Alfonso Ussía: "En La Razón no se veta el nombre de nadie. Y menos aún el de Antonio Burgos"
Al encender la televisión y sintonizar cualquier programa de debate político pareciera que en España estamos al borde de la revolución republicana. Unos pocos de miles, aunque las cifras sean mayores que las que ofrecen los diarios más monárquicos, tampoco estamos hablando de millones, republicanos de estrella roja y hoz y martillo logran acaparar la atención de todos los medios de comunicación. Y no sólo en España. De hacer caso a lo que muestran los medios centroeuropeos, al Sur de los Pirineos la Casa de Borbón está a punto de perder su último trono.
En este ambiente es lógico que el debate sobre monarquía y república siga acaparando los espacios de opinión de la prensa de papel el 9 de junio de 2013. Mucho nos tememos que esto va a continuar así, en mayor o menor medida, como poco hasta que el todavía Príncipe de Asturias sea proclamado Rey de España por las Cortes Generales.
Hacemos sonar una vez más, como cada día, nuestra armónica de afilador y nos lanzamos a comentar lo más destacado del columnismo de la jornada.
Arrancamos en esta ocasión en la contraportada de El País, con una Almudena Grandes que quiere demostrarnos que ha leído los ‘Episodios Nacionales’ de Benito Pérez Galdós desde el mismo título de su artículo: Chinitas, en referencia a un personaje galdosiano llamado Pacorro Chinitas.
Últimamente he echado de menos a Pacorro. Mientras afrontaba descripciones de la realidad que no encajan con mi propia percepción, me preguntaba cuál sería su versión. Él no habría pasado por alto, por ejemplo, que los grandes defensores de la renovación de la Corona tienen edad de sobra para estar jubilados, mientras que en la Puerta del Sol, a cambio, las tricolores atraen a una abigarrada multitud de adolescentes entre manifestantes de todas las edades. Esa discrepancia entre lo nuevo que parece viejo y lo viejo que parece nuevo, le habría inspirado alguna brillante conclusión. A Don Benito, que amaba esas banderas, le habría gustado escribir esa página. A mí, que no las amo menos, me encantará escribirla algún día.
No sabemos a qué defensores de la renovación de la corona se refiere la señora Grandes, otros hemos leído a algunos a los que todavía le quedan unas cuantas décadas para la jubilación. Otra cosa, dudamos que a Galdós le hubieran gustado en absoluto la bandera que muestran los manifestantes partidarios de la república. Gran parte de las ‘tricolores’ que se han visto no son las tradicionales, sino con la estrella roja comunista en el centro, y también abundan directamente las enseñas soviéticas. Nada que ver, nos parece, con las aspiraciones galdosianas.
Dice Grandes que le encantará escribir la página de la llegada de la república. Tenga cuidado con lo que desea. De imponerse un régimen republicano del tipo del que pretenden esos manifestantes de estrella roja y hoz y martillo, la columnista de El País será tan ‘enemiga del pueblo’ como pueda serlo el afilador de columnas. ¿O acaso se cree que los comunistas aman a esos socialdemócratas, por radicales que sean, que ahora usan como aliados?
Pasamos ahora a La Razón, donde Alfonso Ussía se fija precisamente en las banderas que usan los manifestantes y titula Rumanos. Y resulta que pone su foco, de la mano de un columnista de ABC, en algo que ya hemos apuntado, pero con una derivada geográfica curiosa.
En este periódico no se veta el nombre de nadie. Y menos aún el nombre de un talento como el de Antonio Burgos, el gran escritor sevillano de ABC. Antonio, que es mi compadre, usa de una virtud muy poco común. La capacidad del hallazgo. Uno de los más importantes de los últimos tiempos, la obsesión de los rumanos por manifestarse en España en contra de la Corona que los acogió. Porque las manifestaciones que organizan los diferentes partidos comunistas y los partidarios de los terrorismos -activos y pasivos- de las periferias, lo hacen con banderas rojas de 1936 y banderas de Rumanía.
Expliquemos que Ussía después señala que muchos manifestantes han sustituido el morado por el azul en las banderas tricolor, de modo que sí queda la enseña rumana. Cita algo que, dos décadas antes, le dijo el lingüista y académico Manuel Gullón:
Me refería a Manuel Gullón: -No siento nada con la tricolor. No nos representa a los republicanos. Se la han apropiado los comunistas, y posteriormente, los desgarramantas-. Y lo mismo que don Manuel, lo piensan y dicen muchos republicanos que creen en la ventajas de su sistema preferido, pero dudan mucho de la libertad que dicen defender quienes ondean las banderas de Rumanía entremezcladas con los trapos rojos de las tiranías más sangrientas de la Historia.
Ya lo hemos dicho aquí y no nos cansaremos de repetirlo. Estos manifestantes están logrando que muchos que tenemos corazón republicano estemos deseando con toda nuestra fuerza la continuación de la monarquía. Es más, entre sus méritos va a estar que republicanos ateos recen con toda una fe que antes no tenían por un reinado tranquilo de Felipe de Borbón.
Santiago González.
Y sobre esto, viene muy bien leer lo que dice Santiago González en El Mundo. Su artículo se titula Monarquía o república.
Cayo Lara hizo el sábado una afirmación impresionante: «El derecho de sangre no puede estar por encima del derecho de los ciudadanos». Tiene su mérito encadenar dos tonterías en 13 palabras. El derecho de sangre (ius sanguinis) y su alternativa (ius solis) nada tienen que ver con el carácter hereditario de la Corona (art. 57 del la Constitución). El derecho de sangre que cita erróneamente Cayo Lara es el derecho a la ciudadanía de los descendientes de españoles aunque hayan nacido en el extranjero. El derecho de sangre es una metáfora para Cayo Lara, como la República.
Añade:
Cayo Lara y sus epígonos no aciertan a distinguir la forma de Estado y la naturaleza del régimen, democracia o dictadura, compatibles ambas con formas de Estado monárquicas o republicanas. La única respuesta razonable a la vana pregunta de si Monarquía o República es: qué Monarquía y qué República. La República Italiana mucho mejor que la Monarquía de Arabia Saudí. Monarquía sueca mejor que República de Albania.
Vinculado con este debate, nos topamos con el artículo de Ignacio Camacho en ABC, titulado La tecla de reinicio, donde da por hecho una pronta reforma constitucional de gran calado.
Con alta probabilidad, las próximas Cortes albergarán una legislatura constituyente. Y si se tocan las disposiciones sucesorias -o las de los derechos ciudadanos, cuya ampliación reclaman colectivos civiles y políticos- habrá que reformar la Carta Magna por el procedimiento agravado, el que incluye referéndum y disolución de las Cámaras.
Añade:
Hace falta. No sólo para dotar de legitimidad de ejercicio al nuevo Rey sino para reforzar la estructura de un edificio institucional desgastado. Será difícil reunir un consenso tan amplio como el del 78, y habrá turbulencias sin un Suárez que sepa capearlas a base de instinto y osadía. Pero no partimos de cero sino de una democracia sólida y de un pueblo que se ha acostumbrado a vivirla. El día 19 España va a pulsar una tecla de reset, de reinicio. Le toca a la generación de Felipe actualizar el sistema operativo.
Eso le suena a este humilde lector de columnas a una vieja maldición sefardí: ‘Que vivas tiempos apasionantes’. Por supuesto que se necesita una profunda reforma constitucional, pero tal como están las cosas, y con lo que prevén las encuestas electorales, da miedo pensar qué podría ocurrir.
Ponemos punto y final con otro artículo publicado en el diario madrileño de Vocento. Su autora es Isabel San Sebastián y lleva por título Un proyecto compartido.
El separatismo se ceba y ceba a sus bases de mitos falsos, victimismo, «performances» constantes y dinero ilimitado, una vez concluidos, parece ser, los años de plomo infames de la brutal violencia física. ¿Qué contrapone a esa cocina la España constitucional? Muy poca cosa. Grandes cifras macroeconómicas, legalidad, algún que otro brillante discurso parlamentario que muy poca gente escucha y menos aún recuerda… Ingredientes de escaso sabor, sin fuerza para contrarrestar tamaña cantidad de sal gruesa.
Necesitamos desesperadamente un proyecto integrador. Un sueño que soñar todos juntos más allá del Mundial de fútbol. Una idea ilusionante. Un puerto. Un rumbo.
Y la gran pregunta es: ¿cuál es o podría ser ese proyecto integrador?
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