Luis Bárcenas, alias ‘Luis el Cabrón’, y la ‘antes partía que doblá’ Magdalena Álvarez vuelven a compartir el 5 de julio de 2013 el protagonismo en los espacios de opinión de los periódicos de papel españoles. Como gran sopresa de la jornada, nos encontramos con un articulista de El País que se atreve a nombrar el caso de los ERE, aunque no sea la cuestión central de su texto. Eso sí, que es una excepción a la norma de su diario nos lo confirma otro de los columnistas, un clásico del diario prisaico, para el cual la única corrupción que merece ser nombrada es la que proceda de las filas del PP.
Quien se atreve a nombrar el caso de los ERE, aunque no escriba el nombre de la ex ministra Álvarez en ningún momento, es Fernando Vallespín. Lo hace en Políticos y jueces, un largo artículo sobre la judicalización de la política producto de los casos de corrupción.
Y el hecho de que nuestra vida procesal no se caracterice precisamente por la celeridad, hace que cada uno de los casos se hayan convertido en parte de nuestra cotidianeidad, que no consigamos desprendernos de ellos en años. Por seguir con un ejemplo cercano, el caso de los ERE de Andalucía reproduce, implacable, el ritmo de las estaciones, tan bien representadas por las imágenes de los diferentes modelos de temporada de su jueza titular.
A este humilde lector de columnas le ha chirriado, qué quienes que les diga, esa mención a los «diferentes modelos de temporada» de la juez Ayala. Si eso mismo lo hubiera escrito un articulista de cualquier diario de derechas, a estas horas toda la izquierda mediática le estaría tachando de machista irredento.
Pero sigamos con el texto:
Como ya sabemos, allí donde impera una judicialización de la política se produce de forma casi inevitable una politización de lo judicial. La lectura que se hace de sus autos se enfrenta casi al instante a una crítica de tipo político, como acaba de ocurrir con la juez Alaya, a la que se adscriben intereses torticeros en sus nuevas imputaciones. Pero, sobre todo, el haber elegido el momento más dañino posible para hacerlo público, dos días después de abrirse la sucesión de Griñán. No tengo elementos para pensar que haya algo de razón en esto. Como hemos dicho, política y sumarios judiciales siguen tempos distintos. Pero, en todo caso, el escándalo de los ERE no es una invención, como tampoco lo es el caso Bárcenas, cuya primera instrucción fue calificada al momento como una «causa general contra el partido popular».
Añade:
Y si los jueces se sobrepasaran en sus actuaciones, en nuestro sistema judicial hay las suficientes garantías como para buscarles enmienda. Lo acabamos de ver en el caso Blesa.
Concluye:
Si el mundo judicial capta tanto interés político no es por un capricho de los jueces, sino por el objeto enjuiciado. En un país donde hay más de un millar de sumarios abiertos por corrupción, el protagonismo de los jueces es ridículo comparado con lo que verdaderamente importa, la propia responsabilidad de los políticos en este desaguisado, y en la carencia por parte de los partidos de verdaderos protocolos de actuación y asunción de responsabilidades políticas cada vez que salta un escándalo. Si ellos limpiaran su casa, no tendrían por qué temer que otros tuvieran que hacerlo.
Pasamos ahora a un productor de PRISA en estado químicamente puro, como es Juan José Millás. En su línea habitual, cualquier asunto feo en el que esté implicado el PSOE no existe. El mal tan sólo procede del PP. Y Cerrar y coser es un buen ejemplo de ello.
El caso Bárcenas, que ya vamos viendo que se trata del «caso PP», ha introducido en nuestras vidas un doloroso grado de interinidad. Vivimos a la espera de su resolución como del resultado de unos análisis clínicos. Todo lo demás, mientras no se resuelva, parece transitorio. Pero resolverlo implica hurgar en una herida del tamaño de un estadio de fútbol. Una herida infectada de la que sale un torrente de pus en el que Rajoy chapotea con desesperación muda.
Añade:
Habría bastado con que se declararan nulas las grabaciones de Luis Peñas, el exconcejal del PP en Majadahonda, para legalizar la trama Gürtel, bendecir a Bárcenas, y refrendar los sobresueldos de gente como Arenas, al que hemos pagado comilonas de 2.000 euros. El menú del día.
Si lograron cargarse a Garzón porque se le ocurrió abrir el sumario, cualquier cosa es posible.
Tras esta última frase, es bueno recuperar otra antes citada de Vallespín: «Y si los jueces se sobrepasaran en sus actuaciones, en nuestro sistema judicial hay las suficientes garantías como para buscarles enmienda». Pues eso, que por mucho que se empeñen, el que se cargó a Garón fue el mismo al ordenar unas grabaciones ilegales. Fue por eso, y no por abrir sumario alguno, por lo que fue condenado y retirado de la judicatura. Claro que, tal vez, para algunos los prejuicios están por encima de la realidad.
Concluye:
¿Qué nueva artimaña se estará fraguando para anular el proceso? ¿Qué le estarán ofreciendo o con qué estarán presionando a Bárcenas para que no hable? ¿Hasta qué punto la oposición está tan interesada como la ciudadanía en llegar hasta el final?
Y si Millás en El País tan sólo quiere ver, pues hacer falta voluntad para no enterarse de las corruptelas del PSOE (o de CiU, por ejemplo), las chorizadas ‘made in PP’, en ABC Ignacio Camacho no tiene empacho alguno en escribir sobre los casos que afectan a todos los partidos. Lo hace bajo el ingenioso título de Vuelo 444, en referencia a algo que le valió a ‘Maleni’ uno de sus apodos más recordados.
Hace unos quince años, Magdalena Álvarez salió indemne y sin dar una sola explicación de un escándalo que hoy le habría costado la reputación política y el puesto público. Los célebres 444 vuelos gratis en Aviaco, cuando era consejera gubernamental de la aerolínea, quedaron enterrados en la impunidad de un tiempo en que el abuso de los privilegios de poder no sufría el escrutinio riguroso de una opinión pública sacudida por el hartazgo.
Añade:
Era la época de los pelotazos, la ostentación de los coches oficiales, la acumulación de cargos en instituciones y cajas, el cobro de dietas y sobresueldos, el disfrute de un estatus franquiciado en el que se movía con la mayor naturalidad la nomenclatura dirigente. El ciclo triunfal de los Bárcenas, los Correas, los Guerreros, los Rocas; un período que se prolongó hasta bien entrado el siglo XXI, cuando la persistencia catastrófica de la crisis aguzó la sensibilidad social hasta provocar un cambio de paradigma.
Tras recordar algún caso más, señala:
Nadie le daba entonces importancia porque el dinero fluía como ríos bíblicos de leche y miel por las cañerías del Estado. Todavía durante su etapa de ministra, Álvarez utilizaba a discreción helicópteros militares y civiles para desplazarse a actos de partido o privados. Era normal; la normalidad de la casta, de la élite extractiva que mientras la prosperidad se derramaba por todas partes se beneficiaba de una anuencia indulgente. Había para todos y nadie se ponía quisquilloso.
Pero la situación ha cambiado. Concluye:
Y hoy Magdalena, la todopoderosa Mandatela, la arrogante Lady Aviaco, está imputada por una decisión de Gobierno que entonces formaba parte de la más espontánea rutina del poder. Y Valderas se refleja en el incómodo espejo de su doble rasero. Y a la cúpula del PP le persigue la sombra de unos sobres fantasma, y los malayos de Marbella están en la cárcel y el dicharachero Guerrero de los EREs pena cada gin-tonic que se bebió repartiendo dádivas. El simbólico vuelo 444 ha aterrizado en una pista inundada de susceptibilidades. No han cambiado las leyes, ni la justicia, ni el procedimiento. Lo que ha cambiado es la percepción moral, el estado de ánimo. Ha cambiado la mirada.
En La Gaceta, Kiko Méndez-Monasterio escribe sobre corrupción y desvergüenza de los políticos con el título de La vida en rosa. El arranque tiene su gracia:
Nuestro querido Baltasar Garzón, que es el juez del querido Emilio -todo un hito del género epistolar-, va a impulsar en España una plataforma contra la corrupción. Es como si Armstrong encabeza una cruzada contra el dopaje.
Recuerda además que a Rajoy le dio unos días antes por citar a Campoamos, aquello de «el cristal con que se mira». Acto seguido le recomienda a Bécquer y concluye:
Tengo la certeza de que en Moncloa agrada la rima llorona que dice «Mi vida es un erial,/ flor que toco se deshoja,/ que en mi camino fatal/ alguien va sembrando el mal/ para que yo lo recoja». Y además son versos perfectos para el discurso de don Mariano, tan quejoso él de las herencias recibidas: la de Zapatero y la de Aznar, que a las dos les culpa de que los demás no podamos ver el mundo en plan Edith Piaf, todo rosita.
Cerramos en esta ocasión con El Mundo, donde algunos prefieren centrase en el caso de los ERE y otros, el de siempre y en su línea habitual, en Bárcenas. Vayamos con los asuntos andaluces. Federico Jiménez Losantos titula La previsora Ayala:
Dice Elena Valenciano, que iba para sorayina de Rubalcaba y se está quedando en rubalcabita de Zetapé, que la juez Alaya dicta sus resoluciones al hilo del calendario político del PSOE en general y del PSOE andaluz en particular. La noticia supone dos sorpresas mayúsculas: que el PSOE y, muy especialmente, el PSOE-A, tienen un programa de gobierno y de actuación electoral que permita seguir sus pasos y acecharlos en alguna esquina para imputarlos por el cogote y, en segundo lugar, que un juez pueda adivinar sus movimientos para trincarlos a la vuelta de un sumario.
Concluye:
Dado el extravío estratégico del PSOE, en vez de criticar a la vidente [la juez Ayala], debería contratarla. En cuanto a Chacón, con el PSC enjaezado como rocín para el Rocío de Artur Mas, debería ponerse el traje de gitana y encaminarse a Almonte a impetrar el milagro. Aunque también puede trocar El Camino por el curso a domicilio de imputaciones instantáneas del cofrade Moliner, que amenazó a Alaya el mes pasado si no aceleraba lo de los ERE. Al final, resultará que el calendario político del PSOE lo marca el Consejo del Poder Judicial.
Y sobre Bárcenas, así como sobre su encarcelamiento y la situación del PP, escribe Raúl del Pozo. Y, la verdad, a este humilde lector de columnas le da la impresión que el de la contraportada de El Mundo está cabreado por el hecho de que aquel del que proclama que no es portavoz esté en prisión. Su columna se titula Gaviota en el hombro. Retrata al partido del registrador de la propiedad metido a gobernante en los siguientes términos:
El partido es un nido de alacranes a lo Rayuela: se clavan el aguijón a sí mismos, y si no hay enemigos pican por alacranidad. El avestruz sigue con la cabeza enterrada en las haldas. Los barones, diputados y militantes preguntan: ¿hay alguien ahí? Lo hay. Se llama Mariano.
Cuenta:
Los hombres de Bárcenas sospechan que en el auto hecho con antelación (25 folios no se escriben en dos horas) se refleja pavor de ministros, jueces y fiscales ante la posibilidad de una fuga a lo Roldán. Temblaron ante los trasvases de dinero en los bancos suizos como si esos bancos no tuvieran las cuentas bloqueadas desde hace meses. La orden fue: que lo encierren, ya se encontrarán motivos.
Y añade, a modo de aviso a Rajoy:
Alberto, fiscal, ministro de Justicia, alacrán del poder, le pide a su jefe que le ayude a pasar el río llevándolo a hombros y, en mitad de la corriente, le pica. «¿Cómo me haces esto, Alberto?». Está en mi naturaleza», contesta.
Qué sutileza, vaya un modo de avisar al presidente del Gobierno de que más le vale no dejarse llevar por el derrochador ex alcance de Madrid en sus actuaciones como Bárcenas. Si uno fuera malpensado, hasta creería que ahí puede haber una amenaza velada por encargo de alguien muy próximo a Bárcenas.
Concluye:
Los amigos de Luis Bárcenas tal vez me engañen cuando describen lo del banquero ruso como una película de submarinos para llevarse a Siberia al tesorero. Según ellos, el que tiene negocios legales con el Este y sabe alemán es Luis Fraga, sobrino de don Manuel.
La pugna entre oportunistas, rompedores, partidarios de la paciencia, conjurados silenciosos pone en práctica esa vieja táctica de aniquilar al adversario. Lo dicen los maestros de la táctica: hay que destruir al enemigo igual que él haría con nosotros. Mientras, Mariano no está en ningún bando. Ni con la Cospedal ni con Arenas, sino en la cúpula, con la gaviota en el hombro.
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