José Antonio Griñán, el último señorito del gran cortijo andaluz, anuncia que lo deja. Cuando acabe la legislatura, esto es, que tres años en el machito, ¡ere mi niño!, no son para hacerles un feo. Dicho de otro modo: no deja nada, pero que un socialista diga que no se presenta a las andaluzas es como que un secretario general del PCUS de posguerra dijera otro tanto en la URSS, y la prueba es que se ha montado la mundial, como si un Habsburgo renunciara al trono imperial -LEA EL TRASGO EN LA GACETA-.
“La salida de Griñán agita el debate sobre el relevo en el PSOE”, informa el papel de Prisa, de la que antaño se decía que los socialistas eran su filial política y que sigue, como poco, mostrando una actitud de solicitud paternal hacia el partido. Menos respetuosos, otros diarios opinan que “agitar el debate” es poco, como decir que la Operación Barbarroja “produjo reyertas” en la frontera de Ucrania. “La marcha de Griñán causa un terremoto en el PSOE”, sube la apuesta La Vanguardia, mientras que El Mundo, sin una pizca de respeto, prescinde de “salida” o “marcha” y abre directamente con: “La espantada de Griñán deja a Rubalcaba en situación límite”.
Tampoco quiere quedarse atrás Público, aunque ya solo sea un humilde digital: “La ‘bomba’ de Griñán forzará a Rubalcaba a adelantar las primarias”. La Razón entra a matar, a por todas: “Griñán prejubila a Rubalcaba”. Al enemigo, ni agua. Ese ‘prejubila’ es enormemente cruel. Después de todo, la escena política es un cruce entre El día de la marmota y La Noche de los Muertos Vivientes, con José María Aznar y Felipe González recordándonos, muy faulknerianos ellos, que el pasado no está muerto y enterrado y que, de hecho,ni siquiera ha pasado.
Pero no todo el mundo está de acuerdo. Cierto que peino canas –y escasas– y recuerdo toda mi vida a Rubalcaba gobernando de un modo u otro en mi televisor, pero Elena Valenciano, que algo debe de saber, opina (leo en El Mundo): “Rubalcaba se siente muy joven”. No caeré yo en la irreverencia de Mario Noya, a quien el titular le ha recordado en Twitter una peli de Paco Martínez Soria, Estoy hecho un chaval. Nada de este vaudeville lentejero de la política nacional hace olvidar la euforia que ha ocasionado en el mundo mundial de los medios el anuncio de que los gays podrán casarse en Estados Unidos.
De los medios, subrayo, porque al resto de la humanidad, me temo, le importa bastante poco que una porción bastante limitada de un colectivo estadísticamente marginal de Occidente pueda dar a su convivencia el nombre de una honorable institución que ya significa bien poco. Pero El País no solo tiene que sacarlo a primera (“El matrimonio gay se consagra en EE UU”), sino que le dedica la única foto de la página, dos lesbianas besándose sonrientes bajo la pancarta ‘Proud of my family’.Es que, ya saben, todo se reduce a eso: los cálidos valores familiares, tan caros al corazoncito de los chicos de Janli.
También es noticia –¡triunfo!– el paso atrás de Wert en la nota de las becas, que vuelve al mísero 5,5. Aunque me lo expliquen, no lo entiendo: ¿no se dan cuenta de que así tienen cabreadas a las dos partes, a los unos por intentar lo del 6.5, y al resto al echarse para atrás? El espectáculo de la cobardía del PP debe de ser una mortificación constante para quienes les votaron. “Todo el país necesita saber más, y no sólo los hijos de los ricos”, titula Público, que debe de pensar que un país puede componerse solo de licenciados universitarios, aunque luego acaben de reponedores en Pryca porque España no necesita ni la mitad de oceanógrafos.