OPINIÓN / Afilando columnas

David Gistau: «Los periódicos están moribundos y aplastados por el control del poder y por los que no lo desafían»

Martín Prieto, rendido a los pies de Rajoy: "El presidente es 'El hombre que mató a Liberty Valance'"

Marhuenda: "Los votantes de centro derecha saben que la alternativa al PP es una caótica amalgama de partidos radicales"

A eso de las 9 de la mañana del 9 de mayo de 2014, el incisivo portadista de Periodista Digital y chico ‘chévere’, Juan Velarde (@JuanVelarde1972) comentaba que «Marhuenda debe de estar celoso». Se refería a la intervención de Aznar y Cañete, acompañados de muchos pesos pesados del PP, en el Foro de ABC del día anterior. Y algo de eso debe de haber. En esta jornada La Razón se deshace en elogios a Rajoy mientras que deja en un segundo discreto plano al cabeza de lista del partido de la calle Génova a las elecciones europeas cuya campaña acaba de arrancar.

Lo curioso es que en ABC uno de los columnistas más destacados hace un análisis crítico y no triunfante de la presencia de Aznar en el propio acto con Cañete organizado por ese periódico. Lo más jugoso de día es, sin embargo, el texto absolutamente demoledor con la prensa escrita que escribe uno de los articulistas preferidos del afilador.

Hacemos sonar, como cada día, nuestra armónica y dejamos constancia de todo ello.

Parece que ha habido cena sorpresa de homenaje a un veterano periodista por parte de unos cuantos amigos de profesión. Lo cuenta David Gistau en una columna titulada Gotas de sangre. Sin embargo, evita desvelar la identidad tanto del homenajeado como de quienes honraban al que él llama «hermano mayor». Será para que el resto de la profesión no sepa quiénes le pusieron verde en aquel día. Una de las mejores lecciones de periodismo que aprendió este humilde lector de columnas en la universidad fue la siguiente: «cuando vean a dos periodistas hablando, únanse a la conversación para asegurarse que no es a ustedes a quienes están criticando».

En un primer momento Gistau opta por un tono jocoso, retratando este oficio nuestro como de conspiradores dados a la traición:

Creo que en toda la velada [el homenajeado] no echó un trago de vino sin poner primero la copa al trasluz para descubrir el veneno. Entiendo que, entre periodistas, estas precauciones son necesarias si se quiere alcanzar una edad longeva, a salvo de la tradición cenacular de la puñalada trapera. Sin embargo, la cena fue una delicia, como siempre que por una mesa solo circulan afectos, historias y memorias de los ausentes. Y vino, limpio de veneno.

Después deja caer en una nostalgia que consideramos impropia de alguien que está en al cuarentena. Se hunde en sus recuerdos de la infancia y de las lecciones que vio en la redacción del desaparecido Pueblo. Y de ahí, se lanza al retrato pesimista, pero nos da que muy realista, de los periódicos actuales:

Siempre que los periodistas nos juntamos y hablamos de lo nuestro -y discúlpenme este artículo tan corporativo-, la sensación que me queda es de agonía del oficio. Los periódicos, que empezaron a irse al carajo cuando se convirtieron en herramientas de influencia política -y la gangrena política se extendió-, ahora están moribundos y aplastados por el control del poder y por los que no lo desafían.

Nos ha llamado poderosamente la atención que se refiere a todos los periódicos, no cae en el típico recurso de salvar de la quema a aquel al que uno trabaja. Nos gusta esta autocrítica con el oficio, rara en un ambiente muy dado a la auto complacencia.

Seguimos en el diario madrileño de Vocento, donde Ignacio Camacho comenta el acto de Aznar con Cañete, organizado por el propio ABC. Titula El militante cualificado. Lo que nos cuenta al principio es jugoso:

En un discurso de quince minutos, pronunciado para presentar a Arias Cañete, [Aznar] se las apañó para cumplir de forma escrupulosa con el encargo sin mencionar una sola vez al Gobierno actual ni a su presidente.

Concluye:

Al final, el entorno gubernamental respiraba aliviado. Las relaciones con Aznar son glaciales, de una hostilidad cada vez menos soterrada, y el marianismo temía algún rapapolvo explícito o al menos una crítica encriptada, elíptica, susceptible de convertirse en carnaza de debate mediático. Nada de eso hubo; el guión se cumplió con disciplinada corrección, juiciosa sensatez y discreta avenencia. Solo quedó flotando en el ambiente el educado, hermético, cortés distanciamiento de una pareja divorciada en la Comunión de un vástago.

Y si Aznar no citó ni una sola vez a Rajoy, Camacho no nombra en ninguna ocasión que el organizador del evento fue el diario ABC. Cierto es que resulta innecesario que lo haga, puesto que el periódico de Rubido dedica 20 páginas a glosar el evento, sin duda todo un éxito para esa casa.

Y pasamos a La Razón, el diario en el que parecen no haberse enterado del apoyo de Aznar a Cañete sorteando a Rajoy. Y, como sólo ocurre en fechas muy especiales, nos encontramos con que Francisco Marhuenda en persona publica un artículo. Titula Antesala de las generales. Se muestra muy optimista con los resultados que puede obtener el PP en las europeas:

El resultado nos dará también una primera aproximación sobre el desgaste del Gobierno, que podría ser menor que lo que esperan algunos periodistas y la oposición. Los votantes de centro derecha saben que la alternativa al PP es una caótica amalgama de partidos radicales que estarían encabezados por Rubalcaba. Las europeas son una vez más la antesala de las generales.

Ofrece argumentos a Rajoy, claro que son los mismos que el propio registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante lleva dando dos años para justificar la traición a su electorado en materia fiscal:

Rajoy necesita movilizar a su electorado y explicarle que los incumplimientos de su programa fueron imprescindibles para impedir el rescate y la intervención. Lo que entonces parecía seguro, hoy es un mal recuerdo de aquel angustioso 2012. No había otra alternativa que las duras reformas, porque sin resolver la macroeconomía no se podía recuperar la actividad y volver a la senda del crecimiento en que nos encontramos.

Todavía en ese mismo periódico, nos encontramos con un Martín Prieto que cae rendido a los pies de Rajoy. Rendido es poco, nos lo retrata como un héroe cinematográfico de una película del Oeste. Lo hace en Sin rescate, no hay europeas.

Como nuestros presidentes no escriben memorias en serio, no creo que lo haga hombre tan discreto como Rajoy, pero su relato de los meses que resistió el rescate tendría pulso de relato de intriga, misterio y hasta terror. El presidente es «El hombre que mató a Liberty Valance», de John Ford, en la que el héroe John Wayne guarda silencio en beneficio de James Stewart. Rajoy no se publicita mal; es que ignora la mercadotecnia.

El análisis de la estrategia de comunicación es correcta, pero se nos antoja algo pelota ese papel de héroe.

Y se empeña:

Pero con todos los que han ido a la cuneta hagamos el esfuerzo de imaginar en que situación estaríamos si hace año y medio ese aparente anónimo no hubiera matado a Liberty Valance, y la «Troika», bajo cuyo yugo permaneceríamos, dictara cuántos funcionarios sobran, subiera un IVA unificado por encima del 23%, obligara a pagar una tasa a todo el que osara penetrar en un hospital, sacara del paro al que no aceptara un trabajo por tres meses a media jornada, rebajara linealmente las pensiones congelándolas por años, sometiera las autonomías, ayuntamientos y diputaciones a una dieta de caballo (alfalfa para dilapidar) y nos obligara a aceptar cuatro millones de desempleados como paro estructural.

¿Se le habrá ocurrido eso a él solo o se lo habrán dictado desde La Moncloa o Génova?

En la contraportad de El País, Juan José Millás lo ve justo al revés. Lo expresa en una columna de tono irónico titulada Sin rubor.

Créannos, la realidad miente. Somos el asombro del mundo, la locomotora de Europa. Tomemos el parámetro que tomemos, ganamos por goleada a Grecia, a Italia, a Portugal, ganamos a todos nuestros competidores, pero ganamos en especial a la anti-España de siempre, que no soporta lo bien que funcionan nuestra Educación, nuestra Justicia, nuestra Sanidad, la anti-España ceniza que abomina de los toros y a la que le produce ardor de estómago la ausencia total de corrupción entre nuestros políticos.

Concluye:

La realidad miente, sí, con una apariencia tal de verosimilitud que no hay manera de llevarle la contraria. Ni Rajoy, conocido por sus verdades como puños, es capaz de arrancarle la careta. Miente sin pausa, sin rubor, sin escrúpulos morales de ningún tipo. Jodida realidad. A ver si la prohibimos.

Siga en Twitter al autor de esta revista de prensa. El usuario es @chinchetru.

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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