Tertsch le pide al juez Pedraz que investigue los 400 asesinatos de ETA sin resolver
Gran parte de las columnas vienen monotemáticas. Casi todas tratan el tema catalán de una u otra manera, prueba de que en los despachos del poder que frecuentan nuestros columnistas les han dado permiso para hablar de él o les han mostrado que la cosa va en serio. Y lo malo es que a diferencia de Francia, Italia o Alemania, la izquierda española no quiere aparecer como la defensora de la unidad nacional.
En la Transición, los servicios de orden del PSOE y del PCE, se encargaban de retirar por las buenas o por las malas todas las banderas tricolores y rojas que los militantes o los simpatizantes llevasen a sus actos. Ahora, esa banderas tricolores y rojas son las únicas que aparecen en las manifestaciones a las que acuden los socialistas y los comunistas.
Jaime González (ABC) escribe sobre ese repelús que siente el PSOE por la bandera rojigualda (la única que ha sido aprobada por el pueblo en un referéndum) con motivo del último mitin de Elena Valenciano en Cataluña.
la E se ha convertido un engorro que en Ferraz y otros núcleos dirigentes de la formación se arrastra como una pesada mochila, casi infamante, por la absurda analogía que ha atribuido la exhibición de la «roja y gualda» a ser de derechas, conservador, carca, cavernario, retrógrado, facha o cualquier otra simpleza escrita en el libro de instrucciones del progre de manual. Anteayer «la niña republicana» -como diría Haro Tecglen, el de «Se nos murió el capitán…»- acudió a un pueblo de Barcelona a dar un mitin como cabeza de lista del PSOE para las elecciones europeas. Bandera de la UE y señera junto al atril y cuidadosa ocultación de la enseña nacional, como si, dando la razón a Mas y Junqueras, aquello no fuera España. Los arrumacos finales de la candidata a la bandera azul y a la cuatribarrada quizá sean la metáfora del afecto real de parte de dirección socialista por España, cuyo símbolo (consagrado en el artículo 4 de la Constitución) esconde sistemáticamente, enterrando de paso la memoria de aquel socialismo cabal y desacomplejado de antaño al que ser español no le parecía un insulto.
Juan Carlos Girauta (ABC) se detiene en otro aspecto de la campaña del PSOE, que ya se ha hecho habitual en los últimos años: las dos Españas, en este caso por el aborto.
Sus compañeros no lo han visto del mismo modo e, incomprensiblemente, quieren que doña Elena Valenciano se ocupe del paro. ¡Del paro! Qué excentricidad. Mucho más larga que todos sus conmilitones (…) la candidata estaba simplemente aplicando el bálsamo de Fierabrás del socialismo español: trátese la contienda del tema más dispar, atañan los comicios al ámbito que fuere, hay que volver a las dos Españas, revisar los tópicos más cansinos, escoger uno particularmente bueno para la demagogia y colocar una raya bien gorda entre los votantes, con ellos a un lado y la derechona al otro… y adelante con los faroles. En realidad, la fórmula mágica es más homérica que cervantina: convierte en cerdo al prójimo, al modo de Circe. Una vez animalizado quien no comulga con las consignas que suplen todo pensamiento genuino, discurso o matiz, regresa en 3D, y con un formidable colorido, la España que ya solo existe en la memoria de los últimos miembros del Batallón Abraham Lincoln, de las Brigadas Internacionales, cuando se reúnen a tomar una cerveza en Tulsa recordando Albacete. Seguir explotando las dos Españas a estas alturas del futuro tiene bemoles, y un enorme y perverso mérito.
El comentario irónico lo aporta Martín Prieto (La Razón):
Las europeas del 25 de mayo están siendo adelantadas y sobreactuadas por la izquierda como si fueran una primera vuelta de las legislativas. Y eso que el PP carece de prisas por designar su lista y su cabeza. Así, la pobre Elena Valenciano ha de rebatir en sus mítines lo que se supone opina un ectoplasma que no se ha materializado.
Como vemos, si no hay ectoplasma, la Valenciano lo invoca.
Las obsesiones de la izquierda: bandera mala, ‘camellos’ buenos
¿Y qué se dice en el periódico que hasta ahora era portavoz del PSOE, El País? Miguel Ángel Aguilar (El País) resume la estrategia del PP para las elecciones europeas en algo tan primario como el envolvimiento en la bandera nacional.
Falta la lista, pero hay programa: envolverse en la bandera nacional y proclamar que el PP es el único que garantiza la unidad de España. De modo que de Cataluña pueda venirles el triunfo con grave daño resultante para las instituciones.
Que el bueno de Miguel Ángel me perdone, pero creo que lo mejor que puede hacer el PSOE para arrebatar la bandera de la bandera al PP es llevar como su bandera la bandera a sus mítines. Sencillo, ¿no?
Pero nuestros progres tienen una manera muy rara de aplicar la razón a la realidad. Lo vemos en la columna de Rosa Montero (El País), que pretende ser alegre como la primavera que se columbra. Empieza doña Rosa a enumerar todas las cosas que le gustan (novios besándose, viejos con perros, bebés que gatean…) e incluye ésta:
Me gusta que el camello del barrio (un subsahariano) les dé migas de pan a los pajaritos (la vida es poliédrica).
Es decir, a Montero le gusta el delincuente con corazoncito. Dentro de unos meses, escribirá un lamento por algún niño muerto por una sobredosis de droga adulterada y clamará contra la indiferencia social abonada por el capitalismo, bla, bla, bla. Por cierto, ¿por qué añade que el vendedor de droga es un subsahariano, o sea un negro, ¿para que sintamos pena por él y disculpemos su delito?
Otro patinazo de Évole: ETA y el narcotráfico
Víctor de la Serna (El Mundo) se sorprende (no mucho, no voy a exagerar) por el último resbalón de Jordi Évole, que no quiso morder en la vinculación de ETA con el narcotráfico en su entrevista al periodista italiano Roberto Saviano.
El momento más evidente de pasar por encima fue ése en el que, justamente, Évole le reprochaba -muy suavemente- haber hecho apenas una mención de pasada a la implicación de ETA en el tráfico de cocaína. El intercambio fue curiosísimo: Saviano reconoció que lo había hecho en sintonía con aquellos en España que prefieren pasar de puntillas sobre el asunto: «La izquierda española no quiere decir que la banda terrorista trafica con cocaína. (…) Si dices que ETA trafica con droga, no puedes llegar a una forma de pacificación, porque no hay paz con los narcotraficantes». Y Évole dejó ahí el ponzoñoso asunto. Conclusión inevitable: no hay más remedio que concluir que Saviano, en su libro, y Évole, en su superficial interrogatorio, también están de acuerdo con la teoría de que el proceso de paz es lo importante, más importante que decir todo lo que se pueda saber sobre la otra actividad criminal de ETA.
¡Si hubiesen sido banqueros-cajeros colocadores de preferentes a jubilados analfabetos!
Y Alfonso Ussía (La Razón) apunta a algunos de los responsables de la hegemonia de la izquierda en los medios de comunicación.
En España, cuenta Maduro con algunos opinantes generosamente retribuídos mediante extrañas fundaciones. No hace mucho, la periodista Ana Pastor pretendió acogotar a la hija de Le Pen en una entrevista, y fue ella la acogotada. Con Pablo Iglesias, por ejemplo, que no ha desmentido la acusación de Alfonso Rojo de que cobra trescientos mil euros al año de Nicolás Maduro, Ana Pastor en lugar de preguntas le hubiera formulado besos. El estalinismo es inteligente. Acompleja del mismo modo que los separatismos. Hermann Tertsch no teme a su verdad, y ha opinado públicamente que Pablo Iglesias y Monedero, otro estalinista, nos llevarían a todos a la fosa común sin ningún problema. Pero ahí se mantienen, en el palmito, respetados, bien remunerados y plenamente aceptados. La cobardía de nuestros empresarios de la comunicación, que ponen el cesto para los huevos de todas las gallinas.
Dejemos a los progres y sigamos con Cataluña.
Rajoy, el Rey y La Caixa siguen sin creerse a Mas
Los columnistas de El Mundo que viven en Madrid no comparten el optimismo de Salvador Sostres sobre la conclusión del proceso catalán y la retirada de Artur Mas.
Por fin tras varios días de lirismo deshuesado, Raúl del Pozo aporta ideas en su columna de El Mundo: la violencia es casi inevitable, y por culpa de los catalanistas.
El problema no es el idioma, sino la conjetura, a ratos verosímil, de independentismo, enfermedad del sueño, suicidio ritual para Cataluña y para España. Me dicen que no. Habrá un otoño movido y después de las elecciones se llegará a una fórmula para evitar la ruptura. Pero el suicido y la utopía son contagiosos.
Como pensaba Edward Abbey, todos los seres humanos somos de la misma familia y a veces, el verdadero patriota es el que siempre está listo para defender su país de su gobierno. En este caso el peligro es el Gobierno de Artur Mas.
Lucía Méndez (El Mundo) nos regala un estudio psicológico de Mas y una descripción de la inmensa estulticia que reina en los palacios del poder.
Mariano Rajoy no se tomó nunca muy en serio la pretensión de Mas de convocar un referéndum. El presidente del Gobierno español, la mayoría de los empresarios catalanes, Isidro Fainé, el Rey, el Príncipe, el PSOE, los esforzados de la tercera vía y muchos analistas que absorben como una esponja las teiss oficiales llevan dos años esperando a que Artur Mas entre en razón y abandone su idea de llamar a las urnas el 9 de noviembre
Ya frenará, era la tesis. Se equivocan. Él no frenará y nadie puede pararlo porque ha dejado de ser un político normal tirando a aburrido para ingresar en el olimpo de los héroes de tragedia. Y éstos asumen su destino sun rebelarse.
¿Quiénes dan más miedo: los iluminados o los inconscientes?
En Cataluña se ha desatado una campaña por parte de la Asamblea Nacional Catalana y sus adláteres separatistas contra Juan Carlos Girauta, columnista y candidato de Ciudadanos a las elecciones europeas, por denunciar que el plan separatista al final se realizará con violencia. Quim Monzó, que se dice humorista, demuestra que lo es, al estilo Wyoming. En su columna de La Vanguardia, del conde de Godó y grande de España, cuenta cómo el domingo, al comprar el periódico, recibió un cuchillo de cocina y al final su gracia.
A próposito de esta nueva oferta de La Vanguardia, un amigo me decía: «Con todas estas promociones de cuchillos que de vez en cuando hacen los diarios los domingos, por un precio ridículo, alguien está armando a los catalanes de forma disimulada. A ver si al final tendrá razón Juan Carlos Girauta».
Monzó ya se está preparando para que en una Cataluña independiente no le falte trabajo.
El trabajo de Pedraz sin salir de España
Para acabar con las columnas, la mejor del día es la de Hermann Tertsch (ABC), que reprocha a Santaigo Pedraz sus deseos de irse al extranjero a hacer justicia cuando aquí hay ciudadanos que la demandan y pagan su sueldo.
Cuando no le gusta una ley, se busca otra. Él escucha la pulsión del pueblo. Como Baltasar y Elpidio. (…) Unas veces deja libres sin cargos a los agresores de policías y asaltantes violentos del Congreso, en otras expresa la tierna voluntad de mancharse la toga en su infinita piedad por los presos etarras.
Y se queja de la manipulación de la muerte del cámara José Couso por Pedraz.
Los que llaman «conspiranoico» al que protesta por la destrucción precipitada de pruebas del 11-M, exigen desde entonces que nos creamos una conspiración americana para asesinarle [a José Couso]. El conflicto entre el bien antifascista y el mal imperialista, en estado puro para almas sencillas. En panfletillo habría quedado el grotesco espectáculo sin la intervención estelar de Pedraz. Hasta se fue a Bagdad a hacerse fotos mientras peritaba entre ruinas la maldad imperialista.
Pero el agravio más repugnante que la infinita demagogia del caso Couso despierta es otro. Consuelo Ordóñez y otras valientes de Covite se presentaron el sábado en Alsasua en una concentración de etarras. Allí, estas mujeres coraje denunciaron los 400 asesinatos de ETA que siguen sin resolver en España. Eso, Pedraz, sí son asesinatos. La mitad del crimen mortal de ETA sigue impune. Ante esa brutal vergüenza nacional nadie demuestra el celo de Pedraz con Couso. No solo hablamos de la insufrible doble moral y vara de medir. También de la nauseabunda apatía de los jueces y la clase política ante este fracaso moral, judicial y político de España.
En la misma categoría de las tribunas coloco la del profesor J. A. Herrero Brasas (El Mundo) en la que se opone al aborto.
Aquí priman los posicionamientos políticos y el recurso al ostracismo y la estigmatización. En estos momentos, la estrategia por parte de los sectores contrarios a la reforma de la ley del aborto consiste en presentar a quienes discrepan de ellos como extremistas de derechas o miembros de sectores clericales. Se nos intenta hacer ver que la reputación de España como país progresista está en juego, y que toda persona sensata y poco menos que en su sano juicio se opone a la Ley Gallardón. Estamos ante el argumento clásico del pensamiento único. Curiosamente, hasta la ultraderechista Marine Le Pen se ha unido a las filas de quienes se oponen a la reforma Gallardón.
Me dejo el cigarrillo encajado en la boca para aplaudir a ambos.