OPINIÓN / Afilando columnas

Anson sigue empeñado en defender a Jordi Pujol: «Ni Mas ni los presuntos corruptos de CiU van a poder cargar sus culpas sobre el expresidente»

Ernest Folch (El Periódico) exige a CiU que se decida entre ser un partido de orden o la revolución

Hasta en asuntos que pueden parecer monótonos hay lugar para las sorpresas. Es lo que ocurre el 2 de octubre de 2104 con las columnas de los periódicos de papel dedicadas a comentar el reto independentista catalán, que son bastantes. En esta jornada nos encontramos con un artículo en el que se reclama a CiU que elija entre ser un partido de orden o hacer la revolución, otro en los que se acusa al Gobierno de Rajoy de estar provocando a los independentistas y uno en el que se trata de eximir al doble catalán del Maestro Yoda de cualquier responsabilidad en los casos de corrupción en los que hay implicados miembros de su partido y hasta sus propios hijos. Lo interesante de este último es que no se ha publicado en un diario de la Ciudad Condal.

En otro orden de cosas, nos enteramos de las no tan curiosas amistades políticas de los trotsko-bolivarianos españoles en el Parlamento Europeo, así como del desprecio de su líder por Twitter, y hasta encontramos una versión a la española de la que posiblemente sea la más famosa frase de un libro de Mario Vargas Llosa.

Hacemos sonar, como cada día, nuestra armónica de afilador y pasamos a repasar todos estos asuntos.

Arrancamos en el auto proclamado ‘diario de la Catalunya real’, con un texto del autor que en su día comparaba a Pedrojota Ramírez con un dragón y ponía sus esperanzas en la llegada de un San Jorge que librara a sus víctimas de la bestia escupe fuegos. Hablamos de Ernest Folch, que esta ocasión plantea al Gobierno de Artur Mas y a Convergència una pregunta: ¿Orden o revolución? Le molesta que el Gobierno español apele a la Ley:

Nada de lo que sucede en esta Catalunya en ebullición tiene que ver con ninguna ley y si nos apuran, ni tan siquiera con ninguna urna.


Ernest Folch.

Termina reclamando a Mas y los suyos que se definan:

Pero entre la legalidad y la ilegalidad no cuela ya ninguna ‘puta y ramoneta’ más. Se pueden hacer todos los ejercicios malabares que se quieran pero el proceso catalán ya solo puede avanzar por el terreno de la pacífica desobediencia, esta bonita palabra que tanto terror causa allá y, ay, aquí. La marea no solo pasará por encima del que prohíbe sino también del que acata al que prohíbe. Es imposible ser a la vez el partido del orden y el de la revolución. Escojan.

Suponemos que a Folch le gustaría que eligieran la revolución. Este humilde lector de columnas tiene que reconocer que no es este el más indignante artículo del personaje. Aparte de sus llamamientos a que un San Jorge libre a los catalanes del dragón Pedrojota (ya sabemos que lo que la tradición cuenta que hizo San Jorge con la mítica bestia), ha defendido el programa en el que disparaban contra las figuras de Sostres y Juan Carlos I, ha dicho que «un tal Vargas Llosa» y otros «mindundis» daban sentido a su vida con la existencia de ETA, ha acusado a 13TV de propiciar un genocidio o ha calificado de «vergüenza humanitaria» que el etarra Otegi esté en prisión. Toda una joya el columnista de El Periódico.

En La Vanguardia nos encontramos con una Pilar Rahola que titula La provocación, donde demuestra que su capacidad de sorprendernos sigue intacta.

¿Y si la estrategia [del PP y sus socios] es precisamente esta, la de indignar al máximo para conseguir una mayor radicalización del proceso catalán? Aquello del cuanto peor mejor, que tan bien funciona en los extremos de las ideologías. La verdad es que el Estado no para de tomar decisiones que huelen tanto a castigo como saben a provocación.

Ahora resulta que defender, y de forma muy tibia, la ley es provocar. Curioso.

También es evidente que la pieza mayor que quiere cobrarse el Estado es la de la unidad. Cuando la quiebren, habrán ganado muchas posiciones contra el proceso. Y finalmente, la provocación busca que el proceso salte del despacho a la calle, que los márgenes de la política se debiliten y que sólo quede el activismo, convencidos de que si se radicaliza el asfalto llegará el caos y podrán justificar la intervención policial. Esta parece la estrategia, porque no cabe pensar que lo suyo sea pura improvisación. Y si esa es la estrategia, sólo cabe una cosa: no caer en la provocación.

Al afilador de columnas le llama la atención que este artículo aparezca al día siguiente de que el Gobierno catalán ‘advierta’ de que puede haber violencia si el Constitucional suspende el referéndum. ¿Justificaciones preventivas o advertencia de que hay que repartir los papeles? Igual es hasta un llamamiento sincero a evitar la violencia, pero culpando a quien defiende la ley por si la cosa se desmadra.


Josep Ramoneda.

Nuestro recorrido madrileño empieza en El País, donde Josep Ramoneda toma una postura de equidistancia aunque escorada con mayores críticas al Gobierno español que a los independentistas. Su artículo se titula Instalados en el ‘impasse’.

No habrá consulta, porque en la actual relación de fuerzas la ruptura de la legalidad sería suicida para el independentismo; el Gobierno español no hará ninguna propuesta digna de este nombre porque la sobreactuación en la defensa de la unidad de España es la única bandera electoral que le queda.

Ramoneda acepta de forma explícita la idea nacionalista de que Cataluña no es España, y le reprocha al Gobierno que no lo haga también:

Si seguimos por el previsible camino actual, habremos inventado un triste modo de vida: el estancamiento y el mal rollo permanentes. Negando a Cataluña la condición de parte -no somos dos, somos uno-, las instituciones españolas asumen la bronca permanente como mal menor, antes que buscar una nueva y civilizada relación en una pareja que para ellas no existe. Y ahí está el problema que hace la solución imposible: la negación del reconocimiento.

Al final va a resultar que Mas y compañía no son más que víctimas de las circunstancias.

El antaño director de periódicos escribe sobre el independentismo y las corruptelas nacionalistas en El Mundo. El artículo de Luis María Anson se titula El camuflaje de la corrupción.

Sería absurdo negar que en el secesionismo catalán hay un sector que expresa sentimientos verdaderos. Pero son muchos, sin embargo, los que se han dedicado a forrarse el bolsillo y, al percibir el acoso policial y el progreso de las investigaciones periodísticas, han decidido camuflarse entre los ropajes del soberanismo.

¿Va, por fin, el veterano periodista a criticar al doble catalán del Maestro Yoda? Podríamos imaginar que sí, puesto que llega a nombrar las «las actividades ilegales del clan Pujol». En este caso, termina centrándose en el hijo, en Jordi Pujol Ferrusola. Al final, y como siempre hace, Anson termina exculpando a aquel que él nombró hace ya mucho tiempo, pero no en una galaxia muy lejana, ‘Español del año’:

Ni Mas ni los presuntos dirigentes corruptos de CiU pueden hacer lo que desean: descargar sus culpas sobre el expresidente. «Pujol les tiene cogidos por los huevos» titulé yo mi canela fina del pasado 4 de septiembre. Y en su declaración ante el Parlamento unos días después, el anciano Pujol no pudo expresarse con más claridad: «Si se toca la rama del árbol caerán todas».

Puesto que él se decide a recordar ese artículo, recuperemos aquí algún párrafo glorioso del mismo:

Jordi Pujol, que en su día rindió servicios excepcionales a la gobernabilidad de España y conviene no olvidarlo para no sumarse a los que hacen leña cruel del árbol caído, Jordi Pujol sabe que en Convergencia están jugando con fuego y que nadie como él puede tirar de la manta porque conoce punto por punto, hombre por hombre, euro por euro, lo que la manta esconde.

Está claro que, pase lo que pase, Anson no parece dispuesto a cambiar de opinión sobre Jordi Pujol. O igual lo ha hecho pero no quiere reconocerlo de forma abierta.

Pero dejemos de lado ya Cataluña y, en ABC, fijémonos en otros asuntos. Mayte Alcaraz dedica a Pablo Iglesias una columna titulada La amiga del nieto de Ceaucescu. Habla de la buena sintonía en el Parlamento Europeo entre Podemos y el Frente Nacional francés, además de otros grupos populista de distinto signo:

La nueva mejor amiga de Pablo Iglesias (bautizado por sus compañeros de escaño como «el nieto de Ceaucescu») es Marine Le Pen. No hay intervención de Iglesias que no sea refrendada con los aplausos entusiastas de la ultraderechista francesa, del Syriza en Grecia o del Movimiento 5 Estrellas en Italia. Y es que entre Pablo y Marine no hay tantas diferencias: defienden nacionalizaciones, intervencionismo económico, más gasto público, salida del euro y estatismo en el mercado laboral. Además comparten también el análisis de los agentes causantes: el sistema financiero, las multinacionales y la austeridad europea, principalmente la alemana. Podían, incluso, formalizar una coalición sin que sus singularidades nacionales se vieran afectadas.

No es nada sorprendente. Hace muchos años un dirigente del extinto grupo nazi CEDADE, que entonces ocupaba un cargo de responsabilidad en la ultraderechista Democracia Nacional le hacía a este humilde lector de columnas la siguiente ‘confesión’: «En las municipales mi partido no se presenta, por lo que voto a Izquierda Unidad, que es quien tiene un programa más parecido al nuestro». Las similitudes entre ultras de izquierdas y de derechas, socialistas radicales en ambos casos, son muy fuertes.

Lo que sí nos ha llamado la atención, aunque confirma cosas que ya sospechábamos, es el último párrafo:

Otro apunte para el final: Iglesias va contando entre pleno y pleno que quiere acabar con el socialismo español matándolo. Para ello se ufana de su dominio del medio televisivo. «Si desaparece Twitter -sostiene tomando café- no pasa nada. Pero que no nos apaguen las televisiones». Quizá por eso el presidente de la Eurocámara, el socialdemócrata Martin Schultz, intenta aplacar cada vez que puede sus encendidos discursos que buscan desprestigiar para aniquilarlo al partido de Pedro Sánchez. Para eso tiene la televisión española, piensa. Y a sus irresponsables dueños, añado yo.

Quien haya visto los vídeos de Pablo Iglesias en el pasado no puede sorprenderse tanto de su desprecio por Twitter y la importancia que da a la televisión. Los actuales líderes de Podemos siempre han tenido claro que este medio es su gran herramienta para tratar de llegar al poder.

Y concluimos con Ignacio Camacho, que nos ofrece lo que podría ser un ensayo breve con el título de La historia feliz. Arranca recordando: «Hace más de cuarenta años que todo el mundo le pregunta a Vargas Llosa cuándo se jodió el Perú, la frase clave de su obra maestra». Se refiere, obviamente a la brillante ‘Conversaciones en la Catedral. Acto seguido pasa a reflexionar sobre la situación de España. Sostiene:

Y en efecto así fue durante treinta años; el país de la transición prodigiosa, pacífica, ejemplar, el paradigma de la modernización democrática. Hoy, en medio del marasmo social y de la quiebra del proyecto de convivencia común, entre el ruido de la agitación separatista y el crujido de la estructuras del sistema, sigue en el aire la interrogante medular sobre el instante en que se rompió el encanto de aquella historia radiante y bienaventurada. Probablemente fue durante el zapaterismo, bajo el resplandor aparente de la banal democracia bonita que repartía prebendas entre irresponsables juegos de aprendices de brujo; o tal vez antes, cuando los sucesivos pactos de poder cebaban en silencio la bomba del nacionalismo. O quizá en aquellos días de falso esplendor en que se hinchaban las burbujas que nos hacían parecer nuevos ricos.

Finaliza de una forma muy pesimista:

Cuando se disipó el miedo liminar de la refundación democrática, el temor a los fantasmas históricos que amortiguaba las tentaciones sectarias, permitimos frivolidades de una irresponsabilidad sobrecogedora. Se rompieron por capricho pactos básicos de concordia. Se desatornillaron los pernos de la cohesión nacional, los ejes de la estabilidad política, territorial y económica. Sin necesidad y, lo que es peor, sin alarma. Nunca pasaba nada. Hasta que pasó, vaya si pasó. Pasó esto: que el país está bajo extrema tensión, a punto de irse por el desagüe. Que se acabó la historia feliz. Que se jodió España, Zavalita.

Esperemos, amigos Camacho y Zavalita, que esto se pueda arreglar.

 

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Autor

Antonio Chinchetru

Licenciado en Periodismo y tiene la acreditación de suficiencia investigadora (actual DEA) en Sociología y Opinión Pública

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