En Nochebuena y la tregua obligada en los asuntos humanos alcanza incluso a los columnistas más aguerridos. Por eso Pilar Rahola instruye a sus lectores sobre la necesidad de resguardar a los niños del comercio y la publicidad. Se lo podría decir a los profesores y periodistas que sacaron a menores a proclamar su odio a España el pasado 11-2. Y Rosa Montero, en El País, nos propone que nos unamos a una «plataforma solidaria» llamada Teaming, donde se practica
«Una solidaridad horizontal y nada paternalista»
¿Tiene usted dudas de si la solidaridad, la caridad o la beneficencia que usted practica es o no paternalista? Pues fíjese en la que hace su vecino progre o su columnista de guardia progre. Incluso cuando hacen buenas obras, los progres no pueden evitar dar un cachete a quienes no son como ellos de buenos y sacrificados.
A Edurne Uriarte le enfada que las editoriales españolas se vuelquen en publicar libros como el de Belén Esteban mientras que los ensayos son rechazados. La industria editorial hoy
«Sólo permite escribir a los ricos o a los héroes sacrificados.»
¿No había que democratizar el acceso a la cultura y tal y tal y tal?
Los columnistas, sobre todo los varones, no se sienten igual de atraídos por esos sentimientos de hermandad y paz. Por fortuna, porque el periódico nos tiene que durar dos días.
La decadencia ideológica de la izquierda se manifiesta en sus ideas y principios, mutables y cambiantes como las mareas. Aquí las encuestas hacen el papel de las fases de la Luna. Juan Carlos Girauta en ABC recuerda que la regulación del aborto que ahora le parece execrable a los socialistas fue la que ellos aprobaron y con la que gobernaron hasta 2010.
«Esta vez Rubalcaba, que no tuvo mayor problema con la regulación por supuestos de Felipe González, en la que se espeja la próxima normativa, hasta que Zapatero le contó que abortar era un derecho. Ahora tiene por peligrosos tipejos de extrema derecha a quienes defienden lo que a él le parecía bien.»
El País cede su principal página de opinión a un tal Jonás Fernández, –España está por reformar– cuyo principal mérito es que es director del Servicio de Estudios de Solchaga, Recio & Asociado, la consultora del ex ministro socialista Carlos Solchaga, para contarnos las reformas que España necesita: política energética e industrial, educación, fiscal…
Bueno, pero ¿no dijo su jefe, Carlos Solchaga, que España era el país donde más fácil era hacerse rico? ¡Que nos acordamos…!
Concluyamos con una columna de las viejas glorias que todavía pululan por la prensa española. Jaime Peñafiel da un lametón ansoniano a Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, y a quien lo nombró, claro –Rafael Spottorno, lo mejor de esa Casa-. ¡Jaime, que ya no estás en edad! Siguiendo el estilo del maestro de periodistas, la columna empieza con la persona que mejor conoce el columnista: él mismo.
«El día que nombraron a Rafael Spottorno Jefe de la Casa de Su Majestad, yo me permití felicitar más al Rey que al ilustre diplomático, por el acierto de la elección del sustituto de Alberto Aza, otro diplomático que, durante diez años, estuvo en el cargo, actuando más como fontanero de La Moncloa que fue en vez de responsable de La Zarzuela que era.»
Joan Tapia, ex director de La Vanguardia, hace de embajador del catalanismo en Madrid para los lectores de ElConfidencial, –La alarma de Joan Rosell– tratándoles de explicar que todos los planes, deseos, exigencias e insultos de Artur Mas y su banda están justificados. En su columna de hoy, que glosa la entrevista de ayer en El Mundo al presidente de la CEOE, Juan Rosell, difunde uno de los tópicos políticos más repetidos desde la Transición, por culpa de Adolfo Suárez, al que encima elogia:
«Como diría el incombustible y democristiano Andreotti, el PP ha logrado dos mayorías absolutas en un país de centro-izquierda (no está mal)»
Los catalanes existen desde el principio de los tiempos y España es de centro-izquierda desde los Reyes Católicos. Con semejantes realidades inmutables (como los principios fundamentales del Movimiento) no sé para qué escriben algunos.
