OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Raúl del Pozo tacha de «historia fantasmagórica» lo que cuenta Pilar Urbano sobre el 23-F

Luis María Anson 'mata' a su amado Juan de Borbón en 1939, cuando éste falleció en 1993

Sebastián denuncia que ni el vitriólico Wyoming rompe la consigna de silencio sobre el 'pilarazo'

El ‘gironazo’ es un término que se aplicó a un artículo del falangista José Antonio Girón, publicado en el diaro ‘Arriba’ en abril de 1974 contra los proyectos de apertura del entonces presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro.

La entrevista a Pilar Urbano publicada en El Mundo el 30 de marzo de 2014 lleva camino de ser conocida como el ‘pilarazo’, por sus repercusiones. Paradójicamente, las afirmaciones de Urbano sobre la implicación del Rey en el 23-F están teniendo en una democracia menos comentarios en la prensa que la declaración de Girón en una dictadura, en la que ya había prensa de oposición.

VERDAD O MENTIRA: VOTE LA FRASE DE RAÚL DEL POZO

Este 1 de abril de 2014 dos veteranos de la Transición, Raúl del Pozo y Miguel Ángel Aguilar, salen a replicar a su compañera de aventuras (no de correrías) y ruedas de prensa. El primero lo hace con furia, mientras que el segundo emplea la sutileza… bueno, tampoco mucha.

Empecemos con el antiguo redactor de Pueblo hoy en El Mundo. Su columna se abre con una confesión de miedo y cobardía propias, un viejo truco para dar más verosimilitud a su testimonio.

Lo cuento como ocurrió. Se oyeron detonaciones en el hemiciclo y creí que estaban fusilando al Gobierno. Llegó un cabo primero y me apuntó con el arma. Le temblaban las manos. Me tiré al suelo en el bar y se me cayó encima el cubata. Dijeron que tenía la cara como el yeso y pasé vergüenza al ver a Adolfo Suárez jugándose la vida.

Y al final, las contramedidas contra el ‘pilarazo’.

Como dice Borges, en cada época se reestrena el asesinato de Julio César. La Historia no sólo copia a la Historia, sino que copia a la literatura. El último caso es el del libro de Pilar Urbano (La gran desmemoria), una de las grandes exclusivas de El Mundo, firmada por Miguel Ángel Mellado.

España, ese ruido de sables desde Narváez, ‘el espadón de Loja’, a la pistola de Tejero, no se compendia en los hechos, sino en las opiniones y creencias de las sectas, y Pilar ha mezclado la fábula con los bocados de chusquel real y las pipas del general.

Lo que yo vi y viví el 23-F no se parece en nada a esa historia fantasmagórica.

Miguel Ángel Aguilar nos da una lección de historia en El País con motivo de que hoy es el 75º aniversario de la victoria del bando nacional en la guerra. Empieza con el último parte de guerra de Franco y asegura que los vencidos quedaron privados de derechos, para concluir en un salto pasmoso que hay que defender la Constitución.

No hubo magnanimidad en la victoria. Las escenas de desolación y éxodo en busca de refugio, que vemos en televisión, tuvieron también lugar entre nosotros. La paz solo llegó con la Constitución de 1978. Preservarla es el primer deber.

Vamos a ver, señor Aguilar: quienes piden la reforma o derogación de la Constitución, ¿son como los franquistas? ¿Por qué publica usted hoy esa columna, después del pilarazo, y no después de la Marcha de la Diginidad, que en su manifiesto considera ilegítima la Constitución, o después de alguna proclama separatista de Artur Mas o del Parlamento catalán? Parole, parole.

Incluso el Wyoming ha callado

¡A buenas horas llega Pablo Sebastián (Republica.com) a quejarse del silencio sobre el libro de Pilar Urbano! Y eso que tiene un diario digital.

Se ha corrido la voz, chisss -como dice Peñafiel-, cuidado con ese libro maldito y pecaminoso de la religiosa innombrable P.U. que según el poder huele a novela de ciencia ficción, más escandalosa y pecadora que el Código Da Vinci que tanto furor causó entre su congregación. Si cayeron tres directores de periódicos de una sola tacada pues imagínense la hecatombe a nada que algunos más se vayan de la ‘muí’.

Toca retreta y todos a dormir. ‘Dejemos que Suárez descanse en paz’, nos dice la ‘autoridad competente’ que acaba de saludar al presidente Teodoro Obiang en el funeral de la Almudena donde Rouco invoca la Guerra Civil en su último exorcismo, antes de que el Papa Francisco lo mande al purgatorio y lo sustituya por un discípulo de Tarancón, que en el cielo estará con Suárez hablando de la transición.

O sea silencio.

Hombre, Pablo, esto ya lo escribió Federico Jiménez Losantos en El Mundo el domingo 30. Menos mal que eres más original al señalar que ni el bravo Wyoming se atrevió a tocar el asunto, y eso que tiene para reírse a una opusiana, un guardi civil, un duque muerto y un rey.

Las grandes telediarios como las radios y diarios de la mañana se quedaron en blanco como el elefante aquel. Ni el aleteo de una mosca se vio o se escuchó. Y hasta el mismísimo Wyoming de El Intermedio enmudeció de rodillas ante su audiencia, una vez que su lengua larga y graciosa esta vez se la comió un ratón. Es la ley del silencio, de los estibadores de la información.

Roberto Centeno y Antonio García Trevijano (ElConfidencial.com) firman una larga y feroz columna contra Adolfo Suárez, en la que ponen a caldo no sólo a éste, al Rey y a la clase política, sino también a los españoles.

Que España sea uno de los países más incultos del mundo desarrollado, verdaderamente analfabeto en materia política y desinformado por unos medios mercenarios del poder, explica la impudicia de una casta política que eleva a la categoría de mito la mísera trayectoria de un pobre hombre. El mito de Suárez no es otro que el de la Transición. Una colosal mentira para hacer creer a los españoles que después de Franco llegó la democracia por obra y gracia del Rey franquista y del ministro falangista Suárez.

Las exageraciones de nuestra Linda Hunt española

A Ignacio Ruiz Quintano le cabe el mérito de ser el primero en ABC en reseñar el libro de Pilar Urbano, y lo hace recordando las meteduras de pata de la hormiga atómica, como la ha definido Jiménez Losantos, como la de asegurar que en EEUU se había prohibido un libro suyo.

Y vista marcha atrás, la Santa Transición (ST) sería la historia de un Kennedy abulense al que, dimitido y sin partido, el Rey da un golpe de Estado para llevar a la izquierda al Poder valiéndose de Tejero, demócrata extravagante que se presta a tomar el Congreso por una paella.

¿Y qué va a decir uno, si estaba en el Rock-Ola con Alaska y los Pegamoides?

Son cosas de Pilar Urbano, Linda Hunt («El año que vivimos peligrosamente») de nuestro periodismo, que lo mismo amanece con Garzón que anochece con «Jefe Atta » , su libro prohibido en los Estados Unidos, «el país al que estaba destinado», porque Bush no quiso que allí se supiese la verdad del 11-S.

(…) Al hilo del kennedysmo, Tom Wolfe, detallista americano, nos recuerda que el único país que permitió representaciones públicas de «MacBird», la obra de Barbara Garson en que Lyndon Johnson asesina a John F. Kennedy para erigirse en Presidente, fue la América… de Lyndon Johnson.

¿Y qué hacen los opinadores monárquicos con más trienios al servicio de la Monarquía? Alfonso Ussía (La Razón) se mete con el terrorista Bolinaga. Y Luis María Anson (El Mundo) mete la pata, ya que confunde la fecha de la muerte de su héroe, el conde Barcelona, hijo de rey y padre de rey pero nunca rey: 1993 con 1939. 

Solo resultaría viable una Monarquía parlamentaria, como la belga o la danesa, que devolviera al pueblo español la soberanía nacional, secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.

Desde aquel 1 de abril de 1939 he acudido todos los años, sin excepción, a depositar flores bajo el sarcófago de Don Juan

Pues casi se encontró con Franco en El Escorial celebrando la victoria. Yo empiezo a pensar que Luis María Anson no está enamorado ni de Cayetana Álvarez de Toledo ni de Cayetana Fitz-James Stuart ni de las actrices a las que dedica sus almibarados elogios, sino de Juan de Borbón y Battenberg.

Y si Anson suele hacer publicidad de obras de teatro en su columna, Arcadi Espada (El Mundo) hace publicidad de Faes, la fundación presidida por José María Aznar.

Entre mis planes urgentes está el de hacerme amigo de Faes. No sé si los estatutos de la fundación prevén la figura, pero espero que alguna cosa pueda hacerse.

La burda brutalidad nacionalista, aliada a menudo con la prensa socialdemócrata, ha elegido a Faes como uno de sus principales espantajos. La estigmatización contrasta, sin embargo, con un hecho: entre las fundaciones políticas españolas su liderazgo en calidad y cantidad es indiscutible. El último ejemplo es su actividad frente al matonismo propagandístico separatista. La fundación acaba de editar un pulcro y didáctico misalillo con 20 preguntas y respuestas claves sobre la secesión y ya ha organizado varios y exitosos debates en Barcelona en torno del Asunto.

Al margen del tic pusilánime se ha instalado Faes. Comprendo a los que pronuncian su nombre con el excitado temor con el que Bambino cantaba Lo prohibido. Pero lo cierto es que hay pocos ejemplos españoles de gentes que estén cumpliendo con su deber de ley.

A Juliana le molestan todas las homilías del cardenal Rouco

No es Pilar Urbano la única que hoy recibe pescozones de los columnistas. También les caen al cardenal Rouco y al historiador Gonzalo Anes.

La muerte del director de la Real Academia de la Historia, Gonzalo Anes, hace que los periódicos le dediquen varios obituarios. Ignacio Camacho (ABC) escribe una columna en la que se rinde a la agenda de la izquierda al dedicar espacio a la polémica sobre el Diccionario Biográfico.

La crispación del debate nacional alcanzó a Anes en sus últimos años por culpa de una desagradable controversia de opinión pública. El Diccionario Biográfico que impulsó como legado de su dirección en la Academia de la Historia se convirtió en un arma arrojadiza cuyos efectos letales no supo calcular en su visión complaciente de la libertad de cátedra. La selección poco diplomática, tal vez descuidada y algo estrecha -u oblicua- de los autores de las fichas más delicadas, las de la República, la Guerra Civil y la dictadura, provocó una ruidosa querella que contaminó de sesgo ideológico un ambicioso esfuerzo documentalista en el que el franquismo salió retratado con manifiesto exceso de benevolencia. A un hombre de espíritu tan afinado y sutil le faltó tacto, sensibilidad estratégica; su penitencia no fue el zarandeo político, sino el hundimiento del proyecto al que había dedicado los últimos años de su vida. Anes se equivocó como director editorial, cierto, pero su error no basta para empañar una excelente trayectoria de magisterio doctoral en las ciencias sociales.

Y Enric Juliana (La Vanguardia) suelta esa puñalada catalana, envuelta en sedas, que se está haciendo habitual en Madrid contra Rouco por hablar de la guerra en el funeral de Suárez, quien parece que, como Cristóbal Colón, ha pasado a ser de propiedad catalana.

deja caer que España puede hallarse en riesgo de una nueva Guerra Civil. Una homilía triste, depresiva, leída con la frialdad de un burócrata eclesuiástico y con el dardo perfectamente calculado y envenenado.

Un epílogo que Adolfo Suárez no merecía.

Juliana es corresponsal de La Vanguardia en Madrid, ¿estaba fuera de la ciudad el sábado 22, cuando llegó la manifestación con cientos de banderas de la guerra y se produjeron los tumultos con los vándalos y la Policía?

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Autor

Pedro F. Barbadillo

Es un intelectual que desde siempre ha querido formar parte del mundo de la comunicación y a él ha dedicado su vida profesional y parte de su vida privada.

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