OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Losantos, categórico: «Gallardón dejará la política cuando deje de respirar»

David Gistau se alegra en ABC de que se pueda ser abortista y de derechas

Este 24 de septiembre de 2014, es uno de esos días en que comprendo la caída imparable de la prensa de papel de pago. Un lector cualquiera, en este caso yo, puede adivinar sin fallar el contenido de las columnas y los editoriales de los periódicos. El tema: la dimisión de Alberto Ruiz Gallardón como ministro de Justicia. La opinión del opinador: se ha quemado él mismo, la reforma del aborto ha sido un error, los provida son una minoría, las encuestas han sido decisivas… No sé cómo a Pedro Arriola le queda tiempo a hacer encuestas cuando da la impresión de que come con la mitad de los columnistas.

La mayoría de las opiniones que se pueden leer demuestran que los contrarios al aborto, que el domingo 21 de septiembre de 2014 ocuparon plazas y calles varias ciudadaes españolas, apenas tienen voces en la prensa española. Ni en el ABC. Curioso, ¿no?

Para los veteranos, Ruiz Gallardón, que lleva en política desde que en 1986 el dedo de Manuel Fraga le creara secretario general de AP con 27 años, se marcha de manera definitiva. O al menos es lo que dicen:

Márius Carol (La Vanguardia)

El titular de Justicia se ha sentido solo y abandonado con su anteproyecto convertido en un barco de papel en mitad del océano de las encuestas. Ruiz-Gallardón dejó cargo, escaño y puesto en el partido. Y un instante después ha empezado a sentir el desgaste de quien ya no manda.

José Oneto (Republica.com)

Se va Gallardón de ministro, de diputado, de los puestos de dirección del partido y… de la política. Un escenario que, conociéndole, jamás pudo vislumbrar cuando entró en el Gobierno en diciembre de 2011. Sus planes, y lo sé, eran otros y muy diferentes.

Abel Hernández (La Razón)


Ruiz-Gallardón ha sido consecuente. En él ha prevalecido la ética sobre la ambición y las componendas. Se va a casa. Se retira de la política después de treinta años en primera línea. Es una lástima. Siempre ocurre con los mejores. En este caso, es una víctima de la intransigencia y el extravío moral de la izquierda. Seguramente volverá a su oficio de fiscal. Dejará de sonar el teléfono, al que está acostumbrado desde su juventud. Ahora, con 55 años, en plena madurez, recuperará el tiempo perdido y se ocupará más detenidamente de la familia, de su mujer y sus cuatro hijos, y, siendo un melómano y amante de la lectura como es él, podrá refugiarse sosegadamente en la música y en los libros. Muchos le echaremos pronto de menos.

El único columnista que se atreve a pronosticar el regreso de Gallardón es Federico Jiménez Losantos (El Mundo), que fue demandado por él, y además recuerda otros de sus incumplimientos. Su columna se titula ‘El gran embaucador’.

Es difícil encontrar un farsante fuera del teatro con tanto éxito como Gallardón. Cuando se estrenó como tal en las Cortes dijo, como Rajoy, que cumpliría la promesa electoral del PP de acabar con la politización de la Justicia, sin duda el peor de los problemas del sistema constitucional español. Para que no hubiera dudas, aclaró que «se había terminado el escándalo de que los políticos siguieran nombrando a los jueces que los podían juzgar». (…) Al año, en nombre del consenso, pactó con el PSOE una ley para el CGPJ aún más politizada y corrompida que la anterior.

Para compensar la suelta de Bolinaga y los 50 etarras de la Ley Parot, que, según anunció públicamente Gallardón, sólo afectaba al caso Inés del Río Prada, el Gobierno se sacó una Ley del Aborto que iba mucho más allá de la promesa genérica de cambiar la ley de plazos de ZP y volver a la de supuestos de Felipe… y Aznar.

Gallardón ha hecho grandes discursos contra la eutanasia -como si fuera lo mismo- pero por la misma razón que hizo la ley, un cálculo electoral equivocado, Rajoy se la ha cargado. Y Gallardón no ha tenido más remedio que irse… un ratito. ¿Por respeto a los electores? Nunca se lo ha tenido. ¿Que deja la política? Cuando deje de respirar.

ARRIOLA ES EL QUE HA ECHADO A GALLARDÓN, NO RAJOY

Para explicar qué ha pasado, Ignacio Camacho (ABC) recurre a las encuestas de Arriola.

Puro cálculo. La retirada de la ley de Aborto le va a costar al PP una crisis ministerial y un pico de votos, quizá alrededor de un cuarto de millón, pero llevarla adelante le podía quitar muchos más, del millón para arriba. Eso es lo que conjetura el gurú Pedro Arriola, para quien el proyecto de Gallardón hacía al Gobierno más daño que la economía.

Y esa es la razón por la que Rajoy, un político esencialmente pragmático, ha descalabrado a su ministro retirándole la escalera a la que le había permitido encaramarse. Los dirigentes del partido respiran; cuando las urnas entran en escena los principios salen de ella por el foro.

El peso confesional del Partido Popular es en el fondo bastante menor del que la izquierda aventa como un tópico; se trata de una organización de naturaleza mixta, de una derecha híbrida amalgamada por un pragmatismo adaptadizo y tecnocrático, de un all catch party, un partido atrapalotodo. Las cuestiones de conciencia tienen en su seno un valor más que relativo, casi táctico.

Lo mismo dice Enric Juliana (La Vanguardia):

Se han impuesto los principios de Pedro Arriola.  Antes del verano, Arriola, pragmático al cuadrado, ya tenía detectado que la ley Gallardón presentaba un doble efecto negativo para el Partido Popular: movilizaba a la izquierda contra la derechona y causaba disgusto en un significativo sector del nuevo electorado del centroderecha, especialmente entre las mujeres jóvenes. Los límites al aborto por malformación del feto eran hirientes para muchas mujeres no identificadas con la izquierda. El índice de apoyo social a la nueva ley no superaba el 20%. La política de costumbres impulsada por el Partido Socialista ha conectado con una mayoría sociológica, que va más allá del recinto de la izquierda. Y Gallardón, deseoso de reconectar con la derecha dura, lo ignoró. Esa ley podía convertirse en un nuevo Prestige. Este era el diagnóstico de los sorayos, antes del verano.

Si no recuerdo mal, el hundimiento del Prestige no le perjudicó electoralmente al Gobierno de Aznar… ¡Cómo alteran la realidad algunos! Si no hubiese vivido esos momentos, serían capaces de convencerme de que ocurrió lo contrario.

Fernando González Urbaneja (Republica.com) insinúa que Rajoy quería que Gallardón se quemase en la brega:

Gallardón es víctima de los resultados de las elecciones europeas de mayo y de las encuestas posteriores que advierten pérdida de votos que limitan las posibilidades de que Rajoy repita mandato. Para obvio que Rajoy no se metió en la aventura de la reforma del aborto por convicciones sino por cálculo político, y que abandona por lo mismo. Las encuestas dicen que entre los votantes del PP son más los que no quieren cambiar la ley que los que aspiran a hacerlo. Pero ¿no podían haber percibido el estado de la opinión antes de preparar la reforma?, ¿no podían haber esperado la sentencia del Constitucional sobre la ley vigente? Demasiados errores para gente tan experimentada. Quizá el sensato Rajoy intuía que su ministro se inmolaría con este proyecto, tal y como ha ocurrido.

Victoria Prego (El Mundo) me sorprende al creer que la pérdida de votos del PP en las elecciones (andaluzas de 2012, europeas de 2014) y en las encuestas se debe no a la economía, no al incumplimiento de su programa electoral, no a la subida de impuestos, sino al anuncio de un proyecto de ley que nunca se ha cumplido.

Con todo el coste que comporta para el partido Popular, ésta ha sido la mejor decisión que podían tomar una vez que se habían equivocado tan grandemente. Otros votantes del PP le devolverán ahora su voto.

¿Seguro, Victoria?

El único columnista que se declara antiabortista y reprocha a Rajoy que se haya retractado de su compromiso electoral es el director de La Razón: Francisco Marhuenda.

Al final ha triunfado el oportunismo electoral. El presidente del Gobierno ha decidido retirar un anteproyecto de reforma de la ley del aborto que fue aprobado por unanimidad en el Consejo de Ministros.

Es el triunfo del relativismo moral y la indiferencia ante los principios y valores que tienen que conformar el servicio público y la actividad política. La satisfacción de los políticos, periodistas y medios defensores de la legislación que impuso el PSOE sin buscar ningún tipo de consenso es muy sintomática del grave error cometido.

La satisfacción de Arriola y su mujer, Celia Villalobos, expresa muy bien el sentimiento de derrota de los que defienden la vida dentro del PP. No entiendo muy bien cómo puede ser que el Gobierno apruebe un texto por unanimidad y luego el oportunismo electoral imponga su retirada.

Me gusta ser coherente y defenderé lo que haga bien Rajoy y su Gobierno, pero nunca un despropósito de estas dimensiones. Es posible que los «progres» del PP tengan razón y el miedo a Podemos haga que los votantes olviden lo sucedido, pero también puede ser que sea la gota de agua que colme el vaso. A lo mejor la gente se conforma con un Gobierno tecnocrático. No lo sé, pero lo dudo.

El enemigo de Gallardón, Jiménez Losantos, y el amigo de Rajoy, Marhuenda, los únicos que van en dirección contraria frente a este desfile.

JOSÉ MARÍA MARCO: LA DERECHA NO QUIERE PENSAR

Esta polémica corrobora que el pensamiento de izquierdas y su aparato político, el PSOE, son hegemónicos en la vida pública española. Así lo encontramos en la columna que escribe Soledad Gallego-Díaz, rebosante de alegría, en El País.

Mariano Rajoy dijo ayer además algo sorprendente y maravilloso: «No se podía seguir adelante con una ley que el próximo Gobierno fuera a derogar al minuto uno». Una declaración extraordinaria que supondría un giro formidable en su política, si fuera consecuencia de una reflexión y no de su extraña forma de expresarse, porque implicaría, entre otras cosas, que tiene la intención de renunciar a todas aquellas iniciativas que le conste que tienen en contra a la oposición en pleno, a los profesionales y a la mayoría de la ciudadanía, como la nueva ley de educación, por ejemplo.

David Gistau (ABC) cree que la dimisión de Gallardón demuestra que el partido no es tan monolítico como muchos presuponen:

Resulta un alivio que el PP haya reñido con el PP, aunque sólo sea para demostrar que el fondo sociológico de ese partido es más complejo y diverso que el retrato-robot que le trazan los adversarios. Lo escandaloso habría sido que el PP permaneciera impasible, conforme en su totalidad, después del impacto de una reforma regresiva que entre otras cosas convertía en una presunta enferma mental, tutelada por psiquiatras, a cualquier mujer tentada por el lado malo de una decisión que el Estado pretendía resolver por ella. Es un curioso efecto pendular, después de la liviandad con la que trató el asunto Zapatero, algunas de cuyas ministras veían el aborto como un potenciador del disfrute sexual -la despreocupación: el Estado se ocupa de tu error sin que tus padres se enteren siquiera- tan ligero en términos morales como «ponerse tetas».

En todo caso, al devorar su propia reforma, algunas voces del PP han demostrado que ese partido no es tan monolítico como lo presumen, sino que también existe una derecha escarnecida por progre por la derecha: escarnecida por liberal, por laica, por sentirse más integrada que la otra en las evoluciones sociales.

En la columna más interesante del día, José María Marco (La Razón) explica las razones por las que la derecha política se ha retirado del campo de las ideas frente a la izquierda.

Pensar que se iba a alcanzar un pacto en un asunto como el del aborto, y a partir de la propuesta retirada, resultaba de una frivolidad asombrosa. En realidad, esta actitud revela una de las dimensiones psicológicas y morales más características de nuestro centro derecha. Es su profunda inseguridad. El centro derecha político español dio por perdida desde el principio de la democracia la posibilidad de mantener una posición propia sobre muchos de los aspectos relevantes de la realidad cultural, social y política. En vez de eso, ensaya varias tácticas.

La primera es amoldarse a lo que la izquierda propone: siempre estamos tanteando el terreno por miedo a ver si nos salimos demasiado de lo que dice quien tiene la capacidad de dictar lo que se puede y lo que no se puede hacer. Otra táctica, también característica, consiste en refugiarse detrás del Estado o de la indiscutible realidad de los hechos. Es el tirón tecnocrático, funcionarial, también regeneracionista, del centro derecha.

La tercera táctica consiste, finalmente, en evitar en la medida de lo posible el debate intelectual, la elaboración de ideas y de propuestas propias. Es como si se pensara que a la gente no le gusta pensar mucho.

EL CONEJO SUSTITUYE AL TORO COMO ANIMAL TOTÉMICO ESPAÑOL

Si la de Marco es la columna más profunda, la más divertida es la de Ruiz Quintano (ABC), en la que mezcla a Mariló Montero y a los federalistas.

Nuestros socialdemócratas no saben que saben menos que Mariló, a quien Dios (cosa que nunca comprenderá el pesado de Dawkins) ha concedido esa gracia incalculable para la greguería, la jitanjáfora y el malapropismo. -La carta de la familia de Asunta la firma un tal Q. D. E. P. -dice Mariló. Y la granja se alborota de risitas de gallina y carraspeos de conejo que se echan de menos cuando los tertulianos (periodistas, profesores) definen con su acreditada creatividad derecho a decidir o Estado federal. «España es una nación que integra naciones, nacionalidades y regiones», marilolea un tal Iceta en el periódico global.

Y concluye:

En la España que se avecina el conejo supera como animal totémico al toro, dónde va a parar.

La columna ridícula del día la escribe Melchor Miralles (ABC). Como niño rebelde de una familia bien, practica la hipocresía de los burgueses y la de los progres. Al escribir sobre la aparición de Pedro Sánchez en ‘Sálvame’, recurre al truco de los columnistas de la última de El País de señalar el vicio ajeno: cuántos de los que critican ‘Sálvame’ lo ven, cuántos de los que se oponen al aborto llevan a su hija a abortar a Londres, cuántos traficantes de armas van a misa…

Muchos políticos que no salen de lo suyo y otros tantos periodistas que no pisan la calle y frecuentan los despachos del poder creyendo que ahí se ganan el futuro no lo entienden. Si Sánchez acudiera a sus medios, a sus programas, donde ellos practican el sectarismo, la censura y el sometimiento bajo esa pátina repulsiva de respetabilidad, le jalearían. Allá ellos. Sánchez y su gente quieren ser contemporáneos, desean conectar con el personal que huyó hace tiempo de la clase política, para recuperarla. Y hacen bien. Porque entre los espectadores de ‘Sálvame’ y ‘El hormiguero’ hay ciudadanos que tienen el mismo derecho a escuchar y ver a Sánchez que los lectores o espectadores de quienes desde el establishment siguen anclados en la comunicación del siglo XX, que ya es historia. Por cierto, que en el despacho de alguno de los que han puesto a parir a Sánchez yo he visto la tele conectada con el programa de Jorge Javier y cuando quieren vender los sábados le sacan en portada a él, o a la Esteban… Ay, señor, señor.

Estas denuncias, sin nombres ni apellidos no valen nada, Melchor, que ya sabemos que tú eres muy listo, que tú sí pisas la calle, que tú no perteneces al establishment…

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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