Cernuda segura que Moragas se crea enemigos al impedir el acceso a Rajoy
Después de cinco días de bombardeo en todos los medios de comunicación con la idea de la República y las exigencias de los republicanos, el fin de semana hubo manifestaciones en varias decenas de ciudades españoles, pero asistieron menos de 30.000 personas. En Madrid sólo hubo unos 3.200.
Lo menguado de las hordas adornadas con banderolas tricolores ha hecho que muchos columnistas refrenen sus ímpetus republicanos y empiecen a convencerse de que hay Monarquía para rato.
Raúl del Pozo (El Mundo) es uno de esos desencantados, pues ha pasado de anunciar querellas contra el Rey Juan Carlos a publicar hoy, 9 de junio, que en España ya no hay agallas ni para echarse a las calles con una bandera.
Éste ya no es aquel país donde en las bodas Reales mataban 34 toros. Ahora se marea si un Rey mata un elefante; tal vez por eso, no porece que vayamos a presenciar un estallido. Anteayer hubo flamantes banderas y modesta participación. No hay apoteosis republicana.
Tan convencido está don Raúl de que a su avanzada edad no va a asistir a una III República que incluso usa su columna para calificar de «leyenda» el enriquecimiento del Rey.
llegó la leyenda urbana según la cual Juan Carlos se forró. Anteayer hubo una discusión entre una autora y un alto funcionario.
La periodista sacó al mantel los 1.000 millones del rey de Arabia, los dólares por barril, los amigos ricachones y trincones. «El Rey heredó de su padre -dijo el defensor del monarca- tres millones, que repartió con sus hermanas. Ésa es la fortuna. Lo demás son calumnias.» (…) «Los millones ya no se pueden tapar ni en la banca suiza ni en los paraísos fiscales. ¿Dónde están las pruebas?»
En cambio, algunos tribunos siguen empeñados en contar interminables falanges republicanas como los desfiles ante Stalin. Almudena Grandes (El País) es uno de esos tribunos.
los grandes defensores de la renovación de la Corona tienen edad de sobra para estar jubilados, mientras que en la Puerta del Sol, a cambio, las tricolores atraen a una abigarrada multitud de adolescentes entre manifestantes de todas las edades.
Doña Almudena tiene dos problemas: uno, con su capacidad de cálculo, y otro con su jefe, Juan Luis Cebrián, defensor de la dinastía al que le puede sentar mal que le califique de jubilado-lapa.
José Oneto (Republica.com) comienza así su columna:
Decenas de miles de españoles pidiendo en las calles de medio centenar de ciudades la convocatoria de un referéndum para decidir entre Monarquía y República.
Al menos no habla de jubilados porque él ya está en ese estadio.
PRADA RECUERDA A FELIPE VI SUS DEBERES CRISTIANOS
Si queremos encontrar críticas o pinchazos al Rey hemos de ir a un experto, con años de maledicencias, rumores y chismorreos: Jaime Peñafiel (Republica.com). Este periodista da como muy probable la separación entre Juan Carlos y Sofía, como se separaron Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg.
Posiblemente, a los hasta ahora reyes de España les puede suceder lo que a Alfonso XIII y Victoria Eugenia: el día que se proclamó la república y el soberano salió de España, el matrimonio casi no se volvió a ver. Por no verse, ni en la boda de sus hijos. Y, aunque Victoria Eugenia acudió al Gran Hotel de Roma cuando se enteró que el Rey se estaba muriendo, éste ni verla quiso a la hora de la muerte.
A lo peor, después de la abdicación, don Juan Carlos ya no tendrá obligación de ver a la reina. ¿Será una liberación para él? Más bien va a ser que sí. Pero de ahí a pedir el divorcio, pienso que no. Alfonso XIII nunca lo solicitó. Si lo solicitaran, tampoco sería un escándalo.
Juan Manuel de Prada (ABC) recurre a citas de artículos José María Pemán para subrayar los riesgos que acechan al nuevo monarca por querer hacerse perdonar su rango.
En Tercera del 5 de abril de 1972, Pemán alerta de los peligros de una monarquía que trate de halagar a los republicanos emboscados que «critican su cinemascope, su protocolo, su vistosidad», con el propósito de obligarla a «modernizaciones» que la desnaturalizan; y compara tales peligros con el «huracán criticista desencadenado tras el Concilio Ecuménico», saldado con «crisis de órdenes religiosas, caída vertical de vocaciones, monjas con pantalones y sacerdotes con expedientes de secularización».
«Toda institución con siglos de ejercicio ensucia la ropa. Pero lo grave es que las dos Instituciones máximas se han puesto a lavar esa ropa sucia de cara al público.»
Y concluye con una advertencia para quien se titula Rey Católico:
Y, en fin, no debemos olvidar aquellos versos de El divino impaciente, cuando el rey de Portugal proclama ante san Francisco Javier: «Donde a Cristo se traiciona,/ en donde mengua su luz o su fe se desmorona…/ ¡No quiero tener corona/ donde no remate en cruz!». Esto es lo que Pemán sostiene sobre la monarquía; y lo que Prada, modestísimamente, suscribe.
EL TRIUNFO DE ANSON
Varias veces he criticado aquí a Luis María Anson, por sus ideas, su estilo y sus ganas de inventarse la historia con personajes de novela como Juan III, trasunto de un rey Estuardo al que esperaban los escoceses para alzarse contra los luteranos de Londres, pero al que nunca vieron en su vida. Sin embargo, hoy tengo que levantar mi taza de café por él. Tantos años de matraca dinástica han dado su fruto: cada vez más columnistas copian sus argumentos en defensa de la monarquía parlamentaria.
Por ejemplo , Santiago González (El Mundo) saca el argumento tan gastado de Anson de que es mejor vivir en ciertos reinos que en muchas repúblicas.
La única respuesta razonable a la vana pregunta de su Monarquía o República es: qué Monarquía y qué República. La República Italiana mucho mejor que la Monarquía de Arabia Saudí. Monarquía Sueca mejor que República de Albania.
Francisco Marhuenda (La Razón) recupera el soniquete de que la dicomotía Monarquía-República no interesa a los españoles y la consigna de que la dinastía debe alejarse de los monárquicos de convicción.
Durante unos días, desafortunadamente, estaremos inmersos en un debate que ni interesa ni preocupa a la sociedad española. El poder de convocatoria de los republicanos se ha comprobado estos días en las calles. Por ello es bueno que nadie saque de contexto lo que es una expresión respetable pero minoritaria. Me preocupa más el apoyo de algunos políticos y periodistas a la peregrina idea de que el futuro Rey debe promover un referéndum para legitimar su reinado.
Me hace recordar una frase de Don Juan Carlos a dos antiguos miembros del Consejo Privado de Don Juan cuando les preguntó irónicamente sobre un monárquico que no dejaba de dar lecciones: «¿No podríamos conseguir que fuera menos monárquico?».
REFORMAS, PERO ¿CUÁLES?
Otros columnistas dan por sentado que habrá reformas constitucionales, pero no nos dicen cuáles.
Ignacio Camacho (ABC) anticipa una legislatura constituyente.
Con alta probabilidad, las próximas Cortes albergarán una legislatura constituyente. Y si se tocan las disposiciones sucesorias -o las de los derechos ciudadanos, cuya ampliación reclaman colectivos civiles y políticos- habrá que reformar la Carta Magna por el procedimiento agravado, el que incluye referéndum y disolución de las Cámaras.
Será una experiencia de riesgo. Tal vez la única posible en este tiempo que acaba de abrirse entre inevitables ráfagas de vértigo histórico. Necesita un clima de responsabilidad pública que ahora no existe, y liderazgos sólidos de momento ausentes. Requiere generosidad, compromiso y luces largas que alcancen más allá del tacticismo político. Pero hace falta. No sólo para dotar de legitimidad de ejercicio al nuevo Rey sino para reforzar la estructura de un edificio institucional desgastado.
El día 19 España va a pulsar una tecla de reset, de reinicio. Le toca a la generación de Felipe actualizar el sistema operativo.
Jiménez Losantos (El Mundo) titula su columna con la pregunta que yo me hago: ‘¿Qué reforma constitucional?’:
Curiosamente, el nuevo Rey ha resuelto o ha forzado a resolver casi sobre la marcha los problemas de tipo dinástico -el alcance de la Familia Real; la sucesión, qué hay que llevar a la Ley; y la futura Lista Civil- que la vagancia y comodidad del Rey y todos los gobiernos llevan evitando desde 1978. En cambio, la definición del Estado y de los poderes del Gobierno y las Cortes en circunstancias excepcionales están por precisar. Y eso, justo eso, es lo que más falta hace.
ESPERANZA AGUIRRE LLORA POR EL PSOE
Algunos tribunos siguen preocupados por la inestabilidad del PSOE. Así lo escribe Esperanza Aguirre (ABC):
Es de desear que los socialistas, que han mantenido una lealtad ejemplar hacia la Corona durante los últimos 35 años y que con Don Juan Carlos en el trono han gobernado más tiempo que nadie y más que nunca en toda su historia, mantengan su compromiso con el consenso constitucional y abandonen la tentación que algunos puedan tener de seguir la onda de los comunistas y los antisistema.
No deben caer en el error que cometieron en Cataluña cuando se empeñaron en travestirse de nacionalistas. Fue un error moral, por supuesto, pero, además, fue un error político de fondo que, como hemos visto, les ha llevado a una inimaginable pérdida de votos.
Enrique Gil Calvo (El País) dice que la estabilidad del régimen español descansaba en cuatro pilares: el Rey, el PSOE, el PP y CiU. Ahora sólo queda uno de ellos, y tambaleante.
Hasta ahora nuestro sistema se mantenía a flote porque su estabilidad estaba relativamente garantizada por tres sólidos anclajes, simbolizados por las llamadas tres erres: el Rey, Rajoy y Rubalcaba.
Antes había un cuarto anclaje firmante del pacto constitucional que sujetaba la integridad territorial. Me refiero, claro, a la minoría catalana. Pero tras el fiasco del nuevo Estatut improvisado por Zapatero y Mas, ese anclaje se soltó quizá definitivamente a partir de 2010
Y por si eso fuera poco, el partido socialista y la Corona acaban de iniciar una transición sucesoria que no sabemos muy bien adónde conducirá, dadas las incógnitas que rodean a sus respectivas bicefalias.
De este modo, el sistema político español permanecerá sujeto por un solo anclaje, hoy bien provisto por el partido de gobierno pero sólo mientras siga contando con su actual mayoría absoluta. Lo que a la luz de los resultados europeos tiene fecha fija de caducidad.
NO EXISTE LA BURGUESÍA CATALANA
La noticia política del día, la posible ruptura entre Duran Lleida y Mas, impulsa a José García Domínguez (Libertaddigital.com) a afirmar la inexistencia de la burguesía catalana, que desapareció en 1931, y los verdaderos componentes sociales de CiU.
El movimiento de liberación nacional catalán siempre fue una cosa de tenderos, empleados de montepíos y viajantes de comercio. Lo fue y lo sigue siendo. Acaso definitivo, el último desencuentro entre Duran Lleida y el grupo rector de CDC exige ser interpretado en ese marco analítico. Y es que en la peculiar división del trabajo que se da en el seno de CiU, al llamado Grupo Parlamentario Catalán le toca ejercer de lobista en la villa y corte. En Barcelona, Mas se puede echar al monte con Junqueras y el Noi de la Chancleta, pero Duran tiene que seguir defendiendo los intereses del Dinero -con mayúsculas – en Madrit. No otra, por cierto, es la genuina razón de ser de Unió dentro de la coalición. Porque, a diferencia de la Ítaca del otro, el reino del oscense sí es de este mundo. Habrá divorcio.
Màrius Carol apenas dice algo de interés en su recuadro de La Vanguardia. Se limita a recordar las pequeñas diferencias en los miembros de la coalición CiU.
La sobredosis soberanista de CDC, aunque no parece darle rédito electoral, sí que mantiene excitadas a sus bases. En UDC, el soberanismo lo prefieren en pequeñas dosis, al menos los sectores más próximos a la dirección.
JORGE MORAGAS, EL PERRO GUARDIÁN DE RAJOY
A diferencia de Carol, Pilar Cernuda (ABC) cuenta una noticia: que Jorge Moragas empieza a crearse enemigos debido a que cierra el acceso a Mariano Rajoy.
Rara es la semana en la que alguien no se queja de que no accede al presidente del Gobierno porque se encuentra con el muro de Jorge Moragas, secretario general de la Presidencia. Incluso ha habido alguna sugerencia en la campaña europea que no se ha tenido en cuenta, y quienes la presentaron se quedaron con la sensación de que ni siquiera había llegado hasta Rajoy. Entre los «afectados» se encuentra el dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera.
Pero quizás Moragas está cumpliendo con los deseos de su señorito…
La columna ridícula del día la firma Cristina Garmendia (El País), en la que nos informa de los próximos actos de la Fundación España Constitucional, que ella preside.
A partir de aquí, iniciaremos un ciclo de encuentros en distintos territorios de España para aportar reflexiones que permitan mejorar la comprensión de la realidad española y contribuir a identificar posibles soluciones a nuestros retos. Ahora bien, no pretendemos ser disruptivos con la dinámica de los poderes del Estado, pero sí aspiramos a ser constructivos con nuestras aportaciones.
Con este verborrea insustancial entiendo ahora por qué Zapatero le nombró ministra de Ciencia e Innovación: eran tal para cual.