OPINIÓN / Afilando columnas

Gabriel Albiac: «La extinción del PSOE sería un bien para la España moderna»

Lucía Méndez: "Los suyos ya habían avisado hace meses que encontraban a Rajoy la mar de crecido, suficiente y satisfecho de sí mismo"

Comenzamos a pensar que lo más interesante del Debate sobre el estado de la Nación no es tanto las intervenciones de quienes se suben a la tribuna de los oradores como las múltiples interpretaciones periodísticas sobre lo que ha ocurrido en el Parlamento. Por supuesto, los periódicos de papel no son una excepción, sino todo lo contrario, y durante varios días sus espacios de opinión muestran muchos textos sobre el asunto. El 27 de febrero de 2014, la mayor parte de los articulistas que entran en materia lo hacen centrándose en el papel de uno u otro líder en concreto, incluso en lo que no tiene nada que ver con lo vivido en la Cámara Baja durante las dos jornadas anteriores, más que en una visión general.

Hacemos sonar, como cada día de lunes a viernes, nuestra armónica de afilador y pasamos a contar lo más jugoso del columnismo del día.

Empezamos en tierras barcelonesas, con el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Enric Marín escribe en El Periódico una artículo con el largo título de El legado del paso de Rajoy por la Moncloa –que nadie le reproche a este humilde lector de columnas ese artículo «la» en minúscula cuando debería ir en mayúscula, se limita a reproducir el titular tal y como aparece en el original–. Dice sobre el registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante:

Rajoy no pasará a la historia como un estadista notable. Ni regular. Es más amable que muchos de sus correligionarios, pero destacará negativamente. Después de haber dinamitado el proceso del Estatut del 2006 con voluntad electoralista, lo que marcará su biografía política será haber sido un político europeo insignificante y el gestor torpe de un fracaso anunciado: la redefinición de la relación entre Catalunya y España.

Algo nos dice que al señor Marín la redefinición de la relación «entre Catalunya y España» pasa por aceptar todo lo que digan los nacionalistas o, al menos, el federalismo del PSC en el que no cree casi nadie.

Tomamos el puente aéreo y ya en Madrid nuestra primera parada es El Mundo. Su máxima responsable de Opinión, Lucía Méndez, habla también del inquilino de La Moncloa. Lo hace bajo el título de La interpretación de los gestos.

Los suyos ya habían avisado hace meses que encontraban a Rajoy la mar de crecido, suficiente y satisfecho de sí mismo. El debate lo ha confirmado. El mandato de Rajoy ha entrado así en una nueva fase. La fase en la que los silencios del presidente, sus monosílabos o el arqueo de sus cejas han de ser interpretados para otear un futuro que sólo depende de su voluntad.

Concluye:

El presidente, seguro de sí mismo, ha hecho en este debate su gran apuesta. La de fiarlo todo a la macroeconomía obviando cualquier referencia a las calamidades de los españoles que no pueden pagar la calefacción y que comen gracias a los bancos de alimentos. Rajoy escuchó sin inmutarse las referencias de las ONG sobre el avance de la pobreza en España y la destrucción de las clases medias. Resulta llamativa la falta de preocupación del presidente por esta realidad. Ni un guiño hizo en su discurso a esa otra España. La apuesta es arriesgada porque sus gráficos macroeconómicos no se corresponden con la percepción de la calle. Y la calle, ahora silenciosa, votará el 25 de mayo.

Parece que hay algunos que no comparten la idea generalizada de que Rajoy, aunque por la mínima, salió victorioso.

Llegamos a ABC, donde encontramos dos columnas dedicadas al apparátchik que creyó que siendo secretario general se convertiría en un líder socialista. Gabriel Albiac titula Rubalcaba forever:

NO me incomoda que el PSOE se hunda. Mejor, si para siempre. Representa lo más podrido en la política de este país: la banda de avispados que corrompió su alma, cuando aún todo era posible, allá por la Transición. Su extinción sería un bien para la España moderna. No sé si su vacío lo acabaría llenando una fuerza menos sombría. Perder de vista a la entidad que inventó el uso delictivo de lo público tendría, en todo caso, mucho de acto higiénico.

Sobre el papel de Rubalcaba dice:

La exhibición de estos dos días ha sido tragicómica. Pero previsible. No había un solo desastre del cual el líder del PSOE pudiese acusar al del PP sin que este se lo devolviese corregido y aumentado. ¿Catástrofe económica? El Gobierno del cual usted, señor Rubalcaba, fue vicepresidente es el principal, si no el único, responsable de esto que ahora nos asfixia. ¿Maraña migratoria? La descacharrante ley Caldera estuvo en el origen de todo este malestar ahora difícilmente corregible. ¿Corrupción, abusos policiales…? Pero, ¡por Dios!, si el señor Rubalcaba es el último superviviente de los gobiernos Glez-Gal… Y eso contando con la cortesía de un presidente que ni siquiera se tomó la molestia de recordarle el Faisán y un par de historias negras bastante desagradables.

Y si Albiac ve a Rubalcaba como la garantía del hundimiento del PSOE, Isabel San Sebastián no comparte ese diagnóstico. Apuesta, por el bien de España, por la permanencia al frente de los socialistas del hombre que quiso protagonizar ‘El milagro de Pe Punto’. Titula Izquierda huérfana:

Basta ver a alguien como Tomás Gómez al frente del PSM para darse cuenta de que Rubalcaba podría encarnar, pese a todos los pesares, la menos mala de las opciones disponibles en la actualidad. La que conserva más sentido de Estado y capacidad para articular un gran pacto que pronto se hará imprescindible. La que, aun habiendo sido la mano derecha de Zapatero, más se aleja de sus planteamientos delirantes y ruinosos. Sé que parece una contradicción, pero a las alternativas me remito: Carme Chacón, Eduardo Madina, Patxi López. ¿Alguien da más?

¿Y por qué de su apuesta?

En 2016, por tanto, se abrirán tres escenarios posibles: una gran coalición PP-PSOE, llamada a reformar el sistema desde dentro antes de que se derrumbe del todo; una coalición PP-nuevos partidos centristas, susceptible de apuntalar un edificio necesitado en todo caso de reformas; o una coalición PSOE-IU-izquierdas nacionalistas, que aceleraría el colapso. Sea cual sea el modelo, estará condicionado por quien tome las riendas del PSOE en los próximos meses.

Lo cierto es que viendo los posibles candidatos a liderar al PSOE, lo más sensato es ponerse a temblar. Aunque parezca imposible, algunos harían bueno a Rubalcaba.

Pasamos ahora a La Razón, en cuya contraportada Alfonso Ussía se lanza a escribir sobre el comunista Cayo Lara. Y no para elgoiarle, precisamente. Titula Desodorante.

Cada vez que lo veo en la pantalla, experimento el impulso de fumigar el aparato de televisión con desodorante. El de Argamasilla parece espeso. Y más en su fondo que en su forma, que es bastante penosa de por sí.

Sigue:

En su intervención en el Debate de la Nación estuve esperando la expresión sentida de sus sentimientos por los diez estudiantes asesinados en Venezuela a manos de los partidarios de su amigo, el camarada Maduro. Cayo Lara haría bien en emular a Maduro y Fidel en el uso del chándal. No entiendo el retraso del comunismo español respecto al chándal.

A primera vista, se antoja más higiénico. Pero el compañero Cayo no estaba para hablar de Venezuela ni de Cuba ni de Corea del Norte.

Añade:

Cayo Lara puede ser una buena persona, pero sus palabras no concuerdan con la armonía de los justos. Mira y amenaza; habla, y amenaza con más ahínco. No me gustaría encontrármelo de frente y con el poder de su parte.

Concluye:

Este hombre es el responsable máximo de una coalición que gobierna en Andalucía, el luminoso sur de España sacudido por la corrupción. No puede enfadarse tanto con los corruptos, porque forma parte del sistema. Y tiene la obligación de aligerar su resentimiento, que con el odio de clase, demostrado está, no se alcanza ningún objetivo digno y respetable.

Este afilador de columnas considera que no hacía falta entrar en los gustos estéticos de Cayo Lara, eso son lo de menos. Lo peor de él, como de cualquier comunista, es su complicidad con algunos de los regímenes más criminales que ha sufrido y sigue sufriendo la humanidad. Y que son lo que les gustaría imponernos a los españoles.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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