El Roto saca en El País a un jefe campechano con la bragueta bajada
Por una vez, los nacionalista vacos no van delante, desbrozando el terreno, y los nacionalistas catalanes detrás, fumándose un puro. Desde que Artur Mas se lanzase por la vía del Estado propio, el PNV ha quedado en una cómoda segunda posición.
Sin embargo, en el Domingo de Resurrección, el PNV conmemoró una nueva edición del Aberri Eguna, en el que el lehendakari Íñigo Urkullu exigió ante unos 1.000 ancianos un nuevo pacto con el Estado español. Dos días después, 22 de abril, llegan las columnas al respecto.
Cayetano González, que fue director de comunicación en el Ministerio de Interior a las órdenes de Jaime Mayor Oreja, recuerda en Libertaddigital.com la deslealtad permanente del PNV.
El PNV siempre ha jugado con esa ventaja de que hay mucho tonto útil en la Villa y Corte. Y, en última instancia, cuando le ha visto las orejas al lobo -como en la reacción social que hubo en el País Vasco tras el asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco en julio de 1997-, ha pactado con ETA y santas pascuas. Ellos quieren tener todo el poder y suelen presumir de estar en la centralidad, de ser capaces de pactar con todos: lo mismo hacen un gobierno de coalición en el País Vasco con el PSE, que apoyan la investidura de Aznar o que, repito, pactan con ETA o con algunas de sus marcas políticas.
Pero como los dos grandes partidos han renunciado a dar la batalla ideológica contra los nacionalismos vasco y catalán, habrá que colegir que el futuro pinta bien para ellos y mal para el resto. No sé si conseguirán, como decía Urkullu, ser una nación en Europa, pero no estaría de más que el lehendakari tuviera presente lo que hace años dijo su pope Xabier Arzalluz: «Con la independencia, en Euskadi no nos da ni para plantar berzas».
Ignacio Camacho (ABC) subraya que las maniobras del PNV buscan mantener el ‘statu quo’.
Al nacionalismo peneuvista le conviene la reapertura del debate de la autodeterminación por si puede sacar tajada pero le preocupa perder cuotas de poder a manos de un conglomerado batasuno recrecido tras el cese de la violencia terrorista. Intenta conservar la iniciativa para embridar la fuerza emergente de sus hermanos separados, y al tiempo ha de cuidar los privilegios forales que no podría mantener en un hipotético Estado soberano con pretensiones de continuar en la órbita eurocomunitaria. De ahí que haya sacado la apuesta confederal como vía intermedia para conservar lo que de verdad le interesa, que es el statu quo.
Si el patio se revuelve procurará no quedarse al margen de las novedades pero de momento tiene que hilar fino, ser prudente y vigilar su propia merienda. Hasta el estrambótico Sabino entendería en sus cortas luces que con las cosas de comer no se juega.
Enric Juliana (La Vanguardia) expone el miedo del PNV a ser superado por Bildu, tan lejana de una ERC catalana, por el contrario fina y educada.
El PNV quiere formar parte del dispositivo de control de los acontecimientos. El PNV está haciendo ajustes de posición para evitar disgustos electorales en el País Vasco y poder capitanear el vuelco en Navarra, si se consuma el hundimiento electoral del bloque UPN-PSN-PP. El escenario es Navarra. Atención a Navarra. Allí es donde los abertzales intentaran reproducir la Assemblea Nacional Catalana con una cadena humana, el 8 de junio, entre Pamplona y Durango.
Hermann Tertsch (ABC) escribe sobre uno de los personajes más lamentables del aquelarre separatista… y que es un ministro del Gobierno del Reino de España.
En Uzbekistán se han enterado de que un personaje que se llama Urkullu dice que su tribu quiere una insurrección contra España, para dejar de ser españoles y negar obediencia a sus jefes. Pero también saben ya que España, lejos de invocar las leyes vigentes, está dispuesta a dialogar siempre con los insurrectos. (…) Un país raro que no se defiende, sino disfruta negociando la agresión, el robo o la mutilación.
Los uzbekos no lo saben por Urkullu, con cuya tribu aun no tienen trato. Lo saben por José Manuel García Margallo, oficialmente ministro de Asuntos Exteriores de España, que lo primero que ha hecho en Tahkent, capital de los uzbekos, ha sido anunciar cuánto desea negociar con Urkullu.
La columna de José Oneto (Republica.com) concluye con esta frase:
Dentro de todo esto lo que no se entiende a qué está jugando el ministro Margallo, en algo que, realmente, le sobrepasa.
Para Jabois toda dictadura es fascista
Para el premio a la columna ridícula del día hay varios candidatos. Manuel Jabois y Pilar Rahola son los principales,, porque ven fascistas por todas partes. Empiezo por la ‘doctora’, que escribe en La Vanguardia una columna sobre el comienzo de la campaña de las elecciones europeas y al final de ella suelta una acusación como un pellizco de monja. En una frase retorcida con un zarcillo de vid.
Y en los laterales, estas europeas pueden cucificar al PSC y al PP de Camacho, tanto como dar alas al neofalangismo del Viva España que toma el sol en la ribera.
¿Neofalangismo que toma el sol en la ribera? Qué figura literaria tan absurda. ¿Ribera?, ¿no será Albert Rivera? De esta manera, la ‘doctora’ Rahola acusa a Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, en pleno crecimiento, de neofalangista. ¡¡Qué miedo!! Voy a tener que comprarme las obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Huy… Otro Rivera. ¿Lo pilla, lector?
Jabois (El Mundo) cree que el mal absoluto es el fascismo y que todos los horrores políticos que existen en el mundo son versiones de ese gran mal.
El libro no es una herramienta, sino un motor en marcha. Cualquier dictadura odia los libros porque el fascismo (rojo, azul, verde, blanco, negro, multicolor) agarra mejor en la tundra de la estupidez, en la plinicie de la fragilidad y del miedo.
¿Fascismo verde? Bueno, la primera legislación medioambiental europea de protección de la naturaleza y de los animales fue promulgada por el III Reich. No creo que Jabois se refiera a esto. Aquí todo es fascismo: los Castro y los Kim del reino comunista de Corea del Norte. ¡Qué estupidez! Otro que ha aprendido historia con los libros de Forges.
¿Soñarán Rahola y Jabois en sus pesadillas que les persiguen Mussolini y Franco para azotarles con fustas?
Ignacio Vidal-Foch firma una tribuna en El País en la que pide al magistrado Fernando Grande-Marlaska indulgencia para los asaltantes del Parlamento catalán.
Porque el castigo que reclaman el colectivo Manos Limpias, el Govern de la Generalitat de Cataluña, el Parlamento catalán y la fiscalía para los veinte jóvenes acusados -entre ocho y tres años de prisión- no solo es clamorosamente desproporcionado con los hechos sino que avergüenza y repugna a nuestro sentido de la humanidad.
Pero si nos empeñamos en ignorar que la indignación de los jóvenes no es solo un capricho de gamberros y malcriados sino que tiene alguna razón de ser; si queremos estar ciegos al divorcio entre la gente y una jefatura a la que -como con demasiada frecuencia se dice- se vota «tapándose las narices» para no oler la corrupción; si nos empeñamos en castigar como delito terrorista la mínima expresión de descontento… ayudaremos a que ese divorcio siga creciendo; ayudaremos a que se encone el odio y aumente la entropía;
Son jóvenes, están parados, desesperados y airados. La izquierda recupera la pena por los delincuentres sociales, víctimas de la sociedad.
Querido lector, no puedo escoger cuál de estos tres merece el premio al artículo ridículo del día.
El jefe campechano y su bragueta
La última página de El País está húmeda y deduzco que es porque Rosa Montero vuelve a llorar en su columna. No sé cómo le quedan lágrimas a esta mujer después de tantos años llorando. ¿Que a Elena Poniatowska, autora de Alfaguara, le dan el Premio Cervantes? No es bastante, porque todavía son pocas las mujeres que lo tienen. Parece que doña Rosa se está postulando como ganadora por la cuota de la paridad. ¡A ver si no va ser ella en la literatura lo que Elena Valenciano es en política!
Hemos avanzado muchísimo en la demolición del sexismo, pero sigue habiendo profundos prejuicios machistas (que también padecemos las mujeres) que nos condenan a ser lo otro, lo ajeno, lo secundario. Ya se sabe que, si una autora escribe una novela protagonizada por una mujer, todos piensan que está hablando de mujeres; mientras que si un varón escribe una novela protagonizada por un hombre, todos piensan que está hablado del género humano.
Mientras veo ascender al techo las volutas de mi humo de mi cigarrillo, me digo que la escritora que está convencida de que sus lectores piensan que sus personajes femeninos sólo representan a la mitad del género humano quizás ha fracasado en inventiva literaria y no al machismo.
Más interesante, por lo críptico y polisémico, es el dibujo de El Roto en El País y que le puede acarrear una bronca del amigo de Gabriel García Márquez y Adolfo Suárez que responde al nombre de Juan Luis Cebrián.
Como signo de campechanía, el jefe de personal se asomaba a la puerta de su despacho con la bragueta abierta…
¿En quién estaría pensando el dibujante? ¿Y en qué campechano está pensando usted, amigo lector?
¿Y si ‘Gabo’ hubiera sido amigote de Franco?
Edurne Uriarte no necesita pedir permiso para escribir sobre los hombres. En su columna de ABC arremete contra la fe comunista de Gabriel García Márquez y el silencio que se ha cernido sobre ella.
Repentinamente, los debates éticos que habitualmente provocan las amistades artísticas con los dictadores de extrema derecha se han evaporado con García Márquez.
Si alguien pudiera demostrarme que una amistad de Gabo pongamos con Franco habría producido un silencio y una indiferencia semejantes, podría aceptar que se trata de una admiración tan excepcional hacia su genio que eclipsa todo lo demás. Pero cualquiera apostaría que lo anterior jamás habría ocurrido. Que una amistad con un dictador de derechas, que una simpatía hacia una dictadura como la franquista, habrían cambiado completamente esta historia.
Estamos en lo de siempre. Como si el enorme desequilibrio en el rechazo a las dictaduras comunistas y a la nazi y fascistas que marcó el siglo XX siguiera plenamente vigente.
Y uno de los periodistas españoles que ha contribuido a ocultar este hecho es Luis María Anson. En su recuadro de El Mundo está más interesado por las putas tristes, a las que menciona tres veces, más una en el titular, y por contarnos, como Cebrián, que le ha sustituido como cortesano principal, sus amistades con grandes literatos, que en plantear el debate moral que menciona Edurne Uriarte.
Tanto Jabois como Anson demuestran por qué la izquierda es hegemónica en España. ¡Si hasta el PP se denomina partido de centro-reformista!
Rubalcaba, el químico de Breaking Bad
Dos columnas que merecen leerse por sus ideas. Ambas escritas por hombres blancos, y si Rosa Montero se molesta, ¡qué le vamos a hacer!
Ignacio Ruiz Quintano nos da una lección derecho constitucional en la última de ABC.
El plan federalizador de Rubalcaba es, en realidad, una versión cutrosa de «Breaking Bad», la serie que narra la historia de un profesor de química (Bryan Cranston) con problemas económicos (electorales) a quien le diagnostican un cáncer de pulmón (batacazo irremediable). Para pagar su tratamiento y asegurar el futuro económico de su familia (copio de Wikipedia) comienza a cocinar y vender metanfetaminas junto con un antiguo alumno suyo (Pinkman, pero pongan ustedes aquí el nombre que se imaginan).
Para federar una nación que siempre ha estado unida se toma la nación y se trocea en equis pedazos que se convierten en Estados que, al verse pequeñitos, piden unirse, que es decir federarse.
Y José María Marco (La Razón) reflexiona sobre la campaña de la izquierda contra la Catedral de Córdoba
Puestos a hacerse preguntas, no se sabe muy bien por qué la titularidad de la Iglesia católica es menos «universal» que la del Estado, no digamos ya la de la Junta de Andalucía… Evidentemente, no se trata de eso, sino de hacer política con el pasado, y tal vez con la religión, colocando a la Iglesia y a quienes defienden la legalidad en un brete en el que acabarán apareciendo como represores de la diversidad cultural, por no decir fanáticos cavernarios que aspiran a resucitar a Santiago Matamoros.
Nuestra izquierda, como los nacionalistas, siempre ha mirado para atrás, y una y otra vez se ha empeñado en cambiar el pasado. Esta obsesión ha llevado a situaciones de bloqueo, resuelto muchas veces mediante la violencia.