ABC explica que un 35% de los votantes laboristas escoceses parecen apoyar la indepencia
Una encuesta que por primera vez da la victoria al sí a la independencia en Escocia ha causado reacciones no sólo en londres, sino también en España.
El primer ministro británico, David Cameron, ha respondido con promesas de más privilegios económicos para Escocia, lo que ha llevado a que el nacionalista Alex Salmond hablase de soborno a los escoceses.
En España, La Vanguardia reconoce que «el nerviosismo ya se ha instalado» en el Gobierno británico, pero, paradójicamente, pone a Cameron como ejemplo para Rajoy. Sin embargo, ¿por qué Rajoy debería ofrecer más privilegios a la Generalitat si se ha comprobado que eso no funciona en Escocia?
ABC y La Razón plantean como argumento contra la independencia de Cataluña las efectos económicos, que entre los separatistas escoceses y catalanes no parecen hacer mella. ABC añade que la subida de los partidarios de la independencia se debe a que un tercio de los votantes laboristas -el partido más votado en las elecciones parlamentarias del Reino Unido- se ha pasado a la independencia.

LA VANGUARDIA
Los partidarios del no pusieron ayer en marcha una ofensiva en todos los frentes para lograr que, finalmente, su criterio se imponga en el referéndum.
Pero lo que sucede en Escocia se sigue además con mucha atención lejos del Reino Unido. En España, pongamos por caso, donde la corriente de reivindicación soberanista catalana domina desde hace meses el debate político. Y donde la respuesta del Gobierno de Rajoy se parece muy poco a la de los conservadores de Cameron, convencidos -y dispuestos a demostrarlo- de que la manera de mantener a Escocia bajo la bandera común pasa por mejorar las condiciones de su relación.
ABC
esta encuesta ha debido coger a Cameron por sorpresa porque se ha apresurado a ofrecer a los escoceses más autonomía financiera si rechazan la independencia. El gesto es contraproducente en varios sentidos -transmite inseguridad e improvisación- y demuestra que la oposición al independentismo requiere una planificación de discursos y acciones no limitados estrictamente a lo económico.
Quien vote «sí » a la independencia por rabia o disgusto a la política de austeridad de Londres se enfrentará a una Escocia que tendrá que liquidar el saldo con el resto del Reino Unido, según el modelo de claridad canadiense, y lidiar con su salida de la libra y de la Unión Europea.
Este coste de la independencia se llama empobrecimiento, que es mayor aún y más duradero en un contexto de crisis internacional. Aplicado este diagnóstico a Cataluña -caso de origen distinto en cuanto el referéndum escocés ha sido autorizado por el Parlamento británico en virtud de su «soberanía parlamentaria»-, los resultados son equivalentes. Hasta Artur Mas empieza ahora a hablar del precio de la independencia y ERC incluso habla ya de dos generaciones de catalanes empobrecidas. Se acabó el espejismo y, además, sin petróleo en la Costa Brava.
LA RAZÓN
el efecto negativo se ha hecho sentir sobre las empresas más ligadas a la economía escocesa, que se han desmoronado en la Bolsa de Londres. No escapa casi ningún sector -astilleros, banca, energía, metal-mecánica, seguros- a este aviso a navegantes que, sin embargo, no parece hacer mella en los impulsores de la secesión del Reino Unido, que actúan como si la realidad no existiera.
Ayer, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, admitió que no tendría sentido establecer un Estado que no obtuviera el reconocimiento internacional lo que, por lo menos, es un avance hacia la aceptación de la realidad de quien, como Alex Salmond, ha venido negando la evidencia.
El problema es que Artur Mas parece incapaz de mantener un discurso coherente, maniatado como está por una alianza «contra natura» con la izquierda radical catalana que puede llevar a CiU a convertirse en un partido irrelevante. Mas debería aceptar las ofertas que ha recibido de otras fuerzas políticas para deshacerse de la losa de ERC y rectificar un error que amenaza con crear una grave fractura entre los catalanes y que no dará más fruto que una inmensa frustración social.

