OPINIÓN / Afilando columnas

Ussía: «El Astérix actual es un pelmazo, como si lo hubiera creado Juan Luis Cebrián entre ERE y ERE en colaboración con Alicia Sánchez-Camacho en sus peores momentos»

David Gistau comenta 'España contra Cataluña': "Si se apegan al rigor, apenas podrán usar un memorial de goles en fuera de juego concedidos al Real Madrid en los clásicos"

Ussía: "El Astérix actual es un pelmazo, como si lo hubiera creado Juan Luis Cebrián entre ERE y ERE en colaboración con Alicia Sánchez-Camacho en sus peores momentos"
Alfonso Ussía. PD

El 10 de diciembre de 2013 fue para este humilde lector de columnas una jornada cargada de eventos lúdico-laborales periodísticos y gastronomía con una fuerte presencia del garbanzo: comida de navidad con el resto del equipo de Periodista Digital en la que disfrutamos de un excelente cocido y copa en la tarde-noche ofrecida por The Objective en la que ofrecieron unas excelentes tapas de hummus. Todo ello, eso sí, sin dejar de lado nuestras obligaciones profesionales. Y en esto último seguimos un día después. Tras hacer sonar, una vez más, nuestra armónica de afilador, pasamos a repasar lo más destacado de los espacios de opinión de la prensa de papel madrileña y barcelonesa del 11 de diciembre.

Arrancamos con una breve escapada a la Ciudad Condal, donde volveremos más tarde. El diario del conde de Godó y Grande de España afronta un relevo en su cúpula periodística. José Antich deja la dirección de La Vanguardia, algo de lo que han informado varios medios pero no el rotativo en el que se produce el cambio. Le sustituye Màrius Carol. Este humilde lector de columnas esperaba que en su artículo de esta jornada, Antich optara por un texto en el que se despidiera de sus lectores e incluyera las previsibles fórmulas de agradecimiento a la empresa por haber confiado en él durante los últimos años. Nuestras expectativas no se han cumplido.

El director saliente ofrece uno más de tantos artículos ‘naif’ dedicados al ex presidente sudafricano recientemente fallecido, titulado Si Mandela lo viera.

El puente aéreo nos trae a Madrid, y en la contraportada de El País nos encontramos con Elvira Lindo y su artículo sobre la Constitución.

Dado que ha cundido la idea de que si no se cambia la Constitución el país se hunde, y esto es algo que ya ha llegado a la boca del ciudadano, me gustaría saber cuántas personas de todas esas que han encontrado en este librillo de artículos la causa de todas nuestras desdichas, cuántas personas, digo, se han leído la dichosa carta magna. ¿Se la han leído todos los columnistas que de manera tan vehemente defienden una nueva edición? Quiero creer que los políticos sí, pero ¿se la han leído los tertulianos?, ¿se la saben los que afirman que se ha quedado caduca, que fue el fruto de una España predemocrática?, ¿se la ha leído usted y por eso parece tener las ideas tan claras? Yo la tengo ahí, esperando entre el montón de libros que me quedan por leer. Y lo que suele pasar, que no veo el momento.

Al menos, el afilador de columnas sí puede decir que sí se ha leído la vigente Constitución Española. De hecho, en lo que es una confesión de friísimo, reconoce que también se ha leído entera de la 1812, partes de la de la II República y entera de Estados Unidos (enmiendas incluidas, además de la Declaración de Independencia, en la edición en español e inglés de ambos textos publicada por el Cato Institute —La Declaración de Independencia y la Constitución de los Estados Unidos. Edición bilingüe –).


John Müller.

Saltamos ahora a El Mundo. Uno de los mejores periodistas económicos de España, John Müller, escribe sobre Austeridad salarial sólo para la galería.

Este año, el estudio [del Instituto Nacional de Estadísitca] indicó que el salario bruto medio en el sector público es un 46% más alto que en el privado (2.446 euros en el Estado frente a 1.673 euros en el sector privado) y que ya es una leyenda la creencia de que en cualquier Administración se cobra menos a cambio de la seguridad que ofrece la inamovilidad. De hecho se cobra más.

Aunque los salarios públicos llevan cinco años congelados, todo indica que el ajuste en el sector privado ha sido de lejos más potente y eficaz que en el público. De hecho, aunque el Gobierno se ha fijado remuneraciones tan bajas que no resisten una comparación con países de nuestro entorno, en las empresas públicas están los deciles salariales más altos. Y no es raro que altos asesores del Gobierno reciban compensaciones a sus sueldos bajo la forma de dietas de consejos. O sea, los políticos no cobran mucho, pero sí lo hacen sus protegidos, lo que evidencia una austeridad que sólo es de cara a la galería.

Concluye:

En la Administración, además, lo habitual es remunerar bien algunas tareas que no aportan valor añadido (tareas manuales o administrativas de poca complejidad), una de las singularidades de nuestra economía que acaba desvirtuando las tareas que realmente sí añaden valor.

Seguimos en el diario de Unidad Editorial, en el que Victoria Prego publica Acción infame, una columna dedicada al simposio pseudohistórico titulado ‘España contra Cataluña’ y a la reacción ante el mismo de los partidos no nacionalistas.

Por supuesto que no se ha suspendido, como esperaba con notable miopía, hasta el último instante, el Partido Popular en Cataluña. El simposio está pensado para nutrir de argumentos a los independentistas y para provocar la animadversión hacia España en aquellos que todavía no hayan caído en las redes del nacionalismo radical.

Añade:

Este es el acto más ofensivo hacia España que la Generalitat haya hecho en todo este tiempo de ofensas constantes y de una hispanofobia alimentada con tenacidad desde hace más de 30 años a través de los colegios y de la propaganda oficial, siempre quejosa, siempre ofendida, a pesar de que nunca en su Historia Cataluña ha tenido más libertad, más autogobierno y más respeto a su específica identidad. Mucho más que el resto de las comunidades.

Anuncian que van a hacer un repaso a todo lo malo que han recibido de eso que ellos llaman España y que seguramente se referirá a los sucesivos gobiernos. ¿Y lo bueno, dónde se cuenta y se enumera lo bueno?

Concluye:

El daño que están haciendo los independentistas de CiU a su propio pueblo es de dimensiones incalculables. Y, además de haber vuelto a dar oxígeno al partido que sistemáticamente fracasa en sus pretensiones de separar a Cataluña de España, con actos como éste pueden incluso conseguir lo que no han conseguido hasta ahora, por más que ellos lo hayan agitado en su victimismo visceral: que ante su demostrada hispanofobia se acabe alzando una catalanofobia que, mal que les pese a ellos, nunca existió en España. El simposio va a ser todo lo infame que UPyD, Ciutadans y, por fin, el PP han denunciado ya.

Sobre el mismo seminario escribe David Gistau en ABC. Titula La leyenda negra.

Por una parte, compadezco a los autodenominados historiadores del simposio «España contra Cataluña», sobre todo si en ellos queda un ínfimo residuo de honestidad intelectual aún no neutralizado por la predisposición militante y endogámica (…) Vaya, que ganarían tiempo y calidad encargando directamente su ficción a un par de guionistas de la HBO que deberían procurar no excederse con dragones y elfos.

Dice de los «honorables pensadores del simposio»:

Si se apegan al rigor, apenas podrán usar un memorial de goles en fuera de juego concedidos al Real Madrid en los clásicos.

Concluye:

Lo más perverso es que esta invención histórica no puede consumarse sin machacar, en lo reciente, un ciclo evolutivo en el que España, incluida Cataluña, se transformó en una nación de la Europa contemporánea. Y ese ciclo ya estaba peligrosamente amenazado por las consecuencias políticas de la crisis, cuando hasta la soberanía le es discutida al Parlamento, cuando se habla de los partidos de poder como de otra dictadura de la que hay que salir, así sea convocando a personajes redentores de extramuros para que se apoderen de un escenario vaciado por el nihilismo. Si meten elfos, ojalá que el simposio inspire película, con españoles tortuosos, malos y renegridos como los de aquella superproducción isabelina en la que salía Cate Blanchett, divina siempre.

También en el diario madrileño de Vocento, Melchor Miralles carga desde el título contra un ministro. En concreto, ese que a uno le hace plantearse hacerse con una buena ristra de ajos y un frasquito de agua bendita si tiene que ir a un lugar en el que se sabe que el miembro del Gobierno en cuestión. Titula Montoro, insoportable.


Cristobal Montoro.

Definitivamente, se ha retratado. En la efeméride de la Constitución, la nuestra, la que se pasan casi todos por el forro sin rubor, Montoro va y se quita la careta: aseguró en público que el problema de los altos cargos de Hacienda es que eran una manada de socialistas. Da igual, incluso, que a muchos de ellos los hubiera nombrado él mismo. Lo serio, lo inaceptable, es el concepto que tiene Montoro de lo que debe ser el Ministerio de Hacienda.

Añade:

Lo que está sucediendo en Hacienda es que el Gobierno incurre en intromisiones descaradas en un organismo que en cualquier país serio debe ser inmaculadamente neutral. Montoro, o sea, Rajoy, ante las discrepancias radicales de forma y fondo de los funcionarios con la jefatura política, está adoptando las decisiones siempre en contra de los criterios profesionales, para garantizar el control político.

Concluye:

Y en estas va Montoro, que está jodiéndoles la vida con sus impuestos confiscatorios a los autónomos y empleados, o sea, a los que pagan sin defraudar, limitándoles hasta lo insoportable la posibilidad de desgravar ni la línea ADSL con la que curran, en estas, digo, se arranca Montoro y suelta, con un par, que ha hecho limpia en su equipo porque estaba lleno de socialistas. ¡Qué poca vergüenza! El control y abuso que este Gobierno está haciendo de Hacienda es impropio de un Estado democrático y de Derecho. Los funcionarios, más aún los de Hacienda, deben ser eso, funcionarios al servicio del Estado, no sicarios obedientes al Ejecutivo de turno. Montoro no debería seguir un segundo al frente del ministerio, y es obligación del presidente, Rajoy, poner coto a tanto desmán. O se tendría que ir él también.

Pasamos ahora a La Razón , donde Alfonso Ussía titula Entierro. El afilador de columnas ha de confesar que, al leer esa palabra, le entró una tremenda pereza, al pensar que estaba ante otro texto sobre Mandela. Eso sí, se consoló que al menos no se trataría del típico texto políticamente correcto donde se santificaba a un hombre que tuvo muchas cosas admirables pero también otras deleznables, como su simpatía por terribles tiranos como los hermanos Castro. Pero no, el nieto de Pedro Muñoz-Seca escribe sobre un tema muy distinto, y que nos ha sorprendido. Su artículo está dedicado a Astérix y Obélix.

Somos decenas, por no escribir centenares, los millones de personas en el mundo que queremos a Astérix y Obélix. Hay que enterrarlos. Han muerto.

No vamos a entrar a fondo de un artículo realmente recomendable para cualquier aficionado a los irreductibles galos que tantos buenos ratos nos han hecho pasar a muchos. Pero sí queremos destacar unas frases dedicadas al nuevo libro protagonizado por el pequeño bebedor de poción mágica y su grandote amigo portador de menires:

El Astérix capado de Uderzo mantenía el sabor de uno de sus autores. El actual es un auténtico pelmazo. Como si lo hubiera creado Juan Luis Cebrián entre ERE y ERE en colaboración con Alicia Sánchez-Camacho en sus peores momentos.

Concluye:

Me daré el pésame a mí mismo, y posteriormente, como hacía Umbral en los inviernos de su «dacha», lanzaré al estanque más próximo a mi casa el cuaderno de «Astérix y los Pictos», la gran traición consumada a cambio de un oro que no sirve, porque a partir de ahora, no engañará a nadie. Descansen en paz Astérix y Obélix.


Joan Barril.

Para terminar nuestro repaso diario a los espacios de opinión volvemos a Barcelona, en concreto al auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. El periodista-intelectual orgánico de Unió y hombre de Duran i Lleida en El Periódico, Joan Barril titula Política de canódromo.

El conejo de trapo ha dejado los canódromos y se ha instalado en la política propia de los países sin ideas. Ahí están, por ejemplo, las promesas que Rajoy se sacó de la chistera y que en el fondo nos han llevado a una sociedad fracturada y desesperanzada. El pensamiento reaccionario español prefiere siempre una mentira de los suyos que las lúcidas advertencias de los contrarios. El pensamiento progresista, por el contrario, no perdona a sus representantes el más mínimo error. Para el votante de izquierdas el conejo que ejerce como líder no es de trapo sino de carne y hueso. Y basta el más mínimo resbalón para que sus partidarios le devoren. El canódromo de la derecha está lleno de monumentos con pies de barro, mientras que el de la izquierda suele mostrar los cadáveres de unos líderes concebidos para usar y tirar.

Todo un análisis acertado, si no se tiene en cuenta la realidad. La izquierda no es más crítica con sus líderes que la derecha. Por cierto, que el democristiano más conocido en el lujoso hotel Palace de Madrid es también de derechas, socialismo de derechas pero derechas al fin y al cabo. Como el PP, para qué engañarnos. El truco es que para Barril, CiU no entra en la categoría de «español».

Pero en el canódromo catalán también hay desasosiego y perplejidad. Se preguntan: ¿dónde está el conejo? Porque sin conejo de trapo no se puede avanzar. Algo tan simple como una pregunta se ha perdido en las arenas movedizas del futuro. Centenares de miles de personas llenaron las calles y los líderes del soberanismo llamaron a ese clamor el derecho a decidir. Pues no, clamaron las autoridades del canódromo. El conejo de trapo no tiene ni fecha ni pregunta y la sensación del ridículo empieza a anidar entre tanta gente que, como en el romance del Cid, exclaman: «¡Que buenos vasallos seríamos si tuviéramos buenos señores!».

No deja de ser curioso que un nacionalista catalán recurra a citar una de las grandes obras de la literatura castellana, el Cantar de Mío Cid. Cosas de la españolidad, suponemos.

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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