OPINIÓN / Afilando columnas

Hermann Tertsch: «Aún resuena la exigencia del napoleoncito Pepiño Blanco en un mitin reclamando que cierren la televisión valenciana»

Ignacio Camacho compara ex presidentes: "A Zapatero le ha bastado con permanecer quieto y callado para parecer mejor de lo que era cuando gobernaba"

Kiko Méndez-Monasterio: "Deshacernos de las teles de propaganda no es tan grave. Hace muchísimo que lo mejor que le podía pasar a Chanquete era morirse"

Allá por 1969, Karina cantaba aquello de: «Buscando en el baúl de los recuerdo, uuuh, cualquier tiempo pasado nos parece mejor». 44 años después eso es lo que les debe de ocurrir a dos ex presidentes del Gobierno, Aznar y Felipe González, encantados de conocerse a sí mismos y que presentaron sendos libros el mismo día. Aunque, para ser sinceros, el periodo que a cada uno de ellos les parece mejor coincide con aquel en el que habitaban en La Moncloa. El jardinero de bonsáis a tiempo parcial reconvertido en diseñador de joyas y el ex jefe del Ejecutivo que sustituyó su abdomen por una tableta de chocolate ocupan una parte importante de los espacios de opinión de la prensa de papel española. Compite con ellos el cierre de Canal 9. Tocamos una vez más nuestra armónica y comenzamos a afilar las columnas de la jornada.

Empezamos en esta ocasión en El Mundo, donde Santiago González publica Trilogía.


Santiago González.

Los tres ex presidentes vivos que aún permanecen activos han publicado libros en este mes de noviembre: Aznar y Felipe González, ayer. Lo de Zapatero que se presentará el día 26 no son unas memorias, según dice, sino un libro de Economía, una crónica del vértigo que lo arrastró 600 días hacia el final, y por eso me parece el más admirable de los tres. Por ese afán de escribir sobre materias que se desconocen

Añade:

Aznar expresó a los periodistas: «A mí, lo que me preocupa de Rajoy es que tenga las ideas claras», dijo, sin que el descubrimiento de su preocupación le lleve a pensar: «Me equivoqué con el delfín». El aparato de Génova estuvo ausente casi en su totalidad.

Felipe es mucho más florentino y se da maña para envolver la daga en el halago y, lo que es aún más consolador, a acompañarlo de un pellizco de monja al adversario: resulta que Rubalcaba, la mejor cabeza de España, tiene una crisis de liderazgo, no se puede tener todo al mismo tiempo. Claro que Rajoy no lo ha tenido nunca.

Concluye:

También cabe preguntarse si la crisis es pasajera y en cualquier momento podemos volver a Rubalcaba remozado y repleto de carisma. Si la crisis es definitiva, habrá que ponerse a buscarlo en sitios insospechados: Chacón, López, Madina, ¿Talegón?

González comparó a los ex presidentes con los jarrones chinos que ocupan mucho y nadie sabe dónde ponerlos. Ellos mismos han ocupado el centro de la salita y no queda espacio para casi nada más.

Pasamos ahora a ABC, donde Ignacio Camacho escribe sobre la misma cuestión. Titula Fondo de armario:

En Estados Unidos los expresidentes fundan su propia biblioteca. En España intentan nutrir las de los demás con libros en los que se retratan ante la Historia por el perfil más favorecido.

Añade:

A Zapatero le ha bastado con permanecer quieto y callado para parecer mejor de lo que era cuando gobernaba; sin nada que romper a su alcance puede parecer incluso una persona sensata. En los casos de González y de Aznar resulta obvio que el tiempo ha agigantado sus estampas al difuminar los contornos más ásperos con una pátina de olvido, pese a que ambos ceden a menudo a la tentación de una soberbia doctrinal en la que se adivina un poso de nostalgia.

Concluye:

Ocurre que los dos jarrones chinos, por muy amortizados que se encuentren, lucen con demasiada intensidad en unas estanterías repletas de enseres vulgares como son las de la escena pública española. El problema no es que tanto que no puedan volver como que no hayan surgido después líderes de su mismo rango; el PSOE incluso está a punto de ir a buscar a uno en la guardería. La nomenclatura vigente está superada por una crisis de proporciones descomunales, ante la que nos hemos quedado desabrigados y a la intemperie por falta de fondo de armario.

Seguimos en el diario madrileño de Vocento para cambiar del tema y lanzarnos a las columnas dedicadas al cierre de la televisión pública valenciana. Hermann Tertsch comenta este asunto en Koetsler en Valencia. Arranca con un dato erudito:

Cuenta en sus memorias Artur Koestler los problemas que tenían siempre los agentes del Komintern para convencer a los comunistas de Europa occidental de los cambios de estrategia del PCUS, es decir de los cambios de humor de Stalin. Sucedía con frecuencia. Cuando se tenía a los cuadros comunistas bien entrenados y adoctrinados en una verdad, llegaban órdenes de Moscú de defender la verdad opuesta.

Añade que esa capacidad de cambiar de opinión fue algo que parece que los comunistas enseñaron «a la izquierda española en general»:

Prueba de ello es ese gracioso espectáculo de toda la oposición valenciana en devota procesión en defensa de «su Canal9». De una televisión, cuyo cierre piden a gritos desde hace años. Aún resuena la enérgica exigencia de aquel pequeño napoleoncito de Pepiño Blanco en un mitin en Alicante. «Cuando hablan de austeridad, que lo cumplan y que cierren la televisión valenciana». Era el 22 de enero del 2011. Grandes aplausos cosechó el ministro de Zapatero con su arenga contra una televisión superflua y despilfarradora. ¡Qué lejos entonces de estas escenas ternuristas en las calles de Valencia!

Continúa:

Ahora Canal9, la televisión a la que esa tropa lleva lustros vilipendiando y saboteando, es el faro irrenunciable de las esencias espirituales valencianas. Dicen ahora y de momento. Porque muchos la quieren convertir en repetidor de TV3. No han necesitado un congreso de intelectuales antifascistas para consumar el giro de 180 grados con el cinismo que imponía el Komintern con Willy Münzenberg. No vamos a recordarles aquí a nuestros heroicos defensores del Canal9, reconvertido en ridículo Stalingrado televisivo, todos los pasos que han dado los sindicatos para hacer inviable aquella televisión.

Concluye:

La izquierda española parece haber perdido, arrollada y pervertida por el zapaterismo, toda ambición de integridad intelectual y honradez dialéctica. La agresiva reacción a su impotencia ante los retos de los actuales tiempos, la hace hundirse atrincherarse en sus mecanismos de lucha de los años treinta del siglo pasado. Una lucha primitiva que se nutría, en época de Koestler, de la magia de la verdad total impuesta, el odio al enemigo de clase y la violencia. Podría ser el último coletazo en una deseable extinción de las formas más primitivas de la izquierda que subsisten aquí. Pero el trance es muy peligroso.

El periódico que ya no trae miga, La Gaceta, lo que sí tiene es una columna en contraportada de Kiko Méndez-Monasterio en la que se refiere a los Hijos de la tele.

Todavía nos impacta el cierre de una televisión pública porque somos criaturas de otro siglo, y el aparato era el lar de nuestra infancia, por eso es el único culto religioso que practica Homer Simpson. Nuestra generación estaba tan reglada por los programas de TVE que a veces, por la noche, dependía de la aparición de un rombo el que nos fuéramos a la cama felices o maldiciendo nuestra corta edad con esa amargura infantil, tan dramática.

Denuncia la fuerte carga ideológica a la que se nos sometía a los infantes en los tiempos en los que sólo existía la televisión pública:

Los programas infantiles de la Movida se desarrollaban con guiones que habría firmado el propio Yuri Andropov, y por si no fuera suficiente con la producción propia también importaron una serie llamada ‘Érase una vez el Hombre’, esos dibujos donde aparecía un tipo con barba que nos explicaba muy pacientemente que los españoles habían sido gente muy cruel en la historia, casi tanto como los cristianos, y que los que de verdad molaban eran los aztecas y las brujas. Si alguien quiere bucear en los orígenes de eso que se llama el complejo conservador, o descubrir por qué tenemos tan asumida la Leyenda Negra, sólo tiene que revisar unos cuantos capítulos, cuya tesis ideológica no difería mucho de la que se colocaba en los colegios. Entre otras cosas porque ningún profesor se atrevería a contradecir a la mismísima RTVE, que tenía más autoridad de la que nunca gozara el Movimiento.

Concluye:

En fin, que con la televisión pública han educado a buena parte de la generación mejor preparada de la historia -o eso dicen, como del príncipe- y por eso genera cierto ‘shock’ descubrir que hay que empezar a cerrarlas. Dejando a un lado el drama laboral -que nos afecta a todos- hay que asumir que lo de deshacernos de las teles de propaganda no es tan grave. Hace muchísimo que lo mejor que le podía pasar a Chanquete era morirse.

Tomamos ahora el puente aéreo para ver lo que escribe en director del auto proclamado diario ‘de la Catalunya real’. Enric Hernàndez arranca su artículo en El Periódico, Canal 9 y TV-3: cinco diferencias:

Amigos residentes en Madrid, pero ajenos al pensamiento único allí imperante me preguntan por qué la prensa catalana presta tanta atención a la demolición de Canal 9 pero renuncia a diseccionar sus similitudes con TV-3.

No se lo pierda usted, estimado lector, el director –aunque por aquel entonces él no estuviera en El Periódico– de uno de los 12 diarios que se pusieron firmes ante la Generalitat y publicaron un editorial conjunto denuncia el supuesto «pensamiento único» imperante en Madrid. Nada, se ve que las diferencias editoriales en los medios catalanes son mayores que las que puede haber entre El País y La Razón, o La SER y esRadio, por poner dos ejemplos.

Ofrece, tras una acusación de «desconocimiento» sobre las televisiones autonómicas al conjunto de los madrileños, cinco supuestas diferencias entre el canal valenciano y TV-3. Nos quedamos, por lo que a este humilde lector de columnas le parece una especialmente evidente negación de la realidad, con dos de ellas:

3.- Si el socialista Joan Lerma gobernó con puño de hierro Canal 9, Eduardo Zaplana (PP) dobló la apuesta de la propaganda informativa, mientras la redacción de TV-3 conquistaba una envidiable autonomía editorial compatible con unos salarios ahora sujetos a discusión.

4.- La puerta giratoria entre el PP y Canal 9 no se limitó a los cargos políticos; también afectó al reparto de prebendas y comisiones, como refleja el sumario del caso Gürtel. Las productoras que copan la programación de TV-3 carecen de (nítidas) vinculaciones partidistas.

Cuando usted, estimado lector, deje de reirse puede seguir leyendo. Lo peor es que Hernàndez o bien se cree lo que escribe o bien piensa que sus lectores se lo pueden tragar. TV-3, como puede comprobar quien vea cualquiera de sus programas, no es precisamente un ejemplo de independencia frente al Gobierno de la Generalitat.

Destacar como algo positivo que TV-3 deba tan sólo 7,5 millones de euros. Es cierto que es mucho menos que los 1.200 millones de Canal 9, pero tampoco es una tontería.

Concluye:

Dicho esto, el riesgo de que se utilice TV-3 en beneficio de los intereses ocultos de grupos privados no está, ni de lejos, conjurado.  Atentos.

¿Estará pensando en cierto Grande de España metido a independentista catalán? Por cierto, hace poco el redactor jefe de Periodista Digital, Luis Balcarce, nos preguntaba si sabíamos el nombre de algún rey godo.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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