El Rey exigió a Godó que le entregara la cabeza de su «hijo» Antich en señal de lealtad. La revista satírica ‘Mongolia’, en su sección ‘Reality News’, asegura que Don Juan Carlos I exigió a su «vasallo», el propietario de La Vanguardia, la destitución del que había sido su director durante los últimos 13 años–El conde de Godó purga sus pecados cortando la cabeza de Antich como director de ‘La Vanguardia’–:
Al Rey no le bastaba ya una destitución, sino que exigía un acto de vasallaje en toda regla, con humillación para el decapitado incluida y entronización del periodista más cortesano de la casa. Para que quedara claro que le obedecía
Era tal la inquina que le profesaba a Antich, asegura esta publicación, que el monarca ordenó a Godó su marcha del diario catalán pretendiendo, a su vez, que le sirviera como lección:
Sus deseos fueron órdenes: la destitución de Antich se anunció oficialmente el 12 de diciembre, el relevo fue humillante -ni siquiera le fue comunicado al director por el propio conde, sino por su secretario Josep Caminal- y al frente del rotativo se ha situado a Màrius Carol, ex corresponsal de la Casa Real y cortesano
Y es que La Zarzuela habría tenido en el punto de mira a Antich desde hace tiempo dada la evidente deriva soberanista de La Vanguardia, a pesar de la contradicción que supone que la llegada del ahora destituido director fuera propiciada por José María Aznar en el año 2000–[VÍDEO ENTREVISTA] Pere Rusiñol: «La derecha y la monarquía están inflamando a través del grupo Godó al separatismo»–.
Godó estaba encantado con el quehacer de Antich y su abrazo a la causa independentista. La pela es la pela–Sostres: «Antich cobró de Mas más de lo que le ofrecía el tripartito para La Vanguardia»–:
El empujón de La Vanguardia a la marea soberanista le había sido muy rentable a Godó en términos estrictamente económicos. La Generalitat de Artur Mas se ha volcado como nunca en favor del Grupo Godó en todas las vías imaginables. Algunas tan convencionales como las subvenciones directas -ya sea al diario de siempre, a la versión en catalán o a la rotativa-, la lluvia publicitaria y la compra masiva de ejemplares.
[…] Javier de Godó estaba tan satisfecho que solía tratar a su director en La Vanguardia como a un hijo. Y así lo hacía notar él mismo a menudo a interlocutores de confianza: «Pepe es como un hijo para mí»
Sin embargo, todo cambió para ambos en noviembre de 2012. Artur Mas se llevó un batacazo en las urnas cuando pensaba que lograría la mayoría absoluta y a Godó «le llamó un día el Rey y le propinó una bronca de tal magnitud que el conde literalmente se había quedado sin habla durante meses, en un estado muy parecido a lo que la medicina califica como depresión»–Sostres: «Además del presidente Mas, la gran derrotada fue La Vanguardia, y su director, José Antich»–.
En verano de 2013, Antich entendió ya que su suerte estaba echada, incluso en el caso de que se trasmutara de súbito en el Cid Campeador.
Pero ni Antich ni su entorno esperaban una salida humillante: no habían entendido que su destitución se había convertido en un acto público de vasallaje.