Carlos Rodríguez Braun: "Si los políticos del PP no son liberales, no es culpa del autor de su himno"
Los espacios de opinión de la prensa de papel de derechas madrileña están animados el 6 de mayo de 2014, con una variedad de temas tratados y algunos textos realmente destacables. Los periódicos de izquierdas y los de Barcelona, con independencia de su orientación ideológica, por el contrario, están muy sosos y no nos ofrecen nada digno de reseñar.
Los que sí nos dan material nos aportan desde cuchilladas en tono jocoso a El País por su peculiar encuesta entre menores de 35 años hasta mandoblazos a Elena Valenciano o Ana Botella. Hay incluso quien nos ilustra entre la contradicción entre el himno del PP y los políticos de dicho partido.
Tras hacer sonar nuestra armónica de afilador, que no pone música a ninguna formación política, nos ponemos manos a la obra para dejar constancia de todo ello.
Comenzamos en esta ocasión en el periódico ahora dirigido por Casimiro García-Abadillo. Topamos ahí con el columnista y poeta Antonio Lucas, un autor que por lo general ofrece mejores formas literarias, que las tiene excelentes, que fondo en sus artículos. En esta ocasión se pone en tono jocoso para comentar la peculiar encuesta que ofrecía El País dos días antes, centrada en los menores de 35 años —El voto de los jóvenes augura una recuperación electoral de la izquierda–. Lucas titula España es guay.
Ayer pasé una mañana muy entretenida leyendo El País. Exactamente su festival demoscópico sobre los ánimos y costumbres de la juventud española. Le faltó regalar la serie completa de Verano azul y el primer cupón de la guitarra con la que Julia instauró la desobediencia civil en Nerja sobre la cubierta de La Dorada, el barco de Chanquete, al grito de «No nos moverán». Todo muy emocionante.
Dedica varios párrafos para comentar de forma burlesca la información del diario generalista de PRISA, y concluye:
Estas encuestas góticas sobre el amaneramiento juvenil son, en sí mismas, juveniles en lo peor. Ingenuas, sobreexcitadas, trilerillas. Y, principalmente, están hechas para los padres. Que sepan que sus hijos quieren cambio, pero no revolución, así que tranquilos que hoy también duermen en casa. Aguantarán su falta de relieve, el ninguneo y la ley seca de la participación. Soportarán sin inflamarse este punto muerto de la democracia. Mírales, qué formales y bien peinados, animalicos. Y luego preguntamos por qué las últimas generaciones se desenganchan de los periódicos. Inexplicable en una España tan guay.
Nos parece que razones no les faltan a Lucas para mofarse de la encuesta. No entendemos además el sentido de la misma, ¿o acaso alguien está pensando en convocar unos comicios en los que se nos prohiba votar a los que ya hemos superado los 35 años de edad?
Quien no tiene el estilo para bromas en El Mundo es Salvador Sostres, que utiliza su artillería pesada contra Pep Guardiola y, sobre todo Ana Botella. Titula Ana y Pep. Como el afilador de columnas es poco aficionado al fútbol –lo concerniente a este deporte y todo lo referido al mismo se lo dejamos a nuestro compañero Roberto Marbán (@robermarban)–, le interesa especialmente lo que dice de la alcaldesa de Madrid y su marido:
Puestos a perder, porque la derrota es el único destino que le espera a los Aznar si cometen el gravísimo error de presentarse, es mejor que lo hagan con elegancia. Una retirada a tiempo, con honor y sin agravios, con generosidad y sin ese aferrarse pequeño y trágico a lo que sólo tú no te das cuenta que ya no puede salvarte. Una retirada por el bien de los madrileños, por el bien del PP, por el bien de Ana Botella, que ya ha hecho el ridículo lo suficiente, y por el bien del legado moral y sentimental de su marido ex presidente.
Concluye:
Ana y Pep pueden continuar jugando a su estilo y a sus proyectos, pero la realidad aplastará más temprano que tarde la parte de ellos que todavía queda en pie, y el curso natural de la vida y de las cosas se los llevará río abajo con los demás desechos.
El exceso de ego es mal consejero, y más en asuntos políticos. Vaya usted a explicarle a Ana Botella, que nos da la impresión de que un día soñó con ser la Hilary Clinton española, que la mayor parte de los madrileños no quieren verla ni en pintura. Es suficiente con preguntar incluso a los votantes más fieles del PP, pero sobre eso igual no le hablan los asesores que se dedican a hacer de intermediarios entre ella y la realidad.
Pasamos ahora a La Razón, donde seguimos en materia ‘pepera’ pero desde una óptica diferente. Aunque este humilde lector de columnas suela referirse al diario de Marhuenda como ‘el periódico de la disciPPlina’, es justo reconocer que mantiene algún columnista crítico con el partido del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante.
Un buen ejemplo de esto último es nuestro muy apreciado Carlos Rodríguez Braun, que en esta jornada titula Himnos políticos, para ilustrarnos sobre el origen de la sintonía oficial del PP y sus diferencias con las de otros partidos.
Incluso cabría coincidir con [Manuel] Pacho [compositor de la música] en que la música de los populares, que compuso de modo que fuera «agradable y alegre… alejada de la música de los ritmos más de masas o de manifestaciones», realmente es más liberal que la de los socialistas, porque «refleja al hombre con iniciativa y que siempre sale adelante». La melodía es así, y no llega a tener ese carácter siniestro que tienen tantas músicas totalitarias cuya belleza no puede ocultar su espíritu radicalmente antiliberal. El himno de la gaviota puede ser, por tanto, efectivamente liberal. Si no lo son los políticos, eso, desde luego, no es culpa de Manuel Pacho.
Permítanme recordar una anécdota protagonizada por el propio Carlos Rodríguez Braun en un tiempo relativamente lejano. Daba una charla en un auditorio plagado de miembros del PP y, defendiendo el liberalismo, recuperó la feliz expresión de F.A. Hayek y se refirió a los «socialistas de todos los partidos». Los miembros, incluyendo varios altos cargos, de la formación con sede en Génova aplaudieron esas palabras. Algunos tuvimos la impresión de que el profesor se estaba refiriendo a los presentes sin que ellos se dieran cuentas. Genialidades suyas.
También en La Razón, Lucas Haurie escribe sobre los orígenes de los ‘trinques’ relacionados con las obras del AVE y los sitúa en aquella primera línea que se tendió entre Madrid y Sevilla con ocasión de la Expo de 1992 en la capital andaluza. El artículo lleva por título Tres semanas, 19.000 millones.
Alta velocidad española, sí, para todo. También para el trinque. El acrónimo AVE, un afortunado hallazgo mercadotécnico, encierra una verdad escondida. Porque los trenes vuelan sobre las vías, pero además ha volado el dinero del contribuyente cada vez que se ha implementado un nuevo trayecto.
Analiza el primer caso de corrupción relacionado con los trenes de alta velocidad, vinculado a la financiación del PSOE. Concluye:
En 1997, la Intervención General del Estado indicó en un informe requerido por Teresa Chacón, la juez que investigó la financiación irregular del Partido Socialista, que el sobrecoste de la línea de AVE Madrid-Sevilla había sido casi del 100% de lo presupuestado, pues se cifró en 20.000 millones de pesetas y supuso un desembolso para las arcas públicas de no menos de 39.000. La prueba pericial demostró que Siemens pagó a una empresa constituida por un ex empleado del comité electoral del PSOE, Juan Carlos Mangana, el equivalente a 5,5 millones de euros en concepto de «asesorías verbales». Permanecen inexplicadas las razones por las que sólo transcurrieron veinte días (del 7 de julio y el 27 de julio de 1989) entre la aprobación del primer presupuesto y la formalización de los contratos por casi el doble del montante. «Cambiaron las expectativas», se declaró en el juicio.
Parece que la historia se ha repetido con demasiada frecuencia.
Saltamos a ABC, donde la ‘tercera’ del día corre a cargo del hombre que lució las corbatas más llamativas de la historia de la televisión en España. José María Carrascal titula ¡Salvar el sistema!
No se refiere al llamado bipartidismo español, sino a la democracia occidental y el Estado del bienestar. Como ejemplo de lo que hay que hacer pone al primer ministro francés:
Es la apuesta que ha hecho Valls en Francia, tras haber visto a su país al borde del abismo, en la vieja creencia de que seguimos viviendo en el escenario de patronos contra obreros y del «Estado providencia», que atiende todas nuestras necesidades desde la cuna al cementerio. Vamos a ver si lo consigue, pues a mejor se acostumbra uno enseguida, a peor, difícilmente. Pienso, sin embargo, que lo va a conseguir. Y lo va a conseguir porque, antes que de izquierdas o derechas, los franceses son inteligentes y saben que la única forma de salvar el sistema es precisamente reformarlo.
Y concluye con un duro ataque al socialismo español:
En España, desde luego, no hay síntomas de que haya calado esa toma de conciencia, con una izquierda que se refugia en el pasado por no comprender el presente y horrorizarle el futuro. Basta oír a la señora Valenciano, con una oratoria no ya del siglo XX, sino del XIX. Respecto a los sindicatos, eso, pero peor, pues si por la estructura parecen verticales, por el comportamiento son oblicuos. Lo más lejos que llegarán será a salvarse ellos hasta que no quede dinero en las arcas públicas ni para subvencionarlos.
Y sobre esa izquierda que mira el pasado, pero en su versión más siniestra, escribe Hermann Tertsch un artículo titulado Fino Gulag y la tapita Lubianka.
Se refiere a la caseta de Izquierda Unida en la Feria de Sevilla, donde los camareros han posado con camisetas del PCE en las que se ve estampado y bien grande el símbolo de la hoz y el martillo. La bandera comunista también engalana la instalación.
Ahí posan ahora, a la espera de las risas y los bailes, bajo banderas que simbolizan decenas y decenas de millones de muertos por todo el mundo bajo todos los regímenes comunistas habidos. Ni un solo partido comunista que llegara al poder a lo largo de todo un siglo dejó de cumplir su deber criminal de exterminar a parte de la sociedad que dominara. Ese símbolo de la peor trayectoria criminal solo es comparable al de la esvástica. El gran Vaclav Havel pidió a Europa poco antes de morir que tuviera el valor para el acto de justicia histórica de equiparar en el rechazo y condena a comunismo con nazismo y fascismo. No lo hubo. Imaginen una caseta de feria con la esvástica a millares en banderines y en las camisetas de los sonrientes camareros de gracejo sevillano. Imaginen la recepción pública a una caseta simplemente con la bandera nacional con el águila de San Juan, tan preconstitucional como la republicana. Pues aquí tienen, preparados a una «jartá de reí», a los tripulantes de una nave por el tiempo que no evoca sino juicios sumarísimos, tortura, terror, baños de sangre y campos de concentración y trabajo forzoso. Marchando un fino Gulag y una tapita Lubianka.
Una vez más nos da la impresión de que Tertsch valora demasiado la cultura de los lectores más jóvenes. Suponemos que casi todos saben que fue aquel siniestro sistema soviéticos de campos de concentración conocido como Gulag. Pero nos tememos que muchos no saben que era la Lubianka, la sede central de la terrible KGB, una de las peores policía políticas que ha conocido la humanidad.
Quien haya tratado con exiliados y disidentes del interior cubanos, o quien hable con quienes vivieron en Europa central y Oriental antes de la caída del muro de Berlín no puede negar el carácter tremendamente criminal del comunismo. Este humilde lector de columnas visitó hace unos años La Casa del Terror de Budapest, uno de los mejores museos sobre el totalitarismo que ha conocido en persona. Está dedicado tanto al nazismo, y sus cómplices húngaros, como al comunismo. Está situado en la que fue la sede de la policía política filo-nazi de los cruz-flechados y la Gestapo y posteriormente del régimen socialista. Como esos revolucionarios de ambos extremos eran obreristas pero no tontos, se encuentra en la Avenida Andrássy, el más lujoso y emblemático bulevar de la capital magiar.
En ese edificio, entre otras cosas, uno puede ver las celdas reales usadas contra los ‘enemigos del pueblo’ por nazis y comunistas. Su visita es simplemente aterradora, no podemos ni imaginar qué sería estar encerrado en ellas. También se puede ver los cadalsos, situados de igual manera en los sótanos, en los que los comunistas ahorcaban disidentes. Un dato, se usaron durante los años 80 del siglo XX. Hace dos días en términos históricos.
Terminamos con Ignacio Ruiz-Quintano, de cuya compañía pudo disfrutar en Periodista Digital el afilador de columnas la semana anterior. Titula Recursos. Tras lamentarse por un columnista deportivo que situó al cartaginense Anibal nueve siglos después de lo que corresponde –por cosas así nos tememos que muchos no sepan qué era la Lubianka, como antes decíamos– habla de la juventud española. Y nos dice el columnista burgalés:
Los datos sugieren una juventud inteligente, pues aspira a sacar partido (una nómina, para entendernos) del recurso disponible (el Estado), pero reaccionaria, ya que no se ha movido ni un milímetro del cuadro mental expuesto, ¡en 1921!, por Silva, personaje de «La procesión de los días», de W. Fernández Flórez, al «indiano» Alvarellos:
-A principios de mes soy monárquico, derechista, conservador. El día 10 me hago liberal. Hacia el 20 me trueco en socialista y suspiro por el reparto. A fin de mes, abjuro de esos ideales y comprendo que no hay salvación sino en el anarquismo práctico. Entonces le pido dos duros al habilitado para una bomba. Pero lo mismo es tener los dos duros que sentirme republicano posibilista.
Para el afilador de columnas lo más lamentable es que gran parte de los jóvenes sigan aspirando a vivir a costa del Estado. Así no hay país que mejore.
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