OPINIÓN / Afilando columnas

Arcadi Espada: «Los actores de Évole no podían evitar la risa, salvo Anson, que mentía con una naturalidad soberbia»

Hughes;: "'Salvados' es a la historia española lo que 'Cuarto Milenio' a la ciencia, pero sin gracia"

Miquel Roca: "Que ETA haya hecho un gesto más hacia el abandono definitivo de la violencia es una buena noticia"

Algunos periodistas consideran que todo lo referido a los medios de comunicación no debería ser objeto de noticias ni artículos, que en realidad eso no es más que mero cotilleo. Sin embargo, la realidad es que la actualidad mediática le interesa a muchísimas personas, como demuestra que el hecho de que Periodista Digital no sea precisamente un medio marginal. Hasta los grandes medios generalistas y sus colaboradores se van dando cuenta de este interés del público. Tal vez por eso no debe extrañar que gran parte de los espacios de opinión de la prensa de papel de Madrid y Barcelona el 25 de febrero de 2014 traten sobre el programa ficción de Jordi Évole sobre el 23-F.

Hacemos sonar una vez más nuestra armónica de afilador y pasamos a contar todos esos textos, y alguno más dedicado a esa otra pieza de falsa realidad protagonizada por unos etarras y un par de auto proclamados verificadores.

Arrancamos en esta ocasión en El Mundo, donde Salvador Sostres lanza toda su artillería contra Évole y quienes le aplauden. Lo hace en Documentales falsos:

El humorista Jordi Évole presentó ayer un falso documental sobre el 23-F queriendo, en apariencia, hacer un homenaje a La guerra de los mundos de Orson Wells cuando en realidad recreaba la vieja fantasía de la izquierda de que el Rey organizó o incitó el golpe de Estado.

Es de agradecer que ayer Évole le llamara fascista al Rey en broma, porque en el resto de sus programas se lo suele decir en serio.

Tras varios elogios al papel del Rey durante las últimas décadas, concluye:

Por cierto que cuando las cosas en Cataluña estén dentro de un año mucho más calmadas, fruto de acuerdos nada fáciles, muchos creerán que ha sucedido así, como por arte de magia. Y continuarán diciendo que el Rey está acabado y que Rajoy no hace nada.

A la izquierda totalitaria, y a esta derecha histérica que cada vez está menos en sus cabales, no les va a quedar otra que vivir de documentales falsos.

En el mismo periódico encontramos un extenso artículo de Arcadi Espada, presentado bajo el epígrafe de ‘Análisis’ –¿va a copiar Casimiro García-Abadillo la táctica de El País de camuflar bajo ese antetítulo determinados artículos?–. Se titula Golpe mediático. Recuerda los antecedentes de la «supuesta hazaña retórica», entre los que además de Orson Welles se encuentra uno más antiguo y español:

El 25 de noviembre de 1891, en El Liberal, el periodista Mariano de Cavia publicó un artículo titulado: La catástrofe de anoche: España está de luto. Incendio en el Museo de Pinturas. Cavia describía un día después la intención de su artículo preventivo sobre la quema del Prado: «Hemos inventado una catástrofe… para evitarla». A partir de ahí la lista es larga.

Añade:

Aparentemente estos ejemplos hacen pensar en una robusta imaginación creadora. Pero, en realidad, la base del éxito de audiencia de estas patrañas es sencilla. Todas parten de la ruptura unilateral de un pacto de confianza entre el público y los emisores, según el cual y para simplificar, lo que se publica en el periódico es verdad: el lector no está en Ucrania pero sabe que han destituido a su presidente. Desde Cavia, ninguno de los supuestos transgresores ha tenido que sofisticar demasiado su ingenio: la credulidad del público se ocupa de llegar a donde no llega el talento. Esta es la ley inexorable que se cumplió el domingo: un guión burdo y unos actores improvisados que no podían evitar la risa (salvo Anson, que mentía con una naturalidad soberbia) no impidieron que la mayoría de telespectadores creyera que la historia era cierta.

Concluye:

Quiero decir, por último, que en el programa salen tres tipos honrados, que cumplen con las reglas de su trabajo. Dos espías, uno del Cesid y otro de la CIA, y un militar español. Todos ellos, a diferencia de los Ónega, Leguina, Gabilondo et al son personajes ficticios, con nombres ficticios, interpretados por actores. Es un dato interesante. Permite distinguir a la gente poco seria. Es decir, aquella que en la lista del aprecio de los ciudadanos españoles ocupa los últimos lugares. Políticos y periodistas. Gente de la que, decididamente, no te puedes fiar.

Este humilde lector de columnas debe reconocer que al principio se creía el cuento que nos vendía Évole, y no salía de su asombro ante el hecho de que tanta gente se pusiera de acuerdo para hablar justo en este momento. La credulidad estaba justificada precisamente por Anson, que se dedicaba a comentar la belleza de ciertas señoritas. Pero después todo quedó claro.

Hemos de añadir que ver a una estrella de la SER como Gabilondo decir que el programa demostraba lo fácil que era mentir y manipular de los medios nos hizo saltar en nuestro asiento. Lo que pensamos algunos fue algo así como: ‘lo dice uno que estaba en la cadena que informó de unos inexistentes hombres bomba el 11-M’. Pocas lecciones de moral y ética periodística pueden darse con esos antecedentes.

Pasamos a ABC, donde Juan Carlos Girauta muestra su desagrado con el programa de ‘El follonero’ en un artículo titulado Periodismo o ficción. Arranca recordando el mismo texto de Mariano de Cavia en 1891 al que se refería Arcadi Espada –más tarde Girauta reconoce que ambos hablaron antes de que él escribiera esta columna-. Añade:

Pretender ciento veintitrés años después que el falso documental de Jordi Évole sobre el golpe del 23-F es periodismo «experimental» equivale a reconocerle algún espíritu innovador a quien hoy día exhibiera un urinario como obra de arte. Básicamente, porque ya lo hizo hace casi un siglo Marcel Duchamp. Así que la excusa experimental de «Operación Palace» no se sostiene. Se arguye también el divertimento, la pizca de broma que supuestamente impregnaría la emisión de La Sexta para que cualquiera mínimamente avisado advirtiera que el ejercicio mezclaba realidad y ficción. Una práctica, digámoslo ya, abominable.

Concluye:

Ayer tuve ocasión de decirle al maestro José Luis Garci que, de todos los intervinientes en la farsa, solo él tenía perdón de Dios, pues su profesión es la ficción. También hablé con mi amigo Arcadi Espada, el periodista que ha condenado las mezclas de realidad y ficción con más insistencia y con mayor eficacia. Recuérdese el caso Cercas. Espada me expuso una razón definitiva para deplorar la «Operación Palace»: Dentro de unos años -me anunció- muchos veinteañeros de ahora sostendrán con convicción que el golpe del 23-F fue organizado por el gobierno de España. Por eso -añadió-, fusionar realidad y ficción no solo es incompatible con el periodismo, y no solo es inmoral: es el principal problema de nuestra democracia. Al cabo de varias discusiones entendí el porqué.

Seguimos en el diario madrileño de Vocento, donde Hughes titula Évole Welles:

Más allá de la broma de ver a alguno tomarse a guasa una Santa Transición de la que lleva viviendo toda la vida, que eso sí es chiste, lo que tuvo pelendengues no fue el docu sino el debate posterior, que se cerró con un corresponsal alemán en España comparando franquismo y nazismo y dando lecciones a los españoles sobre cómo cerrar heridas. No hizo España, ni se llegaron a hacer los españoles entre sí, nada semejante a lo que Alemania ha de olvidar/recordar, según proceda (debería haber un verbo para esa presente desmemoria: recolvidar). No asombra el corresponsal, degradación, también, del viejo hispanista entremetido, sino la visión que del país tienen Roures, Évole y compañía. Vaya domingos de guardar: «Salvados» es a la historia española lo que «Cuarto Milenio» a la ciencia, pero sin gracia.

Tenga cuidado el bueno de Hughes. Algunos creen que decir que ciertas cosas no son iguales al nazismo significa defenderlas. El afilador de columnas nunca defenderá a una dictadura como la franquista, ni a ninguna otra, pero es igual al nazismo, pertenecen categorías diferentes. Nos parece acertada, por tanto, la reflexión del bueno de ese columnista que en realidad tiene el «exótico nombre de Paco» —Hughes: «Si te llama el ABC es como si te llama el Real Madrid, lo dejas todo»–.

Pero no todo iban a ser críticas negativas al supuesto experimento de Évole. Si tomamos el puente aéreo, en Barcelona vamos a encontrar en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’ a quien se deshace en elogios al que antes se hacía llamar ‘El follonero’. Es Ferran Monegal, que titula su artículo en El Periódico como Brillante farsa, verdad oculta:

El impacto televisivo de esta heterodoxa y ‘pirandelliana’ comedia ha sido glorioso. El juego del engaño ha durado 50 minutos apenas. Los suficientes para que muchos lo hayan degustado con complicidad, y otros con irritación y cabreo.

Concluye:

Ahora los airados no piden la cabeza de Évole, pero intentan erosionarle hablando de descrédito. Es curioso, si Évole ha conseguido la complicidad de Gabilondo, Anasagasti, Verstrynge, Ansón, Mayor Zaragoza, Leguina, Mayayo, Alcaraz, Satrústegui, Bosch, Albajara, Rojas Marcos, Azkárraga, Garci y Ónega, hasta el punto de prestarse a hacer de actores y poner en pie la ficción, no parece que Évole haya perdido crédito precisamente. Ni sus notables cómplices tampoco.

Este humilde lector de columnas se pregunta si Monegal hubiera hecho una defensa tan encendida, y un elogio tan generoso, de un programa igual si se hubiera emitido en un canal de Mediaset en vez de en uno de Atresmedia. Igual es pura casualidad que el propietario de laSexta sea el mismo que el de Onda Cero, donde él ejérce de crítico televisivo en el programa de Julia Otero.

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Pasamos ahora a otro vídeo de falsa realidad, o si lo prefieren, de periodismo ficción. Nos referimos al de los autodenominados verificadores con los etarras. Para entrar en este tema no salimos todavía de El Periódico. Esperanza García titula No es sólo puro teatro. La columnista critica la postura que han tomado el PSOE, y en especial el PSE y Patxi López, sobre este asunto:

Se reclama una excepción en la aplicación del Estado de derecho y no se sabe muy bien por qué. ¿Se ha disuelto ETA? ¿Ha entregado las armas? ¿Se han entregado los prófugos? ¿Se colabora con la justicia para la resolución de casos pendientes? Desgraciadamente, esa no es la situación, por lo que es insostenible defender la no aplicación de la ley.

Concluye:

Imagínense ustedes que el cártel de Juárez hubiera contratado a sus verificadores (como ETA) haciéndose una foto con dos toneladas de cocaína y parte de las armas que a diario causan muertes en México bajo la promesa de no traficar con ellas ni matar a nadie más. ¿Darían ustedes alguna validez a semejante aberración?

Simplemente, García tiene toda la razón del mundo.

La postura contraria la encontramos también en Barcelona, pero en el otro gran periódico de esa ciudad, el del conde de Godó y Grande de España que recula en su apuesta por el independentismo catalán. Y quien celebra el vídeo farsa de ETA como una buena noticia es ni más ni menos que el abogado de la infanta Cristina, Miquel Roca. Titula ¡Buenas noticias!

Aunque trata de otras cuestiones en la citada columna, nos referiremos a lo que atañe a este asunto del mini arsenal:

Que ETA haya hecho un gesto más hacia el abandono definitivo de la violencia es una buena noticia. Todo el mundo califica el gesto de insuficiente y, para algunos, poco creíble; pero no deja de ser una buena noticia. El proceso hacia la paz en Euskadi es largo, difícil y lleno de dificultades, pero la decisión anunciada por ETA, teatral e insuficiente, es una buena noticia. Marca una tendencia que genera confianza.

Puede parecer que al hacerlo no estemos siguiendo el guión de lo políticamente correcto, pero ayudamos a generar confianza (…) Que la violencia deje paso a la paz democrática emociona.

Parece que algunos se emocionan con simples mentiras. Y que Roca sea uno de los padres de la Constitución… Qué pena.

Para cerrar este ‘Afilando columnas’ volvemos a Madrid. En La Razón, Ely del Valle junta los dos temas del día en el titular, aunque en realidad su artículo trata sobre el vídeo de ETA. Se titula El Évole de los ‘verificadores’.

La suerte que tienen Manikkalingam y compañía es que éste es un Estado de Derecho que se conforma con citarle en la Audiencia Nacional y no lo manda directamente a picar piedras por compadrear, previo pago por sus servicios, con delincuentes.

Es curioso cómo unos señores a los que los únicos en dar vela en este entierro son los muertos, aparecen en público investidos de una autoridad que nadie les ha otorgado y se permiten el lujo de señalarnos el camino como si realmente tuvieran competencias para ello. No hay nada como ponerse un traje planchado y un nombre rimbombante para creerse con derecho a marcar rutas, decidir rumbos y dictar lecciones que nadie les ha pedido. Por suerte, la pantomima no cuela. La respuesta del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha sido la única posible: un tururú educadísimo y la confirmación de que aunque la mona se vista de verificador, los asesinos sólo tienen como alternativa correr con la cuenta de los platos rotos. No hay más.

Pues esperemos que De Valle tenga razón y que al final registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante y el ministro que ve la mano de la Virgen de Fátima en la caída del Muro de Berlín no acepten entrar en el juego de los etarras y los verificadores. Viendo tanto terrorista que ha salido de prisión desde que gobierna Rajoy, cualquier cosa se nos antoja posible.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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