Esparza augura que al Rey se lo comerán los mismos a los que halaga
Estimado lector, ya puede darme las gracias por el trabajo que he hecho esta noche porque ha sido agotador. De verdad. Docenas de páginas con las mismas fotos y las mismas palabras… Voy a soñar con la Leonor y Sofía. Y los columnistas, que si fuesen las amantes del Tenorio, se les podría aplicar esos versos, «desde la altiva princesa a la que pesca en ruin barca», para decir que todos ellos (bueno, nueve décimas partes) todavía siguen postrados de rodillas delante del televisor o bien están durmiendo abrazados al fleco de una alfombra o el trozo de un tapiz que hayan arrancado de Palacio.
Quizás el párrafo más perturbador sea el que encontramos en la crónica de David Gistau (ABC)
La llegada a la calle Cedaceros de los Reyes y sus hijas propició una imagen refrescante para la Corona: juventud, futuros por delante. En cuanto el PSOE termine de elegir secretario general, apenas quedarán personajes políticos visibles por encima de los cincuenta años. Este tránsito biológico del sistema, impulsado por la moda dimisionaria, está envejeciendo por instantes a Rajoy. El fenómeno rejuvenecedor se hizo aún más notable cuando Felipe VI, después de rendir en su discurso un homenaje a su padre y sus contemporáneos, insistió hasta tres veces en la necesidad regeneradora y en pedir el protagonismo de sus coetáneos: «Los hombres y mujeres de mi generación» . Dijo «mi generación» más veces que The Who.
Creo que ese «fenómeno rejuvenecedor» no va a limitarse a los políticos, sino que se va a extender al periodismo, porque hoy, 20 de junio de 2014, los periodistas de la Transición quedan más en evidencia que nunca.
Por ejemplo, la primera línea de la columna escrita por Fernando Ónega para La Vanguardia:
Era hermoso como una película de Sissi.
¡Dios mío, qué viejo y qué cursi! Habría preferido a Jorge Bustos buscando semejanzas entre los asistentes y el Senado galáctico: Letizia sería la reina Amidala; Rajoy, el burócrata del canciller Valorum; Artur Mas, Darth Maul; Soraya Sáenz de Santamaría o Anson, R2-D2…
Curri Valenzuela nos regala dos páginas en ABC comparando la proclamación de Felipe VI con la de su padre, en 1975, en la que ella estuvo. Así lo cuenta, a falta de mili:
Pregunté a un periodista amigo, con el que hace 39 años compartí tribuna del Congreso, y ayer volví a coincidir con su opinión sobre las diferencias entre los dos acontecimientos.
Y Juan Cruz (El País) se empeña en seguir en su peculiar día de la marmota.
Era como si 1975 y 2014 se juntaran en unos símbolos por los que han pasado cuatro décadas. Cuando Juan Carlos I accedió al trono, la cultura se aprestaba a resolver la memoria de aquella tragedia, ya sin el peso de la censura.
¿No es hora, queridos colegas, de que penséis en jubilaros?
JAIME PEÑAFIEL APRUEBA A LA NUEVA REINA
Me ha costado encontrar columnas disidentes en el mar de aplausos. Ayer, 19 de junio de 2014, todos eran felipistas. Hasta Federico Jiménez Losantos (El Mundo).
Aunque soy algo así como el decano de los abdicacionistas españoles, confieso que no esperaba un discurso tan extraordinario como el que ayer pronunció nuestro flamante Rey Felipe VI ante las Cortes
En un país enfermo de irresponsabilidad, que el primero de los españoles asuma las suyas, con un horizonte político espeluznante, es digno de admiración. La forma de hablar, de saber perfectamente lo que decía, hasta de emocionarse al hablar de su madre, la Reina (en este orden), resultaron, para el que se siente español, sorprendentes por su claridad y electrizantes por su intensidad.
La apoteosis llegó al final, cuando se proclamó orgulloso de España y esperanzado en que algún día España se sienta también orgullosa de él.
Y Jaime Peñafiel (Republica.com) da un aprobado a la reina Letizia.
«Yo soy reina porque estoy casada con el rey. Mi estatus es consorte o reina consorte. Pero el Rey es él. Es el que manda, el que decide. Mi vida es la vida del Rey». Todo esto y mucho más declaró en su día doña Sofía.
Letizia parece haber aprendido la lección en solo veinticuatro horas. Se ha visto en el protocolo con el que se han desarrollado la abdicación y la proclamación del nuevo rey Felipe VI. Tuve un especial interés por observar el comportamiento de la consorte, que ha sido ejemplar desde el primer momento.
Si Peñafiel trata de reconciliarse con Letizia, es que estamos ante una nueva era.
Sin embargo, hay cierto descontento en El País por el discurso. Parece que sus columnistas esperaban que el Rey anunciara un catálogo de reformas o de propuestas. Soledad Gallego-Díaz aprovecha la neutralidad del discurso para cargar contra quienes lo querían dirigir.
El discurso de Felipe VI en el acto de su proclamación fue exquisitamente neutral, ignorando las presiones de quienes, en un sentido o en otro, hubieran querido encontrar signos de simpatía por una u otra de las alternativas en discusión en este preciso momento.
¡Vaya por Dios, Sol! ¡Si no había «una u otra» alternativa! ¡Si eráis vosotros los de El País, en columnas, tribunas y editoriales, los que más habéis bregado por condicionar el discurso.
En el mismo periódico El País, el artículo de su director, Antonio Caño, contiene una crítica al discurso y a la proclamación, y es que fueron demasiado sobrias para su gusto, acostumbrado a los fastos de las tomas de posesión de las presidencias de EEUU.
Con esas precauciones por delante, es obligado decir que la jornada de proclamación del nuevo Rey resultó deslucida y que el discurso del Monarca fue pobre, carente de la trascendencia y solemnidad del momento. Estoy convencido de que las cualidades de Felipe VI exceden con mucho a la calidad de su intervención ante las Cortes, de la que, por cierto, el último responsable es el Gobierno, a quien constitucionalmente le corresponde la responsabilidad de supervisar y vetar las palabras del Rey.
Arcadi Espada (El Mundo) se dedica a un juego peligroso, de lanzador de cuchillos con los ojos vendados: comparar los discursos de Juan Carlos I en 1975 y de Felipe VI en 2014.
No sé quién fue, pero el discurso del Rey Juan Carlos tuvo un autor, una pluma, una sintaxis, y la consiguiente coherencia y hasta el vuelo emocional. No sé quién fue, aunque me gustaría que hubiese sido Torcuato Fernández-Miranda
El discurso del Rey fue el discurso de Moragas, por así decirlo.(…) Pero sólo quiero señalarlo como arquetipo. En la hora profunda y solemne de su proclamación, el Rey Felipe leyó una suerte de ‘copypaste’ ¡interdepartamental! del que ningún tema quedó por nombrar aunque todos por tratar. Cuando habló, textualmente, del papel de la mujer y del respeto al medio ambiente, creí que iba a desmayarme, por tener la alucinación de que nuestyro Rey estaba inaugfurando una depuradora en el Ganges.
Ayer en Madrid, un Rey que recoge su Corona de manos de la democracia, pareció andar como por un lecho de huevos, pidiendo perdón a cualquier español con el que se cruzara. Sin motivo.
¿DE VERDAD SE DECIDIÓ LA ABDICACIÓN EN ENERO?
A Pablo Sebastián (Republica.com) tampoco le ha gustado:
No ha sido un buen discurso ni en el fondo ni en la forma
Además insiste en que es mentira que se estuviese preparando la abdicación desde enero.
La ausencia de aforamiento del Rey, que ahora se intenta paliar por procedimientos extraordinarios, demuestra la improvisación y premura que ha marcado semejante proceso sucesorio, al tiempo que descubre como falsa la noticia de que todo su puso en marcha a principios del mes de enero, porque, en ese caso, todo se habría mucho mejor incluso guardando la discreción.
Y José Javier Esparza (Gaceta.es) es el único que echa de menos símbolos religiosos y aventura un negro porvenir a la Corona.
Ha sido una coronación por lo civil. Podía haberla oficiado el concejal de Urbanismo. Una monarquía zapateriana sin cruces, ni biblias ni toda esa parafernalia tan «de otro tiempo». Ahora se prefiere la parafernalia autonómica y constitucional. Por algún extraño motivo, esta gente cree que la Constitución pesa más que la Biblia y que el credo autonómico salva más que la cruz.
El discurso de Su Majestad ha sido todo un ejemplo de concordia… dirigido a quienes llevan años rompiendo todas las concordias. Uno lee esas palabras escritas, sin duda, por algún periodista «de la situación», y lo que descubre es a un rey obsesionado por agradar a quienes le van a rechazar. Obstinada ofuscación borbónica: masajear al enemigo pensando que al amigo ya lo tienes seguro. Pero no: mañana ya no habrá nadie para jugarse la vida por la Corona (como, por otro lado, tampoco habrá nadie para jugársela por el Altar). A este rey se lo comerán los mismos a los que La Zarzuela ha pretendido cumplimentar con todas estas lisonjas.
Julián Marías, al que en otro tiempo se hacía mucho caso en los círculos coronados, solía repetir aquello de que «no se debe intentar contentar a los que no se van a contentar». A lo mejor la frase tiene demasiados infinitivos para que la entiendan los cerebros de la nueva monarquía.
La matraca catalana no descansa ni hoy. Aunque el Rey no ha dicho lo que los nacionalistas catalanes esperaban, Màrius Carol (La Vanguardia) trata de calmarlos, con el dicho de que hay más días que longanizas.
Los tímidos aplausos de Artur Mas desde la tribuna pusieron de manifiesto que le gustó más la música que la letra. Pero el nuevo Rey sabe que las palabras no se agotan el primer día de reinado.
Y Javier Godó, conde Godó, propietario de La Vanguardia, ofrece hoy su periódico al nuevo Rey.
Apoyo no le van a faltar a Felipe VI para llevar a buen puerto su misión. Y entre estos, cuenta con el de esta casa. El Rey sabe que en este centenario medio de comunicaicón, que se precia de ser un referente de la sociedad catalana, hallará siempre el afecto y la colaboración que encontró su padre, don Juan Carlos I, con la decidida voluntad de superar el difícil trance en que se halla el país. Este es, en un día histórico, nuestro anhelo y nuestra esperanza. Bienvenido Felipe VI.
¿Qué «afecto» y «colaboración» ha prestado el grande de España a Juan Carlos I convirtiendo su periódico y su radio en portavoces de las tesis separatistas de Artur Mas, dando una columna a Pilar Rahola Martínez, enviando a Madrid a Enric Juliana…?
LAS SOBREMESAS DE SCHLICHTING CON LETIZIA
¡También me ha costado encontrar la columna ridícula del día, porque la mayoría de la fauna opinadora de la prensa se ha empeñado en ganar el premio! Me decido por dos. Una escrita por una profesional del periodismo, Cristina López Schlichting (La Razón), que demuestra que las películas de la Disney han frito los sesos no sólo a las niñas sino también a sus madres.
A Doña Letizia le pregunté en una comida si sus hijas jugaban a princesas; me intrigaba si eran como la mía, que se vestía de gala con mis zapatos de tacón. Debe ser diferente jugar a princesa cuando lo eres.
¡Qué manía la de comer con los poderosos tienen muchos periodistas! Enteraos: no hay almuerzo gratis.
Y la segunda, la de un espontáneo, el diputado del PNV Aitor Esteban, que se revela como un monárquico de Felipe IV.
La clave es que un Borbón sea capaz de repensar su Monarquía con la mentalidad de un Austria.
Todo el texto publicado en El País echando pestes del artículo 8 de la Constitución, del aforamiento de don Juan Carlos, del uniforme militar del nuevo rey en aras a los principios de igualdad y democracia… para acabar reivindicando una monarquía pre-democrática y de derecho divino.