OPINIÓN / Afilando columnas

Anson defiende el espectáculo político de los Goya: «Las revistas porno tienen un IVA del 3% y el teatro del 21%»

Rahola: "En los Goya nunca han brillado las causas que salían del guión del catecismo progresista al uso"

La gala, es un decir, de los Goya de 2014 tuvo la audiencia televisiva más baja de los últimos cinco años. Y, aún así, seguro que generó más interés en el público que las películas que competían por la estatuilla con el busto de un genial pintor del que alguno de los galardonados posiblemente no sepa citar ningún cuadro o su lugar de nacimiento. De hecho, si la audiencia no fue más baja se debió a que algunos nos tragamos cinco o diez minutos de la ceremonia para confirmar si realmente era tan patética como se comentaba en Twitter. Y lo era.

Dos días después de eso que los más cursis llaman ‘la gran noche del cine español’, el evento de marras acapara gran parte de los espacios de opinión de la prensa de papel española. La mayor parte de las columnas que sobre el tema se publican el 11 de febrero de 2014 no expresan mucha simpatía por los protagonistas del evento marras, aunque siempre queda alguna voz dispuesta a defender a sus protagonista. La de un antaño director de periódicos siempre, por supuesto.Hacemos sonar una vez más nuestra armónica de afilador y pasamos a contarles la película.

Arrancamos con el elogio, y crítica a quienes nos expresamos como lo ha hecho este humilde lector de columnas en las líneas anteriores. Lo encontramos en El Mundo y lo ofrece Luis María Anson. El admirador de modelos y bellas actrices titula con un sobrio La gala de los Goya:

Noruega grava el teatro con el 0% de IVA; Francia, con el 2,15; Suiza, con el 2,5%; Grecia, con el 6,5; Alemania, con el 7%; Irlanda, con el 9%, Italia, con el 10%. Y España, con el 21%. Las revistas porno pagan en nuestro país el 3% de IVA; representar a Calderón, el 21%.

No entendemos por qué, si va a hablar de los Goya, comienza hablando del teatro. Por cierto, que el IVA de las revistas porno es del 4%, no del 3%, y es el mismo que el de todas las revistas ‘no publicitarias’. El tipo del IVA va relacionado con los soporte, no con los contenidos. Un libro en papel tiene un impuesto mucho menor que su edición digital, por ejemplo. Absurdo pero cierto.

A mí no me agrada que actrices y actores politicen la gala de los Goya pero están amparados por la libertad de expresión. Y la cosa es clara: o se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Si se está con la libertad de expresión hay que hacerlo con todas sus consecuencias. Este año, además, la roca del IVA que pesa sobre el cine justifica sobradamente la denuncia de una política tórpida que fragiliza la cultura en su mismo centro neurálgico.

Carecen de razón los que denigran el cine español, que ha alcanzado en los últimos años el mayor esplendor de su historia.

Hasta donde sabemos, y como podremos ver más adelante, nadie ha negado la libertad de expresión a los actores, actrices, guionistas y demás personajes que pulularon de una manera u otra en la gala de los Goya. Lo que muchos hacen, incluidos el afilador de columnas, es ejercer ese mismo derecho. ¿O acaso no recuerda Anson que esa libertad es para todos los ciudadanos, no tan sólo para unos pocos que, tras beneficiarse de subvenciones no dejan de criticar a cuantos no comparten su visión del mundo y no están dispuestos a admitir que gran parte de sus males precede de que no hacen películas que gusten al público?

No vamos aquí a justificar el sangrante IVA que soporta el cine, pero debemos recordar que no es superior al que sufren la mayor parte de bienes y servicios en España. Estupendo que se reclame una bajada de impuestos, pero para todos y no sólo para favorecer a un sector concreto. Además, el cine estadounidense tiene el mismo IVA que el español cuando llega a las salas de Madrid, Barcelona o Sevilla y tiene muchísimo más público. Y sobre la última frase reproducida, tan sólo señalaremos que criticar no es denigrar. Y sin tan grande es su esplendor, que expliquen por qué al público no le interesan esas mismas películas.

Tomamos el puente aéreo y nada más aterrizar en Barcelona vemos la primera de las críticas. Lo encontramos en el periódico del conde de Godó y Grande de España que recula en su apuesta por el independentismo catalán y su autora es alguien nada sospechosa de sentir simpatía alguna por Rajoy o Wert. Pilar Rahola publica en La Vanguardia Goyescas:

Los Goya se han convertido en un guión demasiado previsible, en una especie de estereotipo que todo el mundo sabe que empezará machacando al PP y acabará machacando al PP. Es decir, son más la reproducción de la retórica de la ceja que la gala de entrega de unos premios. Y aunque sea necesaria la crítica, ¿debe convertirse en un panfleto? Recuerdo que esa misma pregunta se planteaba Bigas Luna en una entrevista con Josep Cuní, allá por los años de TV3. Y me pareció que tenía razón. En los Goya nunca han brillado las causas que salían del guión del catecismo progresista al uso, y algunas veces esa ausencia ha sido sonora.

Tras el previsible lamento porque no se hable en los Goya de Cataluña, concluye:

Es un viejo guión conocido, donde el cine brilla menos que la guerra política. Es un PP-PSOE muy viejo y repetido. Lo cual debe ir a favor de los Rubalcaba de turno, pero no estoy segura que vaya a favor del cine. Y repito lo dicho: la crítica a Wert era esperada y esperable. Pero ¿era necesario un monográfico?


Martin Prieto.

Tomamos el avión de vuelta a Madrid y nos acercamos a La Razón. En el diario de la ‘disciPPlina’, Martín Prieto titula La charanga del cine español:

Lo más visto del cine español es la gala en la que se entregan esos premios que poblarían los peores sueños de Goya. Y no ha lugar a la consolación porque la charanga es retransmitida por la televisión pública que sufragan los contribuyentes para satisfacción onanista de los cómicos de la legua. Si el aburrimiento matara (que mata) la gala sería más letal que el cólera morbo y es la prueba de Dios de que si no saben resolver con ingenio un par de horas de entretenimiento festivo ¿cómo van a evitar la estampida de cinéfilos de las salas de proyección?

Concluye:

Los entrañables titiriteros se niegan a entender que a los españoles no les gusta su cine, y de gala en gala, de charanga en charanga, mitineando sollozantes y mal vestidas ellas sobre el aborto que confunden con un problema sexual, llegarán a exhibir en las filmotecas.

Este humilde lector de columnas no sabe si las actrices que tanto gustan a Anson y tanto disgustan a Martín Prieto iban bien o mal vestidas. Nuestra paciencia no dio para como fijarnos en el vestuario de unas señoritas que realmente lo hacían mal cuando tenían que ponerse delante del micro para presentar un premio.

En la contraportada del diario de Lara, Alfonso Ussía se mofa de Javier Bardem por haber dicho eso de que Wert es el «ministro de la incultura». Titula, con ironía, Originalidad e ingenio.

Se nota que el autor de la gran frase es un hombre educado en la más brillante ironía. De hondas lecturas y fina sensibilidad para definir a los demás. Una mezcla de Camba, Foxá, Cunqueiro y Churchill. Un personaje de la Cultura. Me he referido a Foxá, que tomaba un café con el bruído escritor fascista, el italiano Curzio Malaparte. El periodista los interroga al alimón. -Señor Malaparte, ¿Si usted no fuera Malaparte, quién le gustaría ser?-; – sin duda alguna, me gustaría ser Foxá-. -Señor Foxá, y a usted, de no ser Foxá?-; -sin duda alguna, Bonaparte-.

Se me acerca el fin del espacio y aún no he honrado la gran ironía ni el nombre de su ingenioso autor. Es de la «Cultura». Javier Bardem. Lo que dijo demuestra su talento. «El ministro Wert es el ministro de Incultura». ¡Qué ocurrencia más genial! Todos los medios han coincido en remarcarla. Servidor, todavía, no se ha recuperado del admirado estupor. Gracias por ese ingenio y esa originalidad. ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien una cosa tan brillante? Cada vez que lo pienso, me entra la risa y no puedo seguir escribiendo.

Tenga cuidado Don Alfonso, que se mete en un lío por citar a Foxá (gran escritor aunque de ideas autoritarias y, por tanto, nocivas). Elogiar la cultura, el ingenio o la calidad literaria de alguien que las tiene (las tuvo, pues no esta vivo) siendo de extrema derecha es arriesgarse al insulto y el público escarnio. Hacer lo mismo cuando el elogiado es admirador de Stalin, Mao, Lenin, Fidel Castro o cualquier otro comunista no acarrea las mismas consecuencias.

De hecho, si vamos al mundillo del cine es todavía peor. Un mediocre actor como Willy Toledo puede lucir una camiseta con la foto del genocida Pol Pot (como lo hizo en el pasado) o ser un firme defensor de la dictadura cubana sin que le merezca el público desprecio de sus ‘demócratas’ y ‘progresistas’ compañeros del celuloide español.


Carlos Boyero.

En El País encontramos un larguísimo artículo de su crítico de cine, Carlos Boyero, titulado Premios razonables en una fiesta sin gracia. No le gustó en absoluto la gala. Estas son algunas de las perlas que dedica al evento:

Pasaron más cosas extrañas e indefendibles en los Goya.

Que Alex de la Iglesia estuviera excluido huele a vileza, a castigo al niño terrible e imprudente que se atrevió en una gala de los Goya a decir lo que pensaba, a no compartir las creencias colectivas de su gremio ni halagar sus oídos con lo que esperaban oír.

Todo ello, a pesar del supuesto entusiasmo de este afectado presentador [Manel Fuentes], invitaba al bostezo. Al mío, aclaro. Los asistentes a la gala, no sé si por convicción, colegueo o cortesía, parecían estar muertos de risa. Qué envidia siento hacia su diversión.

Sin embargo, lo más jugosos del artículo es el párrafo que dedica a la ausencia de Wert:

Entra en su sueldo el arriesgado compromiso, o poniéndome cursi y obvio, la ineludible responsabilidad de acudir a la gala en la que el gremio del cine declara sus problemas, sus anhelos, sus logros, sus frustraciones, sus reconocimientos, sus homenajes y sus gozos y a la vez otorga su bendición a los que considera que han sido los más listos y los más creativos del año. O sea, tiene la obligación de escuchar con gesto sonriente, flemático, crispado o de circunstancias, que le puedan calificar como chulesco ministro de anticultura, que le lancen cianuro verbal o que le acusen de jugar impunemente con su trabajo y con el sagrado pan de sus hijos. Escaquearse de la indignación pública que manifiestan los que se sienten sus víctimas supone algo aún peor que la cobardía, supone un error demasiado trascendente.

Algunos, para escándalo de otros, como nuestra compañera de Periodista Digital Marian Garcia (@mariangalv), consideramos que ningún ministro está obligado a acudir a la gala de los Goya. Se trata de la entraba de unos premios de una organización que, aunque generosamente subvencionada a costa de los impuestos de los ciudadanos, es privada. Y no entra en las funciones ineludibles de un miembro del Gobierno acudir a los actos de asociaciones privadas para ser insultados (por mucho que no nos guste Wert). La comparación que hizo alguien diciendo que la ‘espantá’ de Wert es como si el ministro de Defensa no fuera al desfile de las Fuerzas Armadas es una absoluta chorrada. Las FAS son una institución del Estado, al servicio de los ciudadanos, mientras que quienes participaban en los Goya son los profesionales de una industria privada, que debe mantener esa naturaleza (y ojalá que lo hiciera sin subvenciones).

Pasamos ahora a ABC, donde Juan Carlos Girauta publica Cine, ideología –Por cierto, no hemos podido evitar recordar cómo nos reímos e indignamos a partes iguales al enterarnos de que Zapatero escribió en el prólogo de un libro de Jordi Sevilla aquello de: «Ideología significa idea lógica». Las incursiones del entonces presidente del Gobierno en la Etimología tienen la misma ausencia de calidad que gran parte del cine español–.

Me consta que entre eso que llaman «la gente del cine» ha habido no pocos descontentos con la conversión de un sector industrial en una secta política. Comprensiblemente, los críticos han alzado poco la voz desde la gala, a cara de perro, del «No a la guerra». El cine español debería dejar de sectarizarse y empezar a sectorializarse. Es lógico que cualquier industria vele por un trato favorable -siempre más favorable- del Estado. El problema (y me refiero a un problema para ellos, no para los espectadores) está en mezclar las reivindicaciones profesionales y laborales de los interesados con esa ya insufrible, estomagante y ridícula pretensión de superioridad moral del puñado de actores o directores que capitanea el gremio.

Por resumir: cuélennos la ideología en una buena película, que pagaremos gustosos y acaso nos convenzan de algo; pero ni se les ocurra tratar de obligarnos a que nos la traguemos a la fuerza, alegando que ustedes, buenos o malos actores y directores, representan «la cultura» y que, por tanto, poseen el privilegio de quedarse con una parte de nuestros impuestos mientras nos aleccionan, o nos insultan si no tragamos.

Nos parece que, simplemente, Girauta tiene toda la razón. Y no dejemos de señalar una referencia en el artículo a uno de los mejores cineastas del mundo:

Un hombre con la ideología de Clint Eastwood, quizá el mejor de los mejores, lo habría pasado muy mal en España.

También en esto tiene toda la razón el columnista. Sin embargo, a los amigos de dictadores totalitarios como Oliver Stone, en España les mimarían hasta producir diabetes.

Para poner punto y final a esta ‘Afilando columnas’ nos quedamos en el diario madrileño de Vocento pero cambiando radicalmente de tema. Salimos del cine para meternos en el escabroso mundo de la política, en el que no falta teatro y muchas películas. Ignacio Camacho dedica Rubalcaba quiere a la designación como cabeza de lista para las elecciones europeas de aquella política cuya cuenta de Twitter se parecía a la de una adolescente — Espectacular mensaje de Elena Valenciano en Twitter desde el Congreso: cuatro erratas en 21 palabras–.

NO es Valenciano, es Rubalcaba. Con la designación de la cabeza de candidatura en las elecciones europeas el líder socialista ha retratado sus intenciones: está dispuesto a dar la batalla por su propia continuidad y cree que puede ganarla. Tal vez sea el único que lo crea, pero es así.

Concluye:

Las europeas son su primer examen y como tal las afronta. Ha elegido una cabecera de cartel que le representa de modo inequívoco. Valenciano es rubalcabismo puro. Podía haber optado por Ramón Jáuregui, competente, centrado y leal, pero quería una mujer y además la escogida personifica una subordinación jerárquica indisimulable. De haber podido se presentaría él mismo. Va a por todas y aún espera, viejo zorro, salir vivo de su entierro político.

Y nosotros nos preguntamos. ¿Arrancará sus mitines Valenciano diciendo: «Buenaaaaaazzzzzzzzzzzzzzzz»?

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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