La burbuja inmobiliaria creció sin que interviniera el Banco de España
No hay como tener amigos en sitios influyentes. A Miguel Ángel Fernanández Ordóñez, conocido como MAFO, el presidente de la Comisión Europea le reprochó el lunes 16 que durante sus años como gobernador del Banco de España (nombrado por Zapatero) no adviertiese a Bruselas de la descapitalización de la mayoría de las cajas de ahorros: Cajamadrid, Caixa Catalunya, Bancaja, CAM, Caixa Galicia…
El País sale en defensa del economista progresista, que ha escrito editoriales y tribunas de opinión en el periódico y en Cinco Días, y, también, ha participado en programas de la SER.
La culpa de la crisis financiera española, sostiene El País, no es de los supervisores, a cuya cabeza estaba MAFO, sino de una conspiración de banqueros de EEUU y Europa, agravada por la actuación de los gestores y la connivencia de éstos con los políticos locales, y cita Galicia y Valencia, pero se olvida de Madrid y Cataluña.
Las acusaciones de José Manuel Durão Barroso al Banco de España no han podido ser más extemporáneas y confusas. El presidente de la Comisión Europea responsabiliza a la autoridad monetaria por errores graves en la supervisión de las cajas de ahorros que habrían contribuido a formar la burbuja inmobiliaria y financiera.
Efectivamente, el Banco de España cometió errores y uno de los más importantes fue relajar los protocolos de supervisión crediticia. Que lo descubra ahora el responsable de la Comisión produce cierta inquietud. A la debilidad del regulador bancario hay que imputar las vacilaciones para localizar y corregir a las entidades quebradas. Pero el Banco de España no creó la crisis, ni infló la burbuja inmobiliaria.
Fueron los gestores de las cajas quienes dispararon la euforia del crédito y se comportaron de manera irresponsable al rebajar las condiciones de solvencia de los préstamos; fueron los directivos y los consejeros de las cajas, en connivencia con los entornos políticos, empresariales y sindicales autonómicos y locales, quienes llevaron a la quiebra al sistema financiero de Valencia o Galicia.
La crisis financiera no fue ni es un problema de supervisión, como parece sugerir con sus palabras. Más bien surgió como una de las consecuencias de la presión constante de los bancos estadounidenses y europeos para eliminar o reducir la regulación existente. Y si existe responsabilidad política, no es sólo de los supervisores nacionales, sino también de las autoridades comunitarias que no han sabido aplicar medidas monetarias eficaces para limitar los efectos de la explosión de Lehman Brothers.