OPINIÓN / Afilando columnas

Hasta Marhuenda llama al PP a abandonar el arriolismo y «la creatividad a lo ‘pitufo azul'»

Jaime González, ironiza: " No sé si venerar el dedo índice de Arriola como si fuera el brazo incorrupto de Santa Teresa"

Alfonso Ussía: "El gran beneficiario de la cobardía y la estupidez de las grandes cadenas privadas -y capitalistas-"

El ejercicio del periodismo en ocasiones requiere hacer frente a tareas titánicas. Una de ella es, por ejemplo, aguantar una intervención pública de Pedro Arriola venciendo la tentación de imitar a su mujer, Celia Villalobos, y marcharse antes de que termine. Soportar un discurso del asesor áulico del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante implica oír un discurso entre el cero y la nada, lleno de chascarrillos y altas dosis de prepotencia y autosuficiencia. Todo ello, por supuesto, aliñado con un vano intento de distanciarse de un Rajoy y un Partido Popular para los que trabaja, con fintas para esquivar las preguntas incómodos y cargas contra los medios de comunicación —Arriola, el asesor de «mi cliente», carga contra los medios de comunicación y se deshace en elogios a Rubalcaba–.

Suponemos que para disgusto de un Pablo Iglesias cuyo ego debe de estar desatado, el mentado Pedro Arriola ha logrado el 28 de mayo de 2014restarle protagonismo en los espacios de opinión de la prensa de papel española. Lo hace sobre todo en los periódicos más afines a La Moncloa, donde no sale demasiado bien parado. Hasta Marhuenda le arrea con fuerza e incluso, como gran novedad, critica al PP.

Hacemos sonar una vez más nuestra armónica de afilador y pasamos a repasar lo más jugoso de los artículos de la jornada.

Arrancamos en El País, con una columna del crítico televisivo que suele escribir de casi cualquier tema menos sobre televisión. En La bici, David Trueba muestra una pasión por el apparátchik que creyó que siendo secretario general se convertiría en un líder socialista incluso superior a la demostrada por Arriola, el hombre que dormiría tranquilo teniendo a Rubalcaba de presidente del Gobierno.

Ser el político más inteligente y habilidoso en la sombra de los partidos no basta. Podría haber sido un presidente estupendo para estos tiempos, no en cambio candidato, porque en el cartel electoral del candidato la gente no vota inteligencia, sino ilusión e incandescencia.

¡Cómo se ponen algunos columnistas de izquierdas cuando alguien de derechas dice algo parecido a eso de que la gente no vota inteligencia! De haberlo escrito un Hermann Tertsch o un Losantos, o de haberlo pronunciado un Alfonso Rojo, igual hasta David Trueba les dedicaba una columna para llamarles fascistas o cosas similares.

Concluye:

En el reinado de la tele, que es el cine según Dalí, anónimo, tecnológico y estandarizado, Rubalcaba era un bicho raro, que transparentaba su desconfianza hacia el medio porque conocía su superficial profundidad y su entretenido tedio. Rubalcaba salvó a su partido y perdió las elecciones. No es poco el mérito, pero un partido sin poder es como una bicicleta sin pedales, nadie quiere empujar para que otro coja velocidad.

Vamos, que ahora el problema de Rubalcaba es que es una persona demasiado inteligente y digna como para degradarse participando en el circo televisivo. ¿Diría lo mismo de un dirigente del PP que tenga, y son muchos, fobia a ponerse frente a las cámaras? Este humilde lector de columnas lo pone en duda.

Pasamos ahora a ABC. De la interesante columna Perder la época, de David Gistau, destacaremos dos ideas. La primera:

Los periódicos han perdido las elecciones. Han perdido la época. Han sufrido la parte que les correspondía -y a esto hay que añadir las caídas en ventas- en el meneo a las estructuras convencionales y al diálogo social tal y como lo concebíamos. Los periódicos forman parte de «lo viejo», por usar el término que fatigan los portavoces de Podemos en ese advenimiento suyo que ha propiciado entre los más impresionables un temor de fin de régimen que en las fantasías más audaces incluye el regreso de la Corona a Estoril.

Vaya, y ahora nos quedamos con la sensación de que al repasar cada día las columnas de opinión nos limitamos a comentar cosas que no interesan a nadie. Por favor, Gistau, no nos hagas pensar estas cosas.

Tras comentar la irrupción de Podemos, concluye con la segunda idea:

Con sus votantes desmotivados, decepcionados, cuando no ultrajados por las mentiras electorales, el PP de pronto encuentra una amenaza extremista que está a las puertas de San Jerónimo y que podría permitirle presentarse ante las clases medias como un protector de la estabilidad. Probablemente no vaya a disponer de ningún otro argumento electoral en la sucesión de elecciones hasta las generales. Pero ocurre que buena parte de la clase media ya no es la que ansiaba conservar cuanto tenía, trabajo, atención médica, colegio y vacaciones (el obrero que bebía Perrier en Bahamas de Tom Wolfe). Está tan vapuleada, tan imbuida de presagios apocalípticos, y al mismo tiempo tan harta de que le falle la política tradicional en asuntos que incluyen la corrupción, que habrá que ver si no tiene finalmente una inclinación experimental que la haga buscar siglas nuevas, también en el ámbito del PP, de momento solo abstencionista, sin temor a fracturar una partitocracia que de todos modos está herida. Es difícil que cuaje el miedo entre quienes creen haber perdido ya.

Vaya, otro que no se quiere enterar de lo que dice con supuesta sabiduría el gran gurú Arriola.

Y puesto que hemos nombrado al marido de Celia Villalobos, veamos la primera columna dedicada a él. La encontramos también en el diario madrileño de Vocento y la firma Jaime González. Se titula El dedo de Arriola, y el jefe de Opinión de ABC no se muestra en ella muy amable con el sociólogo de cabecera de Rajoy:

El dedo índice de Arriola recomendó que la campaña del PP fuera de «perfil bajo», porque España es de «centro-izquierda» y, en consecuencia, hay que ponerse de canto, que es una teoría que sería capaz de discutirle a su uña-oráculo si se dejara influir por la opinión de un extraño. El dedo índice no escucha ni habla: se limita exclusivamente a medir la intensidad del viento. Arriola cree que el resultado cosechado por «mi cliente» (el PP) es «normal», que «me habría sentido absolutamente tranquilo si Rubalcaba hubiera sido presidente del Gobierno», que «no pasará nada» en Cataluña y que los de Podemos son simplemente «frikis». No sé si venerar el dedo índice de Arriola como si fuera el brazo incorrupto de Santa Teresa o esperar a que en España pase algo verdaderamente extraordinario.

Lo extraordinario, al menos en opinión del afilador de columnas, es que en los medios más afines a Rajoy estén empezando a arrear a Arriola –disuculpen el pequeño trabalenguas–. Y lo verdaderamente extraordinario es que el presidente del Gobierno le mandara a tomar viento fresco con cajas destempladas. Pero mucho nos tememos que eso requiere un perfil no demasiado bajo, lo que disgusta tanto a asesor como al asesorado.

De quién no sorprende que escriba contra el asesor áulico del PP es de Federico Jiménez Losantos. Su columna en El Mundo se titula Arriola ha dicho.

Arriola, el doctor Bacterio de la era Aznar, el doctor Complejos de ayer y hoy, es un devoto de la izquierda. De Rubalcaba ha dicho que el PP «lo echará de menos» porque es «un hombre de Estado» y que «con él de presidente dormiría tranquilo». En Suiza, puede. ¿Olvida Arriola al que «lo sabía todo de todos», al Faisán, al demagogo abyecto del 13-M? Está claro que a Maricomplejines le gustan los chulazos de izquierda. Y luego se queja.

A estas alturas nadie parecía recordar que Arriola fue una ‘herencia’ de Aznar aceptada de muy buen grado, no como el resto de características del PP, por Mariano Rajoy. Jiménez Losantos es la excepción.

Y como decíamos más arriba, hasta Francisco Marhuenda se atreve a criticar al personaje e, incluso, algo al PP. Su columna lleva el título de La desorientación socialista, pero el auténtico protagonista es el hombre que presume de haber avisado «a quién tenía que saber» que Podemos iba a entrar con fuerza en el Parlamento Europeo.

El arriolismo pasa por decir que al PSOE le ha ido peor y por ello hay que hacer una fiesta por todo lo alto. No, no y no. Éste es un partido que comenzó el pasado lunes y que hay que salir a ganar. Un grave error sería pensar que basta con esperar a que los socialistas cosechen un nuevo fracaso. Las europeas son cómodas para hacer análisis, pero el papel no lo aguanta todo. En el PSOE se han puesto las pilas y Susana Díaz decidirá el futuro, algo lógico porque gobierna la comunidad más importante y la federación con mayor número de militantes.

Concluye:

Es un buen momento para que el PP abandone el arriolismo en el baúl de los recuerdos así como la creatividad a lo «pitufo azul». En esta etapa conviene salir a vender el producto, como un buen comercial, y olvidarse de ser el primero de la clase sin explicar lo que se hace.

Sin salir de La Razón, cambiamos de protagonista. Alfonso Ussía titula El coletas. Como es previsible con este título, su artículo está dedicado a Pablo Iglesias. Al final de su artículo no duda en meter el dedo en el ojo a las televisiones del grupo Atresmedia, que comparten propietario con el periódico en el que él escribe: José Manuel Lara.

Cuando [Pablo Iglesias] fue invitado por primera vez a La Sexta, esa sinrazón empresarial, tuvo el detalle de agradecer el gesto de Atresmedia con estas palabras: «Me dijeron que participar en este programa podía perjudicar a la Institución Monárquica. Mi ego, que ya está bastante subido de por sí, está volando actualmente a la altura de Carrero Blanco».

En fin, que así es el Coletas. El gran beneficiario de la cobardía y la estupidez de las grandes cadenas privadas -y capitalistas-, del sistema al que ya pertenece el pájaro. Al menos, que las lleve lavadas, aseadas, lacadas y acariciables.

Lo cierto es que, sin duda alguna, la habilidad televisiva del líder de Podemos (y presentador del programa Fort Apache del canal en español del sanguinario y teocrático régimen de los ayatolás) ha sido fundamental para que su partido haya logrado cinco escaños en la Eurocámara. Y lo cierto es que los dos grandes grupos televisivos le han convertido en estrella. Lo que ahora casi nadie parece recordar es quién empezó a invitarle a tertulias. No fue otra empresa que Intereconomía, es ahí donde podemos situar el inicio de su estrellato mediático.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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