Para escraches, recuerda Enric González, los que hacen los políticos a los jueces: Barbero, Alaya...
Gran parte de la prensa viene llena de relatos de conspiraciones y de vítores monárquicos, como si hubiéramos regresado al siglo XIX, cuando los periodistas hacían caer ministerios y se pagaban fortunas por la propiedad de cabeceras o por su silencio. ¡Seguro que más de un colega la gustaría haber vivido en esa época, sin Internet, que permite opinar a cualquiera, como señaló una vez Tomás Cuesta!
Marhuenda, por ejemplo, ha perdido la razón con la declaración de la infanta Cristina en los juzgados de Palma. Páginas y más páginas. Incluso ha puesto a J. M. Zuloaga, experto en terrorismo etarra, a escribir sobre los peligrosísimos grupos republicanos que van a gritar a la pobre doña Cristina. Ni el ABC sigue a La Razón en esta maratón cortesana.
Raúl del Pozo ha llegado ya al Olimpo de la profesión, que consiste en que cuando se llama a alguien poderoso éste, en vez de contestar por medio de su secretaria que no está o de hacerle esperar, se le pone al teléfono y le cuenta secretitos sabiendo que se difundirán. Este 6 de febrero de 2014 contaba que habló con el constructor Luis del Rivero, fundador de Sacyr y aliado de Zapatero en el asalto al BBVA; hoy 7 de febrero de 2014 nos revela lo que ocurre en Palacio, como decían las viejas crónicas, bajo un título clásico: ‘El duende de Palacio’.
Me lo larga un áulico, cortesano o pastelero: todo mejora en Palacio, hay más trasparencia, más conversación, menos cotilleo, pero estamos agobiados por El duende de Palacio
Todo mejora, pero el oscuro fantasma sigue encima de nuestras cabezas como aquel favorito de una princesa que plagó la Corte de chismorreos.
Lo peor de todo es El duende de Palacio, que no está desterrado en Filipinas, como aquel otro, sino en Europa, dando la tabarra y llenando Madrid con puñaladas de pícaro y mensajes obscenos enviados a unos cuantos personajes relevantes.
Lo que nos hace la vida imposible son las insidias del duende. Le pregunto al áulico: «¿Por qué no lo metéis en la cárcel?». Y él contesta: «Porque es un soplón y puede llenar España de insidias y de morbo». El arribista aspira a ser valido en el futuro.
Ya tenemos entretenimiento este fin de semana para hacer quinielas de duendes.
Luis Ventoso (ABC) también habla de un poderoso personaje que ha caído de su peana, como el duque de Lerma, pero en este caso la identidad es más fácil de adivinar. En un artículo sobre los vicios del periodismo convierte a un personaje en sinécdoque de toda la profesión.
Muchos soñaron que aún vivían en los días felices de la bohemia panfletaria. Hasta que les cayó sobre la crisma la cuenta de resultados. Sin cuentas sanas, los compromisos crecen. La desesperación aumenta, y se abren dos caminos: llamar la atención a lomos del amarillismo para atraer a un público masivo (que a la postre se apeará asqueado), o renunciar a la independencia y convertirse en botafumeiro de quien te pueda ayudar con la cuenta de resultados (por ahí puede venir la caída del caballo camino de Damasco de la prensa catalana, que pasó a ser súbitamente independentista).
Asombra que periodistas de fina inteligencia pensasen que podían cambiar gobiernos y regímenes gritando en portada, o que considerasen que la relación con la verdad puede ser laxa. Pasma que construyesen artefactos informativos bajo el lema «que la realidad no nos estropee el titular». Admira que pensasen que un artículo tocho aún podía mudar el curso del Amazonas (cuando estamos en la era del micropensamiento tuiter y guasap, de las prisas, de la superficialidad del titular taquicárdico).
La última conspiración del día es de Pablo Sebastián (Republica.com) contra su detestada Esperanza Aguirre, tan detestada que no le importa hablar bien de Ana Botella.
Se lo dijo en la Convención de Valladolid un diablo maquiavélico que le susurró al oído: ‘Espe, estás más fuerte que nunca, Rajoy y su equipo temen que te vayas al partido Vox y te ofrecerán todo lo que les pidas, incluida la alcaldía de Madrid y un escaño en el Congreso de los Diputados, que fue lo mismo que le dieron en las elecciones de 2011 a Gallardón’. Aguirre sonreía sorprendida por la dulce tentación de ‘El Maligno’ y replicó: ‘no me lo creo, pero si Rajoy ¡me quiere echar del partido!’. Y el diablo insistió: ‘estás equivocada, rubia, ahora te temen y te necesitan’.
El senador Anasagasti boicotea a Scorsese
Otra sección clásica de la prensa decimonónica era el humor, tan maltratado hoy. En ABC encontramos dos columnas para reír a modo.
David Gistau usa el bocioteo de Coca-Cola por el pobre socialista Simancas para recordar la comedia ‘Uno, dos tres’.
Sabotear una empresa porque despide a parte de sus empleados no parece una idea muy sensata: de triunfar, el sabotaje sólo causará aún más despidos. Pero cómo no comprender a Simancas, socialista que, por veterano, en la contemplación de un neón de Coca-Cola aún puede sufrir, como en un reflejo de Pavlov, añoranzas militantes de cuando aquello era el veneno introducido por el enemigo para confundir las voluntades de resistencia. Simancas es de la generación de la Tropi- Cola y de Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda. Es, por tanto, un tardío Otto Piffl, el airado personaje de Billy Wilder en «Uno, dos, tres».
Ignacio Ruiz Quintano clava su pluma es uno de los políticos por cuya existencia los columnistas deberían dar gracias a Dios: Iñaki Anasagasti. En esta ocasión el desterrado de la verde Euskal Herría al Senado de la árida Meseta arremete en su blog contra ‘El lobo de Wall Street’.
Anasagasti es como el cura párroco del nacionalismo vasco en Madrid. Por la cosa del qué dirán, se las echa de cura párroco postconciliar, pero ha ido al cine y le ha salido el cardenal Segura que lleva dentro.
(…) Como Segura, Anasagasti es antifranquista, pero a toro pasado, y como Jordi Costa, es enemigo del cine de Scorsese, fuente, para él, de toda sicalipsis.
(…) «¡ Lo malo es que chavalitos de doce años disfrutaban tras de nosotros de lo lindo con estas orgías!» ¿Y qué van a hacer los chavalitos, que vienen de aguantar en el colegio el relato nacionalista de las «víctimas de abusos policiales»? Cómo sería la cosa, que a la salida, una pareja escandalizada (y no de Guardia Civil) abordó a Anasagasti para pedirle que hiciera algo contra «esta puesta en escena de tantos antivalores como nuevos valores».
Yo probaría a encargarle a Scorsese la película de la vida de Bolinaga.
En cambio Forges es cada vez más editorialista de Público y menos humorista. Dedica su viñeta del día a un dibujante ecuatoriano atacado por el Gobierno populista de ese país, pero presenta al Rafael Correa como si fuera uno de sus fachas del PP, con sus gafas de sol y su traje azul. Forges, querido, que Correa es socialista, como tú, so-cia-lis-ta.
Me da la impresión de que Forges está ya tan gastado como otro rentista de la Transición que escribe hoy la Tercera de ABC: Federico Ysart. Con 73 años nos dice qué hay que hace rpara reformar el sistema político. Un poco tarde, ¿no?
Losantos nos lee y hace caso
Pongámonos serios, que no aburridos. Victoria Prego (El Mundo) se opone a que Madrit le saque las castañas del fuego a Artur Mas y sus golfos apandadores.
Homs, y con él Mas, quieren ayuda para intentar reconducir como sea una situación endiablada que ellos, y sólo ellos, han creado deliberadamente.
(…) Lo malo es que la apuesta ha desbordado la capacidad de éste y de cualquier gobierno, porque desborda la Constitución. Y así estamos ahora, con una población completamente engañada sobre su futuro, con una Cataluña en bancarrota y con una promesa de referéndum de autodeterminación que no se va a celebrar.
(…) Nadie puede arreglar un descosido tan monumental como éste si no son los propios dirigentes de CiU. El diálogo con el Gobierno es muy deseable, pero Rajoy no puede deshacer esta cuerda de nudos que nos va a ahogar a todos. Ésa es la tarea de los dirigentes de CiU, y nadie más puede enderezar el esperpento.
Enric González (El Mundo) aporta una interpretación distinta a los escraches, hoy legalizados gracias, entre otras, a una magistrada puesta a dedo y anterior asesora de Bibiana Aído.
Otra cosa es la calidad intrínseca del escrache que nos ocupa. Una birria, francamente. Un esperpento de aficionados. Un escrache como es debido se monta desde la política y se realiza desde la prensa, y sale estupendo cuando la víctima es un juez. ¿Se acuerda alguien de un juez llamado Marino Barbero? Sí, ese tipo decente que se significó como magistrado, durante el franquismo, por oponerse a la pena de muerte y a las leyes más brutales de la dictadura. Ya en el final de su carrera, en el Supremo, tuvo el valor de asumir el sumario de Filesa sobre la financiación ilegal del PSOE. Rodríguez Ibarra, entonces presidente socialista de Extremadura, le comparó con los etarras. A Barbero le dijeron de todo. Acabó renunciando.
Varias columnas se dedican a la corrupción. Creo que Jiménez Losantos (El Mundo) me lee, porque después de mis reproches sobre su insistencia en dedicar su columna a la infanta la de hoy es la segunda sin referencias borbónicas. ¡Enhorabuena, Federico!
En España, hoy, la corrupción empieza en la ocultación. Los gobernantes actúan a escondidas de los ciudadanos y los políticos -con raras excepciones- a espaldas de sus representados. Esta misma semana hemos visto cómo el Gobierno del PP y la dizque oposición del PSOE se reúnen en secreto con el separatista Urkullu para sacar de la cárcel a los peores asesinos etarras, burlándose del Estado de Derecho. Y en estos mismos días, quizás a esta hora, se reúne en secreto el presidente o la vicepresidenta del Gobierno con los separatistas catalanes para traficar con los restos de la soberanía nacional.
La ‘rendición’ de ETA
Carlos Herrera (ABC) replica a Íñigo Urkullu y su plan para sacar etarras a la calle.
Una vez conseguido el objetivo no puede reducirse todo a una simple ecuación reductiva: ellos no matan, nosotros somos generosos. No. Se siente, pero no. Los presos con antigüedad acabarán saliendo de la cárcel por la sencilla razón de que se van cumpliendo sus condenas, lamentablemente elásticas merced a los códigos antiguos con los que fueron juzgados. Pero lo harán merced a lo que dicta la legalidad, no por ninguna generosidad estúpida de la democracia española. Los que sean presos por delitos juzgados por nuevos códigos deberán cumplir sus penas: si así se aconseja, cerca de sus lugares de residencia, pero presos. La Vía Nanclares -acercamiento al País Vasco tras reconocimiento del mal causado- es una gracia contemplable y razonable; la reducción de penas por supuestas estrategias pacificadoras, en cambio, es una indecencia. Eso debería saberlo, incluso, gente que se tiene por sensata. Llámese Urkullu, llámese lo que sea.
Carlos, me temo que confías demasiado en la democracia española
Florencio Domínguez (La Vanguardia) cuenta que por el País Vasco pululan ahora mediadores profesionales de conflictos, pero que si hay algo parecido a la paz es gracias a los uniformados.
hay más pacificadores que etarras en activo y algunos días habría que poner un sistema para dar la vez. Los mediadores más eficaces para alcanzar la paz, sin embargo, han sido la Guardia Civil, la Policía Nacional, el CNI y la policía francesa. Sin ellos no habríamos podido llegar a esta situación.
Columnas desechables: Millás y un pintor catalanista
Juan José Millás (El País) sigue empeñado en sustituir a Maruja Torres como el columnista escatológico de la progresía. Ya escribió en diciembre que le «excita mucho, muchísimo, y en todos los sentidos» pensar que mientras escribía podía haber una mujer en un hotel de Buenos Aires leyendo a Dostoievski. Hoy ha dedicado su ingenio (llamésmole así) a la convención del PP. Su columna se titula ‘Exhibicionismo’.
Primera línea:
Observada con perspectiva, la convención del PP en Valladolid apesta a ejercicio de onanismo.
Última línea:
Una conferencia masturbatoria, en suma, con gabardina de exhibicionista.
A lo mejor Millás también se masturba mientras escribe sus columnas.
(Luego se preguntarán los escritores españoles por qué ellos no tienen tanto éxito en EEUU como Tom Wolfe en España.)
Al pintor Joan-Pere Viladecans no le ha gustado la visita de hace unos días de Rajoy y de varios de sus ministros a Barcelona. En una muestra de lo que es el respeto que exigen los catalanistas a los demás españoles, escribe un artículo en la Vanguardia en la que se remonta al franquismo.
Llegaron cerrado al mundo tanto como el mundo se cierra a ellos. Como figuras que uno se encuentra en un sueño lejano. Como herederos de un pasado en blanco y negro, alzados en un sustrato de 40 años de autocracia. ¿Franquista? Puede. Vivir para ver.
¿Se habrá dado cuenta Viladecans de quién más franquista que la familia propietaria del periódico que acoge su esputo?