Si no ha visto la película ‘Primera plana’, de Billy Wilder, deje de leer ahora mismo, búsquela y disfrute. En esta maravillosa crítica del periodismo, Walter Matthau, director del Examiner, relee por encima del hombro de su redactor jefe, Jack Lemmond, mientras este redacta la gran exclusiva -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
“Pero, ¿no citas al Examiner?”, se queja el director. “Sí, lo pongo aquí, en el segundo párrafo”. “Y quién demonios lee el segundo párrafo?”, brama Matthau. Ha llovido un tanto desde que se estrenó la película, y ahora la cosa no es que no se lea el segundo párrafo: es que raro es el lector que se atreve con el primero: los titulares suelen bastar. Al menos eso parecen pensar muchos, que no es que no dejen que la realidad les estropee una buena noticia; es que ni siquiera dejan que una noticia les estropee un buen titular.
Uno lee en eldiario.es, de Nacho Escolar,”Los notarios insisten en que no cometieron ningún error con el DNI de la infanta Cristina” y se queda con esa idea, tan conspiratoria como deseamos. Y ahí queda, siempre que el lector tenga cuidado de no leer el sumario, a saber: “El Consejo General del Notariado admite que se ha producido un “error material” al incluir el DNI de la infanta Cristina, el número 14, cuando se rellenaba una ficha para comunicar datos al Catastro y a las Comunidades”.
¿Perdón? Sobre toda esta comedia de las equivocaciones que, mea culpa, había pasado por alto me alerta el jurista, autor y tuitero que responde al sobrenombre de Tsevan Rabtan y que explica minuciosamente que todo el asunto de la conjura es una tormenta en un vaso de agua. En general, es un buen truco, y eldiario.es lo usa bastante. Si uno lee, digamos, este titular: “Tu padre es maricón y tú también eres maricón”, lo normal es que piense que estamos ante una verdadera epidemia de ataques discriminatorios. Luego va y lee: “El estudio con mayor número de encuestas a familias homoparentales realizado en España concluye que España es un país pionero en integración”. Y, claro, no entiende nada. También resulta tan impactante como demostrablemente ridículo el titular de La Marea (el sector más rojo de la ex redacción de Público): “La histórica obsesión de la Iglesia contra la homosexualidad”.
Lo único que realmente dejan claro en el texto es la obsesión –esta sí vieja y demostrable– de la izquierda con la Iglesia o la más moderna del progrerío con la propia homosexualidad. Todos sabemos lo que es una obsesión, ¿verdad? Algo que ocupa nuestra mente, a lo que nos referimos de continuo, que condiciona nuestra jornada cotidiana. La Iglesia lleva dos mil años sobre la tierra, tiene más de mil millones de seguidores en los cinco continentes y ha escrito, tanto oficial como oficiosamente, para abarrotar miles de bibliotecas: catecismos, encíclicas, cartas pastorales, devocionarios, exhortaciones apostólicas, libros de ascética y mística y mil más.
Desafío al autor del artículo en cuestión, Eduardo Muriel, a que elija al azar diez o veinte de los últimos documentos de la Iglesia. Si la homosexualidad ocupa el 0,01% del espacio, le pago las copas hasta el día del juicio, palabra. Y si esto es obsesión, entonces la palabra tiene tan poco sentido como “error” en el titular de eldiario.es. Gran día para el sinsentido cuando el hombre más poderoso de la tierra, Barak Obama, ha saludado la decisión del Tribunal Supremo favorable al ‘matrimonio gay’ con las palabras “el amor es amor”. Conmovedor, aunque ligeramente asustante, ¿no?, que algo tan íntimo pase a la jurisdicción del Gobierno federal. Total, un hombre que ya puede leer las declaraciones de amor online podrá legislar sobre ellas.