OPINIÓN / Afilando columnas

Alfonso Ussía: «Al lado de Madina, Zapatero es lo más parecido a Sir Winston Churchill»

Beatriz Manjón (ABC): "No me sorprendería ver a Pablo Iglesias en el trono de Mujeres y Hombres y Viceversa"

Gundín: "Es natural que Cayo Lara esté nervioso por la proclamación, no de Felipe VI, sino de Pablo Iglesias"

Cuando queda una jornada para que el todavía Príncipe de Asturias sea proclamado Rey de España, se multiplican el 18 de junio de 2014 en determinados medios los artículos en elogio de Juan Carlos I y, aunque en cierta menor medida, su sucesor en la Jefatura del Estado. Las dosis de «azúcar», recuperando el titular de David Gistau 24 horas antes, han aumentado de forma llamativa, en especial en ABC, aunque también en La Razón.

Pero no nos vamos a centrar aquí en esos artículos laudatorios, el contenido de todos ellos puede resumirse en un ‘Juan Carlos I es maravilloso y no tiene superpoderes por muy poco’, así como tampoco en la incursión futbolera de una Carmen Rigalt que en El Mundo sale en defensa del capitán de la selección de España con una columna titulada Gracias, Casillas. Hemos decido poner nuestra atención en otro tipo de contenidos, los de mayor carga política, que están muy entretenidos en esta ocasión. Hacemos sonar, como cada día, nuestra armónica de afilador y nos ponemos manos a la obra.

Como ya contó Periodista Digital, en la cúpula de Canal+ no hizo ninguna gracia que alguien tuviera la ‘genial’ idea de invitar a Pablo Iglesias a comentar ‘Juego de Tronos’. Como al líder de podemos le gusta más una cámara de televisión que la ropa de Alcampo, aceptó encantado y allí que fue a dar su interpretación política de la citada serie. Aunque no hubo veto de la dirección de la empresa, lo que si se dio fueron instrucciones de que la intervención del eurodiputado electo no fuera promocionada —En Canal+ no gustó que Pablo Iglesias comentara ‘Juego de Tronos’: dieron orden de silenciarlo–.


Pablo Iglesias en ‘Vive Poniente’ (Fuente: Canalplus.es).

A pesar de la discreción de la cadena, alguien sí vio esa intervención del presentador del líder trotsko-bolivariano español. Se trata de Beatriz Manjón, que en ABC le dedica un texto titulado Posemos.

Lo suyo habría sido Belén Esteban, que pone los ojos en blanco como Bran Stark. Iglesias cree que es la mejor ficción para explicar ciencia política, para explicar a Weber, a Maquiavelo o a Gramsci. Su personaje favorito es el enano, aunque un Lannister siempre paga sus deudas. A ver qué dice de esto la PAH.

Si lo anterior tiene cierta gracia, lo más jugoso llega al final:

Con tanta colaboración televisiva, más que de «Podemos» acabaremos hablando de «Posemos». No sorprendería verlo en el trono de «MYHYV», que es juego de cromos, diciendo lo que Jon Nieve, «yo no tengo rey», y despotricando de casta y casto.

Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero han dejado bien claro en muchas ocasiones que para ellos, siguiendo el modelo de Chávez o Correa, por ejemplo, la televisión es una herramienta fundamental. No van a dejar pasar una oportunidad de aparecer en cualquier canal. Otra cosa es que ya a cualquiera le de por llamarles para hablar de lo que sea. Quien sabe, igual un día vemos a Iglesias en algún programa de cocina.

Sin salir del diario madrileño de Vocento ponemos nuestra atención en El mito refundacional de Ignacio Camacho.

El dominó abdicatorio que se ha producido en la nomenclatura dirigente apunta también a una suerte de imperativa renovación generacional en beneficio de una efebocracia obligatoria. El reinado de Felipe VI -habrá que hablar del felipato porque el término felipismo ya está gastado-, consecuencia natural de la Constitución vigente, parece para muchos la oportunidad de liquidar defacto el régimen. Y el verdadero programa de la abstracta Segunda Transición no vendría a ser otro que el de enterrar la primera.

A este humilde lector de columnas le ha gustado eso del ‘felipato’, aunque de ahí a que alguien haga un chiste tipo el feliz-pato para referirse al próximo rey de España hay un paso. Advertido queda. Por otra parte, nos parece muy acertada la apreciación de que el objetivo de la Segunda Transición sería enterrar la primera, la pregunta es ¿para ir hacia donde? La respuesta da un poco de miedo, sobre todo si se deja en manos de según que partidos.

Por cierto, que el afilador de columnas no quiere dejar de pasar la ocasión de felicitara al columnista de ABC por el final de carrera de su hijo, Ignacio Camacho Jr., al que ahora le toca enfrentarse al ejercicio del Periodismo.

Y ya entrados en materias sobre la forma de la Jefatura del Estado pasamos a La Razón para leer a José Antonio Gundín. El subdirector del periódico de Marhuenda dedica Defender la República a Cayo Lara y sus exaltaciones republicanas.

Es natural que Cayo Lara esté nervioso por la proclamación, no de Felipe VI, sino de Pablo Iglesias Turrión como legítimo heredero de la izquierda radical designado por las urnas. Al veterano líder comunista, que se siente empujado a la abdicación, le ha dado un calentón de republicanismo impropio de la edad. Hay ciertas cosas que los jóvenes siempre harán mejor, empezando por no caer en el ridículo.

Al margen del análisis de la reacción del comunista del PCE frente al avance del comunista (hay vídeos en los que él mismo se define como tal) de Podemos, lo interesante es la lección de Historia que ofrece Gundín:

Lo que Cayo Lara añora es la Ley de Defensa de la República, promulgada en 1931, granítico monumento a la democracia y a la libertad verdaderas. Con solo seis artículos, la ley penaba con extrañamiento o confinación a quienes hicieran apología de la monarquía, el uso de emblemas, insignias o distintivos reales, difusión de noticias y toda acción o expresión «que redunde en el menosprecio de las Instituciones y organismos del Estado». De lo que se deduce que si a don Cayo se le aplicara hoy la ley republicana sería multado o confinado en Dios sabe dónde. Tiene suerte de ser político en una Monarquía parlamentaria: puede hacer el ridículo y la única consecuencia es que a los jóvenes les inspire cierta compasión.

Que Lara no corra más riesgo que el de hacer el ridículo no es cuestión de que estemos o no en una monarquía parlamentaria o en una república parlamentaria. Tiene más bien con el hecho de estar en una democracia que no está lastrada por unas normas, como la citada Ley de Defensa de la República, que anulan las garantías constitucionales en según que casos y a capricho del gobierno. Justo lo que rechazan algunos de los más exaltados defensores de la república que estamos viendo estas semanas.

Y de cosas de comunistas a cosas de socialistas. Alfonso Ussía titula Al fin habló y la… No, estimado lector, el afilador de columnas no va a completar la frase. Si no lo ha hecho el articulista de la contraportada de La Razón, no se va a hacer desde aquí. Arranca arreando, porque pasaba por allí, al líder de IU:

No me refiero a Cayo Lara. Con la necedad paleta hay que tener comprensiva misericordia. Ha pedido que «el ciudadano Juan Carlos de Borbón no sea aforado. Todos iguales ante la Ley». Cayo Lara no es igual a todos ante la Ley porque está aforado. Como el sinvergüenza de su partido que roba en los supermercados. Folclore de progre antiguo. No le perdonan al Rey que impulsara la legalización del PCE. Pero esta fantochada del titán de Argamasilla no merece mayor atención ni espacio.

A quien se refiere Ussía es a Eduardo Madina. No le gusta un pelo.

Viste mucho y cuidadosamente la oración para escapar airoso de su verdad. De haber hablado con mayor contundencia, Madina sería actualmente un político sin futuro. De ahí sus silencios, sus dudas, sus regates y sus floripondios semánticos. Al lado de Madina, Zapatero es lo más parecido a Sir Winston Churchill. Nadie sabe cómo ha llegado a tan considerable altura en su partido. Y el que lo sabe, se calla.

Concluye:

Madina, con independencia de haber metido el remo hasta la empuñadura en la cuestión del separatismo catalán, no ha dicho nada todavía. Tiene los avales a su disposición, pero su proyecto no existe. Sus mentores harían bien en formarlo con urgencia. Es aire. Pero no aire de fiar. Muchos de los militantes del PSOE se han rendido. Pero otros muchos, más que los primeros, aún creen que socialismo y español no son contradictorios. Y esos socialistas no confían en Eduardo Madina, esa cercanía a la nada que se ha convertido en un aledaño de algo.

La pregunta entonces es, ¿quién es el líder socialista que cree que socialismo y español no es contradictorio? Suponemos que cada uno tiene su propia respuesta.

Concluimos en El Mundo, con un Federico Jiménez Losantos que titula Rajoy, Blair y la corona, donde recuerda que Blair obligó a Isabel II a caminar tras el féretro de Ledy Di. Concluye:

Rajoy debería haber tomado ejemplo de Blair para imponer al Rey la conducta que, tras su súbita abdicación, requería la dignidad nacional, representada en las Cortes. Sobraban el numerito del fajín y el del guateque abdicatorio. Y, por supuesto, debía haber estado con la Reina Sofía, Elena y las infantas Pilar y Margarita en primera fila, presenciando la proclamación de su hijo como Rey de España. No sólo para ahorrarnos ese feo alarde de rencor viejuno sino por respeto a las Cortes, símbolo -ellas, no la Corona- de la soberanía nacional. Ni merecía el Príncipe ese desplante ni, sobre todo, lo merecía España. Dirá alguno que ha estado mal pero que ya pasó. De eso, nada. A ver qué hace el Gobierno con el abdicado pasado mañana. Lo que hizo Cánovas para salvar la Restauración fue dejar pudrirse en el exilio a Isabel II. Cruel pero eficacísimamente constitucional.

A algunos nos parecería un poco feo eso de mandar al exilio a Juan Carlos I. Pero lo cierto es que resulta un poco lamentable que no vaya a estar presente en la proclamación de su hijo.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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