Mire usted, querido lector, estoy tan cansado de la tabarra catalana que supongo que le ocurre lo mismo. Por eso, voy a comenzar esta revista de columnas del 3 de octubre de 2014 con las que me han hecho reír o al menos sonreír.
Pedro Sánchez será doctor en Ciencias Económicas y profesor, pero está a punto de ganar el concurso-oposición para sustituir a Forges como autor de chistes para los progres. Ni una mañana sin un pensamiento escogido o una frase reflexiva. Como las melonadas no perjudicaron a Zapatero en su camino a la presidencia del Gobierno, quizás el PSOE haya decidido convertirse en una fábrica de humor, en ocasiones macabro.
Santiago González (El Mundo) teme que Sánchez sea una repetición de Zapatero con la única diferencia la camisa sin corbata: misma sonrisa y mismas tonterías.
La sonrisa está muy sobrevalorada. Ya tuvimos un presidente que sabía sonreír.
Pedro Sánchez, camisa blanca de mi esperanza, tiene también una sonrisa muy bonita. Vaya por delante que era el mejor de los tres candidatos a la Secretaria General, pero no sé yo si tiene conceptos muy claros.
Sánchez desconoce el sentido de los funerales de Estado. No son para horra a víctimas de crímenes execrables y dar ocasión a los gobernantes de mostrara su compasión socialdemócrata, sino para honrar a servidores del Estado que han perdido la vida en su defensa.
Definamos el problema con alguna precisión. Y luego ya reclamemos funerales de Estado, que serán mano de santo si son federales. Y, a ser posible, laicos.
En su columna, titulada ‘Consenso’, Ignacio Ruiz Quintano (ABC) concluye que el único político, y quizás el único español, que está siendo juzgado por desobediencia a la autoridad es Esperanza Aguirre.
Pedro Sánchez juró en al ágora cultural de Jorgeja que nunca le veremos en una plaza de toros (la izquierda quiere dejarnos a los españoles sin toros como dejó sin azúcar a los cubanos o sin gasolina a los venezolanos), pero, con esos conocimientos, yo le haría jurar que no le veremos nunca presidiendo, no ya el gobierno, sino una junta vecinal. Y, sin embargo, Pedro Sánchez es el hombre del consenso.
El consenso que representa Pedro Sánchez tiene vuelo más de corral, y miramos a Cataluña, donde los sublevados también hablan de consenso (consenso es ausencia de conflicto), con lo cual aquí la única procesada por desobediencia a la autoridad (la de dos agentes de movilidad, mitificados por la izquierda cultural como los Galán y García Hernández de la España nueva) sigue siendo Esperanza Aguirre. Lo bueno del consenso es que permite la libertad de expresión. Lo malo, que (a cambio), impide la de pensamiento.
EL PSOE: AGUANTEMOS FRENTE A PODEMOS
Francesc-Marc Álvaro (La Vanguardia) escribe el párrafo que contiene más carcajadas sobre el guapo Sánchez.
Pedro Sánchez nos dará grandes tardes y, además, va camino de superar a Zapatero en las artes combinadas de la ocurrencia y la demagogia. Su propuesta -la última- de realizar funerales de Estado para las víctimas de la llamada violencia de género (con presencia del presidente del Gobierno) tiene todo el tufo de los laboratorios de la tontería que quieren combatir el populismo de Podemos con el populismo de -digamos- Aguantemos.
Pero Álvaro no puede resistirse a su sectarismo nacionalista, y fastidia su texto al comparar a Sánchez con Albert Rivera.
Sánchez llama a los programas del corazón, busca el voto femenino pensando que las mujeres son imbéciles y se disfraza de actor de series madrileñas. Hace reír pensar que, antaño, el fallecido Boyer era mirado con malos ojos por ser la derecha del PSOE. Hoy, el líder del PSOE no es de derechas ni de izquierdas sino un opni que, a imitación de Albert Rivera, telepredica baratijas a ver si cuela.
Esto sí que es un chiste, Álvaro. Rivera fue, junto con Alicia Sánchez-Camacho, el único diputado del Parlamento catalán que no aguantó en silencio (como las hemorroides) la reprimenda del ‘padrino’ del nacionalismo catalán cuando aceptó hacerse carne mortal para explicar su enriquecimiento. Por cierto, ¿qué decías tú cuando se rumoreaba por Barcelona lo del 3%?
Cristina Losada (Libertaddigital.com) se ocupa de otra de las ocurrencias de ayer de Sánchez que ha pasado desapercibida: la del régimen de incompatibilidades que quiere exigir a los políticos y que, deduce de él Losada, conduciría a que sólo los funcionarios como Sánchez podrían dedicarse a la política.
Lo incompatible es esto: por un lado, se quiere tener en los parlamentos a personas que hayan trabajado en el sector privado, que sepan qué es una nómina, que hayan tenido una empresa o que conozcan la complicada vida del autónomo; por otro, se quiere que una vez que estén en el parlamento dejen por completo su actividad profesional. (…) Lo que se incentiva así es que el representante político se quede para siempre en la política, o lo intente (ahí vienen luego las puertas giratorias). Y lo peor: se desincentiva el acceso a la política del profesional cualificado.
Bien mirado, los únicos a quienes se animaría (más) a dar el salto a la política es a los que ya forman el grueso de nuestra elite gobernante: los funcionarios.
Habrá que aclararse un día de estos sobre qué perfil de político queremos. Yo esperaré (sentada) ese gran día y sólo diré una cosa más: me parece bien la propuesta de Sánchez de que los políticos no cobren por ir las tertulias, pero me parecería mucho mejor que no fueran. Mejor para la calidad del periodismo.
Carlos Herrera (ABC) se ocupa de Paulino Rivero, el nacionalista y sempiterno presidente de Canarias, en esta legislatura con el respaldo del PSOE, que ha anunciado su consultita. El nuevo hecho diferencial catalán, el ‘derecho a decidir’, ya empieza a ser costumbre general.
Poco importa hacer el ridículo y someter a tus conciudadanos a una chanza permanente si con ello se viste uno de guanche irredento, aunque sea a costa del pitorreo internacional de aquellos países que contemplan absortos cómo hay un lugar en el mundo con un desempleo cósmico en el que se encuentra petróleo -o se puede llegar a encontrar, que para eso son las prospecciones- y en lugar de alegrarse cogen un rebote de narices.
En un desesperado asalto a la brillantez política y a la emulación contemporánea de otros escenarios víctimas de su propia «singularidad», los ciudadanos del Archipiélago podrían verse sorprendidos por una pregunta aún más audaz: «¿Considera usted que el Gobierno de Canarias piensa que los canarios son unos perfectos idiotas?».
Pedro Narváez (La Razón) se da cuenta de que la España descrita por Torrente ha sido superada por la realidad. Hasta Bárcenas parece un gitano robagallinas al lado de Pujol.
Torrente fue una hipérbole y hoy, sin embargo, es un moderado esperpento si se le compara con la realidad que nos lleva a hacernos la eterna pregunta: cómo hemos llegado hasta aquí. España ha superado a su caricatura hasta tal punto de que el director cambió sobre la marcha a Bárcenas como sinónimo de insulto por el de Pujol porque ya supera al primero en la categoría de ilustres decepciones. El ex popular sigue de preso preventivo y al ex Molt Honorable lo tratan con la delicadeza de Mimosín, no vaya a derrumbarse el casteller de la independencia. Ésta es una reflexión del que firma, no de Santiago y cierra España. La butifarra se ha convertido en chorizo.
RAÚL DEL POZO PROPONE A MAS QUE COPIE A BERLUSCONI
No hay más remedio que ocuparse de la murga catalana, querido lector, al menos hasta que la Guardia Civil ponga orden o hasta que, como escribe hoy José María Carrascal (ABC), Cataluña se declare independiente:
Diálogo, debe de ser la respuesta, pero en serio, sin camuflajes ni trampas ni cartas marcadas ni subterfugios. Respetando las normas existentes hasta que logremos ponernos de acuerdo en otras nuevas. Entre todos los españoles, ya que somos tan iguales como distintos. Y si alguno de nosotros decide separarse, qué le vamos a hacer, se separa y en paz. Lo sentimos mucho, no porque todos vamos a perder, sino porque llevamos mucho tiempo juntos, con nuestras diferencias, pero también con nuestras semejanzas. Cualquier otra cosa o concesión en exclusiva sería vulnerar no ya la ley, sino la democracia. Aparte de ceder al chantaje, algo que acaba siempre mal.
Fernando Vallespín (El País) me hace asentir a medida que leo estas frases de su columna.
Poco a poco se nos van acabando las palabras para referirnos al conflicto catalán. La noticia al respecto es que no hay noticias. Cada uno de sus actores protagonistas sigue sin apartarse del guion.
Si hay algo que debería preocuparnos es el silencio de los catalanes no independentistas, aquellos que hemos dejado huérfanos de alguna alternativa a lo que perciben como un viaje a ninguna parte y ansían poder agarrarse a un proyecto de convivencia que juzguen razonable.
Pero Vallespín, como Álvaro, no puede evitar la repetición de la línea editorial de su periódico: riña a Rajoy por buscar los votos andaluces y madrileños a costa de Cataluña.
Pero sí, señor Rajoy, yo sé que usted sabe que esos catalanes en ningún caso le van a votar, por mucho que ahora se mueva. Su caladero de votos está en otra parte y ése es el que hay que cuidar. Si tiene esa tentación de entregarse a la política pequeña, estaremos perdidos. Atrévase, por una vez piense como estadista, aunque al final le maree el mal de altura.
Raúl del Pozo (El Mundo) modifica una de las palabras favoritas de los izquierdistas para descalificar a sus adversarios, la de salvapatrias, por la de salvaladrones. Su columna se titula ‘Mas: salvaladrones’.
Ernest Maragall ha ideado un gobierno a la italiana. Recuerda Enric Juliana que el fiel hermano de Pasqual ha ofrecido a Mas la constitución de un ejecutivo de notables y técnicos que gestione la Generalitat hasta el fin de la legislatura. ¿Quién sería el presidente? Artur Mas. El mismo que viste y calza.
Invocan a Italia, pero no para terminar con una banda de ladrones que se apoderó hasta de la silla de Pedro. También allí, como ahora aquí, decían que los últimos inquisidores eran los jueces y periodistas, pero se llevaron por delante el régimen de la corrupción. Los italianos, como los catalanes, sabían a quién tenían que ver para conseguir un favor y cuánto costaba. Luego la gente se tapaba la nariz y votaba.
En Cataluña, durante muchos años, las mordidas de casinos y obras públicas, se taparon con la barretina. Ahora se derrumba el sistema, con el riesgo de llevarse por delante a la nación. Tal vez se necesiten cómplices y si quieren proteger a los políticos imprescindibles del sistema, tendrían que maquinar un decreto «salvaladrones», como aquel que ideó Berlusconi para que los políticos corruptos pudieran estar arrestados en casa.
Le reconozco a Rafael Nadal (La Vanguardia) que tiene razón al afirmar que había mucho tonto en Madrid y Barcelona que aseguraba que Arutr Mas no iba a dar los pasos que ha dado en los últimos meses.
En Madrid y en algunos despachos de Barcelona se habían creído sus propias fantasías y se habían convencido de que este momento no llegaría. Pues ya ha llegado.
Y anticipa el siguiente movimiento de Mas: elecciones anticipadas con un programa conjunto de varios partidos a favor de la independencia.
Si los ciudadanos otorgaran la mayoría a los partidarios de la independencia, nadie podría discutir la legitimidad. Ya no se podría hablar de mayorías dudosas, de mayorías silenciosas, de fantasías, ni de manipulaciones. Un frente electoral plebiscitario da más posibilidades de éxito al independentismo que la consulta. Y puede sentar a la mesa de negociación una coalición blindada y endurecida: con un mandato claro de negociar la vía de acceso a la independencia -en la línea, ahora sí, de los antecedentes internacionales- y con pocas posibilidades de pactar salidas que no partiesen del reconocimiento de la plena libertad de Cataluña.
Los catalanes votarían, lo harían de acuerdo con la ley española y el Gobierno de España y los partidos españoles quedarían fuera de juego. Simples espectadores. Hasta la hora de sentarse en la mesa, con poco margen para la negociación.
Para concluir esta sección, cito una frase del artículo de Salvador Sostres (El Mundo):
De momento, el ex presidente Aznar tenía razón y Cataluña se está rompiendo mucho antes de romperse España.
CAMACHO: CAJA MADRID DA «UN CARRO DE VOTOS» A PODEMOS
Ignacio Camacho (ABC) afirma que Juan Carlos Monedero, el pensador de Podemos y justificador de los asesinatos etarras, estará encantado con el escándalo de las tarjetas de crédito para los señoritos de Caja Madrid:
Un carro de votos. Eso es lo que suma Podemos cada vez que aflora un escándalo como el de la tarjetas de Bankia-Cajamadrid. Esta clase de episodios parecen inventados a su medida por los ideólogos de Pablo Iglesias: tipos de todos los partidos -¡¡la casta!!- aventando sin control gastos personales con cargo a una entidad bancaria rescatada por el Estado. Quince millones ventilados en ropa, taxis, restaurantes, viajes y hasta compras de supermercado. De espaldas al fisco y con acceso libre a los cajeros automáticos. A Monedero y compañía les parecería hasta excesivo imaginar un relato tan paradigmático, tan completo, tan lineal, de los abusivos privilegios del sistema que quieren echar abajo. Pero por desgracia se trata de un episodio real. Puritita verdad, la historia perfecta de un irritante desafuero.
De los apaños también se ocupa Marcello (Republica.com), aunque de carácter más elevado: el juicio a la infanta Cristina. El revoltoso perrito reclama a la Corona y al Gobierno que paren en sus maniobras para conseguir el archivo de la causa para la hermana del rey.
Y no estamos diciendo que hay que imputar a la Infanta sólo para salvar la imagen de La Corona o para huir del riesgo de la indignación nacional con el Gobierno de Rajoy, porque eso sería tan injusto como lo contrario. Pero sí estamos diciendo que ahora se deben de acabar y para siempre las presiones políticas, reales, fiscales y judiciales en favor de la Infanta como las que produjeron en los últimos meses -las declaraciones del Fiscal General Torres Dulce en contra de la imputación fueron escandalosas, y ello le debería llevar a dimitir si finalmente es imputada- por la cuenta que les trae a todos ellos.
José María Marco (La Razón) da un excelente consejo: suprimir de nuestro vocabulario la expresión «este país», tan abundante en la boca y la pluma de los Juan Luis Cebrián y Juan Tomás de Salas.
Al hablar de «este país» dejamos bien claro que no nos sentimos identificados con él y que no somos responsables de lo que en él ocurre. También afirmamos nuestra superioridad y, en un gesto de suprema arrogancia, nos permitimos afirmar que no le debemos nada. ¿Españolito, yo? Por favor… ¿Y de «este país»? Pero qué se ha creído usted… Yo soy ciudadan@ del mundo.
Así que cada vez que alguien esté a punto de caer en la tentación de decir «este país», que intente decir «nuestro país» o «mi país». Verá cómo la perspectiva cambia y poco a poco, insensiblemente, empezará a apreciar en lo que valen la ciudadanía y la nacionalidad españolas. Antes era posible vivir de las rentas. Hoy en día sale demasiado caro seguir siendo tan señoritos, tan zafios, tan ignorantes.
GALA IMITA A PEPA BUENO Y DICE CUÁNTO AMA A CATALUÑA
Juan José Millás (El País) me deja anonadado porque su columna de la semana la puedo poner como ejemplo de inteligencia y de objetividad: palo no sólo al PP sino incluso a los sindicatos y a los partidos de izquierda. ¿Está preparando el salto a Podemos, como Almudena Grandes, o al ABC?
Ni siquiera sabíamos que existía esa bicoca, de nombre Consejo Consultivo, en la Comunidad de Madrid. Ochenta mil euros netos anuales, asistente y coche oficial. Todo ello porque sí, por la cara. Hablamos del nuevo destino de Gallardón, y del que parece que ya venía disfrutando asimismo Leguina.
El famoso consejo de Caja Madrid, aquella guarida de siseñores de derechas, de centro y de izquierdas que besaban por donde pasaba Blesa. Aún estamos esperando unas palabras de disculpa por parte al menos de los representantes de IU, UGT y CC OO, que se lo llevaban crudo mientras Corleone descapitalizaba la entidad y estafaba con sus preferentes a los jubilados.
Pero volviendo a Gallardón (y a Leguina, claro, y a quien fuere necesario volver): ochenta mil euros al año, asistente y coche oficial, todo ello obtenido de lo que a usted y a mí nos sacan del IBI, de la recogida de basuras, del agua, del IRPF, del IVA y del sursum corda. Vale que estemos perplejos y que la perplejidad nos conduzca a la parálisis. Pero esto se tiene que terminar, a ver qué hacemos.
La columna ridícula del día es para Antonio Gala, que me pregunto de dónde saca sus ideicas y pensamientos. No deja de tener mérito que en un billete tan pequeño empiece hablando de que no le gusta Miguel arias Cañete y acabe con la matraca catalana. En medio encuentro esta frase propia de un escritor de segunda fila de la Generación del 98 o de tercera de la prensa regional franquista.
España, que tiene a Cataluña como hija predilecta, rodeada de la solidaridad familiar.
¡Otro ateo que recurre a dotar de conciencia y atributos humanos a los entes abstractos! ¡Otro progresista de cartón que, al estilo de Pepa Bueno, cree que Cataluña es un ser superior a Extremadura y a todo hijo de vecino! ¿De dónde ha sacado Gala que el resto de los españoles considera a Cataluña una «hija predilecta», cuando el hartazgo con todo lo catalán está superando niveles desconocidos? ¿Y qué pasa con Murcia o con Asturias?, ¿son incluseras?