Hace 40 años, los izquierdistas que hoy peinan canas y vacilan ante la jubilación forzosa quedaron impresionados (o aterrorizados) por cómo acabó la vía chilena al socialismo, de Salvador Allende y su Unidad Popular: golpe de Estado militar, bombardeo del palacio presidencial, dictadura violenta y desaparición de las masas populares.
Algunos izquierdistas sacaron conclusiones de ese desastre y se dieron cuenta de que era mejor la reforma que la revolución, que si a las fuerzas reaccionarias y a la burguesía explotadora se le pisaban la cola con ocupaciones de fábricas, con inflación desbocada y huelgas generales, bien podía concluir el experimento con el toque de queda.
Raúl del Pozo se ha quedado pasmado ante la visita del Brad Pitt de Podemos, Pablo Iglesias, a la economista de extrema izquierda Marta Harnecker, una de las responsable de la desastrosa política económica socialista en Chile, y en la Venezuela de Chávez, y lo cuenta este 2 de octubre de 2014, en su columna de El Mundo.
El populismo, aquel milico con pistola al cinto, montado en un caballo sarnoso, ha dado paso al caudillismo civil y a la amenaza de una nueva opresión y pobreza. Pablo Iglesias se proclamó marxista laico y dijo que Podemos tiene un estilo latinoamericano.
«No vamos a pedir un examen de ideología a nadie. Tampoco vamos a exigir que canten con el puño arriba frente a la bandera roja». En uno de los actos se sentó en la mesa con Marta Harnecker, la maestra de tres generaciones de comunistas, discípula de Alhusser, que se enamoró de Chávez y fue su asesora durante siete años. Creo que Pablo y Podemos debieran buscar nueva maqueta y nueva institutriz, porque el modelo bolivariano de Marta está más quemado y chupado que la pipa de un indio.
Mayte Alcáraz (ABC) ha debido almorzar con algún eurodiputado del PP o del PSOE, que le ha contado como se está comportando el pelotón de electos de Podemos en Estrasburgo. Resulta que quienes más aplauden las intervenciones de Iglesias son Marine Le Pen y su tropa.
La nueva mejor amiga de Pablo Iglesias (bautizado por sus compañeros de escaño como «el nieto de Ceaucescu») es Marine Le Pen. No hay intervención de Iglesias que no sea refrendada con los aplausos entusiastas de la ultraderechista francesa, del Syriza en Grecia o del Movimiento 5 Estrellas en Italia. Y es que entre Pablo y Marine no hay tantas diferencias: defienden nacionalizaciones, intervencionismo económico, más gasto público, salida del euro y estatismo en el mercado laboral. Además comparten también el análisis de los agentes causantes: el sistema financiero, las multinacionales y la austeridad europea, principalmente la alemana. Podían, incluso, formalizar una coalición sin que sus singularidades nacionales se vieran afectadas.
Y parece que el Brad Pitt de Podemos va diciendo que va a matar (sic) al PSOE gracias a la televisión.
Iglesias va contando entre pleno y pleno que quiere acabar con el socialismo español matándolo. Para ello se ufana de su dominio del medio televisivo. «Si desaparece Twitter -sostiene tomando café- no pasa nada. Pero que no nos apaguen las televisiones». Quizá por eso el presidente de la Eurocámara, el socialdemócrata Martin Schultz, intenta aplacar cada vez que puede sus encendidos discursos que buscan desprestigiar para aniquilarlo al partido de Pedro Sánchez. Para eso tiene la televisión española, piensa. Y a sus irresponsables dueños, añado yo.
EL ‘CENTRALISTA’ EL PAÍS ACOGE TRIBUNAS POR LA CONFEDERACIÓN
Arcadi Espada (El Mundo) propone una solución a la tabarra catalana. Dada la indiferencia de muchos millones de españoles ante la secesión de Cataluña, aconseja a los nacionalistas que propongan la extensión del ‘derecho a decidir’ a toda España. Él cree que ganarían.
Tomando el último sondeo de este diario, observo que las posibilidades de que los chicos consigan la independencia con paraguas, y sin necesidad de sumarse a las rudas incomodidades de Hong Kong, ville, son estimables. Lo que los números dicen, en efecto, es que la suma de Pd’s, ERC, PNV, CiU, Amaiur e IU alcanzan el 33,6 por ciento de los votos. Y la suma de PP y UPyD da un 35,7. Es decir que, en términos españoles, solo un dos por ciento de los votos separa el derecho a decidir de unos pocos respecto al derecho a decidir de todos.
Espada cree que entre los votantes socialistas hay muchos a los que la unidad de España o la igualdad de todos los ciudadanos les es indiferente.
El atento lector se habrá preguntado antes del hipnótico punto y aparte qué diablos he hecho con el voto socialista, que suma un 22,3. Bueno… Lo que he hecho es dejarlo en el limbo, es decir, no molestarlo allí donde está desde el principio de los tiempos. Sin meterme en más jonduras a ese 22 hay que restarle el voto del PSC, que supone el 13 por ciento del voto total socialista: casi un 4 por ciento del voto total de los españoles. Y no es preciso recordar que el PSC, uno más de los partidos nacionalistas, está por el derecho a decidir limitado y que su actitud es compartida por muchos irreprochables españoles que votan socialista.
Y a continuación Arcadi expone su propuesta: que todos los españoles votemos sobre qué hacer con los catalanes.
Me parece pues que las conclusiones están claras. En vez de salir a la calle buscando amor y encontrando hostias los nacionalistas catalanes deberían iniciar una campaña de convencimiento del resto de españoles. Con cerca del 40 por ciento de asentimiento electoral el referéndum lo tienen a un tiro de piedra y básicamente socialista. Será costoso, largo y difícil; pero mucho más costoso es saltarse la ley. Y la noche y el frío y la lluvia y las porras. Este camino no solo sería un camino de responsabilidad para los nacionalistas. También para el conjunto de los partidos españoles. Una cosa es hacerse el demócrata y el Pilatos y decir hay que votar y otra muy distinta escribir secamente en el programa: «Que voten».
O sea, la partición de España como si fuera una pieza de carne en un matadero es buena si la votamos todos…
Me da la risa cuando los nacionalistas te dicen mordiéndose los labios que El País es un periódico centralista y hasta jacobino. Hoy dos de sus creadores de opinión más respetables, una vez que han abandonado sus páginas Eduardo Haro Tecglen y Maruja Torres, publican sendas columnas que no desentonarían en las tertulias de TV3 o en 8tv.
Josep Ramoneda (El País) insiste en que Cataluña debe estar en pie de igualdad con el resto de España, porque ella lo vale.
Si seguimos por el previsible camino actual, habremos inventado un triste modo de vida: el estancamiento y el mal rollo permanentes. Negando a Cataluña la condición de parte -no somos dos, somos uno-, las instituciones españolas asumen la bronca permanente como mal menor, antes que buscar una nueva y civilizada relación en una pareja que para ellas no existe. Y ahí está el problema que hace la solución imposible: la negación del reconocimiento.
Y Xavier Vidal-Foch (El País) asegura que el Gobierno de Rajoy dirige una neo-re-centralización del Estado, que, sinceramente, no sé dónde ha visto.
Los catalanes no son culpables de la pinza entre dos Gobiernos nacionalistas enfrentados. Sobreviven entre la espada del secesionismo y la pared de una acerba recentralización. Digan algo de esta, también, los doctos asiduos de estas páginas, los Ubide, los Carbó. La locomotora económica de España merece más reconocimiento. Incluso por egoísmo.
Bajo la cruzada antiseparatista late también una pulsión antiautonómica. Y, perdón, reaccionaria. Contra Cataluña. Contra el welfare state.
A ver , Xavier, si puedes explicar a tus lectores varias dudas: los recortes en Cataluña, ¿no son consecuencia de los nefastos Gobiernos del Tripartito de izquierdas y de CiU? y ¿cómo el antiautonomismo puede ser reaccionario si cuando lo practicaron los revolucionarios franceses era progresista?
A señores tan cultos, tan universitarios, tan leídos, tan modernos y tan viajados como Ramoneda y Vidal-Foch, les da una lección de sentido común Abel Hernández (La Razón).
De toda esta peligrosa y atolondrada aventura se saca una nítida conclusión: el problema catalán no se soluciona con más autonomía, como quieren los ingenuos de la «tercera vía», sino con menos. Aumentar la autonomía supondría un escalón más hacia la independencia, a la que los nacionalistas, ayer moderados, han demostrado que no están dispuestos a renunciar. El pacto, más bien amarillento, que establecieron en su día Felipe González y Jordi Pujol, según el cual CiU renunciaba por un tiempo a la independencia a cambio de dar carpetazo al «caso Banca Catalana» y de otras dádivas suculentas, se ha roto ahora estrepitosamente. Y las generosas concesiones del presidente Zapatero a los nacionalistas ya se ve a qué han conducido. Así que para salir de este fango maloliente hay que cambiar de política nacional.
Así es como opinan muchos españoles, incluidos cientos de miles de catalanes.
Pero los separatistas catalanes disponen de mesetarios dispuestos a pasarles la mano por el lomo, como el antiguo jefe de prensa de la Guardia de Franco, el gallego Fernando Ónega. Éste ahora se decanta por recuperar dos argumentos del nacionalismo catalán: las comunidades autónomas que bajan impuestos no deben recibir dinero catalán y el pacto fiscal.
Otro es un asunto que les suena en Cataluña: el pacto fiscal. El señor Rajoy lo rechazó de forma tajante porque tampoco está previsto en la Constitución y, sobre todo, porque nos dejaría al resto de los españoles sin la sustancial aportación de Cataluña a la sagrada solidaridad nacional. Grandes razones. Sin embargo, al ver la lista de regiones que rebajan impuestos, me limito a exponer un levísimo razonamiento: quien rebaja impuestos, es que no tiene problema financiero; si no tiene ese problema, es que le sobra dinero; quien nada así en la abundancia, no tiene por qué esperar la solidaridad de nadie; luego, la solidaridad ya no es imprescindible y puede haber pacto fiscal.
Aplicando su mismo pensamiento perogrullesco, quien dedica dinero a TV3, seudoembajadas, referendos trampa y Consejos Asesores para la Transición Nacional tampoco tiene derecho a pedir más dinero, ¿no? Ah, si Galicia, donde Núñez Feijóo también quiere bajar impuestos, dejase de recibir transferencias de ‘Madrit’, los jubilados gallegos no cobrarían sus pensiones.
RAHOLA: ‘MADRIT’ QUIERE A LOS ‘BUENOS CATALANES’ TIRANDO PAPELERAS
La lectura de las columnas de Pilar Rahola (La Vanguardia) podría sustituir al café mañanero como inyección de cafeína. Desvela una retorcida conspiración de Madrit para inducir a los ‘buenos catalanes’ a romper farolas y quedar ante Europa entera como unos bárbaros.
La provocación busca que el proceso salte del despacho a la calle, que los márgenes de la política se debiliten y que sólo quede el activismo, convencidos de que si se radicaliza el asfalto llegará el caos y podrán justificar la intervención policial. Esta parece la estrategia, porque no cabe pensar que lo suyo sea pura improvisación. Y si esa es la estrategia, sólo cabe una cosa: no caer en la provocación.
Victoria Prego (El Mundo) sale al paso de la manipulación de Rahola y subraya que la responsabilidad es del Gobierno autonómico de Artur Mas.
La simple referencia al riesgo de que se produzcan actos de violencia demuestra que los líderes políticos secesionistas son perfectamente conscientes de que, al provocar la agitación popular, están jugando con fuego. Y es del todo indecoroso que traten de endosar al Estado agredido la culpa de lo que ocurra en las calles encendidas. No. Ellos serán los únicos responsables de lo que pueda suceder porque ellos son quienes están instigando a una población engañada. Y, si algo ocurre, será una responsabilidad de dimensiones inmensa y de alcance histórico. Pero será la suya.
Antonio Casado (ElConfidencial.com) asegura que estamos ante una maniobra de Mas y sus consejeros: que la punta de lanza de la operación separatista pase ahora a las organizaciones civiles para que los funcionarios esquiven la amenaza del Código Penal español.
La partida sigue, según ha dicho el conseller de Presidencia, Francesc Homs, aunque la institución haya dado un paso atrás por no pisar el artículo 410 del Código Penal. O sea, que se transfiere a las organizaciones sociales (ANC, Òmnium y otras entidades proindependentistas) la tarea de mantener la tensión. Se trata de pasarle el balón a la sociedad civil para que se mueva en el ámbito de las libertades ciudadanas (expresión, manifestación, reunión….) y evitar que el balón lo jueguen en este momento procesal (suspensión de la campaña institucional) los gobernantes y los funcionarios, que se mueven en el ámbito del servicio público y podrían incurrir en penas de inhabilitación.
José Luis Martín Prieto (La Razón) concluye su billete con una frase tan sencilla como rotunda.
Mas es actor secundario en el esperpento de la Asamblea y el Ómnium urdiendo un golpe de Estado civil que se estudiara en la Universidad o en el Teatro. Desde el código de Hammurabi, el primero historiado, la civilización avanza por el respeto a la Ley que se va modificando sobre ella misma. Incitar a las masas a que enfrenten en las calles la legalidad del Estado es sedición.
GARCÍA DOMÍNGUEZ: RTVE DEBE EXISTIR PARA CONTRARRESTAR A TV3
En su columna titulada ‘Es la educación, estúpidos!’, Isabel San Sebastián (ABC) señala a la mala calidad de la educación y a su manipulación por los nacionalistas y la izquierda como la causa mayor del desastre español.
Este país desprecia a los que se esfuerzan, para premiar a los vagos, los tramposos y los mediocres, en base a ese afán ancestral de tirar al de arriba hacia abajo en nombre de una falsa «igualdad» que esconde envidia, ruindad y falta de voluntad o coraje para apuntar a lo más alto. Tampoco a los profesores se les reconoce el trabajo bien hecho. Al comienzo de su carrera ganan más que sus compañeros europeos, porque pese a los falsos mitos de la izquierda el problema no radica en el dinero, aunque al cabo de los años un perverso modelo funcionarial aborta cualquier posibilidad de singularización asentada en el empeño, la vocación o el talento, lamina los incentivos propios de la profesión y acaba matando, en la mayoría, el gusto por la enseñanza.
La Educación es el barro en el que hunde sus pies España. Está en el origen de los peores males que nos afligen. Nos lo repiten, año a año, los más prestigiosos estudios internacionales. Tenemos el diagnóstico y conocemos el remedio, pero faltan, siempre han faltado, los redaños suficientes para aplicarlo sin miedo, por mucho que bramen o rujan las «mareas» verdirrojas.
José García Domínguez (Libertaddigital.com) es el único columnista que he leído que se atreve a defender el papel de RTVE… como medio de agitación política. Su necesidad la justifica con el ejemplo de TV3, al servicio del nacionalismo catalán desde el principio.
Cerrarla, recurrente fantasía de los cándidos de todos los partidos, dejaría el frente de la comunicación en manos de los nacionalistas de aquí al Juicio Final. En España, la televisión estatal nació como un instrumento de agitación y propaganda al servicio de una dictadura. Y únicamente como instrumento de agitación y propaganda al servicio del poder se sigue revelado útil y eficaz. He ahí TV3 para demostrarlo. Lo dicho, el asunto no tiene remedio.
EL MIEDO (SOSTRES) CONTRA EL PLACER (ALBIAC)
Me da la impresión de que Gabriel Albiac debe de estar pasando alguna depresión debida al envejecimiento, porque lleva varios meses recordando sus años mozos y sus ídolos culturales. En julio publicó una Tercera indescifrable sobre los Beatles. Hoy loa ante sus lectores al editor francés que ‘normalizó’ la pornografía en Francia y por ende en Europa occidental.
Puede que los más jóvenes ni siquiera sepan lo que deben a Pauvert. A pocos les sonará el nombre. No importa. Sus cuerpos saben de esa deuda: la de la poca dicha que puede atesorar un hombre. La que aquella pequeña editorial suya hizo estallar en 1954, el día en que Jean Paulhan puso en sus manos un manuscrito rechazado. ¿Se hace alguien, que no lo haya vivido, idea de qué era el mundo en 1954?
Todo empezó aquel día de 1954 en el que Paulhan, el director literario más exquisito de la gran editorial Gallimard, puso un escueto manuscrito entre sus manos. El viejo Gaston lo había rechazado, a pesar de todo el entusiasmo de su asesor favorito, quien lo juzgaba una obra maestra. «Somos una editorial decente», habría sentenciado el patriarca. Pauvert no era de eso. E Histoire d’O se convirtió instantáneamente en el mayor éxito editorial francés del siglo XX. Y en obra cumbre de la literatura erótica.
Su «pornográfica» Histoire d’O, una trasposición mundana de la doctrina del amor de Dios en Fénelon, sobre la cual había hecho su tesis doctoral. Jean Paulhan -que jugara el papel de Dios en ese juego- había muerto. Pauvert era una institución mayor de la cultura francesa.
El siglo. Lo que vale la pena del jodido siglo. Se acabó. Con Jean-Jacques Pauvert. Bien está. Todo acaba.
Más divorciados y solteros que casados, la prostitución como actividad legal y hasta honorable, los cientos de miles de abortos cada año en Europa, el auge de las enfermedades mentales y las depresiones, el aumento de los suicidios…. Un columnista de ABC glosando a un editor pornógrafo y tratando de encontrar teología en la pornografía. Estimado Gabriel, ahora te toca una columna dedicada a alabar los beneficios del consumo de alucinógenos.
Al final, toda la tabarra que dio la generación del 68, a la que pertenece Albiac, era para fumar porros y follar… y hacerse funcionarios. La columna ridícula del día para ti.
Qué contraste la columna de Albiac, que invoca la satisfacción del deseo individual y el hedonismo con la de Salvador Sostres (El Mundo), que ensalza el miedo y el prejuicio como guías de la verdadera educación de la persona para la vida.
Se puede y se tiene que educar desde el prejuicio y desde el miedo. Hay mucha gente que dice que no hay que tener miedo, pero yo pienso que desde el temor de Dios, que es el temor fundamental, lo que más ha contribuido a que nos hayamos llegado a comportar como personas razonables, generosas y hasta espirituales, ha sido el miedo, y la mala conciencia, y los prejuicios que, como la fe, heredamos de nuestros padres.
Pero nunca se puede educar desde la estrechez de espíritu, ni desde la irrealidad, ni desde la ocultación del mundo. Es absurdo. Y demencial. El mar siempre acaba llegando y hay que saber nadar.
A mí me convence más Sostres (¡quién me lo iba a decir cuando le veía en Crónicas Marcianas!) que el depresivo Albiac.