En la misma semana, Ana Palacio publica sendos artículos en El País y El Mundo
La lectura de la prensa del 10 de abril de 2014 me hace recordar un artículo del maestro Julio Camba, recogido en ‘La ciudad automática’. Al saber lo que ganaba el ex presidente de EEUU Calvin Coolidge por escribir artículos en el Herald Tribune (200.000 dólares anuales frente a 100.000 que había percibido en la presidencia de la república), Camba mediataba sobre la subversión de la vieja costumbre de pasar del periodismo a la política por la de pasar de la política al periodismo.
Parece el caso de Ana Palacio, que de pronto, tras su paso por el Ministerio de Asuntos Exteriores a las órdenes de Aznar y su apoyo a EEUU para la invasión de Irak, se ha revelado como una experta en energía (consejera en Enagás), una abogada sin parangón y una colaboradora buscada por los periódicos.
El martes 8 El País le publicó a Palacio una tribuna sobre la geopolítica en Oriente Próximo y hoy El Mundo le publica otra sobre el derecho del ex primer ministro Silvio Berlusconi a presentarse a las elecciones al Parlamento Europeo, del que es abogada y cuya demanda acaba de ser desestimada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Una vez que he puesto la cita culta al principio del artículo puedo pasar al repaso diarios de columna. Como supondrá, querido lector, sigue la marea alta de comentarios sobre el debate en el Congreso con los tres enviados por el Parlamento regional catalán.
Chachas, criados, señoritos y señores
Los columnistas catalanes de El Mundo se toman el acto a risa. Sí, sí, a risa.
Salvador Sostres se dirige al consejero Francesc Homs.
Un proceso de secesión no es nunca democrático. Es un golpe de Estado. Romper un Estado no puede ser de ninguna manera legal. La independencia implica violentar la legalidad vigente para crear a continuación un marco legal nuevo.
Lo del Congreso fue una pantomima y tu dignidad no depende de lo que eres sino de lo que haces. Si actúas como una chacha te tratarán siempre como a una chacha.
Si Cataluña quiere independizarse, que lo haga. Que asuma el riesgo y tome las riendas de la Historia, como los hombres y los pueblos que merecen el futuro. Pero todo parece indicar que lo que en verdad pretende es librar una tarde más a la semana. Y por eso está Quico al mando. Quico, la chacha.
Arcadi Espada riñe a la clase política española, salvo a Rosa Díez.
Era el día de satirizar, en fin, los complejos de Madrid, rompeolas de España: esa clase dirigente transversal, pomposa y fúnebre, siempre dispuesta a dejarse engatusar por el más ínfimo psicoanalista de barrio (hay uno que sienta a sus enfermos en el diván y les hace hablar con un toro), a cambio de que no la llamen antidemócrata, súplica.
Era el día, pero solo pareció saberlo la diputada nacional Rosa María Díez González.
Gabriel Albiac (ABC), originario de las colonias del sur, o sea del Reino de Valencia, se alegra de que las demandas catalanistas no dependan de la voluntad de los políticos de Madrid.
La clave la formuló el presidente en una obviedad básica: «aunque tomásemos 500 cafés el señor Mas y yo, nos faltaría la potestad que la Constitución nos niega». La democracia no es un juego de amabilidades, negociación o apaño entre individuos. Es automatismo propio de una máquina llamada Estado. Desalmada; por suerte. Aquí, lo sentimental extravía. Diseccionemos automatismos. De Estado. Ineluctables.
Y en nada lo modifica la gracia o el disgusto que pueda provocarnos. La voluntad aquí no juega. Por suerte.
Don Raúl propone que la demagogia sea delito
Frente al optimismo o al asco de los escritores catalanes y valencianos, el pesimismo y el hartazgo de los castellanos.
Raúl del Pozo (El Mundo) escribe una de esas columnas líricas que tanto parecne gustarle, cuando lo mejor es la última frase:
Los jefes de la insurrección se han quedado en Prat de la Riba y yo espero que un día llegaremos a una sociedad avanzada, donde la demagogia sea delito.
A esta reforma constitucional, me apunto.
José Luis Martín Prieto (La Razón) concluye su billete con desesperanza.
Los tres comisionados del Parlamento catalán se mostraron insólitamente indoctos, y quienes desde otras bancadas les asistieron, secundaron al representante de Izquierda Plural en el derecho a decidir del nacionalismo. ¡Un comunista (que se avergüenza de su apellido político) en clave nacionalista! Antes Rubalcaba había recordado que no era nacionalista sino socialista, pero nuestros marxistas embozados siguen en la lucha de clases, aunque ahora localista.
Ahora, tras enseñar a sus hijos que 1714 fue una guerra de España contra Cataluña (y la Guerra Civil, también) han inventado la «urnocracia»: el sillar de la democracia es acudir a la urna, aunque sea para restablecer la pena capital o despojar del voto a las mujeres. La urna como tótem. El derecho a decidir, ámbito selvático del que huyó hace siglos la civilización occidental. Ortega y Gasset: «El problema catalán no tiene solución».
Sin los diputados catalanes, el PSOE no gobernará España
Sin embargo, en El País hay otras interpretaciones.
Josep Ramoneda, que es una de las cabezas d eplaya del catalanismo en el periódico de Cebrián, llega al punto de enumerar los tres obstáculos para una reforma constitucional que deje satisfecha a Cataluña (aunque quiere decir a los catalanes):
Una propuesta que choca con tres obstáculos: la negativa del PP a cualquier revisión de calado, la desconfianza que hay en Cataluña después de tantas promesas fallidas, y la dificultad de que la reforma contenga las dos condiciones básicas para que pueda ser asumida por el parlamento catalán: una real redistribución del poder y la opción de que, algún día, Cataluña pueda decidir su futuro.
Ramoneda no contesta a la pregunta fundamental: ¿por qué vamos a reformar la Constitución, dar derecho de veto a la Generalitat y,encima, preparar una vía para que los catalanes puedan marcharse de España?, ¿para que se queden unos pocos años más, engordando a nuestra costa?
David Trueba hace unas aportaciones mucho más interesantes.
cómo sería el futuro de Gran Bretaña sin Escocia. El poder británico giraría a la derecha de manera irremediable porque de los 59 miembros que Escocia envía a Westminster, solo uno es conservador.
Lo mismo se podría aplicar al PSOE en caso de desaparecer los 47 diputados catalanes del Congreso.
A continuación, atribuye el éxito del nacionalismo a su vinculación con un modelo público y al proyecto de un país «igualitario», casi socialista.
Esa futura Escocia se propone sin renunciar a la BBC pública, orgullosa de un servicio de salud estatal, frente al fracaso de la externalización inglesa, y con universidad gratuita y sostenida por el erario. Según algunos expertos, detrás del voto separatista se quieren preservar los servicios públicos y la igualdad frente al dogma conservador del vecino. La lectura que casi nadie quiere hacer apunta al deseo de fundar un país nuevo, de mayor ímpetu social e igualitario, con mayores cotas de protección. No siempre lo que se persigue camina a un proyecto nacionalista excluyente. Hay una batalla ideológica escondida que debería traerse al centro del debate. Porque en ella reside la mejor opción para el reencuentro. Atraer a los que en el fondo persiguen, más que otro país, un país mejor.
Por tanto, Trueba trata de dar unas indicaciones a sus lectores progresistas sobre cómo recuperar ese electorado seducido por los diversos nacionalistas.
Juliana y Rahola, anclados en los años 30
Los tribunos de La Vanguardia regresan a los tiempos previos en que el padre del actual conde de Godó hacía gárgaras para vitorear a Franco, poco después de que le devolviera el periódico que le habían quitado los rojos y los de ERC.
Tanto Enric Juliana como la ‘doctora’ Pilar Rahola escriben sobre el debate de ayer en el Congreso, y ambos se remontan a los años 30, con todas las ganas de manipular.
Juliana comienza con los gritos de «¡Jefe, ¡jefe!, ¡jefe!» que recibía José María Gil-Robles y añade «pero el Caudillo fue otro». Después del retroceso, el salto adelante y la caída sobre Rajoy.
Rahola empieza recordando que ayer se cumplió un nuevo aniversario del fusilamiento «en Burgos de un gran catalanista y hombre de bien, Manuel Carrasco i Formiguera». Los miles de catalanes ejecutados y asesinados en Cataluña durante el gobierno de Companys no merecen su atención. Y después, dos muestras del respeto y afecto que exigen los catalanistas y que no suelen prodigar con otros.
España, en cambio, es una realidad aplastante -y a menudo asfixiante-, un estado homologado, lo que ustedes quieran, pero no es un ideal.
No es que España no tenga un ideal, es que ni tan sólo es capaz de encontrar la manera de gestionar el ideal de otros.
Pilar Ferrer ahoga a besos a Cañete
Pilar Ferrer (La Razón), que casi ahoga en elogios a Mariano Rajoy, arroja unos cuantos kilos sobre Miguel Ángel Arias Cañete.
Estudioso hasta las cachas, políglota dominante de francés, inglés, alemán e italiano, entró en el partido a través de «pesos pesados» como el notario Félix Pastor Ridruejo, un eminente preboste de AP, ya desaparecido, y uno de los grandes padrinos políticos de José María Aznar.
Hombre de verbo fácil, locuaz, campechano y extrovertido, ha sabido sin embargo ser discreto como el que más.
Ha sido piloto avezado en rallyes en Montecarlo y otras plazas, con dominio del volante.
Un día, en un Consejo Europeo, la señora Merkel le vio algunas ojeras y le preguntó si dormía mucho. «Mire usted, señora canciller, más bien poco, porque estoy acelerado en defender los intereses de mi país». Pues eso es Miguel Arias Cañete. Un gran velocista, perfecto piloto para representar a España en Europa. A la carrera, con experiencia y formación. Esto, nadie puede negárselo.
Ignacio Camacho (ABC) se ocupa del papel de Arias dentro del PP. Una columna mucho más interesante que los chismorreos de Ferrer.
Cuando las urnas asoman la política requiere de filas prietas y el fulanismo es mal compañero de aventuras. En una organización tan presidencialista el verdadero candidato es el presidente y los demás no dejan de resultar figurantes con los que rellenar el expediente de una lista. Caras que exponer para que se las vayan partiendo.
Hablando de partir caras… hoy le toca a otro diario monárquico dar un pescozón a Pilar Urbano. Es El País, que recurre al catedrático de la Complutense Juan Francisco Fuentes. En su artículo afirma que conoce el archivo de Eduardo Navarro, uno de los íntimos de Adolfo Suárez, y que Urbano lo ha manipulado al citarlo.
Este extraordinario fondo documental está tan estrechamente vinculado a la figura del expresidente del Gobierno que lleva la rúbrica «ENA-Pte» [Eduardo Navarro Álvarez-Presidente], como si Eduardo Navarro hubiera querido unir la memoria de los dos en una sola, que fusionara la trayectoria política de Suárez y el testimonio histórico de su consejero y álter ego. Son documentos de enorme relevancia sobre la transición democrática y en particular sobre el papel de Adolfo Suárez, y hay que decir que en ninguno de ellos aparece nada que avale ni remotamente las peregrinas teorías defendidas por Pilar Urbano sobre el origen del 23-F. Más bien todo lo contrario.
Otro progre que arremete contra Alaya
Y la columna, no ridícula, sino miserable de la jornada es la de Jorge Martínez Reverte (El País), en la que compara a la juez Alaya con Tejero. Recuerde, lector, que la ‘progra’ Almudena Grandes ya se burló de la juez que está desvelando la corrupción de los ERE
La juez ha tenido la ocurrencia de enviar dos guardias civiles al Congreso y al Senado para entregar un auto. Al menos, los enviados iban de paisano, lo que da menos miedo. El contenido del escrito no se conoce porque los responsables de las dos cámaras lo devolvieron sin abrir.
Todos los años celebramos el día 23 de febrero con unas imágenes que nos cubren de vergüenza en parte y de orgullo en la otra. Las del guardia Tejero entrando en el Parlamento para humillar a los representantes del pueblo. Es cierto que a Tejero le enviaba un grupo de salvajes. Y que pretendía cosas de más calado.
Pero señoría, por favor, ahórrese los guardias. No hacen falta.