No es España un país en el que sus políticos, al menos en la actualidad, suelan caracterizarse por su oratoria elegante y su talento a la hora de escribir. Más bien al contrario, una gran cantidad de ellos demuestran en el manejo de la palabra escrita y hablada una destreza a veces incluso inferior en la que tienen para la gestión de la ‘res publica’.
Esto se hace patente, por su puesto, cuando se lanzan a juntar letras (ellos o alguno de sus asesores, que tampoco demuestran ser muy duchos en estas artes) para verlas publicadas en un periódico con la forma de artículo. Excepciones hay, por supuesto, y hemos de señalar que el 27 de septiembre de 2013 hemos encontrado dos. Y ambas en el mismo periódico, lo que resulta todavía más sorprendente.
Y para que la sorpresa sea mayor, el diario de papel en cuestión es El País, donde lo normal es que el lector tenga que hacer frente a ladrillos pretenciosos con los que el periódico y sus colaboradores pretenden mostrarse como una élite intelectual (a pesar de que en realidad suelan mostrar lugares comunes o mera ideología sin argumentar).
Y, para que el asombro siga aumentando, el PSOE (tampoco el PP, por cierto) no sale bien parado en los textos de políticos que en esta ocasión nos ofrece el ‘buque insignia’ de PRISA.
La diputada de UPyD Irene Lozano rompe la corrección política y proclama Al diablo con el consenso:
Resulta evidente que el prestigio del consenso es una herencia de la Transición, a su vez marcada ‘sensu contrario’ por el recuerdo de la Guerra Civil, la más cruel expresión del disenso. Cuando se invoca el consenso como infalible bálsamo político, solo nos estamos dejando arrastrar por los demonios de hace 35 años, con la convicción de que repetir lo mismo garantizará, por ejemplo, una salida a la crisis política e institucional.
Tras repasar cómo se fragua el prestigio del consenso por la situación de España tras morir Franco, continúa:
Hoy, las gentes sinceramente convencidas de la necesidad del cambio -que las hay tanto en el PP como en el PSOE- aún fantasean con la posibilidad de pactar con la vieja guardia de ambos partidos, lo cual tendría sentido, y daría cierta vigencia a la analogía con la Transición, si hubiera alguien en esas cúpulas dispuesto a liquidar de verdad la democracia demediada, corrupta, opaca e irresponsable que tenemos. Pero resulta que no: los de la cúspide están concentrados en salvar a sus hombres de la cárcel y evitar el descalabro electoral. Mientras, los discrepantes miran con un ojo su desazón y con el otro su carrera política profesional.
Irene Lozano.
Concluye:
Bajo el aura dorada del consenso, podrían garantizarse la impunidad con leyes anticorrupción, asegurarse la opacidad mediante una ley de transparencia, o garantizarse donaciones jugosas con una reforma de la financiación de los partidos. Todo esto podría ocurrir porque los españoles amamos el acuerdo, y porque amparados en el mito del pacto podrían ejecutar su última estafa: simular que el consenso lo encarnan ellos cuando la mayoría ya hemos comprendido que el consenso ha de ser contra ellos.
El otro político que publica en El País, aunque ahora alejado de la primera línea de esa actividad, Nicolás Redondo Terreros. Hace ya unos años, este humilde lector de columnas tuvo la ocasión de escucharle durante una comida coloquio organizada en el Centro Riojano de Madrid que le tuvo a él como protagonista. Ahí pudimos confirmar lo que ya intuíamos. El hijo del histórico sindicalista tiene una preparación intelectual y cultural muy superior a la de la media de los políticos españoles y su compromiso con España va mucho más allá de las guerras partidistas. No ha de extrañar que su independencia en este terreno le costara ser ‘depurado’ por el zapaterismo.
En esta ocasión, publica Ante el desafío catalán, ni todo ni nada. Hablando del reto independentista catalán, dice:
Durante un año la clase política española ha discutido, se ha peleado y se ha rasgado las vestiduras con dramatismo griego por la cuestión catalana, pero llegado el momento, nada de nada. En el Gobierno, remarcando su línea habitual, ha sido «el cantarín Margallo», con su solemnidad habitual, quien ha hablado del tema imitando a un veterano y fracasado cantante de ópera; en el PSOE, según iban pasando las horas, se sobreexcitaban más con un espejismo mezcla de posibles rentabilidades electorales y de irresponsabilidad, proponiendo un cambio constitucional que satisficiera a los nacionalistas catalanes, sin importarles, según parece, el resto, es decir, el conjunto; hasta el punto de que una significada dirigente socialista ha llegado a aceptar la discusión del falsamente inexistente «derecho a decidir» de todas las comunidades autónomas -la democracia se basa justamente en el derecho que tienen los ciudadanos a decidir, y por el ejercicio de ese derecho, que en España ejercemos con rutinaria normalidad desde hace algunos años, muchos socialistas sufrieron una dura represión durante el franquismo, por lo que sería conveniente, por respeto a la inteligencia y a los que lucharon por la libertad, que en el PSOE no se jugara a la confusión con nuestra capacidad de decidir, comparable a la de los países de nuestro entorno- , porque según sus palabras, y cito textualmente: «una vez iniciado el debate de la reforma electoral, todo se puede discutir», mostrándonos el abismo con desprejuiciada soltura.
Lamenta que PP y PSOE no se pongan de acuerdo para hacer frente al independentismo. Y denuncia:
Hemos llegado a una situación de tal gravedad, que no sabemos si los dirigentes de los dos grandes partidos creen que la soberanía reside en la sociedad española o es un mecanotubo que se puede montar a conveniencia de los intereses que dicta el momento. No todo es posible cuando se abre el camino de las reformas constitucionales, pero lo que es, depende del conjunto, de todos los ciudadanos, es decir, de la nación en el sentido republicano, no de una parte. Es exigible que el respeto que merecen las opiniones de los nacionalistas catalanes no se agrande artificialmente a costa del respeto que merecen el resto de los españoles, de los que muchas veces esperamos una aquiescencia resignada. Y por último, no es conveniente confundir las exhibiciones públicas de una parte de la sociedad con la esencia de la democracia.
Concluye:
En resumen, desde el acuerdo previo entre los grandes partidos nacionales, con el respeto a todos, muy especialmente al derecho y sabiendo que no todo es posible, podríamos aventurarnos por la vía de las reformas constitucionales. Un camino distinto nos llevará a contemplar un incremento del desprestigio de la política española y, desgraciadamente, a convertir la Transición del 78 en un nuevo proyecto fallido de la sociedad española.
Sigamos en materia relacionada con el independentismo catalán. En La Razón, Toni Bolaño lo trata en ¡Basta ya!:
El nacionalismo catalán está en posesión de la verdad y es el abanderado de la democracia. Además, la ideología nacionalista es la garante de la sociedad del bienestar y del futuro de progreso. Es el fin de las ideologías en plural. ¡Ni derechas, ni izquierdas! ¡Soberanismo! Quien no piense así es predemocrático, evidentemente no tiene razón, es un traidor a la patria, un botifler, un catalán de segunda vendido a una España que se hunde por su mala gestión, la corrupción y el despilfarro. Se supone que Cataluña está exenta. No tiene cuevas de Alí Babá ni cuarenta ladrones.
Añade:
Sólo existe la ideología, en singular. La que pone las cosas en su sitio. La que acuña la libertad en la Cataluña segregada, negando que hoy seamos libres. La que dirime quiénes son los buenos y quiénes los malos. La que fija al enemigo exterior. Lo sitúa en Madrid. Es el culpable de todos los males pasados, presentes y futuros. Son la caverna.
Concluye:
La ideología única también señala al enemigo interior. Una especie de quintacolumnismo que se niega a seguir la senda del nuevo patriotismo. Cuestiona desde Cataluña la deriva soberanista, toda una afrenta. La cosa empeora cuando tienen la desfachatez de defender un nuevo encaje ajeno a la aventura secesionista. Con desprecio se les tilda casi de fascistas irredentos y algunos «demócratas de toda la vida» les avisan de que en la Cataluña libre «ya se pasarán cuentas». Son los calificados como «minoría» porque la mayoría es propiedad del pensamiento único. Algunos, muchos, no queremos comulgar con ruedas de molino y decimos alto y claro ¡basta ya! porque el mensaje único es presagio de totalitarismo.
Pasamos a El Mundo, donde Federico Jiménez Losantos carga contra el Gobierno del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante. Se titula Nunca es el momento. Tras recordar que el Ejecutivo no quiere afrontar el «vacio legal» en torno a la figura del Príncipe de Asturias, añade:
Mariano no es un ciudadano común, ni su caletre pertenece al orden vulgarísimo del homo sapiens sapiens. Ni antes ni después de él se ha usado el molde en que Alguien vació el bulto de Mariano Pantocrátor. Así que desde Moncloa, a la vista del vacío legal, han emitido una frase que resume a la perfección su pensamiento político: «no es el momento». La ventanilla del Ministerio de Dar Largas es la única que funciona en el Gobierno. ¿Qué algo hace falta? Pues que siga faltando. ¿Qué el momento apremia? Pues que deje de apremiar. A ver qué se ha creído el momento. A eso llama la Brigada del Aplauso el «manejo magistral de los tiempos».
Conclye:
Artur Mas, del que la Cofradía de la Sagrada Ovación Monclovita decía que estaba arrepentido y se acercaba mimoso a Rajoy, ha abofeteado a los españoles y a todas sus instituciones. Mantiene el referéndum y, en plan chuleta de la Barceloneta, llama a España «perdonavidas». ¿Qué hará Rajoy? Nada. Hace un año dijo que no entraría con Mas «en dimes y diretes». ¿Soberanía? ¿Legalidad? Vulgaridades. A ver si porque haya un incendio vamos a llamar a los bomberos. El mejor momento de actuar es nunca. Siempre.
José Manuel Soria.
Terminanos en esta ocasión en ABC. El diario madrileño de Vocento nos ofrece un artículo de un tercer político. Se trata de José Manuel Soria. Y en el caso del ministro de Industria, Energía y Turismo no estamos ante una brillante excepción. El artículo no puede ser más pobre tanto en la forma como en el fondo. Como nos gusta advertir en casos como este, si alguien desea perder su tiempo con ese texto, que haga bajo su responsabilidad. Que nadie diga que no hemos avisado. Si usted, querido lector, sigue empeñado en leerlo le dejamos el título y el enlace: El turismo, motor del mundo. Pero antes de hacer click hágase el favor de leer las siguientes frases, con las que concluye el texto y valore si merece la pena leer algo así:
Desde el Gobierno deseamos que España, como potencia turística mundial que es, se mantenga como un referente en la materia. Objetivo que, sin duda, estamos cumpliendo, y por el que continuaremos trabajando con ahínco.
Pero no nos preocupemos. En el diario madrileño de Vocento también encontramos en esta jornada varios artículos dignos de ser leídos. Nos quedamos con un par de ellos. David Gistau se refiere al control que el ‘Susanato’ pretende ejercer sobre los bienes de aquellos andaluces a los que los médicos les predigan un año o menos de vida. El artículo se titula La agonía expropiada. Denuncia:
[El Gobierno andaluz] está tramando una delirante nacionalización de los moribundos. Que nadie a quien le quede un año de vida disponga de su dinero, para evitar así que lo reparta, eludiendo el impuesto de sucesiones. Estábamos acostumbrados a que el Estado invadiera parcelas de intimidad, a que tratara de colectivizar incluso las costumbres, a que penalizara los éxitos del individualismo de un modo aún más agresivo en este tiempo en el que manda el canon de la masa, con la coartada moral de su ira. Lo que supone una novedad es que, una vez escuchado el diagnóstico fatal, haya que atravesar los últimos meses de existencia con el Estado volando en círculo encima, custodiando la presa para que ninguno de sus nutrientes fiscales se pierda. Va a ser expropiada la última voluntad, el último tiempo en vida, y esto es toda una advertencia de hasta dónde se propone llegar un gobierno autonómico de furor estatalista, ínfulas redentoras y escasas contenciones compasivas.
Concluye:
En todo caso, este allanamiento bolivariano de los agonizantes necesita el respaldo de un spot orgánico en el que aparezca Susana Díaz en un hospital, rodeada de médicos, y preguntando por los enfermos: -«¿Éste?». -«Uf, mal, como mucho, cinco meses». -«¡Exprópiese!». Compadezco a los hipocondriacos andaluces, que al meter la 4B en el cajero, y comprobar que éste se la traga, no sabrán si se enfrentan a un fin de mes complicado o a un tumor cerebral que ya les ha sido detectado por la omnisciencia estatal.
Aunque con humor, Gistau sin duda alguna retrata de manera magistral el peculiar chavismo (de Hugo Chávez, no de Cháves) al que se dirige el ‘Susanato’.
Por último, Carlos Herrera habla sobre El dichoso tabaquito, a colación por el debate abierto a partir del proyecto de Eurovegas:
EL tabaco, como al parecer les pasa a los toros, se ha convertido en un elemento más de la argumentación ideológica. Ya no se trata de establecer un debate sereno de los pros (pocos) y los contras (muchos) que el consumo de cigarros o cigarrillos comporta, se trata de establecer unos campos sectarios en los que no sea posible traspasar una sola albarrada. La pretensión de que se pueda fumar en algunas áreas del futuro Eurovegas ha desatado reacciones de una violencia argumental absolutamente insospechada. Unos han cargado contra la esencia misma del proyecto, cargado de putas y golfos a ojos de los severos inspectores sociales de la izquierda, y otros han lamentado que se venda la soberanía nacional -nada menos- a cambio de una minucia tal como equis miles de puestos de trabajo.
Comenta:
El muy conspicuo y un tanto estalinista diputado Gaspar Llamazares ha llegado a afirmar que el Gobierno español legisla en función del interés de la Mafia, nada menos. Sería bueno saber si tal afirmación nace de haber visto muchas películas o de datos fehacientes de los que dispone su señoría y que, al parecer, no ha puesto a disposición de las autoridades españolas. El sueño de los Llamazares sigue siendo el de los comandos de barbudos entrando en las salas de juego y arrasando con las mesas de póquer. Todo para montar un casino peor: el del terror y la miseria que diseminaron por sus predios todos sus conmilitones. Y sé lo que digo.
Continúa:
Y luego está Rosa Díez, a la que le ha asaltado un virus de intransigencia repentino. Que a lo mejor no es tan repentino. Ha dicho la nerviosa diputada que permitir fumar en las salas tragaperras del improbable Eurovegas (a ojos de hoy) es, como escribía más arriba, atentar contra la soberanía nacional. Más o menos, no hagan caso de la literalidad, pero sí del sentido. La soberanía nacional reside, en cualquier caso, en el Parlamento de que ella es miembro («miembra» en el lenguaje zapateril), y si ese mismo Parlamento decide cambiar una norma está en su pleno derecho de hacerlo en función del interés general.
Concluye:
El tabaco, su consumo, es legal en España, mal que les pese a muchos. Sería mucho más fácil prohibir su consumo (¡menuda faena le hubiéramos hecho al camarada Castro!). Mientras ese nirvana no llega, no parece descabellado que se regule dónde se pueda consumir y dónde no, atendiendo, fundamentalmente, a los derechos de los no fumadores -cual es mi caso en lugares públicos-. Que se permita en unas salas en las que se juega a las tragaperras no parece que sea una afrenta a la dignidad nacional. A no ser que la nerviosa e intransigente reacción histérica de algunos indique lo contrario.
En algo no podemos estar de acuerdo con Carlos Herrera. La prohibición del tabaco no arreglaría nada, tan sólo crearía más problemas vinculados a un seguro mercado negro controlado por violentas organizaciones delictivas. ¿No ocurrió con el alcohol y la ‘Ley seca’ en EEUU? O, por mucho que a casi nadie le guste reconocerlo, ¿no es lo que pasa con las drogas? Nadie dice que esos productos no sean nocivos, pero la prohibición los hace aún peores.
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