Nos habíamos propuesto tratar de no comentar columnas sobre Messi en nuestro repaso diario a los espacios de opinión de la prensa de papel, puesto que para tratar con maestría el periodismo deportivo tenemos en Periodista Digital a Roberto Marbán. Sin embargo, el 14 de junio de 2013 algunos artículos entran ya en el terreno de la política y hemos tenido que renunciar a nuestro propósito. Si le sumamos además que el argentino acapara la mayor parte de los textos de opinión, es que apenas nos queda más remedio. Tanto en La Razón como en ABC encontramos a quienes creen que los medios y la sociedad están siendo mucho más clementes con el futbolista que con presuntos defraudadores dedicados a la política o con Urdangarían.
En el periódico de Marhuenda, Pedro Narváez publica La ITV de Messi:
Messi nos da una idea de lo barata que está la carne de político. La prueba es que nadie en público le llama sinvergüenza, como ya le habrían gritado si en vez de en el banquillo estuviera en la bancada. Al cabo, su presunto delito es más de lo mismo. Por menos de lo que la Fiscalía dice que ha defraudado, a un alcalde lo empalan al estilo Vlad III, más conocido como Drácula. No es que defienda a los impresentables ni a los chorizos o a las butifarras caviar, pero si la Justicia es igual para todos, no lo es el cariño, que no puede comprarse en un telediario, sobre todo si es de TV3.
Concluye:
El astro tendrá que pasar ahora la ITV de la moralidad y entrenar para parecer un chico honesto además de un genio, que es donde le saca cuatro penaltis a Oriol Pujol. Sólo queda que el rey se quede desnudo porque la pareja de diseñadores italianos que le pagan los calzoncillos también están acusados de sisar al fisco. No vale marcar paquete cuando Hacienda tiene las pelotas en su córner, con todos los puntos para ganar la Liga.
Pasamos a ABC. Su máximo responsable de opinión, Jaime González, publica … y parió la abuela, en la que arremete contra otro periodista por mostrarse implacable con ‘ El duque em Palma… do’ y comprensivo con Messi:
Me resulta excitante comprobar cómo muchos de los que han demandado una «condena ejemplar» para Iñaki Urdangarín y otros ilustres potenciales defraudadores del fisco se la cogen ahora con papel de fumar y apelan con vehemencia inusitada a la presunción de inocencia de Leo Messi, denunciando -además- el juicio paralelo al que está siendo sometido el futbolista azulgrana: «¡El daño es ya irreparable!», brama el mismo tertuliano que lleva meses quemando en la hoguera pública a los Duques de Palma sin esperar a que se pronuncie la Justicia.
Dada esa costumbre cada vez más extendida de cargar contra otros periodistas sin citar su nombre, no podemos asegurar al cien por cien de quién habla González. Pero nos aventuraremos, este humilde lector de columnas intuye que se refiere a Eduardo Inda. El de El Mundo se expresaba la mañana anterior, en El programa de Ana Rosa, en los términos indicados por el de ABC, o al menos en unos muy similares.
Continúa:
El caso de Messi es paradigmático de la doble moral que practican quienes no tienen ninguna. En el colmo del sarcasmo se permiten, incluso, convertir sus intervenciones televisivas en lecciones magistrales de ética: «¡Estamos siendo injustos con Messi!», pontifica con carita de lástima el mismo que reclama una «pena extra» para el yerno del Rey.
Concluye:
Las más disparatadas interpretaciones se suceden en un país donde solo faltaban Messi y la eterna rivalidad entre el Madrid y el Barcelona para que pariera la abuela y algunos analistas políticos propensos a engendrar chorradas alcanzaran -¡y de qué manera!- el paroxismo del absurdo.
También en el diario madrileño de Vocento, Hermann Tertsch critica tanto al ministro de Justicia como a los miembros de la judicatura española en un artículo titulado Miedo a los jueces:
No me extraña nada que los jueces se hayan enfadado con el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Este ministro tiene esa especie de penetrante complejo de niño prodigio que, a partir de la pubertad comienza a llamarse soberbia y ya en la vida adulta adopta nombres aún menos piadosos. Por tiene don Alberto fama de convertir toda su incapacidad para formar equipos de confianza en puro virtuosismo para crear consensos en contra de su persona. En el mundo de la Justicia ha logrado ahora con especial brillantez agraviar por igual a todos los sectores del mismo.
Añade:
Dicho esto, no está nada claro que el atasco en la reforma judicial, que había anunciado Ruiz Gallardón y que había llevado a muchos a albergar grandes esperanzas, haya quedado varada por culpa del ministro. Porque ya hemos dicho que defectos tiene algunos, pero no están entre ellos ni el miedo al conflicto ni la falta de coraje. Ya sólo cabe constatar que es una perfecta desgracia que Ruiz Gallardón haya quedado paralizado por las marejadas de hostilidades y la negativa de su jefe a secundarle en la reforma prevista.
Critica a Garzón y a varios magistrados más, como el que juzga a Blesa, por tratar de satisfacer sus pasiones personales o meter proclamas políticas en sus autos. Concluye:
A muchos nos asustan estos jueces con tanta vida interior e ideas para asumir deberes del Parlamento. Tan volcados en consejos políticos que parecen despreciar las leyes existentes, convencidos de que ellos las harían mejores. Da auténtico miedo el vídeo de Jueces para la Democracia en el que, para atacar al ministro de Justicia, arremeten contra el Gobierno legal como contra un enemigo que hay que batir como encarnación del mal absoluto. La hostilidad y descalificación de la política del Gobierno, en cuestiones que nada tienen que ver con la justicia, es propia de la agitación más sectaria de lo peor de la extrema izquierda. Miedo da pensar en que un juez de esa corriente tenga que decidir sobre la libertad y la hacienda de un defensor reconocido de este gobierno tan maligno. La parcialidad y agresividad con la que estos jueces descalifican a todos los que no piensan como ellos, recuerdan a las virulentas lecciones que daban los peores jueces y fiscales totalitarios de la historia del siglo XX antes de pronunciar sus terribles e injustas sentencias.
Pasamos a El Mundo, donde Federico Jiménez Losantos escribe sobre El ‘triconsenso’:
Antes de que el resto de partidos parlamentarios rechazaran sumarse al pacto PP-PSOE, ya había fracasado la «ofensiva europea», como la han bautizado pomposamente la Brigada del Aplauso y el Comando Rubalcaba.
Añade:
Entiendo que, como los matadores malos, Rajoy a la hora de la verdad se vaya a los blandos y mate aliviándose, con un bajonazo más o menos disimulado, pero, Carmen, por favor, no intentéis colarnos el Rincón de Ordóñez como el Rincón de la Victoria. El Gobierno, con toda su mayoría absoluta, es incapaz de establecer una línea clara de política financiera y, por ende, fiscal, sobre la que edificar un consenso económico, siquiera para combatir el paro.
Concluye:
Además, el consenso con Rubalcaba tiene un aspecto peor que esa ridiculez de la «posición común» ante Bruselas, que es el pacto para la corrupción institucionalizada, basado en el reparto de jueces, la inacción fiscal y el silencio parlamentario sobre la financiación ilegal de partidos, fundaciones y tinglados asociados, entre ellos CEOE, UGT y CCOO, que viven trincando como Salomé vivía cantando. Aquí el único consenso real es el trinconsenso, el consenso para trincar. Felipe González dice que en pocos años añoraremos el bipartidismo. Será el bitrinconismo. Y tampoco.
Cerramos con la contraportada de El País, en la que Juan José Millás se sale de su habitual gusto por describir situaciones con miles de muertos por las políticas del Gobierno y similares para hablar de la falta de liderazgo en la política española. Lo hace en El escalafón.
Ser el segundo en un mundo donde no hay primeros significa que no eres nadie, que el mundo se ha roto y tú con él. Gutiérrez Mellado fue un perfecto segundo del topo Adolfo Suárez; Guerra, un segundo a la medida del césar González; Miguel Ángel Rodríguez, un gregario inigualable del acomplejado Aznar… ¿Pero se puede ser un segundo de Rajoy, un segundo de Mato, un segundo de Wert, un segundo de Báñez, un segundo de Cospedal, incluso un segundo de Soraya Sáenz de Santamaría? No.
Pero ese no es para Millás solo un mal del PP:
¿Acaso se puede ser el segundo de Rubalcaba? Para nada. A estas alturas estarías limpiando parabrisas en los semáforos.
Concluye:
Sin el número uno, el sistema decimal se va al carajo. Y eso es lo que nos pasa, que nos hemos ido al carajo porque no hay Dios ni presidente del Gobierno ni oposición política, porque no hay Freud, ni Sócrates, ni Norman Mailer, ni Jeremías, ni jefe de obra, ni director de proyecto, porque todo ha devenido en una masa amorfa en la que mantenemos por inercia costumbres de otro tiempo completamente absurdas en este. Sin embargo, desde las ruinas del edificio, sacudiéndonos el polvo del cemento, contemplamos con fascinación a un grupo de pequeños diablos que sonríen de oreja a oreja, convencidos, pobres, de que el escalafón, con este lío, corre a su favor.
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