El Regimiento del Rey se despliega para apoyar un trato de favor a Cristina de Borbón
Hoy la Monarquía recibe hasta en el carné de identidad. El pedrisco es tal que el Regimiento del Rey corre para tratar de protegerla con sus hojas de periódico. Los guerrilleros, sean carlistas o sean liberales, son pocos, pero meten mucha bulla y la corte cree que el populacho cada vez les presta más atención.
Por eso, el Regimiento del Rey toca a rebato para convocar reclutas, aunque sean achacosos. Sus filas crecen, con Victoria Prego y David Gistau, pero ¿hasta cuándo? ¿Los deshará el primer cañonazo o una carga de desharrapados como en Gamonal?
Comencemos por El Mundo. Federico Jiménez Losantos les zumba a su querido Alberto Ruiz Gallardón y a la infanta Cristina.
Desgraciadamente, la Casa Real y su infausto consejero fingen que rectifican pero siguen yendo de perdonavidas, de intocables sólo ligeramente tocados. Todo, para adelantar un mes la declaración que lleva obstaculizando dos años y justificar el privilegio de eludir el paseíllo. A mí me parece infame, pero o lo cambian para todos o para nadie. Si lo hicieron los demás imputados, Urdanga incluído, debe hacerlo la imputada Borbón. En andas, a la sillita de la Reina o a hombros del ministro, pero como los demás.
El pequeño Manuel Jabois (ya crecerá) sigue la senda de Losantos.
(…) la obscenidad de evitárselo sólo a la Infanta, además de poco pudor cortesano, revela escasa altura de miras: si hay profesionales de recibir el calor de pueblo son los Borbón. Tras una vida paseando entre ovaciones puedne demostrar ahora que lo hacían por deber institucional, no porque les regalasen los oídos.
Marcello (alias Pablo Sebastián) titula en La República.com su columna ‘Nidos de amor en París y Madrid’. ¿No me digan que no atrae? Empieza hablando de las fotos que publicó ABC sobre el piso en el que Hollande, cual Mitterrand o Luis XV, se reunía con su amante.
Y todo esto le hace mucha gracia al diario ABC donde se olvidan de las andanzas amorosas del muy acomodado nidito de amor o la mansión del monte de El Pardo llamada La Angorilla, propiedad del Patrimonio Nacional que solía utilizar para su contento y disfrute la llamada Princesa Corinna. Eso sí ‘la garçoniere’ del monte de El Pardo tenía una mayor seguridad para el Jefe del Estado español, que el pisito que visitaba François Hollande, porque el visitante podía llegar al casoplón desde el palacio de la Zarzuela y a través del monte de El Pardo con plena seguridad.
A partir de aquí, truena la artillería del Regimiento del Rey, en el que notamos la ausencia de Francisco Marhuenda. ¿Es que está conmocionado por la recepción triunfal de Rajoy en Washington? Si fuese por La Razón, uno pensaría que en EEUU han recibido al registrador de Santa Pola como si fuese la reina de Inglaterra. ¡Una sola columna en defensa de la infanta! Seguro que le llamarán para reñirle.
Jaime González pide ‘fuerza y honor’ a la infanta
El encargado en La Razón de rendir la pluma en favor del Rey, que no de su hija, es un tal Julián Cabrera:
Hacer de «sherpa» para los intereses comerciales españoles en su aventura internacional, aguantar el tipo en la Casa de Juntas de Guernica ante los ladridos de la caverna batasuna o merecer el mismo alto grado de reconocimiento ante los Bush, Clinton u Obama, con independencia de lo más o menos afortunado del inquilino de turno en La Moncloa, no parecen ser hoy credenciales para quienes se regodean en un renquear, en una ojeras o en unos titubeos.
En ABC, destaca David Gistau
Uno, que considera oportuna la imputación de la Infanta para que se someta a preguntas pertinentes que han de serle hechas, y que prefiere que los asuntos judiciales se mantengan siempre en el ambiente aséptico del derecho, detesta que estas cosas se conviertan en una catarsis de muchedumbres, en un aliviadero de rencores sociales.
En ese sentido, es carnaza humana, como la que arrojan a los zombis en «The Walking Dead» para ganar tiempo de huida. Que se sepa si habrá paseíllo, que hasta las tarifas publicitarias dependen de ello.
Y el gran cañonazo lo dispara María Pita, perdón, Victoria Prego. Primero, censura a Gallardón y a los portavoces de PSOE e IU que se metan a opinar sobre si debe o no debe haber paseíllo, y al final da su opinión. No debe haberlo, ¡por igualdad!
La entrada en el juzgado a pie sólo servirá para su escarnio público y para el goce de quienes quieran ir a insultarla, además de para la satisfacción de quienes tienen intereses de otra índole. Si se quiere tratar a la Infanta como a todos los españoles, no debe hacérsela pasar por lo que no pasan los miles de ciudadanos que cada día acuden imputados a los juzgados de este país. Y será bueno, además, ahorrar a la sociedad el espectáculo de las tricotteuses de la Revolución francesa, actualizado en versión Palma de Mallorca.
¿Qué ocurrirá? Por si acaso, el ultramonárquico Jaime González (ABC) anticipa que sí que habrá paseíllo:
No goza de prerrogativa constitucional alguna y es una ciudadana más ante la ley, pero su situación procesal ha adquirido una extraordinaria relevancia pública en virtud del carácter de ejemplaridad que encarna la Corona. Razón suficiente para pedirle que encare esa rampa de 30 metros -obviamente, si la Policía puede garantizar su seguridad- con la dignidad propia de quien ha der ser consciente de que su figura lleva aparejada un «juicio paralelo»: una cruz en forma de reproche social que hay que soportar, precisamente, por ser la hija del Rey.
Vuelvo a llorar, como ayer cuando leía la página de Ussía loando a la infanta. Su Alteza aguantando los flashes casi como la reina María Antonieta aguantaba enhiesta como una antorcha en la tormenta los insultos de la plebe cuando la conducían a la guillotina. La austriaca, poniendo su vista en Dios y la española en su Iñaki. ¡Qué minuto sublime! Fuerza y honor, señora, fuerza y honor. ¡¡Por el Rey!!
¿Anuncia Gamonal un mar de banderas rojas?
Raúl del Pozo, ‘marxista gitano’ como le llamaba cariñosamente Paco Umbral, hace de profeta apocalíptico:
La situación empieza a ser insoportable, a pesar de las mejoras en la prima de riesgo y el incipiente crecimiento. Se masca el estallido; de momento, sólo son garatas, como llaman en el Caribe a los alborotos. En el motín de Gamonal sólo luchan por un bulevar, su cólera es modesta, pero se está organizando una algarada mayor contra lo que llaman «deuda sucia», «deuda impagable».
Otro burgalés y vecino de Gamonal, Pedro G. Cuartango, también El Mundo, abunda en el mismo asunto:
Ahí está el foco de esa violencia que tanto nos repele, pero el malestar no se extirpará con medidas de orden público ni con absurdas explicaciones que apuntan a la teoría de la conspiración o de minorías organizadas. El mal tiene causas muy profundas y, por eso, puede extenderse al resto del país si los políticos no entienden que lo importante no es el dedo, sino la dirección que señala.
Pablo Molina (Libertad Digital) reconoce que habrá nuevos gamonales, pero sólo porque serán azuzados por la alegre muchachada del PSOE y de Izquierda Unida:
Lo de Burgos y su socialismo bulevariano. Un simple aperitivo de lo que cabe esperar de aquí a las próximas elecciones
Rigalt se ríe de Valerie ‘Rottweiler’
Carmen Rigalt escribe la columna más divertida en los grandes periódicos:
Lo peor que puede pasarle a una mujer no es que su amante le ponga los cuernos, sino que ella colabore en la difusión de la noticia. Es lo que le ha sucedido a la señora Trierweiler (de ahora en adelante, ‘Rottweiler’)
Dicen que a un 77% de los franceses no les interesa la vida privada de Hollande. Mentira. La aldea global es un patio de vecindad donde el chisme corre por las venas del telediario.
Y la entrevista más divertida es la que le hace Víctor M. Amela en LA Vanguardia al ex presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla, que está promocionando otro libro suyo:
-Tenía yate y todo… Pero no era feliz. Hasta que un día lo deje todo.
-¿Para hacer qué?
-Inventarme Cantabria. (…) Y ahora me tocará ser presidente otra vez…
-Nadie le obliga.
-Me quieren. No puedo irme a mi casa.
Otro que no se besa porque no llega.
ETA y el PNV
Pasemos rápido sobre un asunto tan desagradable, sobre todo porque a la inmensa mayoría de los españoles no le importa.
Florencio Domínguez (La Vanguardia) sobre ETA y sus presos:
ETA no renuncia a seguir teniendo la voz de mando y a operar como colectivo. La política penitenciaria, sin embargo, se basa en todo lo contrario: en el comportamiento individual del recluso para poder acceder a un régimen de tratamiento más favorable.
Santiago González (El Mundo) sobre el papel de Íñigo Urkullu:
El PSE y el PP le aprueban los presupuestos y su partido se arregla con Sortu para sostener la pancarta a cuatro manos. Urkullu no puede ser un referente moral de la sociedad vasca en este trance. Aunque él no lo sepa todavía.
Aborto: ¿por qué debe haber consenso?
Sorpresa en El País: una tribuna sobre el aborto… en la que no hay insultos a quienes niegan o siquiera dudan de que matar a un niño en el vientre de la madre sea un derecho fundamental. Su autor es José María Ridao.
nadie está vacunado contra el dogmatismo, ni tiene la patente de la superioridad moral apriorística. Hay otros temas de debate en que la izquierda española está anclada en una ética comunitarista que deriva sus valores de la pura facticidad histórica y no del racionalismo crítico.
La izquierda debiera tratar de corregir su propia esquizofrenia cuando aplaude encantada las declaraciones anticapitalistas o antimercado del Papa, o cuando ensalza la teología de la revolución, y cuando rechaza como odiosa intromisión a Rouco y sus mensajes sobre la ‘cultura de la vida’.
En esta materia, como en tantas otras, el consenso es imposible e indeseable, lo verdaderamente válido es el disenso que sabe convivir en soluciones que a casi nadie satisfacen, pero que son posibles cuando, al final, después del debate, cada cual pone su ideología, su moral, su religión (y sus intereses) un poco entre paréntesis. No renuncia a ellas, pero acepta un estado razonable de discordia concorde.
Y Antonio Gala aprovecha que su perro muerto se llamaba Ariel para mostrarnos su superioridad sobre Ariel Sharon. Seguramente a él nadie le tratará con el mismo tono de condescendiente desprecio.