OPINIÓN / Afilando columnas

La desafortunada comparación de Martín Prieto (La Razón): «Rajoy se encuentra como la violada a la que la Policía exige dar explicaciones públicas sobre su vejación»

La Gaceta da voz a un orgulloso ministro franquista: "Declaro aquí, una vez más, mi lealtad al espíritu del 18 de julio de 1936"

Mientras en el televisor de la redacción de Periodista Digital no dejan de salir imágenes del trágico accidente ferroviario de Santiago de Compostela, hacemos frente a nuestra obligación cotidiana de repasar las columnas de la prensa de papel española. En un día tan triste para España, en especial para las familias y los amigos de las más de 75 víctimas del siniestro, el 25 de julio de 2013 andan muy sosas las secciones de opinión de los periódicos impresos. Hay, eso sí, un par de salidas de tono de las que les daremos cumplida cuenta. Ninguna de ellas, afortunadamente, tiene que ver con el accidente.

En el periódico de la ‘disciPPlina’, Martín Prieto titula La misión de censura destructiva, dedicada a comentar el uso que se hace de las mociones de censura, ahora que Rubalcaba se ha visto salvado de tener que presentar una que en realidad parecería no convencerle demasiado. Tras repasar la historia de este mecanismo desde la Transición hasta ahora, dice:

Hoy Pérez Rubalcaba para construir algo no puede ceñirse a Bárcenas o a los ERE de Andalucía, sino que tiene que explicarnos que pretende hacer detalladamente el PSOE, y sus abanderados palmeros de las monarquías cubana y norcoreana, con este país y en estos momentos.

Concluye:

Es comprensible que el presidente Rajoy no quiera estornudos en la legislatura, pero resultaría divertido y pícaro que a las ínfulas de Rubalcaba replicara con una moción de confianza ante el Congreso. Rajoy se encuentra como la violada a la que la Policía exige dar explicaciones públicas sobre su vejación.

No sé a usted, querido lector, pero a este humilde lector de columnas esta última comparación le parece lo que coloquialmente se suele llamar una ‘salida de tiesto’. Por mucho que se pretenda que el lector sienta piedad por Rajoy, la comparación que hace demuestra una falta de sensibilidad absoluta hacia las víctimas de uno de los crímenes más abyectos que puede sufrir una mujer. Y no lo decimos desde una corrección política que no nos gusta, sino desde el respeto que se merecen los seres humanos.

Pasamos ahora a La Gaceta. Fernando Díaz Villanueva saca su estilo más castizo para comentar el perfil de la sucesora de José Antonio Griñán. Lo hace con el título de Susana, la ‘regeneraora’:

Susana Díaz es lo que entiende la Pesoe por regeneración. Punto. A partir de aquí ya podemos empezar a contar el resto. Susana -que es Díaz sí, pero de los Díaz malos, de los que abandonaron Castilla para hacer fortuna en Andalucía- pertenece a esa subclase de la casta que no conoce más oficio que el de político. Proliferan por todos los partidos como las setas durante las lluvias de octubre. Hay muchos, todos nacidos entre los años 60 y los 80, los de los 90 se incorporan ahora al outfit sin saber los pobres que la cerveza del chiringuito hace tiempo que se acabó. La Aído y la Pajín son sus santas matronas, su referente ético, su estrella polar, el destino soñado al que todos estos necios quieren llegar cuanto antes.

Cuenta de ella:

Dicen sus compinches que la gachí es ambiciosa en grado extremo. Me lo creo, y más viniendo de quienes mejor la conocen. Por de pronto va a ser presidenta de Andalucía, ahí es nada, una región que, en sí misma, es un récord: es la más grande y poblada del país, la que más desempleo tiene, la más pobre, la que más políticos por kilómetro cuadrado padece, la que más pide a fondo perdido a los contribuyentes del resto de España, la más descompuesta por el sindicalismo trincón, el marinaledismo y las autovías de cinco maletines, esas que el maestro Antonio Burgos tenía por las peores para el automovilista pero que, a cambio, habían sido auténticos chollos para el politicastro que la adjudicaba. Que Susana Díaz mande en un lugar así es casi obligado.

Concluye:

Andalucía es nuestra Venezuela como Guipúzcoa es nuestra Suiza. Antes de ella estuvo su padrino Griñán, antes Chaves y antes un tal de la Borbolla que era todo bigote. Con los cuatro presidentes más el comodín Zarrías tenemos un repóquer de infarto. Cuando le pregunten por qué Andalucía es pobre y chapotea en la servidumbre piense en ello.

También en el diario de Intereconomía nos encontramos con un artículo que nos ha sorprendido, y no precisamente de forma positiva. A su autor nos lo presentan con un aséptico «es abogado y ex ministro», sin explicar más. Se trata de José Utrera Molina, falangista desde su juventud que fue ministro secretario general del Movimiento durante algo más de un año hasta poco antes de la muerte de Franco. Ya el titular del texto nos adelanta lo que nos vamos a encontrar: Un alzamiento justificado.

Tras contar como vivió los primeros meses de la Guerra Civil en Málaga, donde es cierto que el terror que se impuso en la retaguardia de ambos bandos fue terrible, dice:

Yo defiendo con toda mi alma la justicia de aquel alzamiento militar. No niego que hubiese razones en las que el bando contrario encontrase una justificación de sus posiciones, pero lo cierto es que España estaba dividida en dos mitades irreconciliables y no era posible la paz.

El Alzamiento no fue un intento grosero de liquidar al oponente, sino una necesidad imperiosa de defender a la patria y a la fe frente a quienes las perseguían con saña inusitada quemando iglesias, asesinando brutalmente a religiosos y seglares y exaltando la Unión Soviética frente a la propia patria.

Continúa:

Para mí, que era entonces muy pequeño, el 18 de julio fue al principio una espina que atravesaba mi corazón sin paliativos, pero hoy es un recuerdo vigoroso y gallardo, sobre todo frente a los que se empeñan en extender día tras día la gran mentira sobre el movimiento nacional y el 18 de julio. Nadie niega que aquella situación fuera durísima y que en una parte y en la otra se produjeran situaciones injustificables. Pero no perdamos nunca de vista que la idea de la salvación de España estuvo en un lugar mientras que en el otro, su destrucción y su aniquilamiento eran las consignas.

Conluye:

Declaro aquí, una vez más, mi lealtad al espíritu del 18 de julio y aspiro a que algún día los españoles comprendan el necesario sacrificio de aquel grupo de hombres que alzó sus estandartes y banderas soñando y amando la verdadera libertad de España, por la que combatieron con espléndido sacrificio e indudable heroísmo.

Y nosotros nos preguntamos, ¿cuál es para este señor la «verdadera libertad de España»? ¿La de una larga dictadura de casi 40 años? ¿La de presos políticos, fusilamientos y censura? No vamos aquí a a hacer un elogio del bando republicano en aquel triste conflicto. Al contrario, este humilde lector de columnas cree que los pocos españoles que creían en la democracia fueron expulsados del país, encarcelados o fusilados con independencia de que estuvieran en Madrid o Burgos, Málaga o Sevilla. Fue una guerra entre enemigos de la libertad ‘azules’ y enemigos de la la libertad ‘rojos’. Y por eso último le parece sorprendente que un diario publique un artículo donde se elogia el llamado ‘Alzamiento’.

Que luego no se sorprenda Intereconomía cuando alguien le acuse de ultraderechista, con cosas como esta lo pone muy fácil.

Cerramos este ‘Afilando columnas’ con ABC. Manuel Martín Ferrand comenta el enésimo anuncio de Gallardón sobre su renuncia a seguir en política. Lo hace bajo el título de La fuga:

Rajoy se ha hecho acompañar en las labores de gobierno por un tropel de personajes sin bastón de mariscal ni cédula de notoriedad y grandeza cívica. Es más, el que parecía mejor dotado y equipado para el trabajo del Ejecutivo y, además, subraya esa apariencia con una historia fraguada con deudas y amiguismo en la Comunidad de Madrid, primero, y en el Ayuntamiento capitalino, después, ha lanzado la proclama del abandono. No quiere seguir en la política.

Se pregunta el articulista:

¿De dónde le viene a Gallardón ese raro prurito de la fuga? Desde luego, no de sus antecedentes familiares, firmes en la corchea y luminosos en el foro. El anuncio de su picazón, políticamente incorrecto, le ha dejado inservible para la presente legislatura.

Concluye:

Gallardón es una de las cabezas mejor equipadas de la derecha española, tan pobre en sus hombres públicos. Puede presumir, todavía joven, de una larga experiencia política. Disfruta de una sólida formación jurídica y domina las artes de la seducción y el encantamiento. ¿Por qué, después de una vida consagrada a la política, en la que debutó como concejal del Ayuntamiento de Madrid hace treinta años, pretende una retirada extemporánea y misteriosa? Desde la razón -algo que aquí no sirve para mucho-, parece querer certificar su suspendido deseo sucesorio de Rajoy, sin entender que el jefe del Ejecutivo, dadas sus manías, es perpetuo en el partido que le sostiene y él mangonea. Además, existen maneras menos políticamente violentas para afirmar o negar la propia voluntad que sacrificarse a sí mismo en honor de una divinidad de Pontevedra.

Con el encabezamiento de La dama de Shangai, Ignacio Camacho comenta la estrategia del Ejecutivo y del PP ante el caso Bárcenas:

En vista de que el Gobierno no parece muy capacitado para ocuparse de varias cosas a la vez -quizá por eso le perturba tanto que lo aparten del problema central de la economía-, al Partido Popular le convendría diseñar una estrategia digna de tal nombre sobre el caso Bárcenas; un discurso político que le dé cohesión a sus respuestas y aguante con cierta solidez el goteo de revelaciones del extesorero. Hasta ahora sólo María Dolores de Cospedal ha ido de frente con un arrojo y claridad que agradece una militancia acongojada por el aluvión de noticias adversas.

Añade:

No se puede interpretar de otro modo su reciente andanada contra quienes han adoptado una actitud pasiva frente al barcenato, alusión encriptada sin mucha sofisticación a la minoría antimarianista, que podría simbolizar Esperanza Aguirre, y sobre todo a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, decidida a blindarse con el entorno de Rajoy en una especie de compartimento estanco.

Concluye:

La principal dificultad para el PP reside en que casi todos sus dirigentes ignoran hasta dónde alcanza el problema tras los veinte años que Bárcenas ha pasado a sus anchas entre manejos turbios. La situación recuerda demasiado a la célebre escena de los espejos de «La dama de Shangai», donde los protagonistas disparaban al azar contra un laberinto de imágenes distorsionadas. En situaciones así el sobreexcitado instinto de supervivencia acaba provocando una letal confusión entre la realidad y sus reflejos.

Y, con un recuerdo para las víctimas del accidente de Santiago, cerramos este ‘Afilando columnas’.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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