Ignacio Camacho: "Montoro ha diseñado una rebaja de impuestos llamativa y sugerente en sus grandes cifras y tramposilla en la letra pequeña"
Al asomarnos en los espacios de opinión de la prensa de papel del 24 de junio de 2014 nos encontramos con que se les puede aplicar el viejo refrán castellano: ‘Hay de todo, como en botica’. La proclamación de Felipe VI, así como sus derivadas sobre pretensiones periodístico-tutelares, siguen apareciendo en diversos medios, pero ahora tienen que competir con la reforma fiscal de ese ministro con el que uno duda si untarse ajo en el cuello o no antes de acercarse a él.
Pero hay muchos más temas en esta jornada, desde la petición de que España se convierta en un Estado confesional hasta quien comenta la intervención de Pablo Iglesias en el lujoso hotel Ritz, pasando por quien denuncia el control político de RTVE por parte del Gobierno de Mariano Rajoy.
Como cada día, hacemos sonar nuestra armónica de afilador y nos lanzamos a comentar lo más jugoso del columnismo español en esta jornada.
Nuestra primera etapa está, una vez más, en Barcelona, en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’. Alberto Sáenz, director adjunto de El Periódico, nos ofrece una sorprendente interpretación de la supuesta bajada de impuestos que ha anunciado el Ejecutivo del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante. Su texto se titula Plan E, versión Rajoy.
Rajoy nos trae ahora la versión cañí del capitalismo neoliberal. El coro del aznarismo lleva dos años machacando a ‘maricomplejines’ porque en lugar de bajar los impuestos los ha subido. Y ahora, aprovechando el vacío de poder en la UE, el presidente ha vuelto a la doctrina de 1996: bajar impuestos para estimular la economía.
Ahora una muy tímida bajada de impuestos, que si se tienen en cuenta las deducciones que se eliminan y los nuevos gravámenes (como el que se impone a la indemnización por despido) en la práctica no es tal, es «capitalismo neoliberal», eso sí, en versión cañí. ¡Qué pensaría este señor entonces si los impuestos bajaran a un nivel que no resultaran en muchos casos confirmatorios!
Tras recordar que la burbuja inmobiliaria se debió a créditos a bajo interés (algo de lo que era en gran medida responsable el Banco Central Europeo, aunque Sáenz no lo diga), añade:
Montoro quiere ahora rizar el rizo y pretende prestar dinero a los contribuyentes reduciendo la presión fiscal para que el crecimiento del consumo compense la caída de ingresos. Una operación de dopaje en toda regla que acabará como el rosario de la aurora: más inflación y más recortes para compensar los 9.000 millones de descenso en los ingresos. Más los intereses.
El afilador de columnas ha tenido que releer varias veces la frase que empieza por el apellido del ministro de Hacienda para asegurarse de que dice lo que cree que dice. Según el director adjunto de El Periódico, que el Gobierno le quite menos dinero a los ciudadanos vía impuestos implica que les está concediendo prestamos. Repita conmigo señor Sáez: «el dinero de cada ciudadano es suyo, no del Estado. Quitar a una persona menos euros en impuestos no es hacerle un préstamo, es respetar su propiedad».
Y en lo que no miente, lo que resulta raro, el Gobierno es en decir que una bajada de los impuestos puede implicar una subida de la recaudación. Es lo que ha explicado magistralmente Arthur Laffer en su famosa ‘curva’. Parece que el de El Periódico no se ha enterado todavía de ello. Claro que tampoco es raro si se tiene en cuenta que el Gobierno ha tardado dos años en hacerlo.
Quien sí parece haberse enterado mucho mejor en qué consiste la reforma fiscal y qué suponen los impuestos en Ignacio Camacho, que en ABC escribe un artículo cuyo título ha alegrado el día a este humilde lector de columnas: Los trucos de Leviatán.
Renuente siempre a reducir la recaudación, el Ministerio de Hacienda ha sembrado la reforma de cláusulas restrictivas que atenúen el valor de sus propias medidas, entre ellas la limitación de las deducciones y la muy cruel imposición sobre las indemnizaciones por despido. Es la resistencia de Leviatán, la tendencia autodefensiva del gran aparato burocrático remiso a saltarse su propia lógica. Montoro, un fiscalista experto con clara vocación política, ha diseñado una rebaja llamativa y sugerente en sus grandes cifras y tramposilla en la letra pequeña. El objetivo esencial no es tanto reducir los impuestos como producir la impresión de que bajan, sobre todo a través de una disminución inmediata de las retenciones en las nóminas asalariadas.
El de ABC sí se ha dado cuenta de la naturaleza esencialmente tramposa de la anunciada reforma. También recuerda, acertadamente, que «más dinero en el bolsillo de los ciudadanos es más consumo, más inversión y probablemente más empleo», lo que no llegan a entender los defensores de los impuestos altos. Y concluye con una referencia a una cita de Friedman, suponemos que de Milton (nos tememos que su hijo David resulta ya demasiado radical para alguien como Camacho por sus postulados anarco-capitalistas), que no conocíamos, o al menos no recordábamos, y que nos ha encantado:
Friedman dejó escrito que siempre es buen momento para bajar los impuestos: por cualquier razón, en cualquier circunstancia y bajo cualquier pretexto.
Y tras los impuestos, la monarquía. En la contraportada del diario madrileño de Vocento, Ignacio Ruiz-Quintano se lanza a comentar el discurso de proclamación de Felipe VI. Titula Sermones:
El Rey leyó un Discurso socialdemócrata (hoy no puede leer otra cosa), y en la socialdemocracia todos los discursos parecen sermones: en ellos no hay literatura (es decir, belleza), como tampoco la hay en las sentencias de los jueces, en las novelas de los escritores o en los artículos de los periodistas.
Al final resulta que va a haber mucho liberal agazapado en las páginas de ABC.
Se pregunta:
¿Qué iba a hacer el Rey moderando una discusión sobre nuestra libertad política entre tres igualitaristas con nómina del Estado como Floriano, Madina y ese Pablo Iglesias a quien el Socialismo Benarroch invita a desayunar en el Ritz como Leonard Bernstein invitaba a los Panteras Negras a picotear medianoches en su ático neoyorquino?
Nos da la impresión e que el anterior párrafo, con su mención a los tres igualitaristas tiene una referencia original y con talento a los famosos ‘socialistas de todos los partidos’ de Hayek que tantas veces hemos citado en nuestros ‘Afilando columnas’.
Concluye:
Vista la sociedad que tenemos, fue un milagro que los Reyes cruzaran la Gran Vía en Rolls (ese que Hitler regaló a Franco… en 1950, según nuestros republicanotes) y no en bicicleta.
No dé ideas, Don Ignacio, que cualquier día imponen algo parecido. Y seguimos en materia real, pero ahora en El Mundo. Arcadi Espada se suma a las críticas a Cebrián y Godó, así como sus respectivos periódicos, por pretender tutelar y marcar el paso a Felipe VI. Lo hace en un artículo titulado El Rey y los condeduques:
El Rey Felipe ha recibido durante el fin de semana los consejos, por no decir las instrucciones, del presidente Mas, del conde de Godó y de Juan Luis Cebrián para que vaya más allá de la Constitución y facilite una solución para el conflicto creado por el nacionalismo catalán. Lo puramente extraordinario es el carácter exhibido y desacomplejado que han tenido estas intervenciones políticas y periodísticas, tendentes, como entonces, a que una fuerza superior obligue a los demócratas y sitúe la resolución de una crisis política al margen de la Constitución.
¿Cuánto tardarán en replicar a Espada, Losantos y otros desde El País y La Vanguardia? Estaremos atentos para poder contarlo.
Y, también en el periódico ahora dirigido con mano de hierro por Casimiro García-Abadillo, Salvador Sostres publica uno de esos artículos con los que nos da la impresión de que busca generar polémica. Titula El obispo de Solsona.
La primera y más radical reforma constitucional que necesita España es ser un Estado confesional, para volver orientar al hombre hacia la verdad, para devolverle su sentido y su dignidad.
Las leyes y el Código Penal bastan para regular el tráfico diario, pero no para tensar el alma, ni para fortalecer la estructura profunda del hombre, ni para que la sociedad madure en el instinto de hacer el bien y en la conciencia de que la libertad es, ante todo, un deber.
Insiste:
España se reconocería mucho mejor en la esperanza de un Estado confesional que en la estéril arrogancia de este laicismo que sólo genera hombres demediados e indefensos. Un Estado confesional sería fruto de nuestras raíces y de nuestra mejor tradición, y se parecería mucho más a la mayoría de las personas que lo habitamos.
Cambiamos ahora de tercio –agradezcamos que la corrección política no ha logrado proscribir las metáforas y los símiles taurinos en el lenguaje– y medio para pasar a El País. El crítico televisivo que suele escribir sobre casi cualquier tema menos sobre televisión en esta ocasión si dedica su columna a tratar asuntos referidos a dicho medio de comunicación. En concreto, David Trueba habla sobre Radiotelevisión Española. Titula Bautismo:
Permanezcamos ajenos a los rumores que ya ponen nombres y apellidos a ese relevo al frente del canal y sus servicios informativos, pero detengámonos de nuevo en lo que podríamos considerar el pecado original de la Administración Rajoy. Cuando hablamos de transparencia y de respeto a la democracia, el ente televisivo de todos los españoles sufrió su puñalada mortal cuando el nuevo Gobierno deshabilitó el pacto parlamentario que Zapatero había impulsado en el nombramiento de presidente de RTVE y recuperó la tradición, tanto nacional como autonómica, de regalar esa designación al rodillo del partido gobernante.
Que desde el ‘marianismo’ se trata de controlar RTVE es evidente, por mucho que Julio Somoano lo niegue —Julio Somoano: «La información política no ha desaparecido de TVE»–. Otra cosa es que lo haga con mayor o menor éxito. Lo que no es de recibo es pretender que bajo el Gobierno de Zapatero la televisión pública fuera independiente del poder político, aunque disimulase y a pesar de que el presidente de la corporación se eligiera a través de un pacto parlamentario —(Vídeo) Los periodistas purgados en la ‘ídílica’ TVE de Zapatero–.
Ponemos punto y final a este repaso a los espacios de opinión de la prensa de papel en la contraportada de La Razón. Alfonso Ussía dedica su columna a comentar la intervención del líder del trotsko-bolivarianismo español, Pablo Iglesias, en el lujoso Ritz en un acto patrocinado por algunas de las empresas que Podemos propone expropiar. Titula Los tiempos cambian.
Ahí estaban todos. Sonrientes, complacientes y aplicados como los alumnos de una clase de colegio antiguo. Encorbatados y limpios. Prestos a oir a quien, si algún día se sitúa en la cima del poder político, los llevaría a la ruina y posteriormente a la «cheka».
Concluye en una línea parecida:
Pero allí estaban todos. Las grandes empresas representadas, los personajes buganvilleros de la sociedad madrileña, absurdos y trepadores. Y mucha prensa, que eso lo domina el singular Coletas. Habló a la Casta a la que ya pertenece con suave llama, que tampoco era su intención inflamar el salón. Por otra parte, el Coletas pasa por calendas difíciles, de reflexión permanente. Le ha gustado la popularidad, y lo que es más excitante, el dinero. No hay postura social más cómoda y respetada que la del dirigente revolucionario que acude al caviar para denunciar las chabolas. De cualquier manera, por si sufre un vuelco radical en el futuro y retorna a sus raíces, es conveniente recomendar a los tontorrones que asistieron a su charla en el Ritz que se palpen el cuello por si las moscas. Con esta gente, nunca se sabe.
Con independencia del futuro del cuello de esos empresarios, si Podemos alcanza el poder lo que está claro que sus empresas corren un serio peligro. Para saberlo basta con leer el programa electoral. Y que nadie se lleve a engaños, aunque de formas por lo general amables en público y con los periodistas (incluso en privado), Iglesias, Monedero, Errejón y compañía son revolucionarios. Que nadie se crea que por agasajarles van a renunciar a sus objetivos. Se dice que el dinero es cobarde, está claro que algunos de los que lo manejan en España además son tontos.
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