Del Pozo: "En otro tiempo los fachas hubieran atacado a los de Podemos con bates de béisbol. Ahora, los saludaban con simpatía"
Tras una gira televisiva en todo tipo de programas, le faltado hacer un ‘cameo’ en ‘Cuéntame’ o ‘La que se avecina’, el supuesto líder político empeñado en demostrar con sus camisas que su detergente lava más blanco se ha lanzado a escribir (o al menos a firmar) un largo artículo de opinión de papel en la prensa. Venderá mucha renovación y todo lo que quiera, pero a la hora de expresarse por escrito es más de lo mismo: estilo ampuloso para parecer un tío serio y ningún fondo, o al menos ninguna propuesta concreta.
Al margen de eso, no hay demasiadas sorpresas en cuanto a los temas más tratados en los espacios de opinión de la prensa de papel española el 22 de septiembre de 2014. Tenemos las ya tradicionales raciones de textos sobre Cataluña y el desafío independentista y las no menos frecuentes dosis de artículos sobre el partido trotsko-bolivariano español. Eso sí, sobre esto último hay la novedad de que una política da un tirón de orejas al resto de formaciones, incluida la suya propia, por lo que han hecho y que ha permitido el auge de los de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero.
Arrancamos en esta ocasión en El País, pues no podía ser otro el periódico en el que firmara –este humilde lector de columnas siempre pone en duda que el autor de un artículo firmado por un político en activo sea él– su ‘ladrillo’ Pedro Sánchez. El texto del secretario general socialista se titula Política para un nuevo pacto y es el típico derroche de palabras aburridas y sin concretar demasiado. A lo más que se atreve es a esto:
El Estado de las autonomías necesita una actualización de las previsiones constitucionales que incorpore una perspectiva federal, asigne claramente competencias, asegure una financiación previsible y suficiente, reforme profundamente la composición y las funciones del Senado, reconozca las singularidades de algunas comunidades, promueva la lealtad recíproca, y garantice iguales derechos a los ciudadanos.
Todo eso está bien, pero no concreta nada. ¿En qué consiste esa ‘perspectiva federal’ y qué aporta que no tenga el actual sistema autonómico, que no deja de ser una federación que no se reconoce con tal denominación? ¿Qué competencias hay que asignar claramente y a quién? Y el resto de asuntos lo mismo.
Concluye:
En unas semanas, Mariano Rajoy habrá demostrado que el Estado no admite desafíos. Bien. Ahora debe demostrar que es capaz de trabajar por el futuro y no solo por su mantenimiento. El Partido Socialista está convencido de que no podemos esperar más, de que no podemos seguir quietos. Y en el diseño y la construcción de ese futuro estaremos, de nuevo, comprometidos. Y daremos pasos para facilitarlo y hacer posible un nuevo pacto, un nuevo acuerdo de convivencia. Y este sí será sometido a refrendo de todos los ciudadanos.
Más de lo mismo, palabras ampulosas para no concretar nada.
En la contraportada del diario generalista de PRISA nos topamos con una Almudena Grandes que está cabreada con el Ejecutivo del registrador de la propiedad que creíamos metido a gobernante porque ha actuado como ella quería. Las hay que nunca están contentas. Su artículo se titula Tentativa.
Debería estar contenta, pero no lo estoy. Debería asumir el cambio de postura del Gobierno sobre la ley del aborto como una victoria personal y colectiva, pero no es así.
Nos parece un poco egocéntrico eso de que se plantee que ella debería asumir el cambio de criterio del Ejecutivo como una «victoria personal», por mucho que añada «y colectiva». Lo cierto es que no nos imaginamos a Rajoy o cualquiera de sus asesores diciendo: «Hay que parar la ley que quiere sacar ‘Ruizga’ sobre el aborto, que Almudena Grandes está en contra y eso puede sacarnos de Moncloa».
Concluye la columnista:
Que los inconmovibles principios éticos de los que a este Gobierno le gusta tanto alardear resulten al cabo tan flexibles como un chicle, tan efímeros como una nube de verano, no sólo no me consuela, sino que me indigna todavía más. Las tentativas de un hecho delictivo son, en sí mismas, un delito. Y esta tentativa debería pesar en el futuro como un estrepitoso fracaso del Gobierno de Rajoy.
Sin entrar a valorar la ley, comparar el proyecto de Gallardón con una tentativa de delito nos parece excesivo. A no ser que uno considere que todo aquel que no comparte sus opiniones y creencias debe acabar en prisión. Y eso no suena muy democrático que digamos.
Pasamos a ABC, donde nos encontramos con la segunda política del día. Hay que decir que, en este caso, no es una colaboración esporádica como la de Sánchez sino de una entrega semanal más. Esperanza Aguirre dedica su nueva entrega a Podemos como síntoma.
Tras un largo repaso a «los errores» de los «políticos tradicionales», la expresidenta madrileña concluye:
Los ciudadanos quieren que los políticos den la cara y se expliquen claramente. Los ciudadanos quieren que el malestar de la calle lo hagan suyo los políticos.
La responsabilidad de esta tarea regenerativa no incumbe solo a los políticos de la izquierda, que parece que, hoy por hoy, son los más amenazados por el movimiento de Podemos. Nos incumbe a todos. Porque, que no se engañe nadie, Podemos y sus propuestas pretenden dinamitar el régimen de libertades que nos hemos dado. Y sería imperdonable que este movimiento siguiera creciendo por nuestros errores y nuestra falta de sentido de la responsabilidad.
Igual esto lo deberían unos cuantos dentro de su propio partido. Son muchos en el PP los que están encantados con el auge de Podemos, frotándose las manos con la división del voto de la izquierda. Se quedan en un miope corto plazo sin mirar las consecuencias a largo. Se comporta como hizo el Partido Socialista francés al alimentar al Frente Nacional con la esperanza de que eso debilitara para siempre a la derecha democrática de ese país.
Volveremos más tarde a Podemos, pero ahora entraremos en el desafío nacionalista catalán de la mano de Gabriel Albiac. El filosofo publica en el diario madrileño de Vocento un artículo titulado ¿Desobediencia o sedición?
No me inquieta el arrebato independentista que incendia Cataluña y que acabará por dar con ella en ceniza. Esas cosas suceden. Son tristes, pero suceden. Cuando golpean tiempos duros, nada consuela más que una figura diabólica sobre la cual cargar la culpa de nuestro daño. Funciona siempre, esa pulsación emotiva. Mejor, cuanto más necia. Sin el odio común contra el judío, Hitler no hubiera salido jamás de pordiosero de asilo. Sin el odio común a esa «España que nos roba», jamás hubieran los Pujol llegado a millonarios.
Concluye, sobre Artur Mas:
Hablemos con rigor: «desobediencia civil» designa actos privados; no cuadra a la violación por una autoridad administrativa de la legalidad vigente.
Un responsable del Estado que con deliberación apuesta por violar las leyes, no incurre en «desobediencia civil». En sedición, es probable. Conforme a lo que el Código Penal fija para aquellos que se alcen «para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes… o las resoluciones administrativas o judiciales». Eso es lo grave en Cataluña. No la independencia.
En una línea similar, pero con matices diferentes, se expresa Federico Jiménez Losantos en El Mundo. Titula El descrédito de la democracia.
Que menos de 400.000 escoceses hayan decidido el destino de un Estado de 67 millones de habitantes es una tomadura de pelo a la mayoría. En cuanto a las libertades, nadie en Escocia sabía qué libertades tenía garantizadas, ni qué Estado -monarquía o república-, moneda, ejército y fronteras (las Shetland preparaban su secesión) o si votaba una cesión de competencias improvisada ¡que no estaba en la papeleta de voto! En Cataluña, donde los no separatistas padecen afrentosa tiranía, la burla a la democracia sería peor; pero votar a ciegas en Escocia o atado en Cataluña la suerte de todo el Reino Unido o de España es, en nombre de una democracia desacreditada, herir de muerte la causa de la libertad.
Y tras el breve paso por Cataluña, volvemos a la formación de Iglesias, Monedero y Errejón de la mano de Raúl del Pozo. Titula Podemos: ‘milla de oro’. Tiene un mensaje para el mediático profesor de Economía que quiere ser candidato del PSOE a la Alcaldía de Madrid:
Los de Podemos carecen de dinero -no quieren pactar con IU, que tiene infraestructura como la del Vaticano hasta en la última aldea-, apenas forman un partido virtual, y según encuestas que se tapan, son ya la segunda fuerza en intención directa de voto, en Madrid, por detrás del PP. ¡Ay Carmona!, ¡ay Carmona!, ¿acabarás siendo el Ramón Tamames del joven profesor?
Repasa un encuentro público de Podemos en el Barrio de Salamanca, bastión ‘pijo’ madrileño por excelencia. Con un tono frívolo comenta:
No creo que hayan elegido el parque de Evita -a la que la casta argentina definía como prostituta- para hacer un guiño peronista. No van de eso. Van de rojos.
El caso es que se cruzaron con las chicas de Serrano que ahora son abuelas. Como dijo Ramón, envejecieron sus manos, no sus sortijas, y tuvieron que ver como algunos de sus nietos se juntan con las hijas de las chicas de Almodóvar. En otro tiempo los fachas hubieran atacado a los de Podemos con bates de béisbol. Ahora, los saludaban con simpatía.
Razón no le falta al columnista de la contraportada de El Mundo. De hecho, el afilador de columnas tiene muy claro, desde que se presentó en público Podemos, que Monedero Errejón y compañía buscan también el voto ultraderechista.
Pablo Iglesias no pierde ocasión en definirse a sí mismo y a su partido como «patriotas», a pesar de sus simpatías con los separatistas de izquierdas vascos, catalanes o gallegos. Y explican su patriotismo en términos muy queridos por el facherío de cualquier país del mundo: defensa de que las empresas importantes sean nacionalizadas, evitar el capital extranjero en grandes compañías y algo parecido a la autosuficiencia alimentaria…. Vamos, lo que une a fascistas y ultraizquierdistas en cualquier tiempo y lugar.
Cambiamos de periódico para terminar en La Razón, donde retomamos el tema catalán con Alfonso Merlos. La sonrisa más blanca de las tertulias televisivas recupera su costumbre de ofrecernos títulos que parecen sacados de películas de Andrés Pajares y Fernando Esteso. En esta ocasión opta por El trilero.
En ésas se halla el «molt honorable». Jugando al gato y el ratón con el Estado de Derecho. Anunciando con un infantilismo contrario al alto cargo que ostenta que convocará a los ciudadanos a las urnas mediante un ardid o artimaña que consiga vulnerar los antibióticos legales establecidos para frenar gamberradas institucionales. ¿Cabe mayor ejercicio de irresponsabilidad?
Merlos concluye con su habitual dosis de optimismo con respecto a lo que va a hacer el Gobierno de Rajoy:
Es cuestión de horas que veamos cómo la democracia española, siguiendo la vieja máxima, actúe como un zorro para sortear las trampas y como un león para espantar a los lobos.
Lo bueno es que en esta ocasión no tendremos que esperar mucho para saber si el optimismo de Merlos está justificado o no.
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