OPINIÓN / Afilando columnas

Carlos Cuesta: «El PSOE se une al ‘derecho a decidir’ porque de rancia casta le viene al galgo»

Ussía: "Todos sabemos quién ordenó el chivatazo a ETA, el que era presidente del Gobierno y el que era ministro de Interior"

Más allá de su auténtico sentido folclórico, desde que se rodara la película ‘Atrapado en el tiempo’ (‘Groundhod Day’) el ‘Día de la marmota’ ha quedado como representación máxima de que, al despertarse por la mañana, uno comienza de nuevo el día anterior. Incluso quienes no hemos visto el popular filme tenemos esa referencia. Para quienes nos enfrentamos a la lectura de los espacios de opinión de la prensa de papel española hay algo que nos produce la sensación de vivir cada 24 horas nuestro particular ‘Día de la marmota’. De una manera u otra, podemos dar por casi seguro que el nacionalismo catalán será el protagonista de una buena parte de las columnas de los periódicos impresos. El 30 de septiembre de 2013 no es una excepción, si buen ‘El Tema’ comparte protagonismo con ETA y su falta de arrepentimiento.

Arrancamos en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. El Periódico nos ofrece un ladrillo de la máxima dirigente de una muy subvencionada organización que también se auto erige, con el apoyo de la Generalitar, claro está, en intérprete y portavoz del pueblo catalán. La presidenta de Òmnum Cultural, Muriel Casals, firma Un país normal:

Catalunya es un país de gente normal. Un territorio formado por hombres y mujeres con ideas, sentimientos y maneras de afrontar la vida muy diversas, como ocurre en todo el mundo. Pero Catalunya es también un colectivo humano que se sabe y se siente nación.

Resulta tremendo eso de que Cataluña «se sabe y se siente»… Da igual que lo que siga después sea «nación» o «club de fans de los Pitufos». Esa concepción antropomorfa de un grupo, al que se le dota de un sentimiento y una voluntad homogénea refleja una tendencia totalitaria preocupante. No da pie a matices. Quien no comparta ese sentimiento o esa voluntad ‘colectivos’, en este caso el de ‘nación’, queda marcado como ajeno al grupo. Así, un catalán deja de serlo si no es nacionalista.

Dice:

El mundo ha comprobado la fuerza popular con la que expresamos nuestras reivindicaciones y conoce hasta qué punto este anhelo nacional se expresa a través de una mayoría parlamentaria. La evidencia es hoy tan fuerte que finalmente ha activado los mecanismos de defensa internos y externos del Estado español. Partidos políticos, medios de comunicación e instituciones del Estado han empezado a moverse para rechazar el derecho a la autodeterminación del pueblo catalán.

Añade:

En Catalunya hay suficiente fuerza social, política e institucional para superar esta caricatura malintencionada. De hecho, uno de los valores de nuestra sociedad, de lo que Paco Candel definía tan sabiamente como «un solo pueblo», es haber sido capaces de convivir desde la pluralidad ideológica, cultural, social y lingüística.

Resulta preocupante que alguien pueda escribir esto sin sonrojarse. Cuando periodistas contrarios al nacionalismo han recibido sobres con balas dentro, cuando el autor de un libro también contrario al nacionalismo se encuentra con que ninguna caseta quiere arriesgarse a que firma ejemplares durante la feria de Sant Jordi para no molestar a los que mandan, cuando se impone el uso de una lengua sobre otra en diferentes ámbitos, cuando todos los periódicos de una comunidad autónoma llegan a publicar un editorial conjunto…. Demasiados ‘cuando’ como para presumir de pluralidad.

Así debemos entenderlo todos: ciudadanos, organizaciones sociales e instituciones políticas. Los catalanes somos «normales» porque reivindicamos, desde una realidad que lo justifica, los mismos derechos sobre los que se han constituido Portugal, EEUU o Eslovaquia.

Puesto que habla de Eslovaquia, este humilde lector de columnas le responderá hablándole de ese pequeño país centroeuropeo. Mientras que en Cataluña se impone la educación en una sola lengua, el sistema educativo eslovaco permite escoger en qué idioma se quiere estudiar en aquellas zonas donde hay una fuerte presencia de una minoría, como la húngara, la rutena o la ucraniana. En las áreas bilingües los nombres de las calles y otras señalizaciones públicas (incluidas el nombre de pueblos y ciudades) estás en eslovaco y la de la minoría presente. Y cada negocio rotula en el idioma en que desea. Eso es pluralismo lingüístico, no lo que ocurre en Cataluña.

Concluye:

Somos normales a pesar de quienes nos quieren hacer pasar por extravagantes ante los ojos del mundo. Somos un pueblo normal y aspiramos a tener un país normal.

Ya saben, los malos siempre son ‘los otros’. En este caso, quienes no aplaudimos el independentismo.


Almudena Grandes.

Volamos a Madrid, donde comenzamos con El País. En la contraportada de dicho periódico nos encontramos con Verlas venir, de Almudena Grandes.

Me dirijo a los padres de la Patria. De la mía, y de todas las que puedan caber en el Estado español, cualquiera que resulte ser al final del camino. Me dirijo a quienes se llenan la boca a diario con palabras solemnes, responsabilidad, generosidad, sentido del Estado, mientras enuncian la necesidad de emprender reformas imprescindibles para garantizar un futuro común. Me refiero a esas reformas, porque las estoy viendo venir.

Tras decir que comprende el medio a tocar la constitución, concluye:

El blindaje de la democracia, destinado a protegerla de los peligros que acecharon su nacimiento, ha pervertido su esencia muchos años después de que su último enemigo expirara. Ahora aisla a las instituciones frente a una ciudadanía impotente para participar en el diseño de su propio futuro. ¿Es que no se dan cuenta? ¿No comprenden que hoy es Cataluña y mañana será cualquier otro conflicto? La condición de las manzanas es caer de los árboles y ustedes están ya asfixiados de soplar hacia arriba. Ha llegado la hora de los valientes, el momento de afrontar la verdad, las mentiras viejas, y las nuevas, para impulsar una nueva democracia. Me gustaría terminar diciendo que confío en ustedes pero, por desgracia, no es así. Eso es lo peor de todo.

Pasamos ahora a El Mundo, donde Carlos Cuesta escribe PSOE y ERC, una historia común:

El PSC se une al mal llamado «derecho a decidir». Y el PSOE mira hacia otro lado ante lo que no es sino la más burda violación del verdadero y constitucional derecho a decidir de todo el resto de sujetos soberanos. De todo el resto de españoles.

No falta quien sigue buscando explicaciones esotéricas al comportamiento de los socialistas. Quien asegura que «el PSOE no es así», que «volverá a la cordura». Pero es bueno recordar los orígenes del socialismo español. Porque de casta, y rancia casta, le viene al galgo.

Repasa, en varios párrafos, la relación entre ERC y PSOE durante la Segunda República y concluye:

Hoy el Partido Socialista vuelve a marcar su historia. Vuelve a su acercamiento a ERC y al independentismo. Porque, a fin de cuentas, su obsesión por expulsar a la derecha siempre ha prevalecido frente a los planteamientos ideológicos… Aunque, eso sí, ya se encargarán ellos de terminar de borrar la historia -su historia- con las reformas educativas o de memoria histórica que hagan falta.

En ABC, la presenta del PP madrileño escribe sobre algo parecido. El largo artículo semanal de Esperanza Aguirre se titula en esta ocasión La responsabilidad del PSOE. En él elogia a la vieja guardia socialista por criticar la postura actual socialista frente al independentismo.


Esperanza Aguirre.

No sólo están mostrando con una rotundidad admirable su oposición a la independencia de Cataluña y a la ruptura de España, sino que están explicando con agudo sentido político cómo el llamado derecho a decidir» es una trampa porque sólo es una manera aparentemente amable de llamar a algo mucho más dramático: la secesión.

Se han unido así a los que, desde el primer momento, estamos denunciando que el argumento, que parece muy razonable, de «que me dejen ser lo que quiero ser», introduce la quiebra total en el sujeto de la soberanía nacional, que ningún país puede tolerar.

Añade:

Es tan evidente la trampa encerrada en ese angelical «derecho a decidir» que puede parecer superfluo explicar las razones de por qué no se puede aceptar. Sin embargo, los políticos tenemos la obligación, a veces aburrida, de luchar por lo que es evidente, aunque sea triste tener que explicarlo, y debemos repetir una y otra vez nuestros argumentos. Y para mí es un motivo de satisfacción que el núcleo duro de lo que fue el PSOE de la Transición haya levantado la voz para unirse a los que no podemos aceptar que la soberanía nacional se quiebre y se rompa en trocitos.

Esto es lo que dicen los que crearon el socialismo español contemporáneo, los que acabaron con las nostalgias del exilio, los que renunciaron a los rencores del pasado, los que rechazaron el marxismo como brújula ideológica de su partido. Y mientras ellos, que son los padres fundadores del socialismo moderno, descalifican la deriva separatista de Cataluña, los socialistas catalanes de hoy dan su apoyo activo a los secesionistas para que se pueda ejercer ese «derecho a decidir».

Concluye:

«Tonto útil» es la expresión que acuñaron los comunistas soviéticos para designar a aquellos ciudadanos occidentales, sobre todo intelectuales, que, por buena voluntad o por ignorancia, defendían o justificaban las tropelías que perpetraban en la URSS o en los países que sojuzgaban. Pues bien, ahora hay que reconocer que, efectivamente, los socialistas catalanes de hoy se han convertido en los mejores «tontos útiles» del nacionalismo.

Sin salir del diario madrileño de Vocento nos encontramos con Ignacio Camacho, que firma Amnistía mortal:

Aunque la desaparición de la violencia represente un enorme avance práctico, el escenario post-terrorista permanecerá moralmente contaminado hasta que se resuelva la batalla de la memoria, que es la última pendiente después del sufrimiento. Ésa no se puede empatar; la tiene que ganar la democracia y por ahora no lo está consiguiendo. Hay una natural tendencia acomodaticia a dar por bueno un resultado conformista, a permitir que los batasunos establezcan su propio relato histórico y disuelvan la ignominia en un pragmático olvido.

Añade:

Hay que decir con tristeza que lo están logrando, que cada día que pasa ocupan más territorio moral e imponen su discurso trucado. Que el dolor de las víctimas cada vez cuenta menos, que su trayectoria de sacrificio se diluye en un convenio tácito de pragmatismo pactista. Y que una sociedad indiferente, agobiada por los problemas de la crisis, les está otorgando a los etarras reconvertidos esa suerte de salvoconducto de nacionalización democrática que los indulta por conveniencia de su pasada complicidad con los verdugos.

Concluye:

Esa falsa reconciliación sin premisas va camino de constituir un fracaso ético que resquebraja en silencio la cohesión democrática global de la nación. Ayer el exministro Belloch recordaba aquí, a propósito del conflicto catalán, que ETA mató por la autodeterminación sin conseguirla. Pero ha obtenido el poder, y por adelantado, a cambio de dejar de matar. Sólo faltaba que la autodeterminación se la acabásemos regalando de rebote.

Terminamos en La Razón, en cuya contraportada Alfonso Ussía firma La actividad política:

Los presos etarras están en la cárcel por sus «actividades políticas». Ahora, quizá para adelantar en su pretensión de ser perdonados reconocen que «su actividad política causó daños».

No se me antoja actitud cercana al arrepentimiento. Asesinar a casi mil inocentes, amputar la vida y el futuro de sus casi mil familias y dejar en la cuneta a decenas de miles de heridos es algo más que una «actividad política» que ha causado daños. Prefiero la sinceridad del criminal que no se arrepiente al cinismo semántico de los que quieren aparentar su cargo de conciencia con juegos de palabras deleznables.

Dice:

Los soplos gallináceos -el faisán es una gallinácea- han sido juzgados, aunque sus principales responsables, los políticos que en su actividad política -ahora sí-, ordenaron a los comisarios Pamies y Ballesteros que dieran un chivatazo a la ETA, no se han sentado en el banquillo. Todos sabemos quiénes son. El que era Presidente del Gobierno y el que era responsable máximo del Ministerio del Interior, que se han ido de rositas. El día que De Juana Chaos, Josu «Ternera» y el enfermísimo Bolinaga recuperen su «hábitat» natural, es decir, la cárcel, no habrá español bien nacido que no lo celebre con un brindis especial.

Añade:

Y no causaron daño, sino horror, desesperación, asesinando también a un amplio sector de la sociedad. No a toda la sociedad, que es sabido que la «actividad política» de la ETA tuvo, tiene y tendrá apoyos de muchos, demasiados indeseables. No han pasado tres semanas desde que el presidente de los socialistas vascos definiera a los terroristas etarras de «soldados» y pidiera que sean puestos en libertad. Rubalcaba no ha pedido su inmediata dimisión y su expulsión del PSE.

Sigue:

Peor. Los que interpretan que asesinar a mil inocentes con bombas, disparos en la nuca y en la soledad angustiosa del secuestro fue una «actividad política» hoy gobiernan en diputaciones y municipios de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava e incluso ¡Navarra! Y partidos políticos de la izquierda española apoyan con sus votos sus propuestas y mociones.

Concluye:

Por mi parte, espero que jamás se perdone a los asesinos que actuaron políticamente con tan sanguinario poder. No les deseo ningún bien, porque su bien no es el de la normal gente buena. Que envejezcan en la cárcel, o que se mueran en ella y que nos dejen en paz.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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