos se le habrán dedicado en los años que llevamos de democracia. Flota en el ambiente la idea de que cuando al columnista no se le ocurre nada, tira de Aznar para salir del atolladero.
Dice también:
Imagino que a quien tiene vocación de salvapatrias le tiene que sacar de quicio que no haya un clamor que reclame su vuelta. Será por eso que en los últimos tiempos el ex ha entrado en bucle e imparte doctrina sobre lo que él haría si fuera presidente. Esperanza Aguirre, que comparte la condición de ex, aprovecha la ocasión para banderillear a Rajoy y asegura que las medidas que propone Aznar son las únicas que pueden rescatarnos de la ruina en la que nos sumió Zapatero. Con lo que a Rajoy, rodeado de tantos puñales, solo le queda llamar a las puertas del PSOE; al menos se encontraría con Rubalcaba, que busca desde hace tiempo un pacto de Estado.
Termina reclamando a Aznar discreción y que pase a un segundo plano, una reclamación que no suele hacer cuando el que habla es Felipe González.
Para no salir de la prensa de izquierdas, saltamos al auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Publica El Periódico una columna titulada Aznar quiere marcarle el paso a Rajoy, firmada por Rosa Paz. A este humilde lector de columnas le queda una duda. No sabe si Paz no estuvo presente cuando el presidente de FAES ofreció su conferencia o, por el contrario, sí acudió al evento pero no se enteró de nada.
En su reaparición del lunes en el vetusto Club Siglo XXI, ya sin la acritud que destiló en la entrevista de Antena 3, le mandó de nuevo el mismo mensaje: Menos impuestos, más reformas de alta intensidad -sin precisar- y más autoridad ante las veleidades soberanistas.
Perplejos nos hemos quedados al leer que Aznar volvió a reclamar «menos impuestos». Nosotros no se oímos decir. Es más, hemos repasado una y otra vez el texto escrito que nos proporcionó el personal de prensa de FAES –y que leíamos al tiempo que escuchábamos al ponente– y no encontramos esas palabras por ninguna parte.
Añade:
La irrupción de Aznar ha servido, no obstante, para demostrar que la dirección del PP se mantiene unida en torno a Rajoy, pero también para visualizar que el sector crítico trasciende a la desafiante voz de la expresidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. No se conoce aún qué fuerza tienen los disidentes, pero ya hay medios de comunicación que se suman entusiastas a las palabras de Aznar y claman para que vuelva.
Estimada Rosa Paz, si por casualidad leyera usted esto, le agradeceríamos que nos enviara algunos ejemplos de esos medios de comunicación que piden la vuelta de Aznar. Es que no conocemos ningún caso reciente.
En El Mundo, Federico Jiménez Losantos hace una lectura muy distinta del acto bajo el título de El invento de Soraya:
El Premio Príncipe de Asturias 2014 de Juegos Recreativos no deben dárselo otra vez a Casillas y Xavi, que sólo han hecho desaparecer a Mourinho y no del todo, porque sigue siendo sin necesidad de estar. Lo merecen Soraya y Aznar. Ella, porque estando logra que otro cuerpo esté pero no sea. Y él, porque simplemente siendo logra que crean que está.
Señala las diferencias lo que diferencio la conferencia de la entrevista en Antena3:
Por supuesto, no citó a PRISA, pese a tener delante a su responsable de recursos financieros y bancarrotas diferidas. La magia sorayina ha resucitado al PFFR, o sea, al Poder Fáctico Fácilmente Reconocible; tanto, que El País relega la supuesta conexión Gürtel-Bárcenas a la página 19 y ayer era el único periódico que no llevaba en portada a Aznar, ni siquiera para oponerlo a Rajoy y estropearle la siesta. Tampoco se habló en el Siglo XXI de bajar impuestos, grosería que entiende cualquiera, sino del cambio necesario de la estructura fiscal, que lo firma hasta Montoro. Ni se nombró a Cataluña. Ni se denunció la desigualdad de los españoles ante la Ley. Ni que los partidos políticos son los verdugos de la división de poderes. Ni se dijo nada, diciéndolo todo.
Concluye:
Total, que Aznar sigue siendo Aznar, pero Soraya empieza a ser mucha Soraya.
En la contraportada de La Gaceta, Javier Quero dista mucho de emocionarse con el Aznar del siglo XXI:
No entiendo cómo puede despertar tanto interés un presidente del siglo XX en el siglo XXI. Fue tarde de expectación. Llenazo, como cuando Morante se anuncia en Las Ventas. Entonces, ocurre que parte del respetable vibra si el primer espada se estira con el capote y la otra concluye insatisfecha que le ha faltado matar. Esta vez, Aznar no hizo sangre ni amagó con regresar al ruedo político, pero de nuevo ejerció de guía espiritual de la gaviota, indicando a Rajoy, sin nombrarlo, lo que debería hacer.
Dice el articulista:
Aun suscribiendo la mayoría de mensajes lanzados por este Aznar de bigote musgoso, queda la pregunta de qué haría él si fuera el actual inquilino de Moncloa. A Aznar le cayó una herencia desastrosa en un momento excelente. A Rajoy le ha caído una herencia desastrosa en un momento desastroso. Es complicado el papel del presidente del Gobierno. Todo el mundo quiere ponerse en su puesto, pero nadie se pone en su lugar. Eso debería saberlo quien ocupó el cargo. Y también tendría que saber que no le está haciendo favor alguno a su partido ni a su presidente, el que él quiso que fuera y que ahora parece querer fuera.
Terminamos en ABC, donde Ignacio Camacho escribe un artículo en forma de diálogo con un militante del PP sobre… Bueno, estimado lector, no hace falta que le digamos sobre qué, titulado Santa Elena. Incluye una pulla contra la portada de El Mundo de la jornada anterior, que proclama que «Aznar presenta su programa», al tiempo que una crítica al Ejecutivo:
-¿Qué has creído oír, las bases de un programa?
-No, pero sí el recordatorio crítico y firme de un programa que es nuestro y que el Gobierno no cumple. El Gobierno puede suscribir ideológicamente lo que Aznar ha dicho, pero si lo ha dicho es porque esas reformas están pendientes y si están pendientes es porque quien tenía que acometerlas no lo hace.
Descarta que Aznar pretenda volver:
Pero incluso si quisiera volver, no podría. No en este partido, y nunca lo haría en otro. Los partidos son acomodaticios y herméticos, la militancia sólo mira al que manda, al que puede proveer cargos, y ése es Mariano. No creo que Aznar haya perdido el sentido de la realidad para hacer otro análisis. Salvo que Mariano se despeñase…
Añade:
-Pero toda esa gente que había arriba es del partido.
-La mayoría sólo simpatizantes, no te equivoques. Espectadores de las tertulias que venían en busca de caña y se van defraudados. -¿Y el partido no está hecho unos zorros? -El partido de verdad, el de los concejales y diputados y militantes de fuera de Madrid, está desconcertado con lo que lee y oye de Gürtel, de Bárcenas… Y no hay argumentos, ni líneas de defensa, ni estrategia. Nada. Pero yo no veo ninguna posibilidad de un movimiento orgánico contra la dirección, que no es Cospedal sino Mariano. El poder. Y en el PP no hay primarias.
Y, aunque sea para desengrasar, cerramos este afilando columnas con la defensa de Carmona que presenta Melchor Miralles en el diario madrileño de Vocento. Se titula Me quedo con Carmona.
Analizadas las palabras de Carmona en su cagada, y las críticas de decenas de periodistas y presentadores en tertulias de todo pelaje, lo tengo claro: me quedo con Carmona antes que con más de uno de mis colegas de profesión. No tengo dudas de que el vagón en el que le han metido para enviarle al averno es un compartimento que va abarrotado. No cabe un alma. Y además, a la vista de su reacción, confirmo mi superior admiración por los boxeadores que son capaces de aguantar golpes y golpes antes que por aquellos capaces de tumbar al rival de un guantazo de primer asalto.
Añade críticas a otros periodistas, pero no se atreve a dar nombres:
Algunos colegas me van a poner a parir. Sobre todo alguno que yo me sé, cansado de agachar la cerviz. Quizá alguno me envíe un par de puros de regalo.
Continúa:
Y en esta noche ciega de luna y estrellas que a veces me parecen las tertulias a las que acudo, y pienso seguir acudiendo, prefiero a Carmona, que no me engaña aunque coloque el argumentario, la proclama de su partido. Y no me gustan los que, envueltos en un aura de independencia, aferrados a una falsa autonomía de criterio, empuñados a una neutralidad de pacotilla, intentan vender la mercancía adquirida en el mercadillo de la compraventa de favores. Favores al partido, o a la empresa. O a las dos a la vez. Y siempre con cara de yo no fui. Y con tono de independencia.
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