OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

La izquierda mediática oculta el papel del PSOE en la caída de Adolfo Suárez

Ridículo de la prensa de papel: cuatro periódicos publican los mismos artículos de Rajoy y Aznar

Felipe González sólo dedica seis frases a Suárez, pero insiste en que le quería mucho

De nuevo, la prensa digital vence a la prensa de papel (de pago o gratuita). Este 24 de marzo, las cabeceras de toda la vida salen con un despliegue de páginas, fotos, cronologías y tribunas sobre Adolfo Suárez que en gran parte llega tarde en comparación con lo que podemos leer en Internet.

Tan gastada está la prensa de papel que los artículos de Mariano Rajoy y José María Aznar se publican en cuatro de los cinco periódicos con que elaboro esta modesta revista de columnas. Lo curioso es qué cabeceras no publican esos artículos: el de Aznar no aparece en La Razón del marianista Marhuenda y el de Rajoy no sale en El Mundo que acogió confesiones de Luis Bárcenas. Ambos dirigentes del PP coinciden en El País, La Vanguardia y ABC. Hay editores y políticos que siguen empeñados en que lo que los lectores lo son de un solo periódico.

Rajoy comete un feo con su mentor Manuel Fraga, ya que lo elimina de la lista de políticos con los que trató Suárez para construir el consenso.

Su sensibilidad se puso de manifiesto muy especialmente en su papel imprescindible a la hora de sumar voluntades con vistas a la Constitución de 1978. Allí quedaron gestos de grandeza para la historia, como la complicidad cultivada por Suárez con sus adversarios políticos como Felipe González, Santiago Carrillo o con el presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas.

En la tribuna de Aznar hay unas líneas que parecen responder al manifiesto del 22-M en el que se asegura que la Constitución se hizo «contra el pueblo» y «no tiene ninguna legitimidad»:

Ahora que tantas veces se maltrata la palabra «democracia» es preciso recordar que durante aquellos años los españoles -todos, en toda España- acudieron a las urnas en 1976, en 1977, en 1978 y en 1979.

La tribuna de José Luis Rodríguez Zapatero, más breve, sólo la han querido El País, La Vanguardia y La Razón. Los tres periódicos le ponen un título distinto. De entre sus frases hechas, sus redundancias y sus clichés rescatamos:

Hoy más que nunca debemos reconocer que la Transición fue un gran ejemplo colectivo, un gran ejemplo para el mundo, y que esa hazaña sólo se entiende a partir de la actitud de Adolfo Suárez, de su afán de concordia, de su determinación, de su valentía. Una valentía que dejó una huella imborrable en su gesto ante los golpistas del 23F.

Si piensa así Zapatero, ¿por qué ha convertido la memoria histórica promovida por la extrema izquierda en principio del PSOE y norma legal?

El último ex presidente, Felipe González, firma seis frases en El País que costarán encontrar al lector desprevenido. Reproduzco las últimas.

He compartido con él muchos momentos clave de nuestra historia y una amistad que superaba las discrepancias lógicas en el pluralismo de las ideas. Tengo un recuerdo imborrable de su figura y de su tarea. Quieromanifestar a su familia mis sentimientos de pesar y respeto en estos momentos de dolor.

Una prueba más de que González es esa palabra que empieza por ce de casa… ¡Caballero! Eso, un caballero en cuyo corazón no anida ni el rencor ni la mezquindad. O tal vez está enfermo y no tiene fuerzas ni para dictar.

¿Quién echó a Suárez?

Las demás columnas y tribunas las divido en aquellas que cuentan verdades y aquellas que cuentan medias verdades.

De estas últimas, selecciono las escritas por los budas de la izquierda, escriban donde escriban, que cuentan cómo Suárez cayó por los maquinaciones de los generales franquistas, los banqueros orondos, los obispos preconciliares, los caciques de derechas envidiosos… pero se olvidan de incluir en esas conspiraciones al Rey y al PSOE.

Raúl del Pozo (El Mundo) se pasa en las alabanzas a Suárez que le atribuye la despenalización del aborto, cuando esa ‘gloria’ corresponde a González. ¿Se referirá Raúl al adulterio?

Lo apoyé porque no hubo español más difamado que él después de la muerte de Franco. Le silbaban en la ‘zona nacional’, le llamaban traidor, tenía que bajar la ventana de humo para que no le insultaran. Lo odiaban por habernos quitado de encima la losa de la Dictadura, por haber legalizado el PCE, por haber autorizado el aborto y la fiscalidad de país democrático.

Juan Luis Cebrián (El País) no deja pasar la ocasión para contarnos que por las noches, al volver del periódico, leía y escuchaba música. Ya aspiraba a la Academia. Y nos regala tres anécdotas que reservaba para sus memorias. Estoy tan conmovido que una lágrima se me cae en el café.

En la madrugada del sábado 17 de noviembre de 1978 me encontraba yo leyendo y oyendo música en mi domicilio, después de haber cerrado la edición de EL PAÍS, cuando sonó el teléfono. Me llamaba el presidente en persona, sin mediación de secretarias o gabinete alguno. Eran las dos de la mañana

La división cainita de su partido, que le sacrificó en el altar de las ambiciones de poder de unos cuantos, amenazó con sepultar su gestión en el olvido. Muchos de los que hoy le lloran contribuyeron a su inmerecida y brutal defenestración.

Santos Juliá (El País) culpa a quienes rodeaban a Suárez:

UCD permaneció como cueva de barones que compartían un rasgo común, su desprecio a aquel político que se había encaramado al poder como por arte de birlibirloque. Sin lecturas, sin bagaje intelectual, sin idiomas, sin pedigrí alguno, todo lo que antes fue motivo de admiración ahora se convertía en causa de desprecio.

Y fue, al cabo, la revancha de la política de personalidades transmutada en rencillas de barones la que acabó por provocar un boquete en la línea de flotación del mismo partido que les había llevado al Gobierno.

El Gobierno de salvación buscado por el PSOE

Frente a estos silencios interesados, otros columnistas citan el peso del Rey y del PSOE en el cerco y la dimisión de Suárez. Los socialisats no vacilaban en tontear con esos generales tan franquistas que no dejaban dormir por las noches a los progres.

José Oneto (Republica.com)

Suárez se va, y dimite, porque ha perdido el favor de su partido que conspira contra él, y que está a punto de romperse si Felipe González, que presenta una moción de censura en Mayo de 1980, se acerca de nuevo a gente de su partido o sigue dando crédito a esos juegos de sirena que hablan de la necesidad de la formación de un Gobierno de emergencia o de salvación nacional, presidido (¿por qué no?, dicen sus adversarios) por un militar.

Lucía Méndez (El Mundo)

Los militares seguían acosándolo y dirigentes soialistas coqueteaban con el Ejército para impulsar un Gobierno de salvación nacional.

Soledad Gallego-Díaz (El País):

El presidente del Gobierno presentó su renuncia ante las cámaras de televisión, demacrado y agotado, sometido a la fuerte crispación política que promovía sin cesar la oposición socialista, a las luchas internas de su propio partido, a la creciente falta de confianza del Rey y, por supuesto, a la interminable y furiosa presión militar que desembocaría ese mismo año en el golpe de Estado del 23-F.

Jordi Pujol (La Vanguardia):

Finalmente se fue. O le echaron. O medio se fue y medio le echaron. No lo sé exactamente. (…) no logró todo el reconocimiento que merecía, y por supuesto no de la oposición, pero tampoco en gran medida por parte de sectores intelectuales, culturales y económicos, e incluso en parte de los suyos

Panegíricos más que para Suárez, para el régimen

Y ya tan sinceros que duelen, dos habituales.

Federico Jiménez Losantos (El Mundo), que habla del golpe de Estado institucional del 23-F:

lo que no le perdonaron los «poderes fácticos» que orquestaron el golpe de Estado del 23-F es que ganara las [elecciones] de 1979, ya en un régimen constitucional votado por la gran mayoría de los españoles. Mientras fue instrumento, Suárez sirvió. Cuando se comportó como un presidente de Gobierno en una democracia, Suárez sobró. Y lo echaron tras una campaña de desprestigio, sobre todo del PSOE, verdaderamente repugnante. Los fallos de Suárez -su endeblez intelectual, su ingenuidad ante el PSOE, la pugna con el Rey que favoreció las intrigas militares- están en el texto de la Constitución, que negoció su valido Abril Martorell con Alfonso Guerra, y así salió. Los méritos, en la gallardía con que evitó el golpe para echarlo del Poder y que, al dimitir por sorpresa, quedó en puñetazo en el aire, absurdo.

Del 23-F al 11-M nos hemos acostumbrado a la conspiración institucional y a la manipulación informativa. En honor de Suárez, que se ahorró el 11-M, cabe decir que la casta política que lo liquidó es la que está liquidando España.

Juan Manuel de Prada (ABC), que asegura que los elogios a Suárez se dirigían más que a la persona y obra de éste, a la Transición:

Ruano llamaba «semana del duro» a esa porción de tiempo en que el muerto ilustre disfruta de una gloria fungible en los periódicos, antes de ingresar en las cámaras sin ventilación del olvido. Adolfo Suárez ha disfrutado de manera anticipada de una «semana del duro» con fuegos de artificio (de mucho artificio), a modo de corolario de la adoración que se le tributó durante la época en que su cabeza navegó por los pasadizos neblinosos de la desmemoria; y en contraste con los vituperios floridos (y cruzados) que recibió mientras estuvo activo.

Pero en las ceremonias necrófagas que se le han dispensado a Suárez en estos días había un empeño desaforado, chirriante, muy gruesamente acrítico, de mitificación, a través del cual se pretendía exaltar la época que él había protagonizado, la llamada (la mayúscula que no falte) Transición, tan desacreditada hoy -sobre todo entre las nuevas generaciones- pese a los esfuerzos denodados de los amos del cotarro. Naturalmente, en este empeño mitificador hay por parte de los mitificadores un anhelo de salvarse a sí mimos (aunque lo enmascaren de epicedio de Suárez) y de blindar una época llena de sombras. Pero este vano empeño se volverá contra ellos; como la infección de la herida enconada se vuelve siempre contra quien pretendió cerrarla en falso.

Añado a Kiko Méndez-Monasterio (Gaceta.es), que va en la misma línea que Prada. Coincidencia generacional.

Ahora, divinizar la Transición nos obliga a ir canonizando a sus principales intérpretes. De Carrillo ya hicieron santo súbito, y aunque con Suárez algunos no serán tan indulgentes, también le reservan un espacio privilegiado en un panteón con aluminosis. La versión naif de aquellos años de consenso y plomo se ha esfumado a costa de desempleo y desesperación, viendo como cuatro décadas después los oligarcas son incapaces siquiera de crear una ficción de transparencia, porque ni saben ni están acostumbrados a disimular.

La oscilación de Suárez a la izquierda

Fernando González Urbaneja (Republica.com) recuerda lo bien que le vino a El País la designación de Suárez por el Rey

En la calle Miguel Yuste, en las plantas de arriba, esperaban que Areilza fuera el elegido; estaba preparada la entrevista y una recepción editorial esperanzadora, de aliento a otra forma de gobernar. El cálculo era muy infundado, nunca tuvo posibilidades Areilza, pero la ilusión ofusca. La designación de Suárez produjo consternación, más de lo mismo, un falangista desteñido, la crítica del nuevo diario fue dura. Pero en la redacción el sentimiento fue muy distinto; con Areilza en el Gobierno El País hubiera sido el diario oficial, y eso hubiera sido fatal para el nuevo y joven diario. Contra Suárez El País pudo desplegar sus capacidades profesionales y convertirse en el diario de referencia de la transición. Crítico, pero también leal en lo esencial. Suárez fue una bendición para El País, y aquella redacción supo intuirlo. La tensión contra Suárez les fue bien a ambas partes, al Presidente del Gobierno y al diario independiente de la mañana.

Alfonso Osorio, que fue vicepresidente en su primer Gobierno, explica (ABC) su deriva hacia la izquierda:

Adolfo Suárez ganó las elecciones -era lo justo- pero encajó con dolor la derrota en Madrid ante Felipe González. Entonces decidió gobernar «en centro izquierda» y políticamente nos separamos, no sin antes decirle que «nunca nadie había conseguido tanto en tan poco tiempo».

Jaime Mayor Oreja (ABC) da un testimonio que prueba que la libertad no era tanta ni la Transición fue tan pacífica como se pretende.

Mi primer recuerdo se remonta al encuentro que tuvimos en La Moncloa el Comité ejecutivo de la UCD de Guipúzcoa en octubre de 1977. Guipúzcoa era la única circunscripción electoral en la que la Unión de Centro Democrático no se había presentado a las elecciones primeras del 15 de junio de 1977. La razón era obvia: el miedo. Y pese a los buenos oficios del entonces gobernador de Guipúzcoa, José María Belloch, padre del que sería ministro, y de Rafael Calvo Ortega, el temor había sido insuperable.

Y una descripción mínima y acerada de un momento que redime a un hombre, por Ignacio Ruiz Quintano (ABC).

Una noche Suárez se fue como había venido, sin que supiéramos por qué, y de él nos quedó su póster de Gary Cooper pasado por Ermenegildo Zegna ante los tricornios del 23F en el Congreso.

Antes que en el papel, en los digitales

En las webs se han publicado este fin de semana varias columnas que se anticiparon a la prensa escrita y que aconsejo.

Eduardo San Martín confiesa que él fue uno de los muchos periodistas que despreciaban a Suárez.

Pedro F. Barbadillo recuerda los exabruptos que Felipe González y Alfonso Guerra le dedicaron al fallecido.

Enric Sopena muestra cómo la vieja izquierda usaba a Suárez para acomplejar aún más a la derecha.

E Isaac Rosa representa a la joven izquierda que abjura de la Transición porque garantizó la impunidad (sic) al franquismo, traición en la que asocia a la vieja izquierda.

Y si se quiere reír, amigo lector, en ABC tiene una columna del duque de Híjar, decano de la Diputación de la Grandeza, sobre el ducado de Suárez.

A Verstrynge quieren hacerle un escrache por facha

Por fortuna, ha habido otros asuntos en unas pocas columnas.

Fernando Sánchez Dragó (El Mundo) cuenta sus experiencias con la nueva izquierda, la izquierda anticapitalista y el 22M.

Jorge Verstrynge me cuenta que iba a participar esta tarde [viernes] en un mitin del club Podemos, pero que Pablo iglesias le avisa de que es mejor que no lo haga, porque le van a hace run escrache capitaneado por Jaime Pastor. A éste y a los de su tribu no les gusta lo que Jorge piensa acerca de la inmigración.

caminamos a contrapelo d elos manifestantes. Es el paso del mar Rojo. Alguien me llama fascista de mierda. Otro exclama: ¡ahí va ese gilipollas!

Hubo que blindar el Gijón. Devastaron su terraza.

Los manifestantes tenían razón: Madrid fue el sábado capital de la dignidad, pero no por activa, sino por pasiva. Seis millones de madrileños no se sumaron a la marcha.

Y en El País se da espacio al historiador Joaquim Coll para que explique a ‘Madrit’ que Artur Mas no es el malo, sino que lo es la ANC (Asamblea Nacional de los Catalanes), que le está marcando el paso. Como no es el primero ni el segundo artículo sobre el poder en la sombra que es la ANC me pregunto si no estamos ante un intento de esa alta burguesía y alta política catalanas que están tratando de que Rajoy ofrezca algo a Mas para ayudarle a bajarse del tigre que cabalga.

el escenario políticamente más probable. En septiembre, inmediatamente después de que el Parlamento catalán apruebe la ley de consultas no referendarias, Mas firmará el decreto de convocatoria, sin dar tiempo a que el Gobierno español pueda antes recurrir dicha ley al Tribunal Constitucional y evitar así la firma del decreto. El líder de CDC no busca celebrar la consulta sino únicamente apuntarse un gesto de enorme trascendencia para el nacionalismo: ser el primer presidente de la Generalitat que ha convocado oficialmente a los catalanes a autodeterminarse. (…) Con ese triunfo simbólico, su deseo es sortear el 2015, con la incógnita primero de las elecciones municipales y luego de las generales.

Aquí es donde la estrategia de la ANC está diseñada para desbocar la retórica oportunista de Mas, forzándole a anticipar elecciones tras las cuales, una mayoría independentista, declare la secesión. Aunque no haya cita con las urnas, no cabe duda de que el solo gesto de firmar la convocatoria de la consulta va a alentar muchísimo el desbordamiento popular que persigue la ANC, pudiéndose crear un escenario insurreccional el que la entidad pase a encarnar la voluntad del pueblo.

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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