OPINIÓN / Afilando columnas

Isabel San Sebastián: «Si Aznar fue el que encumbró a Rajoy ¿de qué se queja entonces?»

Rosa Belmonte (ABC): "Si en 'Sálvame' llevan a Desi, en el 'Gran Debate' llevan a Mario Conde, y no sé a quién elegir"

Arranca el mes y la semana, el 1 de julio de 2013, con pullas hacia otros medios de comunicación lanzadas desde los espacios de opinión de la prensa de papel española. Para rizar el rizo, encontramos a que alguno se lamenta por que ha sido señalado como el portavoz de Bárcenas y a otra columnista que se dedica a criticar a un ex presidente del Gobierno que ha sido el entrevistado estrella de su propio periódico, que publica este mismo día la segunda entrega de la conversación con dicho antiguo jefe del Ejecutivo.

Arrancamos en tierras barcelonesas, y lo hacemos con el auto proclamado ‘diario de la Cataluña real’. Para el director adjunto de El Periódico de Cataluña, Juancho Dumall, lo interesante del concierto independentista del 29 de junio fue el tratamiento que recibió en las portadas de los diarios madrileños. Habla de ello en Camp Nou, las voces y los ecos.

Tres de los cuatro cabeceras de la capital, ‘El País’, ‘El Mundo’ y ‘La Razón’, llevaban el macroconcierto a sus portadas. «Catalunya canta a la independencia», titulaba el primero. «Delirio independentista», señalaba la cabecera que dirige Pedro J. Ramírez. «Desconcierto independentista en el Camp Nou», replica el diario de Francisco Marhuenda.

Añade:

¿Y el ‘Abc’?, se preguntarán. Perfil bajo. Muy bajo. Solo media página con un titular no dedicado precisamente a Lluís Llach: «PP y C’s exigen saber el coste del concierto independentista».

Concluye con críticas a todos los diarios de Madrid. Una de ellas, sorprendente, pues rebaja el fervor catalanista mostrado por el diario del Grupo PRISA:

No fue, evidentemente, toda Catalunya la que el sábado cantó a la independencia -como podría dar a entender el citado titular de los colegas de El País- pero el concierto tampoco puede despacharse como si se tratara solo de una concentración de nostálgicos de la Nova Cançó. Como en la transición, detrás de los himnos y de los versos inflamados había una reivindicación política concreta que seguirá viva con estaca o sin estaca.

En el diario del conde de Godó y Grande de España metido a independentista también encontramos un artículo dedicado a criticar a un medio de comunicación madrileño, en este caso a Intereconomía. Lo curioso del caso es que el crítico televisivo Fernando de Felipe se lanza, bajo el título de Condenados, contra un programa que todavía no ha sido estrenado:

Bipolaridades políticas, infranqueables líneas divisorias e intenciones de voto aparte, lo cierto es que los de Intereconomía, tan amigos ellos de las medias verdades y el jaleo mediático a fondo pervertido, se han sacado de la manga un nuevo desfacedor de periodísticos entuertos que, según ellos, vendría a ser algo así como «el Follonero de la derecha», la ultraconservadora respuesta al Salvados del siempre por defecto «izquierdoso» Jordi Évole.

A este humilde lector de columnas le ha llamado la atención que, tras las adjetivaciones sin matices dedicadas a Intereconomía, haya puesto una pudorosas comillas a la palabra «izquierdoso» a la hora de referirse a Évole. Algo nos dice que ‘El follonero’ no negaría su filiación izquierdista si alguien le pregunta por ella.

Arremete si piedad contra la profesionalidad del que será ‘El follonero de derechas’, Cake Minueasa, al que define como «humorista de tercera regional»:

Mucho me temo que su cavernario concepto de la igualdad estará más cerca del estilo impertinente, maleducado, pesado y victimista de una Aída Nízar emulando micrófono en mano a la Milá como defensora del resignado pueblo a pie de calle, que del admirable sentido de la inoportunidad, la inteligencia en el regate y la convicción provocadora del gran Jordi Évole.

Concluye:

Que sus condenadas de antemano víctimas vayan pues preparándose, porque este tipo por lo que parece llega dispuesto a hacer pupita de la mala y al precio que sea. Todo sea por la causa. Y sin pensar en sus colaterales efectos, claro, que para algo le pagan su soldada.

Seguimos con articulistas que hablan sobre medios de comunicación diferentes al suyo propio, para lo que viajamos a Madrid y recalamos en ABC. En una columna titulada El ejemplo, Rosa Belmonte comenta las apariciones de Mario Conde en Telecinco:

El sábado, Telecinco dio por inaugurada la semana Conde. ¿La razón? Que el jueves estrena la miniserie producida por la cadena en colaboración con José Manuel Lorenzo (DLO Producciones) basada en el propio libro del exbanquero. Una serie que se terminó de rodar en agosto de 2011. Vamos, que ha habido que quitar las telarañas de la gomina.

Añade:

Mario Conde regresó a distancia a «El gran debate», que ya parece su casa, y volvió a ponerse delante de una estantería con tomos del Aranzadi (esta vez sin tener también un enorme retrato de Don Juan detrás, el colmo de la desfachatez).

Concluye:

Lo peor es que Conde, con su efectivo discurso vacío, de vez en cuando recibía un aplauso del público. Había comenzado poniéndose en lugar de Bárcenas. «En la cárcel hay un desmoronamiento moral del individuo y una estigmatización». Lo peor (bis) es que, pese a esa estigmatización, esté tan presente en el programa de Telecinco. No es que prefiera a Montse Suárez, pero es que este hombre parece un personaje fijo discontinuo. Ya iba cuando se llamaba «La noria». En «El gran debate» saben dónde está el espectáculo. Si en «Sálvame» llevan a Desi, ellos llevan a Conde. Y no sé a quién elegir.

Como Belmonte tenga razón, nuestro compañero Sergio Espí va a tener que dedicar sus divertidas y mordaces crónicas televisivas a ‘El gran debate’ en vez de a ‘Salvame’ o a ‘Gran Hermano, enésima edición’.

Seguimos en el diario madrileño de Vocento, donde a Isabel San Sebastián escribe sobre ex presidente del Gobierno al que le gustaba fotografiarse jugando al dominó en Quintanilla de Onésimo, y lo hace sólo tres páginas antes de aquella en la que arranca la segunda entrega de la larga entrevista que ABC ha hecho a Aznar. El artículo se titula Aznar… a buenas horas:

No tiene desperdicio la conversación mantenida por José María Aznar con el director de ABC y los periodistas que le acompañaban en la entrevista publicada ayer. Quienes conocemos desde antiguo al personaje sabemos que nunca ha sido proclive a «dar titulares», lo que significa que ha de estar muy enfadado y/o muy preocupado por la situación para manifestarse como lo hace, con la contundencia con que lo hace en esa charla, al referirse al Gobierno de su propio partido.

Más tarde viene la crítica, consistente en quién puso al frente del PP al registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante:

Conviene recordar, a fin de analizar las cosas en la perspectiva correcta, que fue el propio Aznar quien encumbró a Rajoy hasta el liderazgo del PP, designándole sucesor por encima de otros que en clave interna atesoraban «méritos» semejantes por posición y veteranía. Rato se descartó a sí mismo cuando se le ofreció el puesto, aduciendo motivos personales, y su amigo no se lo perdonó ni le dio una segunda oportunidad. A Jaime Mayor lo eliminó de la carrera el hombre que hoy se lamenta de la ausencia de respuesta valiente ante la deriva rupturista catalana y vasca, precisamente por su firmeza inquebrantable en ese terreno; porque no le parecía prudente colocar al frente del PP a un líder que jamás cedería a la presión del separatismo ni mucho menos a la de ETA, sino que les haría frente con todos los instrumentos que el Estado de Derecho pusiera a su alcance. Lo relegó por su escasa «flexibilidad» a la hora de negociar el significado de la Nación española. ¿De qué se queja entonces Aznar?

Concluye:

Aznar sabe, por tanto, que tiene todas las de perder en un enfrentamiento abierto con Rajoy. No se derriba a un presidente con despacho en La Moncloa, mayoría absoluta en el Congreso e incontables cargos para repartir en todas las administraciones públicas. Aquí no se está fraguando un «Perbes bis» con carácter inmediato. Ni se han convocado las huestes para ese choque ni se han despachado embajadores. Ahora bien, si en las próximas elecciones municipales y autonómicas fuesen las urnas las que se encargaran de enviar al paro a muchos de esos «defensores», entregando el poder a sus adversarios, tal vez se produjeran deserciones masivas. En ese caso, que hoy anticipan las encuestas, es posible que muchos se acordaran de un personaje que «está ahí y nunca elude sus responsabilidades». Es una hipótesis…

Terminamos este ‘Afilando columnas’ en El Mundo. Pedro G. Cuartango publica Santos y villanos, dedicado a Luis Bárcenas:

Cuando era niño, mi abuela me acostaba en la cama con estas misteriosas palabras: «que viene Japolo». Nunca supe quien era ese malvado personaje, pero ahora las abuelas podrían decir a sus nietos «que viene Bárcenas» o «que viene Luis El Cabrón», que daría todavía más miedo.

Argumenta:

Pero en general todos pasamos por alto un pequeño detalle: que si el ex tesorero del PP pagaba sobresueldos y fajos de dinero negro es porque alguien los cogía. Y si disponía de esos fondos es porque había empresas que le entregaban sacas de billetes que iban a la caja del partido.

Sí, Bárcenas es un villano, pero ha habido decenas de dirigentes del PP que besaban por donde pisaba tras sacar un buen rédito de sus componendas. Quienes cobraban 10.000 pavos al mes no pueden ahora escandalizarse de las fechorías del que les daba para ir a pescar salmones.

Concluye:

Salvando las distancias, como sucedió en el desfalco de Bankia, la conducta de Bárcenas sólo puede ser entendida dentro del contexto general de corrupción de las instituciones de este país. Ensañarse con él, como están haciendo sus antiguos compañeros de partido, es un acto de hipocresía si no se reflexiona antes sobre por qué han sucedido las cosas. Bárcenas es el efecto, pero no la causa, aunque el PP nos quiera hacer creer lo contrario. Como dice el proverbio chino, resulta una necedad fijarse en el dedo y no en el lugar al que apunta.

En la contraportada del diario de Unidad Editorial nos encontramos con un Raúl del Pozo dolido por las críticas que le han hecho tanto internautas como periodistas por ofrecer constantemente la versión de los hechos del ex tesorero del PP. Lo hace bajo el título de La pista falsa. Su primer queja es contra los usuarios de redes sociales:

Antes, a los columnistas no los pateaban hasta que estrenaban una comedia; ahora te pueden patear una columna 10 minutos después de ser publicada en el infinito saloon de las redes. Como escribió Pla, en cuanto uno se pone a escribir para el público entra en la categoría de justiciable, de proscrito, y en este instante estás más expuesto que nunca a la reprobación.

Qué quiere usted que le diga, estimado lector. A este humilde lector de columnas le parece muy sano lo que a Del Pozo parece dolerle. Está bien que los columnistas y el resto de los periodistas estén, estemos, sujetos a la crítica de todo el mundo gracias a internet. Aunque para algunos sea doloroso dejar de formar parte de una élite de intocables, y aunque pueda haber linchamientos injustos, es positivo que quienes se dedican a criticar a otros puedan ser al mismo tiempo criticados.

Del Pozo pasa a lamentarse de sus propios compañeros de profesión, y se justifica:

De mí están diciendo algunos colegas que me he convertido en el portavoz de Bárcenas. Me parece que olvidan que uno de los placeres de esta profesión es meter al asesino en el escritorio de Primera plana, que traducido a nuestros días sería cometer un delito para que te encierren y lograr grandes historias en Soto del Real.

Concluye:

Siempre se ha escrito al servicio de alguien, sin saberlo o sabiéndolo, como Aretino, que le dijo a uno de los áulicos de palacio: «Si estos 400 escudos se me concedieran para toda la vida yo pregonaría la fama de vuestro rey». El glorioso autor de los Sonetos lujuriosos estaba harto de colocar sus sátiras venenosas al pie de la estatua de Pasquino. La objetividad nunca fue cualidad del mercenario, del cortesano o del periodista, del que hace recados del poder.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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