Jaime Peñafiel sabe más de "caridad cristiana" que san Juan Pablo II
En los diarios que lee la derecha (lo que no significa que sean de derechas) cuesta encontrar las columnas entre las páginas dedicadas este 28 de abril de 2014 a los cuatro papas presentes en Roma: dos vivos, Francisco I y Benedicto XVI, y dos fallecidos, Juan Pablo II y Juan XXIII. Cuando lo hago, me llama la atención que son varias las columnas con preocupación social, quizás en homenaje a Juan Pablo II, que escribió dos encíclicas sobre la justicia social.
El más beligerante es Juan Manuel de Prada (ABC), que acusa a la izquierda de usar la bragueta para distraer, alienar como decían los marxistas cuando daban miedo, a los trabajadores.
La universalización de estos derechos de bragueta ha sido la morfina empleada por el progresismo contemporáneo (de derechas y de izquierdas) para apretarnos las clavijas hasta extremos de laceria. Así se explica, por ejemplo, que Joseph Daul, el presidente del Partido Popular Europeo, mencione entre los grandes logros de la Unión Europea el acceso al porno; o que Zapatero saque pecho en los saraos de fin de semana, presentándose como adalid de los «derechos sociales». Resulta, en verdad, nauseabundo que un señor que ha acaudillado el partido que más ha contribuido en España a fomentar la injusticia social se pavonee como gran adalid de los «derechos sociales».
Hay quienes dicen, mazorralmente, que el PSOE debería quitar la O de obrero de sus siglas. Yo creo, por el contrario, que esa O es lo más constitutivo de un partido que se ha dedicado a joder a los obreros cuanto ha podido; y que, una vez jodidos, los ha puesto a joder como conejos, como hacían los césares de Suetonio con sus esclavos, para mantenerlos aplacados y dóciles, mientras sus líderes posan cínicamente -con una sonrisa paternal en los labios- de adalides de los «derechos sociales».
¿Qué ocurre cuando la palabra plutocracia sólo se ve en columnistas de la derecha y no en los progresistas?
Pero no es Prada el único columnista con este poso social.
A César Vidal la ruptura con Federico Jiménez Losantos le está alejando del liberalismo que durante años predicó en la radio y en sus libros. Ahora alaba los llamados por los franceses ‘Treinta gloriosos’, los años entre 1945 y 1975 que vieron el crecimiento del bienestar social por obra de gobiernos intervencionistas.
Coincidió así con la edad de oro de la clase media, es decir, el periodo que fue de 1945 a 1978 en otras naciones y que en España se redujo de 1959 a 1973. A partir de ese momento, la clase media en todo el mundo -aunque no lo percibiera- vio cómo su poder adquisitivo se estancaba a pesar de que las distintas naciones cada vez producían más y no dejaban de avanzar.
Fernando González Urbaneja (Republica.com) reclama que Europa haga políticas para reducir las desigualdades crecientes en nuestras sociedades.
El comentario de la presidenta del Círculo de Empresarios sobre los jóvenes sin empleo ni formación y su utilidad laboral forma parte de la nebulosa de los tópicos que merecen notas a pie de página antes de establecer las conclusiones.
La desigualdad merece atención y seguimiento permanente, ampliar las desigualdades conspira necesariamente con la estabilidad y la prosperidad, también con el potencial de crecimiento. Las sociedades más prósperas no son más desiguales, por algo será. Al discurso del ajuste, la reforma, la flexibilidad… hay que añadir el vector desigualdad, sin el cual la mesa no se sostendrá con estabilidad.
Sindicalistas aliados con la oligarquía
Hasta en el periódico gubernamental hay una tribuna con contenido social: un reproche a los secretarios generales de las secciones catalanas de UGT, Josep Maria Álvarez (en la foto), y de CCOO, Joan Carles Gallego, por reclamar el ‘derecho a decidir’ asociándose a Òmnium Cultural; es decir, por reconocer la supremacía de ese invento de ricos que es el nacionalismo catalán. Su autor es el escritor Javier Pérez Andújar y le ha puesto un título magnífico: ‘Ser español es de pobres’.
En los otrora industriosos jardines de las Tres Ximeneies. Gallego y Álvarez (dicho así, parece firma de dueto zarzuelista) escoltando a Muriel Casals, la presidenta de Òmnium Cultural, uno a cada lado de la anfitriona, el uno a su derecha y el otro a su izquierda, en señal de ecuanimidad, como clara muestra de que ya no importa estar a la derecha o a la izquierda de los discursos, y exteriorizando plásticamente el paso de sindicatos de clase a no se sabe qué clase de sindicatos.
Como buenos catalanes, Gallego y Álvarez sabrán de sobra que la asociación Òmnium Cultural fue fundada en 1961 por los que cortan el bacalao, que fue comida de pobres durante siglos.
Unos sindicatos que culminan la manifestación de una huelga general o de un 1 de mayo sustituyendo el canto de la Internacional en catalán por el himno nacional de Cataluña. Unos sindicatos que ahora se retratan sonrientes con las instituciones de la oligarquía ante las ruinas de lo que fue el epicentro de la lucha obrera.
Lo que se ve en esa foto, en realidad, es a dos dirigentes sindicales que han elegido una institución fundada por la oligarquía y el tipo de país que esta propone. Que, de algún modo, se han dado cuenta de que ser español es de pobres.
Enrique Gil Calvo también escribe en El País sobre la crisis económica, pero para lamentar que el PP vaya a ganar las elecciones europeas por culpa del zapaterismo instalado en el PSOE.
En cuanto a las clases asalariadas, que no perciben recuperación significativa sino al revés, dadas las inciertas expectativas del mercado de trabajo, es casi seguro que no votarán al PP, al que no pueden perdonarle el injusto austericidio sufrido. Pero tampoco al PSOE, en lo que sería el único voto de castigo útil o posible, dada su inexistente renovación organizativa, pues sigue liderado por la misma élite que avaló la nefasta ejecutoria de Zapatero, el iniciador del austericidio. De modo que jóvenes, parados y empleados ejercerán su voto de protesta mediante la abstención, el apoyo a la candidatura de la izquierda encabezada por Tsipras (el líder de la Syriza griega) o cualquier otra alternativa populista, como UPyD o ERC, que les permita expresar su airado rechazo a esta corrupta casta política. Y la resultante agregada será la revalidación sincastigo del partido en el poder.
Papas buenos y papas malos
Alfonso Ussía dedica su columna a la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. El hijo de un servidor del conde Barcelona no deja de alardear de las amistades de su señor en el Vaticano.
Y monseñor Casarolli,el inteligentísimo Secretario de Estado de la Santa Sede,que le advirtió a Don Juan De Borbón, con sutil humor italiano: «Este Papa, Señor, es muy peligroso». Y Don Juan, asombrado: «¿Por qué es muy peligroso?» Casarolli lo aclaró: «Porque en toda su vida, según me confesó, jamás ha albergado ni una duda respecto a la existencia de Dios».
Lo interesante viene a continuación. Ussía se atreve a encontrar una mancha en el apodado ‘Papa bueno’ (¿es que los demás papas eran ‘malos’ o ‘regulares’?).
Sólo un detalle negativo, pero fundamental, en el papado de Juan XXIII. Modernizó la Iglesia con su ConcilioVaticano II. Pero quisó modernizarla tanto que se cargó el idioma que unía a todos los católicos del mundo. Al latín, me refiero. La lengua de la oración, la cultura y la unión.
Màrius Carol contesta a la pregunta que hago en el párrafo anterior: ¿sólo un papa ‘bueno’?
Juan XXIII pasó a la historia como el papa bueno, lo que constituye un pleonasmo, porque a un pontífice se le supone la bondad.
Sus biógrafos aseguran que le gustaba comer y fumar, pero (sic) al maismo tiempo se escapaba a los hospitales y a las prisiones para consolar a los que sufrían.
¡Cómo es la Iglesia se retrógrada que eleva a los altares a un fumador! ¡Qué escándalo, que diría el capitán Renault! El mismo Carol lo reconoce con esa conjunción adversativa: dos comportamientos reprobables, la comida y el tabaco, que intenta compensar con las salidas a las cárceles y los hospitales.
Jaime Peñafiel (Republica.com) también escribe sobre la canonización, pero para criticarla en el caso de Juan Pablo II. Entre «las sombras», el escritor cortesano encuentra la regañina a Ernesto Cardenal, el ministro de los sandinistas nicaragüenses.
Y volviendo a las sombras del pontificado de Juan Pablo II, no olvidemos cuando reprendió públicamente a un Ernesto Cardenal, humildemente arrodillado ante él, en la pista del aeropuerto de Managua, con una total falta de caridad cristiana.
¿Que un papa recrimine a un sacerdote sus errores es «falta de caridad cristiana»? Pues qué diría Peñafiel de Jesucristo cuando en tantas ocasiones reciminó a las gentes sus pecados.
Por esa afirmación, don Jaime se gana el premio a la columna ridícula del día.
De no ser por Peñafiel, el premio se lo había llevado Pilar Cernuda (ABC) por prestar oídos y dar voz a
uno de los profesionales que trabaja en cuestiones electorales desde hace décadas (que) apunta que el hecho de que las elecciones europeas se celebren en mayo puede favorecer al PP: es un mes de contrataciones temporales de empleo. La incógnita es si esa contratación será suficiente para que el PP capte votos suficientes como para ganar al PSOE.
O sea que a un parado le hacen un contrato de cuatro meses en un bar y va a votar a Cañete… Cuánto tonto anda suelto.
Y el premio a la columna miserable es para Francesc-Marc Álvaro (La Vangaurdia), que se ha contagiado de las prácticas difamatorias de Pilar Rahola, de caer en la sinécdoque política: escoger a un personaje que no le gusta dentro un partido o una asociación para tratar de desprestigiar a ese partido o esa asociación. Álvaro encuentra en Societat Civil Catalana al historiador Javier Barraycoa, que
es uno de los dirigentes del partido de ultraderecha Comunión Tradicionalista Carlista. Este señor afirma que no vota porque «estoy en contra de las elecciones». En su propaganda ya lo dicen clarito: «Para unirse a SCC no hace falta ser de izquierdas, ni de derechas, y tampoco dejar de serlo».
¿Y qué le parece ERC, que tiene un pasado de golpes de Estado, saqueos y asesinatos?
Policías españoles y mafiosos chinos
Losantos (El Mundo) se ocupa de la noticia revelada por su periódico de que hay policías ‘intimando’ con mafiosos chinos.
En mi opinión, la impunidad de la que gozan las cloacas del Estado se basa en el recurso periódico del Poder Político a la Policía, la Guardia Civil o el CNI para realizar actuaciones ilegales contra los enemigos políticos del Gobierno, a cambio, claro, de promoción profesional. Del 11-M al Faisán, de los Pata Negra de Roldán al CNI, antes CESID, que espía reyes, ministros, banqueros o periodistas, son incontables los casos en que las cloacas han mostrado su utilidad y ganado su impunidad. Se empieza espiando la sede de Génova 13 y se acaba sirviendo a Gao Ping.
Raúl del Pozo (El Mundo) parece haber leído una columna Francisco G. Basterra y otra de José Ignacio Torreblanca publicadas el día 25 en El País antes de escribir la suya, que concluye así:
Ahora llega el desenlace y el fin de la posmodernidad, de la movida, de la política espectáculo, del hedonismo. Las legiones imperiales se repliegan y desfilan por las fronteras los vengadores con tanques y bombas atómicas. Putin no es un posmoderno, recupera el gran relato, piensa no en un elefante sino en un oso con el rosario en el cuello. Camina por el Kremlin con más arrogancia que Stalin. También en la venganza rusa opera el efecto mariposa. Basta que la santa Rusia se sienta pisoteada por los matones en la plaza Maidán para que su desquite alcance a la Europa entera.
Varias de las ideas de este párrafo aparecen en los artículos ya citados, como la de que Putin «Encabeza una revolución conservadora y autoritaria, que somete al ciudadano a un estado central poderoso, abanderada de la tradición cristiana» y que Rusia está respondiendo a las «constantes humillaciones» desde que en 1991 decidiera abandonar el comunismo».
Los Yoni, los Osmán, las Larissa y otros nombres ridículos
La columna más divertida de hoy es la Tercera de ABC que ha escrito Serafín Fanjul, y en la que reflexiona sobre los nombres ridículos que se imponen en los países de habla española a los niños, en especial en la Cuba socialista. El autor hace una enumeración: Franqui, o Franky o Frankie, Yoni o Johnny, Indira, Yuri, Larissa, Pavel, Ludmila; Erlys, Yenier, Yordany, Ioanni, Yuriorquis, Osman, Usnavy (sic), etc. De esta tendencia, Fanjul deduce lo siguiente:
Inevitable extraer algunas conclusiones: pérdida de peso ideológico del catolicismo, importación de modas y modelos culturales, poco o nada digeridos, a través de los medios de comunicación masiva, alienación a gran escala de gentes sin arraigo en formas de la cultura superior propia, por la que se siente escaso aprecio, insatisfacción con la identidad que se vive, simpatías mal fundadas en la realidad hacia otras sociedades. Aunque subsista la última trinchera de la lengua, el panorama es desolador, como síntoma de sociedades en descomposición: también la nuestra.
También merece la pena la tribuna de Esperanza Aguirre, que es un palmetazo a los pedagogos.
La primera regla pedagógica para enseñar algo es conocer lo que se quiere enseñar. Esto, que parece obvio, no lo aceptan los dogmáticos pedagogos que inspiraron la nefasta Logse. Por eso, también me parece que hay que tener en cuenta la propuesta del presidente de la Comunidad de Madrid en el sentido de permitir que licenciados universitarios puedan presentarse a las oposiciones para después, si aprueban, dar clase de sus materias. Como creo que es muy positivo para el aprendizaje del inglés que profesores nativos de países miembros de la UE puedan dar clase de su lengua materna en nuestros colegios. Algo a lo que también se oponen los sindicatos.
Precisamente hoy, Almudena Grandes (El País) le dirige su columna a Aguirre.
Y me pregunto cómo es posible que te comportes con tanta agresividad, tamaña prepotencia, y conozco la respuesta, pero sigo haciéndome preguntas. (…) Menos mal que, frente a la brutalidad de la España inmortal, siempre nos quedará la poesía.
Pues después del ataque de Esperanza a los pedagogos, Almudena tiene otra razón para seguir enfurruñada con su vecina.