OPINIÓN / REPASANDO COLUMNAS

Pablo Sebastián: «Recarte llevaba ‘regalos’ de El Pocero para los negocios liberales de Federico»

Camacho alerta de que la izquierda prepara un ataque contra el PP por el ébola similar al que hizo después del 11-M

Esperaba que este viernes 10 de octubre de 2014 fuese tranquilo en la selva de columnas. El País, por ejemplo, cada vez más irrelevante en la opinión publicada, no publica una sola columna en las secciones de España y de Economía. Me dice un pajarito que la desaparición del columnismo en las páginas interiores del períódico es una contraprestación de su mandamás al Gobierno por la ayuda financiera recibida.

Con la excusa de reducir gastos, dentro de poco, las columnas en la versión de papel se van a reducir a la última y a la sección de televisión; el resto se conducirá a la versión digital. «Ahí te lee más gente» es la piruleta que el mandamás ofrecerá a los columnistas, con la puerta de la calle entreabierta. ¿Preferirán los columnistas derribados la suerte de Maruja Torres y Suso de Toro, recogidos por Nacho Escolar como tantos otros opinadores del diario independiente de la mañana?

La columna más destacada del día es la de Marcello (Republica.com), que está dando tanta guerra como Excalibur. Después de que ayer Xavier Vidal-Foch arremetiese en El País contra dos de esos liberales enredados como garrapatas en los privilegios del cargo público como Alberto Recarte y Juan Iranzo, Pablo Sebastián también propina a éstos «dos predicadores de la banda de Esperanza Aguirre» su particular tanda de palos.

En fin, desde la selva de Guinea Ecuatorial se escuchan los lamentos del fantasma de José María Gómez de Salomé que grita: «¡señor Recarte, señor Recarte!». Y es que este Alberto Recarte, antes que cocinero de Blesa fue fraile asesor de Obiang en Guinea Ecuatorial, en tiempos de Adolfo Suárez. Y mire usted por dónde de ‘La Negritud’ de la que escribía Anson, se nos ha pasado como por arte de magia la ‘tarjeta negra’ de Caja Madrid, donde el tal Recarte aparece como un trincón nacional, en la compañía de ese, liberal también del PP sector Aznar, que es el profesor Iranzo, ¡vaya dos patas para un banco!, y nunca mejor dicho lo del Banco.

Madre mía los liberales -lo siento por Pedro J.-, dime de qué presumes y te diré de lo que careces. Pues sí, Recarte, el que transportaba los ‘regalos’ de Paco el Pocero en ‘el carretillo’ -lo contaba el Pocero a varios amigotes- para los negocios audiovisuales y muy liberales de Federico el mandril aullador de la extrema derecha del PP, el mismo Recarte, ahora resulta que está pillado en la trampa de Blesa. Y a la espera estamos de que se levante el telón de los créditos a los partidos y a los medios de comunicación, porque todavía no ha salido ni la mitad de lo que está por salir de ese pozo sin fondo que es Caja Madrid.

Y concluye con una apelación a Aznar: Hable, señor Aznar, hable.

Y ¿qué dice José María Aznar de todo esto de Rato, Recarte su colaborador de FAES, de Iranzo y de Blesa al que colocó en Caja Madrid, y que desagradecido no le compró los cuadros de aquel pintor portugués? Pues ¿qué va a decir Aznar? Silencio, nada, mientras a Rajoy se le escapa como un suspiro su preferida expresión, al estilo de Romanones, ‘¡joder que tropa!’ Y no le falta razón.

LA IZQUIERDA PREPARA UN GOLPE CALLEJERO

Algunos columnistas temen que la extensión del ébola sea el muerto que está buscando la izquierda para lanzar a sus hordas a las calles contra el PP.

Ignacio Camacho (ABC) advierte de que la escandalera a cuenta del ‘asesinato’ del perro ha sido un calentamiento.

Si por sacrificar al perrito ‘Excalibur’ le han llamado asesino al Gobierno no hay que ser muy listo para adivinar lo que puede provocar la posible primera víctima humana del ébola aquí contagiada. La planilla del 13M está escrita en las redes sociales. Con un guión idéntico al de entonces: Rajoy ha traído el virus mortal a España, como Aznar trajo al terrorismo yihadista de los trenes. La expresión «exterminio encubierto» ya ha sido pronunciada. El relato del odio está construido y, también como entonces, los errores del PP en el tratamiento de la crisis son la mecha perfecta para prender el incendio de una opinión pública sacudida por el miedo.

Vienen horas amargas. La polémica del perro ha sido el ensayo general de una sacudida en ciernes. El marianismo se enfrenta a la que tal vez sea su prueba más dura porque se trata de una emergencia ultrasensible, una crisis realmente peligrosa de salud pública, de seguridad nacional. Existe la amenaza probable de que la oportunista agitación política y callejera interfiera la prioridad absoluta de controlar el virus y atajar el brote. Puede que el Gobierno se quede muy solo, con la nación abierta en varios frentes de gravedad extrema. Pero nadie, nadie, tiene derecho a olvidar bajo ninguna circunstancia que no hay causa que justifique el juego irresponsable con la enfermedad o con la vida. Y con la muerte.

Hermann Tertsch (ABC) está convencido de que el estallido callejero es inevitable porque la izquierda lo quiere y ya dividió a la sociedad hace tiempo.

Ni el miedo a la muerte logra ya romper el círculo vicioso del odio ideológico que se puso en marcha en España cuando se declaró, hará ahora una década, desacreditada, fracasada o fenecida la reconciliación nacional. Sin haber muerto aun la enfermera Teresa Romero, ya circulaban ayer las advertencias sobre «la venganza» que habría de pagar este Gobierno por su supuesta responsabilidad en esa muerte. Venganza contra este Gobierno que ha traído la muerte desde África. Ese es el mensaje canalla. Con el que debemos prepararnos a otro asalto de la peor izquierda en busca del conflicto social. Y lo tienen a mano. Porque ya han quebrado esta sociedad quienes siempre quisieron hacerlo para saldar viejas cuentas.

Y lo han hecho con la ayuda inagotable de quienes han aceptado con sus concesiones y obsequiosidad, imponer una lógica perversa que convierte todo Gobierno de centro derecha en España en accidente electoral. Que ha de ser subsanado con la paralización de su programa primero y el cuestionamiento de su existencia y legitimidad después.

Pero el PP también tiene culpa de esta situación:

Este Gobierno de Rajoy ha intentado capear la legislatura dedicado a no irritar a la izquierda más que con las inevitables órdenes de Bruselas. Ha dejado intactas todas las leyes ideológicas que Zapatero impuso implacable con su rodillo de izquierdas y nacionalistas. El disparate de la ideología de género sigue vigente como esa aberración de la ley de memoria histórica que tanto ha servido a cimentar la perversión de la legitimidad histórica preferencial de la izquierda. Se planteó una ley del aborto que queda en nada. Y que muchos sospechan, nunca fue otra cosa que una trampa para dejar que se estrellara el ambicioso ministro de Justicia por su supuesta deslealtad durante el caso Bárcenas. El Gobierno se ha prodigado en gestos de desprecio a su electorado.

Relacionado con todo lo anterior, José María Carrascal (ABC) se lamenta de que los españoles no acabamos de entender la democracia.

Pero ¿cuándo aprenderemos los españoles que nuestros actos repercuten en nuestros compatriotas? ¿Y que somos responsables tanto de lo que hacemos como de lo que no hacemos? Dicho de otro modo: ¿cuándo entenderemos que democracia es responsabilidad, no « el que venga detrás que arree»?

URBANEJA ESCRIBE SOBRE EL ORO DEL CARBÓN

El minero millonario Fernández Villa acogido a una amnistía fiscal es pasto de columnas. Antonio Gala (El Mundo), como ayer Pedro Cuartango, no se lo acaba de creer. ¡Otro que ve la realidad a través de las canciones de Víctor Manuel, del minero sacrificado y honrado!

La solidaridad, desde la más alta y nacional a la familiar y casera, ¿dónde se hospeda ahora; a quién acompaña; quién la siente? Cómo es posible que se haya obligado a dimitir, de UGT y PSOE, a su líder minero, ocultador fiscal de millón y medio. Eso es el verdadero ébola. Eso, la muerte nada clara.

Federico Jiménez Losantos (El Mundo) escribe su columna de hoy con las palabras que pronunció ayer en su radio.

En los años de Zapatero, crepúsculo esperpéntico del socialismo español, me fascinaba la ceremonia de Rodiezmo, con el presidente del Gobierno descamisadito, Alfonso Guerra con pañuelo rojo al bies y, entre ambos, un señor con aspecto de levantarse la mesa tras trasegar abundosa fabada, repetir arroz con leche, degustar orujos varios y, suponía yo, compartir tabaco de liar y hojita de librito con El Abuelo Vítor de Víctor Manuel. Yo me imaginaba a aquel señor gordito que más que alzar el puño lo sostenía, un tal Fernández Villa, cantando al naipe del atardecer la Maruxiña que aprendíamos de rojitos tiernos: «Santa Bárbara bendita, / patrona de los mineros…».

Uno se hace mayor, léase liberal, cuando descubre que el pañuelo rojo es de Hermès, que la mina es una subvención, que el carbón cuesta más que lo que vale y que la plusvalía marxista funcionaba en Hunosa al revés: los camareros que echan once horas diarias pagan los supersueldos de los mineros prejubilados, sin maruxiñas ni nada. Todo, por sostener los rodiezmos del PSOE y las primicias de UGT, porque los mineros fundaron el sindicalismo, tan heroico en su génesis como corrupto en su apocalipsis, que fue ayer.

En vez de contarnos su vida, Fernando González Urbaneja (Republica.com) hace algo más útil para el lector: dar pistas sobre el inmenso patrimonio del caudillo minero.

Fernández Villa blanqueó desde el punto de vista fiscal 1,4 millones de euros acogiéndose a la «regularización Montoro» sin advertir que limpiaba la responsabilidad fiscal con el pago de un 10%, pero no el riesgo de blanqueo y de una investigación sobre el origen de unos fondos que por lo que se va conociendo entraron en el banco en fajos de billetes. ¿Qué hay detrás de esos fondos?

Lo más probable es que ese efectivo proceda de la reestructuración de la minería del carbón, un negocio donde lo más limpio suele ser la materia prima. Fernández Villa parece la punta de algo que anda oculto pero que apesta. Si las subvenciones para los EREs de Andalucía y para la formación en esa misma comunidad y en bastantes otras están en el origen de escándalos mayúsculos, las de la minería del carbón en Asturias y León no quedan atrás. Tras el caso Fernández Villa se abrirá la perola asturiana de la que ha advertido hace tiempo en varios artículos sabatinos Gregorio Morán y sobre la que ningún medio ha investigado, por ahora.

RAÚL DEL POZO NO SE SIENTE CULPABLE DEL HAMBRE EN ÁFRICA

Cito a continuación varias columnas en que sus autores cargan contra los tópicos de la corrección política: la censura del boxeo de los medios de comunicación, el amor a los animales y la responsabilidad de la miseria en África.

Raúl del Pozo (El Mundo) corrige al comunista Jean-Paul Sartre, del que por cierto ya no se acuerda nadie.  

Seguramente, el mundo no es tan atroz como el que describía Jean-Paul Sartre en el prólogo de Los condenados de la tierra de Fanon. Culpaba al narcisismo, a la avaricia y a la crueldad europea de la miseria de África y del Tercer Mundo. «No hace mucho tiempo, la Tierra estaba poblada por 2.000 millones de habitantes; es decir, 500 millones de hombres y 1.500 millones de indígenas», escribió.

Yo, desde luego, no tengo complejo de culpa respecto al genocidio de África. Nunca he sido cazador blanco, ni he vendido en folios la apoteosis de atardeceres con leones, pero África está peor que cuando aún creíamos como gilipollas que el mundo iba a cambiar de base. La están comprando los chinos, no para implantar el comunismo, sino para llevarse a sus joyerías los diamantes.

Francesc-Marc Álvaro (La Vanguardia) ha recibido una lección del pensamiento irracional que crece en el mundo occidental y que arrasa en Internet a cuenta de un ‘tuit’ en el que se quejaba del espectáculo montado por los animalistas a cuenta del perro de Teresa Romero.

Mi tuit decía: «La sociedad postmaterialista debe ser esta donde nos movilizamos por la vida de un perro mientras hay abuelos que mueren solos. Yo soy del siglo XX». Dejando de lado a los que me insultaron o me desearon todos los males -sensibles y delicadas almas-, me dejó de piedra la profesora Marta Tafalla, que replicó esto: «No lo has entendido, el perro simboliza la inocencia en un mundo corrupto y podrido. Matarlo es despreciar la vida». Caray.

En un tuit posterior, la buena mujer se atrevió a hacerme un retrato completo: «Si no entiendes el movimiento animalista, el movimiento ecologista y el feminismo, no entiendes el mundo donde vives. Son nuestro futuro». Debo remarcar que yo no había dicho nada sobre todo eso.

Otra señora, Elena Riera, ya tuiteaba como si me conociera: «La falta de empatía y la superioridad moral de gente como @fmarcalvaro es muy del s. XX, por suerte parece que la sociedad va por otros caminos». Seré benévolo: quizás es un problema de lectura.

Un académico de la Española puede pedir que se mate a la ministra de Sanidad, la turba nacionalista catalana puede linchar al jurista que rehusó participar en la junta electoral montada por Artur Mas y los animalistas pueden llamar «asesinos» a los técnicos sanitarios que mataron al perro de marras, pero los españoles no pueden ver veinte segundos en televisión de un combate de boxeo en que un español, Rubén Nieto, peleó en Fuenlabrada por un título de campeón de Europa, porque eso es inmoral y bárbaro. David Gistau (ABC), que asistió al combate, dice que se siente como si participase en un misterio.

El protocolo de aislamiento del boxeo funciona con tal eficacia que tres días después de que un español peleara un campeonato de Europa en Fuenlabrada todavía había amigos que me preguntaban por el resultado y por la calidad del combate porque no habían podido enterarse en ningún periódico generalista. Esta clandestinidad, aunque tenga a nuestros púgiles campeones obligados a buscar segundos trabajos alimenticios, terminará por parecerme encantadora. Recuerda los tiempos pre-internet en que los acontecimientos carecían de inmediatez e iban filtrándose con lentitud en la composición de los relatos fragmentarios.

Se puede regresar de Fuenlabrada después de asistir a un magnífico combate con la sensación de que en Sol, sentados en los escaños de San Felipe, hay hombres que esperan para escuchar las noticias como cuando las postas traían a los cronistas de las batallas imperiales.

Quienes estuvimos en Fuenlabrada no sólo nos fuimos con la sensación de formar parte de un misterio. También de haber estado entre los elegidos que contemplaron un gran espectáculo del que sólo podrán ver lo que les cuenten, porque nadie se molestó en enviar siquiera una cámara de televisión.

MARCO DEFINE EL PATRIOTISMO

¿Es lo mismo el patriotismo que el nacionalismo? En vísperas del 12 de octubre, el historiador José María Marco (La Razón) expone sus diferencias: el patriota respeta a todos, mientras que el nacionalista detesta al que no comparte su fe.

El patriotismo nos enseña a no considerar del todo ajeno aquello con lo que no nos identificamos del todo. Y por eso nos lleva a considerar como conciudadanos a quienes no siempre piensan como nosotros, incluso aquellos que no se identifican con el marco nacional en el que todos nos movemos, como ocurre con los nacionalistas catalanes. Es un hecho. Todos somos españoles.

Por eso, y en contra de lo que tantas veces se ha dicho, el patriotismo funda el pluralismo. La tolerancia no se aprende descartando aquello que es diferente, sino aceptándolo. A eso es a lo que nos invita la comunidad política nacional. Eso mismo, el pluralismo, la diversa realidad española, es lo que se celebra pasado mañana de forma festiva en toda España, en particular en Barcelona. Por eso, los que quieren seguir formando parte de esa realidad abierta e integradora que es la España democrática y liberal, y los que quieren mostrar lo que es el civismo y enseñárselo a sus hijos, están invitados a venir a la Plaza de Cataluña.

Juanjo Millás recibe de nuevo el premio a la columna ridícula del día. En la suya en El País hace un recuento de personajes públicos vinculados a la corrupción o la inutilidad y, oh, sorpresa, sólo aparecen ‘peperos’.

Colocar a José Antonio Sánchez al frente de Televisión Española es tan sensato como responsabilizar a Ana Mato de la lucha contra el ébola o encargar a Mónica Oriol la defensa de los derechos de la mujer. También como hacer ministro del vatio a José Manuel Soria, prestar una tarjeta de crédito a Rodrigo Rato o encargar a Sonia Castedo la recalificación de unos terrenos de propiedad pública.

Lo mismo que confiar a la justicia el caso Fabra, a Ana Botella la alcaldía de Madrid o a Juan Cotino la presidencia de las Cortes valencianas. Igual que instalar a Bárcenas de tesorero del PP, a Morenés de ministro de Defensa o a Rafael Spottorno de jefe de la Casa del Rey. No digamos lo que significa tener a Wert en Educación, a Fátima Báñez en el Ministerio de Trabajo o a Jaume Matas como modelo de conducta.

Ni uno del PSOE, ni de UGT, ni de CCOO, ni de CiU, ni de Izquierda Unida. ¡Ni la familia Pujol! Luego, en las reuniones con el jefe de opinión de El País, se lamenta de que el periódico cada vez se venda menos.

De todas maneras, Juanjo, hagas lo que hagas, no creo que el Wyoming te contrate como tertuliano.

 

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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