OPINIÓN / Afilando columnas

García Abadillo: «La cuestión no es si Bárcenas es o no un delincuente, sino por qué se le dio protección»

Isabel San Sebastián: "Políticos, sindicalistas, periodistas, jueces... compartimos el dudoso honor de ser mirados con desprecio y creciente inquina por quienes pagan impuestos"

Poco después de que aparezca por primera vez la pregunta «¿Quién es John Galt?», podemos leer en ‘La Rebelión de Atlas’: «El blanco rectángulo pendía sobre la ciudad, impartiendo la fecha vigente a los transeúntes. Bajo la oxidada claridad de aquella puesta de sol, el rectángulo proclamaba: Septiembre, 2». Esa misma fecha se repite varias veces a lo largo de la novela de Ayn Rand, siendo la referencia temporal, en distintos años, de varios de los acontecimientos claves en la trama del libro. En este 2013, el 2 de septiembre es un día en el que ocurre algo más prosaico que los acontecimientos imaginados por la genial escritora rusa-estadounidense- Tan sólo, nada más y nada menos, miles de españoles vuelven a su trabajo tras un mes de vacaciones.

Entre esos miles que tenemos la suerte, son muchos los que no tienen trabajo al que reincorporarse, de volver a nuestros quehaceres laborales estamos numerosos periodistas, como quien esto escribe. Y también reaparecen algunos columnistas que han estado de vacaciones durante agosto (en algunos casos también en julio). Y eso se nota. Varios de los artículos de opinión que nos ofrecen los periódicos de papel son precisamente reflexiones sobre el fin del verano, sobre lo que nos espera a partir de ahora o sobre ambas cuestiones al mismo tiempo.

El crítico televisivo que suele escribir de todo menos de televisión, David Trueba, recupera para su primera columna post-vacacional en El País la imagen de los paseos estivales del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante. Titula El caminante.

Conocíamos los posados de Ana Obregón en la playa, los posados del Playboy sobre la alfombra de tigre en salones de grandes ventanales y hasta los posados de Kate Moss en la raya que separa la intimidad del goce colectivo, pero este nuevo posado andariego ha resultado otro éxito incontestable de su departamento de prensa.

Añade:

Al caminar, el presidente parecía querer dejar atrás Madrid, Correa, Bárcenas, Aznar, Esperanza, la cadena humana de Cataluña, Gibraltar y la prima de riesgo (…) De llegar al mar, comprobaremos que Rajoy es capaz de andar por encima de las aguas. Al fin y al cabo, ya ha demostrado que camina por encima del fuego, de los cristales, de las cenizas y hasta del chapapote.

Concluye:

Los españoles desde las playas, ríos, montañas y oficinas medio vacías, han visto a Rajoy andar y andar y no parar. Es lo único que han visto de él. Y resultaba chocante. Un presidente que no deja de caminar, mientras el país está parado.

En el mismo diario, Almudena Grandes vuelve a la contraportada con un artículo titulado Patriotismo, en el que critica la atención prestada al asunto de Gibraltar. Nos cuenta sobre su veraneo:

A solas, en la playa, me preguntaba quién habría sido el responsable de las víctimas de Angrois si el maquinista, en lugar de despistarse, hubiera tenido un infarto. La respuesta, nadie, vale lo mismo para esa tragedia, para la financiación ilegal del PP, para los millones de Bárcenas, para las consecuencias de los recortes, para una realidad que multiplica a diario el dolor y la incertidumbre de millones de españoles.

Vemos que retorna con las viejas costumbres de los columnistas del diario de PRISA. La corrupción para ellos sólo existe en el PP, ni una palabra de los ERE o de las facturas de UGT. Esos choriceos, como los de CiU, son ‘pecata minuta’ para los articulistas de El País. Grandes se adelanta a su compañero de periódico Juan José Millás y es la primera de su rotativo en atribuir muertos al Ejecutivo de Rajoy:

La que está de moda es ‘culpabilidad’, porque todos los responsables alegan que hay que dejar trabajar a los jueces, como si una absolución penal disolviera las responsabilidades políticas de quien no ha pisado el acelerador, ni ha rechazado el ingreso de un enfermo, ni ha detectado la desnutrición de un alumno, pero ha impuesto los recortes que han generado el deterioro de las condiciones de vida, cuando no la muerte, de tantos ciudadanos desamparados.

Ahí es nada, los «recortes» causan la muerte de «tantos ciudadanos desamparados». A continuación no dice que el conflicto de Gibraltar se ha convertido en un «inesperado salvavidas para un Gobierno acosado».

Concluye:

Ya se sabe que la pérfida Albión nunca se niega a echar un cable, pero parece mentira que el clamor del patriotismo barato haya vuelto a funcionar a favor de quienes eluden los compromisos del único patriotismo verdadero, que consiste en asumir responsabilidades por el bien común. Así que, por primera y ojalá última vez en mi vida, voy a gritar ¡Gibraltar español! A ver si, por lo menos, ese caladero de irresponsabilidad se agota de una vez y para siempre.

Pasamos ahora a ABC, donde Isabel San Sebastián titula Volver a empezar . Comienza de forma contundente:

Arranca en España un nuevo curso y lo que hasta tiempos recientes significaba regresar a lo conocido, desperezarse de las vacaciones para retomar la rutina, se convierte, se tiene que convertir, en un punto y aparte en toda regla que obligue a volver a empezar. A reinventarse con actitud constructiva a fin de hacer virtud de la necesidad y poner a cero el contador.

Se muestra pesimista:

Arranca un mes de septiembre en el que muchos negocios cerrarán, obligando a sus propietarios y empleados a explorar nuevos caminos en un país que sigue ayuno de crédito y paralizado por la falta de consumo.

Añade:

Pero ellos, demasiados cargos públicos, a diferencia de quienes hemos de buscarnos el cocido al margen del Presupuesto, saben que pueden sobrevivir aferrándose a otros «valores» propios de nuestra tradición más rancia: mentira, picaresca, obediencia ciega al poder, capacidad para mutar a tiempo…

Suma y sigue:

Políticos, sindicalistas, periodistas, jueces… compartimos el dudoso honor de ser mirados con desprecio y creciente inquina. Unos más que otros y otros con muchos más méritos que unos, pero todos hermanados por el hecho de estar vinculados a lo que el «pagano» de impuestos considera un gigantesco engaño del que es víctima.

Concluye:

Hay que volver a empezar, sí, pero, empleando un barbarismo convertido en «palabro» de uso común, «resetear» antes todo el sistema. Apagarlo y encenderlo de nuevo, previa limpieza a fondo de unos mecanismos que apestan a cuerno quemado y podredumbre.

También en el diario madrileño de Vocento encontramos un duro, por triste, artículo de Ignacio Camacho titulado Síndrome. Este humilde lector de columnas no puede más que recomendar su lectura a todos aquellos que se sientan malhumorados por tener que volver a su puesto de trabajo. Retrata de forma magistral la tristeza que debe de embargar el 2 de septiembre de 2013 a millones de españoles que no tienen un empleo al que reincorporarse tras las vacaciones:

Hace cuatro septiembres que no vuelves al trabajo. Tantos como julios llevas deseando que agosto no llegue nunca. Para no sentirte invasor de la casa en la playa de tus suegros con tal de no dejar a tu familia sin las vacaciones que a ti ya no te importan porque todos los meses te parecen vacíos, iguales. Enero, febrero, marzo, diciembre… no, diciembre es peor porque llegan las navidades y empiezas a temblar mirando en internet las menguadas reservas de la cuenta del banco.

Concluye:

Hoy te levantarás despacio como ayer, despedirás a tu mujer y te harás café y abrirás el portátil para empezar la rutina estéril de navegar por los portales de empleo. Cuando enciendas la radio, alguien hablará del síndrome postvacacional y te preguntarás qué clase de inconsciente o de estúpido puede sentirse deprimido por retornar al trabajo.

Terminamos en esta ocasión en El Mundo, diario cuyos columnistas no parasen tener interés en hacer resúmenes del verano o previsiones para los próximos meses. Para ellos es como si no hubiera habido verano. Federico Jiménez Losantos escribe sobre Una nación en entredicho:

En diez días justos, con sus correspondientes noches, España, el más antiguo Estado-Nación de Europa, habrá afrontado tras la jornada del 11 de Septiembre el desafío más grave que su integridad haya padecido nunca. El alarde separatista catalán de este año va más allá que el de cualquier otro, incluido el último; carece de la ambigüedad tradicional exhibida por la casta política catalana en sus negocios con Madrit.

Añade:

Mientras los dos grandes partidos -en cuya alternancia de Gobierno se sustenta el régimen constitucional de 1978- recorren la Vía Dolorosa de Bárcenas o de los ERE, el separatismo catalán, tras destruir la presencia simbólica y moral del Estado Español, se pasea por la Vía Catalana, cuyo aspecto payasesco no debe ocultar una milagrosa cualidad: si al político que pillan robando es catalanista, seguramente evitará la cárcel. El triunfo del separatismo catalán es, también, el triunfo de la corrupción del Estado Español.

Concluye:

Al lado de Alavedra, o Prenafeta, no digamos Javier de la Rosa, Bárcenas es un maletilla, o, si se quiere, un portamaletas de los que el primogénito de los Pujol llevaba a Andorra cargaditos de juguetes, como en el villancico. Pues bien, esos corruptos, esos desleales, en diez días le van a echar a España un pulso decisivo. Y antes de echárselo, ya lo han ganado.

También en el diario de Unidad Editorial, Casimiro García-Abadillo se plantea: ¿Puede Bárcenas desestabilizar a Rajoy?

Tras repasar las previsiones económicas para los próximos meses, dice:

Con esas perspectivas, y con el PSOE en KO técnico, el PP podría soñar con una cómoda segunda mitad de legislatura, preludio de una segura victoria en 2015.

La cuestión es si el caso Bárcenas tiene potencial suficiente como para que la oposición, que en ese asunto actúa como un bloque, logre desestabilizar al Gobierno.

Señala:

Uno de los episodios que convierte en poco creíble la nueva estrategia del PP, que consiste en argumentar que el ex tesorero engañó a todo el mundo y que Rajoy no se cayó del guindo hasta que no supo lo de sus cuentas en Suiza, es el famoso episodio de la negociación de su lucrativo contrato de trabajo, firmado al dejar su escaño en el Senado, en marzo de 2010.

Concluye:

La cuestión no es si Bárcenas es o no un delincuente, sino por qué se le dio protección. Mientras Rajoy no responda a esa pregunta, el ex tesorero seguirá siendo su pesadilla y el lastre fundamental (la «distracción» utilizando la terminología del presidente) de su Gobierno para encarar las reformas aún pendientes y abordar con determinación el desafío del nacionalismo catalán.

 

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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